25 agosto 2012

Capitulo 39 Graduados


Hacía mucho calor en el salón de actos. Y estaba lleno de gente. Sentados, nos echábamos viento con el programa del acto. Perdón, acto no. “Colación de grados”. Así lo llamaban los profesores y así decía en el programa, que dentro tenía impreso los nombres de quienes nos graduábamos. “Colación de grados”. ¡Qué denominación tan horrible!
El director daba su discurso, que como todo discurso, era largo. Nos decía que ahora debíamos salir al mundo, que seríamos hombres y mujeres de bien y bla, ba, bla, bla. Todos fingíamos prestar atención. Yo estaba sentada en la cuarta fila, entre todas las chicas, y agradecía estar ahí y no con John, porque sino estaría a las carcajadas y acabarían echándome. También agradecía no verlo desde donde estaba, ya que a él lo habían sentado en la primera fila, para mantenerlo vigilado.
Cuando el director finalizó su discurso, lo aplaudimos y pensábamos que el aburrimiento había acabado, pero no. La vieja momia de literatura también había preparado “unas palabras”. Yo diría “unas cuantas palabras”. O “unas 100.000 palabras”, porque no terminaba mas. Vieja falsa, todo el año hostigándonos, y el último día venía a decirnos que éramos sus mejores alumnos y que nunca nos olvidaría. La aplaudimos haciéndole creer que la queríamos y le llegó el turno a Ivan, que como futuro maestro, le tocaba pronunciar el discurso de despedida en nombre de los 30 alumnos que dejábamos la escuela. Oh, dejábamos la escuela. Ese sería el último día que la pisaría, el último día que vestiría el uniforme. Era  raro, sentía que extrañaría esa escuela como si hubiera ido toda la vida, y sólo fui un año. Un año en el que pasaron mas cosas que en el resto de mis 17 años. Pero salía de la escuela con un pequeño triunfo: aún seguía con mi trenza en el pelo. Se habían cansado de retarme, y me dejaron, y ya había chicos y chicas de 1º y 2º año que las llevaban y no les decían nada.
Cuando Ivan finalizó, se dio comienzo a la entrega de medallas. Cada alumno era llamado al frente, le daban su medalla y se tomaba la foto de rigor con la familia, que casi siempre no podía creer que el chico/chica haya terminado, por fin, la escuela.
A los primeros cinco los aplaudieron conmovedoramente. Después, ya saben, la gente se cansa y va bajando el entusiasmo. Pensaba que cuando me tocara a mi, la última de la lista, el salón estaría vacío, la escuela cerrada, y rodarían, empujadas por el viento, esas bolas de espinillos que aparecen en la películas del Lejano Oeste, donde todo es desierto. En eso estaba pensando, cuando vi cómo el profesor de matemáticas miraba, extrañado, unos rayones en los amplificadores. Seguramente estaría pensando qué les había pasado, pero lo que menos se imaginaría era que esos rayones fueron hechos cuando mi lindo hermano tonto los sacó por la ventana. Ese hermano que ya estaba posando para la foto, haciendo morisquetas, junto a una Mimi que disimulaba mal su emoción. No era para menos. Su salvaje sobrino al fin terminaba algo en la vida.
Los minutos pasaron, y yo esperaba, ya somnolienta, tanto por el aburrimiento, como por el calor que hacía.
-Mercy Wells –anunciaron al micrófono.
Me puse de pie, ya la gente bostezaba, habían visto 29 veces lo mismo. Caminé hasta el frente, acomodándome la corbata. Mis padres, sonrientes, se acercaron. El director me colocó la medalla, me dio el anuario, y la de literatura me alcanzo la rosa roja que cada alumno debía entregarle a su madre a modo de agradecimiento por haberlo mandado a la escuela, supongo. Después, todos posamos para la foto.
-¡Vamos Wells! –gritó John, arengando a las masas, e increíblemente, todos aplaudieron.



Ni bien puse un pie en casa, luego de regresar del acto, mi madre me sentó, me sacó la cinta del pelo y comenzó a.....ponerme ruleros. Sonreí, se le había pasado el enojo y había comprendido mis razones para quedarme en Liverpool. Mi padre lo había tomado como un triunfo propio, y cuando entendió mis palabras, se enojó porque yo no lo elegía a él, elegía a la ciudad. Pero después, también se disipó su enojo. Ahora estaban los dos contentos, viendo a su pequeña Mercy terminar la escuela.
El resto del día se pasó demasiado rápido, cuando me di cuenta, otra vez me estaban sometiendo a los “procedimientos de belleza”.
El timbre sonó y fui a atender, en pantuflas y con los ruleros puestos. Parecía una vieja chusma.
-Ho......JAJAJAJAJAJAJAJAJA  MERCY MIRÁ TU CARA!!!! –John por poco se tiraba al suelo y se revolcaba de la risa. Yo lo miraba, inmutable.
-¿Qué querés?
-Esperá, esperá que me calmo........JAJAJAJAJAJAJA  ESOS RULEROS JAJAJA!!!!
Luego de media hora de estar parada en la puerta, esperando que esa cosa dejara de reírse de mí, se calmó.
-Ya....ya.....-se secó los ojos, ya que lloraba de la risa
-¿Qué querés? –repetí.
-No vine a hablar con vos, vine a hablar con tu padre.
-¿Y POR QUÉ NO ME DIJISTE ANTES?
-JAJAJAJAJA ¡Tu cara cuando te enojás es épica! No te dije antes –tomó aire, tranquilizándose –porque me estaba.....RIENDO!  JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Le cerré la puerta en la cara, y él volvió a tocar timbre, tantas veces que mi padre se cansó y fue a abrir. John, lo único que quería saber era a qué hora papá nos llevaría a la fiesta. Cuando se fue, vi como cruzaba la calle, todavía riéndose. Tarado.



-Levantá los brazos –dijo mi madre, a punto de ayudarme a ponerme el vestido. Le obedecí y ella subió el cierre, o cremallera, como le digan.
Me miré al espejo. Me veía muy bien. Que me viera bien significaba que no era yo, porque siempre andaba vestida como una pobre diabla.
El vestido había quedado perfecto. Era bordó, bordeaux, borravino, granate, no sé bien su nombre. Era largo, porque así debía ser, y las mangas era cortas. La falda era de raso, una tela suave y con brillo, y la parte de arriba era de otra tela opaca, pero que en su trama formaba unos dibujos, como arabescos, todo del mismo color. Estaba un poco apretujada dentro de él, ya que era corsé y estaba todo emballenado. Me puse unos zapatos con unos tacos cuya altura rozaba mi límite de tolerancia y me prendí la cadenita con el dije de la  MW  en el cuello. Decidí maquillarme yo misma, aunque mis conocimientos en la materia eran mas bien nulos. Mi madre terminó de peinarme y me ahogó en spray para pelo.
-¡Estás hermosa!
-¿De verdad?
-Si, si mirate en el espejo.
Eso hice, y otra vez vi a una chica, muy linda, pero que no era yo. Pero ahí estaba mi chiste: demostrarles a todos que la machona, petisa, malhablada, y desgarbada Mercy, podía verse realmente bien.
Bajé las escaleras despacio, desconfiaba de los tacos.
-¡Quedate ahí! –gritó mi padre, cámara en mano –Voy a tomarte una foto, estás muy linda en la escalera.
Sonreí, y él tomó la foto. Después, los dos corrieron a arreglarse ya que al comienzo de la fiesta, los padres y todas las personas que quisieran podían estar para ver a los nuevos graduados de la ciudad.
-Ya estoy –mi padre bajó ajustándose la corbata, seguido de mi madre, que iba pasándose el peine por el pelo.
El timbre sonó, seguramente sería John, así que fui a atender. Cuando abrí la puerta, los dos nos quedamos pasmados, mirándonos.
Nunca había visto tan lindo a mi querido vecino y hermano. Estaba perfectamente peinado, no llevaba sus anteojos, sus zapatos brillaban y, según tenía entendido, tenía puesto un traje de su tío George que le quedaba pintado. Aparte, su corbata era del mismo color que mi vestido, mas o menos una semana antes me había preguntado de qué color me vestiría. Era algo que hacían casi todos los chicos, la mayoría obligados por sus madres. Pero el motivo era que la ropa de cada  pareja combinara. En la mano llevaba una rosa amarilla, otro “rito” que debían cumplir: darle una rosa a su pareja.
-Se....señora Elizabeth –dijo sin quitarme los ojos de encima -¿Cuándo dio a su hija en adopción y trajo a ésta otra?
Mi madre lanzó una carcajada.
-John, estás....demasiado bien –lo miré casi con la misma expresión que la que llevaba él.
-Pero...¿vos sos Mercy? Dios....estás.....preciosa. Si no fueras mi hermana..... uffff
-¡John, no empieces! –me reí, que él dijera un halago, aunque fuera mínimo, era todo un acontecimiento. –Vos también estás precioso hermanito –me lanzé a apretarle los cachetes, hasta que logré enojarlo.
-¡Salí loca! –se quejó –Mirá, te traje la rosa. ¿No tenías otro color mas fácil para elegir? Todo el mundo tiene rosas rojas ¡no amarillas!
-Pero a mi me gustan esas.
-Vos con tal de joderme la vida hacés cualquier cosa.
-¡Hola Mercy! ¡Qué bien te ves! –saludó Mimi –Yo ya estoy lista.
-Perfecto –contestó mi padre –Subamos al auto.




Llegamos al salón donde se celebraba la fiesta, mis padres y Mimi entraron, pero a nosotros nos hicieron quedar afuera, en una fila formada por todos los chicos. Allí esperamos, por suerte no hacía frío. Escuchamos que desde adentro comenzaba la música, y poco a poco, las parejas fueron entrando, entre los aplausos de los concurrentes.
Debo decir que entrar a aquel lugar me daba algo de miedo y vergüenza, pero John no sabía lo que era eso, así que me tomó del brazo y caminó con paso decidido. Al entrar, nos tomaron una foto.
Nos quedamos a un costado, mirando al resto de las parejas, entre las que estaban Pete, Ivan y...Richard. Richard con Marcia. No pude reprimir una risa cuando la vi: tenía un ostentoso vestido lleno de tules, con el que apenas pasaba por la puerta. Lo peor era el color: verde loro.
Terminaron todos de entrar y comenzaron los primeros acordes del vals. Si, como si de una fiesta de 15 años se tratara, había que bailar el vals. Primero con la pareja, y después, los varones con la madre, y las mujeres con el padre. Así que primero bailé con John, que demostró su torpeza pisándome dos veces, hasta que por suerte dijeron que había que cambiar de pareja, y bailé con mi padre, cuyas dotes para el baile eran bastante similares a las de John.
Después de unas fotos mas y de otro discurso, ésta vez pronunciado por el director de otro colegio, todos se retiraron, para que los graduados disfrutáramos de nuestra fiesta.
-¿QUE  QUÉ? –gritó John al lado de una mesa -¿No hay alcohol?
-¿Cómo? –pregunté escandalizada.
-¡No hay! Todo es Coca-Cola, gaseosa, y jugos de fruta, puaj.  NO A LA FRUTA.
-¿Me estás queriendo decir que no hay fernet?
-No. Un momento –dijo mirándome serio –Vos no podés tomar alcohol.
-¿Por qué?
-Porque sos mi hermana.
-¿Y con eso? Yo aprendo de vos.
-No, no quiero que mi hermana tome alcohol.
-Machista.
-Lo digo en serio.
Por toda respuesta le saqué la lengua, y me giré, casi chocándome con Richard, que estaba comenzado un ataque a un plato de papas fritas.
-¡Arriba las manos! –le grité.
-¡Ay!
-Je, te asustaste, eh!
-Ey petiso –“saludó” John. Richard lo miró fastidiado -¿Qué? ¿Me vas a decir que no sos petiso?
Me reí. John, mas que nada lo decía por la “pareja despareja” que Richard hacía con Marcia. La rubia se había puesto unos tacos altísimos que, obviamente, sobrepasaban la altura de Richard.
-Marcia casi me echa de su casa cuando pasé a buscarla –dijo metiéndose un manojo de papas en la boca.
-¿Por qué? –preguntó John extrañado.
-Me dijo que yo le arruinaba todo, porque ella se había comprado esos zapatos, y ahora yo quedaba bajito a su lado. Pero que no se iba a poner otros de taco mas bajo porque había comprado los que su puso especialmente para ésta ocasión y no sé cuánta cosa mas......Me tuvo media hora recriminándome el no ser mas alto.
-¡Qué mina estúpida! –fue todo lo que dije, mirándola con rabia, ya que se encontraba a unos metros, coqueteando con unos chicos.
-Fuiste el único desubicado que no se puso la corbata del mismo color del vestido –John lo miró con aires de superioridad.
-Ni loco me ponía una corbata verde loro. ¿Sabés como quedaría?
John y yo nos reímos de sólo imaginarlo. La verdad, habia tomado una buena decisión al ponerse una corbata azul.
-Bueno, me voy a conquistar chicas –John se peinó con los dedos –No pienso pasarme la fiesta con ustedes, manga de perdedores.
Le arrojé una servilleta sucia a la cara y se fue, riéndose.
-¿Bailamos? –me preguntó Richard.
-¿No deberías bailar con Marcia?
-¡Si no me quiere ni ver! Debe estar contándole a todos que soy el culpable de todas sus desgracias. Qué suerte que no la veré mas.
-¿Sabés qué? Yo pensaba que ustedes terminarían juntos. Como todos los varones quieren tirársela, y ella se la pasaba encima tuyo....
-A Marcia no la toco ni con un palo –respondió con cara de asco.
Digamos que tenía la oportunidad de seguir preguntado, de avanzar. Pero como soy la estrella en perder oportunidades, no hablé mas. Y es que había decidido que en mi fiesta de graduación no pasaría nada. No quería ningún hecho bueno o malo con Richard, o con John, o con Marcia, o con quien sea. No quería, años después, recordar esa fiesta por lo que hubiera sucedido. Quería recordarla así, como mi fiesta de graduación, normal y sin inconvenientes.
Salimos a bailar. Este pibe lo hacía realmente bien, y no lo decía porque me gustaba locamente, lo decía con total objetividad. No sé si yo bailaba tan bien como él, pero tampoco era un tronco.
Paramos porque teníamos una causa que defender: dos chicos desconocidos estaban comiendo NUESTRAS papas fritas. Y eso, no se permite. Nos miramos, cómplices, y enseguida capté el plan que él llevaba en mente.
-Hola chicos –saludé coquetamente.
-Hola....-respondieron los dos.
-Yo me llamo Mercy, ¿y ustedes? –los dos idiotas se quedaron mirándome como...idiotas. Vi como por detrás de ellos, Richard se escabullía y con cuidado y en silencio, se acercaba al plato de papas.
-Yo me llamo Frank –contestó uno, bastante feo, mientras Richard agarraba el plato y se alejaba.
-Y yo Tyler –respondió el otro, un pelirrojo lleno de acné.
-¡Mercy! –gritó Richard.
-Ay perdón, me tengo que ir, me están llamando. Un gusto conocerlos –les guiñé un ojo y corrí, levantándome apenas la falda para no caerme, en busca del “oro frito”.
¡Ey Mercy! –chistó Richard, escondido bajo las escaleras.
-¡Ahí estás! Dame eso –le arrebaté el plato y comí como desesperada. –Qué buen plan.
-Es la segunda vez que robamos papas.
-Pero ésta fue mejor. Me sentí como esas mujeres sexys que van a los casinos a conquistar tipos mientras sus cómplices les roban el dinero.
-Es que en cierto modo somos como una mafia –rió.
-¿Qué hacen acá? Ahhh.....¡con que comiendo! –John me sacó el plato y se nos unió –Me estaba muriendo de hambre, los que organizaron esta fiesta son unos ratas, poquísima comida.
Al rato, Pete e Ivan, algo aburridos en la fiesta, se unieron al “Club de la papa frita”.
-Se acabó todo –dijo tristemente Ivan.
-Tranquilo, sé dónde podemos conseguir. Seguime. –Pete, con aires de gánster de New York, caminó con las manos en los bolsillos, seguido por Ivan.
Al rato volvieron con el motín: una bolsa enorme de papas que habían conseguido en la cocina, donde se metieron en un descuido de los camareros.
-Creo que están sirviendo torta –John señaló a una de las mesas -¿Vamos?
Caminamos hasta las mesas, los chicos hicieron frente común para devorar las tortas que estaban sirviendo, pero yo, esta vez, no me uní a ellos, ya estaba cansada de comer y las tortas se me hacían empalagosas.
Otra vez llegó el baile, y John aprovechó para ir detrás de un acercamiento a Marcia. Yo me quedé mirando con cierta bronca, hasta que arrastré a Ivan hacia la pista.
-¡No Mercy, yo no bailo!
-¡Pero yo sí!
-¿Pero para qué? No es necesario....
-Lo que pasa es que yo llevo el baile en las venas, y no me entendés.
-Ay....está bien, bailemos.
Debo reconocer que, pese a sus quejas, tan mal no lo hacía. Se defendía bastante bien.
-Ya basta, suficiente, estoy cansado –dijo dejándome prácticamente plantada. Lo seguí, pero se escondió detrás de Pete.
Busqué a Richard con la mirada. No era que me interesaba, era que necesitaba seguir bailando. Ma si, ¿a quién quiero engañar? Me interesaba, por eso lo buscaba. Pero lo encontré hablando con Yasmine, una de las amiguetas de Marcia. Y hablando demasiado cerca. Sentí como los celos se apoderaban de mi. Me daban ganas de agarrar a la flaca esa y arrancarle cada uno de los pelos del bigote mal depilado que tenía.
-¿Celosa? –escuché en mi oído. Era John.
-Por favor, ¿qué decís?
-Digo lo que veo. Y veo que te salen balas de los ojos.
-No me jodas....
Richard dejó de hablar con Yasmine y se acercó.
-John, ¿no viste a Ivan? Yasmine quiere hablar con él.
-¿Con él?
-Si. Me dijo que la ayude a ponerse de novia con él, esta noche es su última oportunidad. Está loca.
John me miró y largó una carcajada, y yo no pude evitar seguirlo.
-¿De qué se ríen? –preguntó Richard, mirándonos desorientado.
-De nada –respondí –De....de una cosa, no tiene importancia.
-Decile a Yasmine que Ivan la rebotará. Creo que tiene novia, es Majo, la hermana de McCartney.
-Ah, es cierto. Bueno, que se arregle. ¿Bailamos esta, morocha?
Asentí con la cabeza, atontada por ese “¿Bailamos esta, morocha?”. Ay, cualquier estupidez que dijera, me atontaba, tenía que dejar de ser tan.....tonta.
Comenzamos a bailar, ésta vez haciendo payasadas, nos reíamos mucho de John, que me vigilaba, atento. Se tomaba demasiado enserio su “trabajo” de hermano.

La fiesta terminó cuando prendieron las luces y apagaron la música. Sin embargo, nadie quería irse. Creo que a todos les estaba pasando lo que hacía meses me pasaba a mí: no querían terminar, dejar la escuela, empezar una nueva etapa. El que se acabara la fiesta, les había hecho tomar consciencia.
-¿Vamos? –me dijo John, bostezando.
-¿No te vas a ningún lado?
-No....estoy cansado.
Creo que John había decidido lo mismo que yo, que en la fiesta no pasara nada. Yo pensaba que se iría con Marcia a tirársela en algún lado, pero dejó que ella se fuera con su disfraz de loro barranquero y con sus amigas en el auto que su padre le había regalado por su graduación.
-Si sabía que se iba en ese auto, le pinchaba todas las ruedas –dije al salir del salón, viendo como Marcia hacía alarde de su regalo ante todos.
-No seas así –me reprendió John, con seriedad.
-Es la verdad....
-Wells –dijo aún mas serio.
-Uff....está bien, no digo nada de tu bella damita verde. ¿Buscamos un taxi?
-No, vamos caminando.
-¡No puedo caminar con estos tacos!
-No iremos lejos.
-¿Como que....?
-Vos seguime.
Extrañada, lo miré, y me despedí de los chicos. Luego fui casi corriendo para alcanzarlo. Caminamos, yo parloteaba sin cesar, pero él iba muy pensativo, ni siquiera me prestaba atención. Después de un rato, me di cuenta de adónde íbamos.
-Con que acá me traés –dije al ver el cartel de Strawberry Fields –Ni sueñes con que salte esa reja con este vestido y estos zapatos.
No dijo nada, sólo me levantó por la cintura.
-¡No John, no puedo! ¡El vestido!
-Uy, qué lío con ese vestido –se quejó –Sacátelo.
-¡No seas degenerado!
-Bueno, hacé lo que puedas. Pero saltás, si o si. –como pude, me aferré a la reja, y él me soltó –Sostenete bien, yo voy a saltar, así te agarro del otro lado.
Me quedé ahí prendida, rezongando, mientras él, con gran habilidad, se trepaba y se dejaba caer al otro lado.
-Ahora sí, saltá.
Levanté la falda de mi vestido, apenas un poco, porque John era capaz de ponerse  a mirar. Rogué que no se rasgara o manchara, porque si era así, mi madre desconfiaría. Salté, y caí en los brazos de John, sin un rasguño. Caminamos hasta llegar a su árbol preferido, y se sentó, se quitó el saco y lo puso en el pasto, para que pudiera sentarme sin ensuciarme. Me convidó un cigarrillo.
-En fin....-dijo exhalando el humo –este fue el último día como estudiante secundario.
Sólo asentí con la cabeza, mientas le daba una calada.
-Que raro que no te fuiste con Marcia. Pensé que festejarías así.
-Naaa......No sé, como que quería y como que no. Ando un tanto....confundido.
-¿Confundido? ¿Vos?
-Si.....¡Mierda! El gran John Lennon ¡confundido! El mundo se está yendo al carajo, no tengo dudas.
-¿Y por quiénes estás confundido?
-Ya lo sabés. Marcia y Cris.
-Prefiero mil veces a Cris, que te lleva infinitos años, y no a la trola de Marcia.
-Lo sé....pero con Cris ya no hay esperanzas.
-¿Dudás de tus encantos como para no conquistarla? Mmm.....yo no estaría tan seguro –le hice una mirada pícara.
-Vos me parece que sabés algo. ¡Contame!
-Sé que quizás.....algún día....podría ser.....
-¡Dale!
-Está bien. Creo que le gustás. Creo.
-¡VAMOS, LOCO! –gritó –Aunque.....Marcia...-de repente, su euforia desapareció, dejando paso a una carita melancólica.
-John, Marcia es....
-Si, si, una hija de perra. Ya lo sé. Pero....me gusta.
Suspiré, y nos quedamos en silencio, hasta que él lo rompió.
-Creo que me voy a dejar de joder con las mujeres.
-¡Te vas a hacer gay!
-¡NO! ¡Idiota! Lo que quiero decir, es que me quiero quedar solo por  un tiempo.
-Ya lo éstas, nadie te da bola.
-Ayy....¡es imposible hablar con vos! Ya que estás tan divertida, ¿por qué no me hablás de Richard?
-Mmm....no hay mucho de qué hablar.
-¿¿¿Cuándo será el día en el que te decidas a hacerle algo???
-John, yo no soy así. Nunca me animaré a decirle nada. Aparte, queda muy de zorra andar encarando chicos.
-Pero si vas a esperar a que el lo haga....
-Es que....estoy confundida. Como vos.
-Me cago en la confusión –arrojó la colilla del cigarrillo, con bronca.  
-A veces pienso que debería sacármelo de la cabeza, porque jamás pasará nada. Es obvio que no le intereso, siempre me verá como una amiga. Pero a veces pienso que no, y me pongo a fantasear y a hacerme ilusiones....
¿Pero vos qué sentís?
Le aparté la mirada, y terminé mi cigarrillo.
-Yo.....siento que lo quiero. –se me empañaron los ojos, aunque ni sabía porqué.
-Uy, te hice llorar.
-¡No estoy llorando!  Jamás lloraré por un hombre.
-Hacés bien, no lo merecemos. –inesperadamente, me abrazó –Hermana, será mejor que nos dejemos de joder con todo esto. La escuela terminó, ya no somos mas nenes. Ahora hay que salir a la vida, y hacernos adultos, aunque suene aburridísimo. Como dijo el director esta mañana: “hacernos hombres y mujeres de bien”.
Sólo asentí y me aferré a él, que parecía ser él único que me entendía. Todo eso de hacerme responsable me asustaba, pero no había vuelta atrás. Había llegado la hora de ser hombres y mujeres. De bien, o de mal. Pero hombres y mujeres.



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¿Bailamos ésta, morocha? Ayyyy amo eso, lo dicen todas las tardes en un programa de radio que escucho y yo toda akskdsdkjfkjf jajajjajajajajajajjajaja 
Como les va? Yo toda vieja XD Les cuento que el sábado pasado fue la dichosa fiesta de 15, y dejé re asombrados a mis parientes con mi ropa y mis exóticos pasos de baile XD pero los escandalizé con mi manera de tomar fernet (si, la misma bebida por la que desespera la borracha de Mercy jaja)
Les dejo un video de un grupo rosarino, que tocan TODO el disco Revolver, está buenísimo! Acá tienen Eleanor Rigby

Bueno chicas lindas, princesas de mi alma! les dejo un gran beso, y nos leemos!!!

17 agosto 2012

Capitulo 38 Saltan Chispas


-¡Qué alegría cuando me dijeeeeroon vamos a la casa del Señoooor!
-¡Mercy!
-¡Ya estaaán pisando nuestros pieees tus umbralees Jerusaleeeeeeeeén!
-¡Mercy, por favor! –gritó Abby.
-Ay ¿qué pasa? Es una canción de la iglesia.....
-¡Pero estamos en el medio de la calle, no en la iglesia! Qué vergüenza paso con vos.
-Lo sé –respondí pícara –Por eso lo hago.
-Sentémonos acá –señaló un banco de la plaza dónde estábamos.
-¡Qué alegría cunado me dijeeeerooon.....!
-¡Basta!
-Ufaaa.....-me cruzé de brazos, en plan nena caprichosa, y nos quedamos en silencio.
-¿Terminaron de hacerte el vestido? –preguntó de repente.
-No.....Abby, no quiero que se acabe la escuela –dije tristemente.
-¿Sabés lo que daría yo por terminar la escuela? Tengo ganas de empezar a trabajar en un periódico, de tomar fotos, de ganar mi dinero......
-Pero yo no quiero terminar. Voy a extrañar mucho. Aunque la uni tiene sus ventajas: no iré todos los días, no tendré que levantarme temprano, no hay que ir de uniforme, puedo entrar y salir cuando tenga ganas, no tendré gimnasia......Bueno, digamos que está mejor, no sé de qué me quejo....
-¿Ves? La escuela es una cárcel. Cambiando de tema ¿vas a ir al cumpleaños de John?
-Si no voy, me llevará de los pelos. Aunque no sé si tengo muchas ganas de ir.
-Mirá que va a estar Richard jeje
-¿Y a mí qué me importa?
-Tengo entendido que mucho.
-Ya no –dije con seguridad –Richard es un tarado.
-¿Quién es tarado? –nos dimos vuelta y.....¡nooooo metí la pata! ¡Es Richard!
-Ehh....un Richard que yo conozco –estaba demasiado nerviosa –Vos no te llamás Richard, te llamás “Vamos carajo”
-¿Todavía te acordás de eso? ¡Ya pasó un mes! –rió, y se sentó junto a nosotras en el banco, prendiendo un cigarrillo.
-¿Perdón? ¿Quién te invitó a sentarte acá?
-Yo me invité.
-Para tu información, el Richard tarado del que hablábamos sos vos. Y ahora lo confirmo aún mas.
-Ya lo sabía.
-No te hagas el tonto –respondí enojándome, pero él seguía riéndose, al igual que Abby.
-¿Querés? –me ofreció su cigarrillo.
-Gracias –se lo quité de los dedos, le di una calada y se lo pasé a Abby.
-No gracias, no fumo –negó con la cabeza.
-Todavía –sonreí.
-¿Van a la fiesta de John? –preguntó Richard cuando le devolví su cigarrillo.
-Si –respondimos ambas.
-Chicos, yo me tengo que ir –Abby se puso de pie, y con la mirada le rogué que no me dejara sola con Richard, pero ella sonrió con malicia y se fue igual.
-¡Esperá Abby! –grité –Acompañame a comprarle el regalo a John.
-¡No puedo! –gritó ya desde el otro lado de la plaza –¡Tengo que ir  a la casa de Paul!
En momentos así quería estrangularla. Lo había hecho a propósito, pero sería en vano, no pasaría nada con Richard porque yo no quería.
-Bueno, me voy –me colgué la cartera y me puse de pie.
-¿Vas a comprarle el regalo a John?
-Si.
-Te acompaño –se puso de pie.
-Starkey, puedo sola –quise mirarlo con dureza, pero me era imposible.
-Ya sé que podés, pero yo también quiero comprarle algo, y no sé qué.
-Está bien, vení conmigo.
Caminamos por el centro, buscando algo que a John pudiera interesarle. Mientras, Richard saludó como a cincuenta personas, se ve que tenía muchos conocidos.
Se me ocurrió una idea: John quedaría encantado con el último disco de Elvis. Ese sería mi regalo. Estaba caro, pero el día anterior había cobrado mi sueldo, y luego de dejarle la parte que siempre les dejaba a mis padres para ayudar a la economía familiar, me había quedado bastante dinero, además tenía algo de mis ahorros conmigo.
-Voy comprarle el último de Elvis.
Miré a Richard. ¿Acaso acababa de ocurrírsele lo mismo que a mí?
-No. –dije con firmeza –Eso le voy a comprar yo.
-Pero yo lo dije primero.
-¿Y a mí qué me importa quién lo dijo primero?  Yo estaba pensando lo mismo, y yo se lo voy a comprar. Además, a mí me gusta Elvis.
-Y a mí también.
-Pero yo sé mucho mas. Aparte, me voy a casar con él algún día.
Largó una carcajada. Creo que se estaba burlando de mi ¿o me parece?
-Vamos morocha, dejá que yo compre eso, vos comprale......no sé, unos pañuelos.
-Serás bruto –me reí un poco –Nunca hay que regalar pañuelos, significa que le estás deseando al otro que llore.
-Uh ni sabía eso. Dale, yo compro el disco, vos comprá otra cosa.
-¡No! ¡Yo voy a comprar ese disco!
-¡Pero otra cosa no se me ocurre para regalarle! –dijo ya medio exasperado.
-¡Y a mí tampoco!
-Bueno, comprémoslo entre los dos.
-Rich, hoy tenés unas ideas malísimas
-Uyyyy.....¡Mercy! –ya se estaba poniendo caprichoso, con una carita de compungido que....que.....mejor me callo.
-No.
-¡Pero...!
-No.
Afinó la vista, mirándome con toda la rabia que podían contener sus ojazos azules. Yo hice lo mismo.
-Te odio. –nos dijimos al unísono.
Entré a la disquería, seguida por él.
-Mercy, por favor.....
-Dije que no. –empezé a buscar el disco en la bateas, mientras él me seguía con su cantinela. No había dudas de que ambos éramos hijos únicos: caprichosos, tercos, egoístas, y sobre todo....hinchas. MUY hinchas.
-¿Y si le compro otro disco?
-Hacé como quieras. ¡Acá está! –blandí en el aire el disco, nuevísimo, mostrándolo como señal de triunfo.
Él sólo lo miró resignado, y yo sonreí, altanera, hasta que él, rápidamente, me lo arrebató y se dirigió al vendedor, con una sonrisa.
-¡Voy a llevar este disco! –dijo mostrándolo como había hecho yo anteriormente.
-¡Richard Starkey! –grité -¡Ese disco es mío!
-Era –respondió mientras sacaba dinero de su billetera.
-Señor –le dije al vendedor –cóbreme éste disco a mí y envuélvalo para regalo.
-¡No, yo lo voy a comprar!
-¿Pueden ponerse de acuerdo? –dijo el vendedor con pocas ganas.
-Lo compraré yo –enojada, puse el dinero sobre el mostrador.
Richard no dijo nada, sólo se limitó a mirar los posters colgados en las paredes, mientras el vendedor envolvía el disco en un lindo papel.
Salí de allí sin siquiera mirarlo, aunque me di cuanta que estaba detrás mío.
-¿Y ahora qué le compro? –me di vuelta, prendía otro cigarrillo.
-Arreglate como puedas –estaba enojada, muy enojada.
Sólo exhaló el humo, mirando hacia arriba.
-Me voy, chau. –dije comenzando a caminar.
-¡Esperá! –me tomó de un brazo y me giró. Tenía una sonrisa demasiado traviesa.
Y si, era traviesa porque estaba a punto de cometer una travesura: me sacó el disco de las manos y hechó a correr. Sólo abrí los ojos como platos, sin creerme lo que veía. Hasta que reaccioné.
-¡Starkey y la puta madre! –grité, y luego corrí tras él, que  se mataba de risa -¡Vení para acá!
-¡No me alcanzarás! ¡Lero lero! –se burló.
-¡Imbécil! –íbamos corriendo, llevándonos por delante a las viejas que caminaban tranquilamente por la vereda.
Lo alcanzé cuando él se vio obligado a parar para cruzar una calle, ya que pasaban muchos autos.
-¡Dame eso! –le di un empujón y me aferré al disco, que él no soltaba.
-¡Dije que yo se lo voy a regalar!
-¡Se lo voy a regalar yo! ¡Sos un chorro, un ratero, un ladrón, un delincuente!
-¡Yo lo iba a comprar primero!
Era raro. Yo estaba furiosa, como pocas veces en mi vida, pero él se divertía a mas no poder. Mientras tanto, la gente nos miraba, sin entender muy bien qué pasaba.
-¡Dámelooooo! –grité, y se lo arranqué de las manos. Pero no quedó tampoco en las mías. El disco salió volando, cayendo en la calle y ......un bondi le pasó por arriba.
-¡NOOOOOO! –gritamos.
Corrimos, pero era tarde. El pobrecito disco había fallecido. Allí estaba, mojado, embarrado, y lo peor de todo: partido al medio.
-¡TE ODIO! –le grité -¡Mirá lo que hiciste, sos un pelotudo!
Tenía toda la bronca del mundo dentro de mi, y él me miraba, asustado, ya no se reía.
-Vení....-me dijo despacio, tomándome de un brazo para sacarme de la calle.
-¡No me toques! ¡Sos un estúpido! ¡Lo arruinaste todo!
-Vení, vení, calmate....-me subió a la vereda
-¡¿Para qué querías regalarle el mismo disco?! ¡¿Por qué tanto interés?! ¡¿Querés ser el novio o qué?! –le grité, fuera de mí –Después de todo, ¡él no te regaló nada para tu cumpleaños! ¡¿Qué obligación tenés?! ¡Yo quería regalárselo porque YO soy la hermana!
-Pará Mercy, lo podemos solucionar.....-me dijo tomándome de los brazos.
-¡Te dije que no me toques! ¡Sos lo peor! ¡Mirá, mirá! –levanté los pedazos del disco, todos sucios, con el lindo papel de regalo despegándose, dejando ver la sonrisa de Elvis. No pude evitar ponerme a llorar.
-No.....¿por qué llorás? –era increíble lo calmado que estaba él.
-¡De bronca lloro, pendejo de mierda! ¿Por qué otra cosa voy a llorar? –las lágrimas me corrían por las mejillas. Corrijo: no eran lágrimas, eran lagrimones.
-Perdoname Mercy, por favor....-me abrazó, aunque yo no quería y luchaba por soltarme.
-¡Te odio! ¡Te odio! –le dije mientras le golpeaba el pecho, hasta que me cansé y me dejé abrazar.
-¿Me perdonás? –se separó de mí y me miró.
-¡No! El bondi tendría que haberte pasado por arriba a vos, y no al disco –dije, todavía llosozando.
-Tenés razón, soy re idiota, no pensé que la bromita terminara tan mal.
-Sos un pelotudo atómico.
-También. –contestó resignado –Hagamos una cosa: volvamos a la disquería, y comprás el disco, pero lo pago yo. Y obviamente, se lo regalás vos a John. Yo compraré otra cosa.
-¿Cómo podés hablar tan calmado y tranquilo? Se nota que no te pesa la culpa.
-Oh Mercy, te pediré perdón mil veces, de verdad. Ahora, ¿vamos a la disquería?

 Entramos. Vi cómo el vendedor lanzaba un suspiro, fastidiado al vernos por allí nuevamente.
-Quiero el último de Elvis –dije como un robot, pasándome las manos por el rostro, para secármelo.
-Tomá –Richard me dio su pañuelo, y yo me soné la nariz ruidosamente.
-Te lo llené de mocos, es lo que te merecés –dije cuando se lo devolví.
-Lo lava mi mamá.
-Sos tan inútil que ni eso sabés hacer.
-¿Lo envuelvo? –preguntó el vendedor, de malas maneras.
-Si –le respondí igual.
Richard pagó y yo tomé el disco con fuerza, para que no corriera la misma suerte que el anterior.
-Mercy, ¿me perdonás? –preguntó ni bien  salimos a la calle.
-No sé.
-Mmm.....se me ocurrió comprarle un encendedor. No de esos que se venden en el kiosco. De esos que tienen tapita, que la abrís y se prende la llama, y que parecen de plata y....
-Si, si, ya sé cuáles son –dije perdiendo la paciencia –Por mí hacé lo quieras.
-¿Me.....me acompañás? –preguntó con cierto temor.
-Uff....está bien.
Mientras caminábamos, sentía que no podía enojarme con él, era mas fuerte que yo. Era un estúpido, si, pero ¡como me gustaba ese estúpido!
Entramos a un negocio que vendía cigarrillos, habanos, cigarreras, pipas, tabaco y encendedores. Allí compró uno muy lindo, seguramente le gustaría mucho a John.
-¿Te acompaño hasta tu casa?
-No.  Puedo sola.
-Pero ya se está haciendo de noche.....
Solté un suspiro de fastidio y caminé, con él por detrás. En el camino no dijimos nada, aunque él parecía verdaderamente preocupado y arrepentido. Era tan lindo cuando se ponía así......bueno, era lindo siempre.
-Chau. –dije cuando llegamos a mi casa.
-Pará Mercy.....-lo miré. Sus ojos brillaban, podía verlos aunque ya estuviera oscuro –Perdoname, por favor. No fue mi intención, sólo quería hacerte una broma, pero se me fue de las manos.....Perdón.
Una parte de mí me decía que le diera un cachetazo. Y la otra parte me decía que le partiera la boca de un beso. Decidí no hacerle caso a ninguna de las dos, ya que si hacía algo de eso, no habría vuelta atrás.
-Te perdono. Después de todo, yo también me porté mal, y te insulté mucho. Fuimos muy.....infantiles.
-Si –sonrió -¿Amigos? –me extendió su mano. ¿Por qué esa palabra? ¿¿¿Por qué???
-Amigos –le estreché la mano y le sonreí, aunque me quedé colgada de su mirada.
-Bueno......nos vemos. Chau. –me saludó con la mano y se fue.
Entré a mi casa, prácticamente en una nube. Si, sacarme a Richard de la cabeza sería una tarea titánica. Aunque.....ya no estaba tan segura de si quería hacerlo.




-“Bienvenidos a la fiesta del genial John, capo entre los capos” –leí el cartel que John había colgado en la puerta del salón que había alquilado para su fiesta –Qué humildad.
-¡Hermana! –gritó al verme
-¡Feliz cumpleaños madito perro! –lo abrazé, y le di un beso en la mejilla, sabía que odiaba eso –Esto es para vos –le di el regalo, y él se encargó de destrozar el papel
-¿QUÉ? ¡Elvis! Gracias hermanita linda y hermosa, pero qué bonita sos –dijo pellizcándome una mejilla.
Entré al lugar, era un poco pequeño, pero eso no importaba, ya estaba lleno de gente. Me encontré con Abby, Paul, Isabella, Stu, Pete, Ivan, George, mas y mas chicos, y.....Marcia y sus amigas. Sonreí. Otro beneficio de terminar la escuela, era que jamás volvería a ver a esas zorras.
-¿Todo es para tomar? ¿No hay nada para comer? –George parecía desesperado.
-Si todo esto fue organizado por John, olvidate que haya comida, todo es alcohol. A lo sumo habrá comprado una bolsa de papas fritas para todos.
-¡Pero moriré de hambre!
-Georgie –Abby lo rodeó con un brazo –cuando la fiesta termine, te invito a mi casa a comer algo.
-¡Abby yo iría con vos! ¿Por qué tiene que estar éste enano en el medio? –se quejó Paul.
-Yo no soy ningún enano
-Tenés razón. Acá la enana es Mercy.
-¡Maccacito! Te voy a destripar
-Uy, qué miedo, Mercy me va a destripar
Abby puso paz entre nosotros, y seguimos charlando como si nada, hasta que la música empezó a sonar y todos salimos a bailar. En mi caso, con Stu. El galán Stu, que seguía haciendo estragos en la población femenina.
-Ey Stu, bailás bien.
-Pero por supuesto jeje.
Luego de varios rockanroles, paramos a descansar. Yo me senté, pero él se fue hacia donde estaba John.
-Hola –Richard se sentó a mi lado.
-Hola idiota.
-¿Todavía estás enojada?
-No. –reí -¿Cómo estás? ¿Le diste tu regalo a John?
-Si. ¿Y vos?
-También, y le gustó. Voy a tomar algo, ¿te traigo?
-Dale, traeme un fernet.
-No te tenía así de borracha –rió y se fue a buscar las bebidas.
-¿Cómo lo estás pasando? –preguntó John apareciéndose por detrás.
-¡Ay! ¡Me asustaste! Lo estoy pasando bien. ¿La invitaste a Cris?
-Si, pero me mandó a la mierda. Vení conmigo, te voy a mostrar los amplificadores que conseguí.
Me llevó hasta el fondo del salón, donde Ivan y Pete Best acomodaban los instrumentos, ya que los otros estaban demasiado ocupados bailando.
-John....-dije al ver los amplificadores –Creo que los conozco.
-Adiviná de dónde los saqué.
-Emmm.....¡NO! ¡John, son los del colegio!
-¡Ganaste!
-¿Cómo pudiste robártelos?
-No los robé, los tomé prestados. Los saqué por la ventana jeje.
-Si se enteran te expulsarán.
-No tienen porqué enterarse. Y ahora andá a frenar al pequeñín Harrison, creo que está tomando mucho, así no va a poder tocar la guitarra, y él es lo mejor que tenemos.
Negué con la cabeza, poniendo los ojos en blancos, y me acerqué a George, que estaba a pocos metros.
-Dejá de tomar –le arrebaté el vaso.
-Tengo hambre....
-El hambre no se calma con......-olfateé lo que estaba tomando -¿ron con jugo de naranja? ¡Esto es asqueroso!
-Tenés razón, mejor dejo de tomar......Vamos a bailar, ¿querés?
-Será un gusto hablar con mi profe.
-Ja, seremos “El bello y la bestia”
-¡Harrison!
Sólo se rió a carcajadas, y mientras bailábamos él lo seguía haciendo. Creo que había llegado tarde, a juzgar por sus risas interminables, ya había tomado mucho. Pero igual me confesó que había decidido “desenamorarse” (si, así lo dijo) de Eleanor, porque ella jamás lo tendría en cuenta, y que ahora quería conocer otras chicas, que sabía que tendría porque él era irresistible. Otro humilde.
-¡Buenas noches! –gritó John, ya acomodado con su banda –Gracias por venir a mi genial fiesta, ya sé que todos me admiran, no es necesario que me aplaudan. Ahora, basta de discursos, vamos a hacer ROOOOCKKK!!!
Empezaron a tocar, y nosotros a cantar y bailar. Yo, mas que nada cantaba. Cantaba y veía como Richard bailaba con Marcia. No sé qué me enojaba mas: que bailara con ella o que no me hubiera traído el fernet.
Me senté, estaba algo cansada,  pero la estaba pasando en grande. No podía creer que en algún momento hubiera dudado en ir.
-Volví, perdoname el retraso –vi ante mí un vaso de fernet, sostenido por Richard.
-Gracias –dije agarrando el vaso, él se sentó al lado mío.
-Estoy cansado. Estoy cansado de Marcia. –suspiró.
-¿Por qué?
-Voy a tener que ir con ella a la fiesta de graduación.
Sentí como me hervía la sangre. Sí, tenía celos. Mejor dicho, estaba MUERTA de celos.
-Vos te dejás dominar por ella –dije con rabia disimulada.
-Es que es muy cargosa.....No entiende que sólo somos compañeros de banco, ni siquiera la quiero de amiga. Pero para no pelear, le digo que sí a todo, porque sino se pone toda histérica.
-Así te va a volver loco. A la próxima decile que no. ¡Hacete valer, hombre! –reí, pero quería que hiciera eso.
Él sólo sonrió y miró al suelo. Luego le dio un sorbo a su cerveza.
-Rich ¿bailamos? –puaj, Marcia otra vez.
-No.
-¿Cómo que....?
-Que no Marcia, estoy cansado. Hay un montón de chicos, decile a ellos.
-Pero yo quiero....
-No. Basta.
No pude contener una sonrisa. Lo estaba disfrutando. Pero la rubia me miró con odio. Dio media vuelta y se fue, dirigiéndose hacia un grupo de chicos que tomaban y charlaban.
-¿Bailás? –me preguntó Richard, se veía satisfecho con lo que había pasado.
-No creo que sea conveniente. Si Marcia te ve bailado conmigo me despedazará –moría de ganas de decirle que si, pero no quería volver a mi casa sin cabello.
-Tenés razón, sos precavida –sonrió una vez mas, y se fue con los chicos de la banda.
Cuando la fiesta terminó, con Abby, Ursula e Isabella ordenamos un poco el lugar. Después, ellas se fueron, junto con los chicos. También se fue el resto de los invitados y no invitados, hasta que quedó John, el cumpleañero.
-Tenemos que llevarlo –dije mirándolo con preocupación.
-Si, no puede ni caminar –agregó Ivan.
Nos habíamos quedado nosotros tres. John era una botella caminando. Bueno, caminando, justamente, no estaba. Tenía mas alcohol que un hospital.
Como pudimos, lo levantamos, y entre los dos, a rastras, los llevamos caminando por las oscuras calles.
-La tía lo matará. –dijo Ivan.
-Tendríamos que meterlo en su habitación, pero....¿cómo hacemos? –miré hacia la ventana de John, en el primer piso de su casa.
-Mejor entremos y dejémoslo en una de esas sillas –señaló unas sillas de jardín, plegables –Que duerma ahí. El aire le hará bien, quizás, para cuando se levante su tía, ya esté sobrio, o por lo menos, despierto.
Entramos al jardín delantero y lo sentamos allí.
-Quisiera taparlo....
-Tranquila Mercy, el frío le hará bien. Ahora vámonos antes que la tía Mimi escuche ruidos y se levante.



Luego de un domingo que comenzó mal porque me regañaron por llegar tarde a casa la noche anterior, me disponía a hacer una proeza: tocar el piano con los pies. Y después dicen que John es el borracho.
Así que ahí estaba, tratando de que mi pie derecho “tocara”, y sacándome la media celeste a cuadros blancos de mi pie izquierdo, cuando mi madre volvió de la iglesia. Entonces decidí que era el momento adecuado.
No sabía muy bien si ese mes me había alcanzado para pensarlo, pero lo cierto era que ya no quería seguir teniendo esa pregunta persiguiéndome, apareciéndose en cualquier momento, en cada cosa que hacía.
Mi padre arreglaba una vieja radio, sentado frente a la mesa de la cocina, y mi madre ponía agua a calentar para hacerse un té.
Me paré en la puerta, nerviosa, respirando con dificultad. Deseaba soltar las palabras, sentía que venían, pero al llegar a mi boca, se desvanecían. Haciendo el esfuerzo mas grande que en mi vida había hecho, hablé. Si, tanto para, simplemente, hablar.
-Qui....quisiera hablar con ustedes –escuché como la última sílaba fue casi inaudible.
-Perfecto –dijo mi madre sorprendida.
Me senté, mi padre corrió la radio a un lado, y mi madre se sentó frente a él. Yo sólo apoyé los dedos sobre la mesa.
-Te escucho –mi madre me miraba de una forma inquisitiva, que casi me asustaba. Mi padre parecía sólo poner atención, pero nada mas.
-Estuve pensando en lo que dijeron.....el otro día. Yo....ehh....bueno, ustedes me dijeron que debía elegir con quién quedarme –los vi como asentían con la cabeza, y sus rostros se tensaban. Tomé aire. –Tengo una decisión, pero no elegí con QUIÉN, sino DÓNDE quedarme.
Me miraron con una expresión confusa, y proseguí a explicarme mejor.
-Bueno...ustedes son mis padres. Los quiero por igual. Por lo tanto, no puedo decidir así como así con quién debo vivir por un tiempo que, sabemos, en indeterminado. Sí puedo decidir dónde vivir. Quiero vivir en Liverpool.
Mi padre sonrió apenas, pero mi madre tuvo un impulso, como que casi saltó de la silla, para acercarse a mí. Sin embargo, continuó sentada.
-No quiero ir a Londres. Por mas que haya nacido y me haya criado ahí, no me gusta. Acá tengo amigos, tengo trabajo, tengo dónde estudiar.....Me gusta todo.
-Pero....-alcanzó a decir mi madre
-Una vez mas les digo: no elegí entre ustedes, elegí entre lugares.
-Pero sos mujer, debés vivir con tu madre.
-Mamá, ¿para qué me diste a elegir, entonces? Lo de vivir con la madre es hasta los 5 años, que yo sepa, ya no tengo esa edad.
Me miró co furia, y luego miró a mi padre.
-¿Y vos no pensás decir nada? –le dijo casi gritando.
-Que haga lo que quiera –respondió encogiéndose de hombros.
-Claro, qué vas a decir, que estás contento, ¿no?
-¡Paren, paren! Esto no es una competencia y yo no soy ningún premio. Ya les dije que no elegí entre ustedes. Me quedo con papá, porque él se queda en Liverpool. Si se hubiera quedado mamá, me quedaba con ella. Y si no se quedaba ninguno, me quedaba sola. Eso es todo.
Mi madre me volvió a mirar, en sus ojos vi algo indescifrable, y se puso de pie, indignada, para luego correr escaleras arriba, ahogando un sollozo. Mi padre tomó la radio, unas herramientas, y salió al jardín. Y yo me quedé sola. Como siempre.



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Hooooolaaaaaaa!!!!!! como les va? Yo acá, pasada por agua, no para de llover!
Les digo que de mi club de fans se harán cargo Juli y Pattie, pidanle las credenciales a ellas jajajajajjajajajajaja
Hablando de fans (?  Bienvenida GisWill! No pensaba que había gente que todavía se engancha a leer, cuando la novela ya está tan adelantada, espero no defraudarte jaja
Bueno gente, no sé cuando volveré a publicar, porque el martes empiezo las clases de vuelta ¬¬ y no sé si tendré muuuucho tiempo, recuerden que me tengo que hacer cargo de 3 fics (ustedes dirán: jodete, quién te mandó a escribir 3 fics?) XD
Les mando besitos, hasta mas vernos!

10 agosto 2012

Capitulo 37 Pasos adelante


Nerviosa, leía un libro. Wordsworth. Poesía. Ideal para esperar al profesor de matemáticas, que traería las notas de los recuperatorios.
-¿Qué es eso? –John se acercó y espió mi libro.
-Wordsworth.
-¿Y de qué se trata? –preguntó mientras lanzaba un avión de papel.
-Poesía.
No sé si me escuchó, ya que comenzó con la fabricación de “armas”: el tubo de un bolígrafo, convertido en cerbatana, por la que escupía bolitas de papel....previamente embebidas en saliva. Un asco.
-A ver, dame eso –como siempre, me sacó el libro de las manos.
-¡Dame!
-“Mi corazón salta cuando contemplo
Un arco iris en el cielo.
Así fue cuando mi vida comenzó.
Así es ahora que soy un hombre.
Así será cuando sea un anciano.
¡O cuando me deje morir!”. –leyó en voz alta. Interrumpió su lectura para mirarme –Ey...esto me gusta....¿Me lo regalás?
-Ni lo sueñes. Es un libro antiguo que de casualidad apareció en mi casa.
-¿Me lo prestás?
-Todavía no terminé de leerlo.
-Por favor hermanita....
-No.
El profesor entró, nos pusimos de pie para saludarlo, y John aprovechó para guardar MI libro en SU mochila. Sin embargo, poco me importó: estaba demasiado ocupada mirando la carpeta roja que llevaba el profesor bajo el brazo. Cada vez que traía esa carpeta, significaba que traía notas.
Sin siquiera saludar, el viejo comenzó la repartija: llamó a uno por uno para devover la prueba, corregida. Las caras eran variadas: alegría, tristeza, resignación....
-Lennon –llamó el viejo
John, con la seguridad del que sabe que aprobó, se puso de pie uy caminó hacia el escritorio, extendiendo su mano.
-Lo felicito, alumno –dijo el viejo. John sonrió con malicia, mirándonos a todos. En su hoja, en color verde, había un flamante 10.
-Mirá, decime si no soy un genio –me mostró su hoja con su bonito 10.
Iba a contestarle,  mas que nada iba a mandarlo a la mierda, pero me interrumpí cuando escuché...
-Starkey.
Richard se paró, casi temblando. Vuelvo a repetir: qué hermoso se ve cuando está nervioso. Es tan adorable.....¡Basta Mercy! ¡Dijiste que te lo sacarías de la cabeza!
Vimos como Richard se acercaba al escritorio, el profesor le entregaba su prueba y.....
-¡VAMOS CARAJO!
Estupefactos. Así quedamos al escuchar el grito de Richard. Al parecer, tenía el 10 que necesitaba.
-Starkey, por favor....-dijo, tan sorprendido como nosotros, el viejo.
-Pe...perdón....discúlpeme....-muerto de vergüenza, rojo como un tomate, huyendo como un ladrón, Richard volvió a su banco, ante la mirada pasmada de todos. Creo que no se llevó un par de amonestaciones  a su casa porque el profesor no reaccionó en todo el resto de la hora. Es que, pese q su fama de teddy boy, Richard parecía no matar una mosca., y una reacción así fue toda una sorpresa.
El viejo siguió el reparto. Pete e Ivan sacaron el 10 salvador. Listo, si ellos lo habían conseguido, yo también. Respiré tranquila, esperando ser llamada.
-Wells.
Me levanté, caminé, tomé la hoja y....¡NOOOO! ¿Un 9? ¿¿¿Un 9???
Me senté, aturdida. Me faltaba un punto. Se habían acabado las oportunidades, y por ese puto punto me llevaba matemáticas. Y no terminaba el secundario.
-Mercy....¡Mercy! ¿Qué...? Oh no....-John vio mi espantoso 9 y comprendió todo –Tranquila, podrás dar el examen....
-Me la llevo John –dije con los ojos húmedos –Me llevo, por primera vez en mi vida, una materia.
-Siempre hay una primera vez para todo....
-¡Eso no me sirve de consuelo! John, es matemáticas y con este profesor....nadie puede con ese examen.
-Wells, acérquese. –miré al frente, el viejo me llamaba.
Me paré delante de él, con una mezcla de tristeza, bronca y odio. Tenía ganas de escupirle su pelada cabeza.
-Wells....-dijo despreocupadamente, mientras acomodaba su carpeta –Usted necesitaba un 10 para aprobar la materia,  pero sacó 9.....Técnicamente deberá ir a examen. Pero puedo subirle la nota. El punto que te falta lo agregaré como concepto.
-¿Concepto? –pegunté extrañada.
-Si, concepto. Buen concepto. Siempre trae las tareas hechas y los materiales necesarios. Así que tranquila, no se llevará matemáticas.
-¿De verdad? –casi di un salto -¿De verdad me lo dice?
-Si.
-¡AAAYYY!  ¿Puedo darle un beso? –dije sin pensar y sin importarme que me escucharan.
-Wells, por favor.....-lo dijo con el mismo tono y la misma cara que usó con Richard.
-Emm.....perdón.....-dije avergonzada –Gracias.



Seguía explotando de felicidad, no me llevaba la materia, y eso era un logro. Muy contenta estaba, sentada en el piso del patio junto con Pete, que estaba solo porque Ursula había faltado.
-¡Vamos carajo! –gritó Pete, porque vio acercarse a Richard.
-Ay no...¡qué vergüenza! –dijo tapándose la cara
-Jamás pensamos que reaccionarías así
-Y yo tampoco Mercy –rió –Por suerte el profesor no dijo nada....Si se llega a enterar mi madre me ahorca. –se sentó junto a nosotros, y sacó una barra de chocolate del bolsillo -¿Quieren?
-Yo no, el chocolate me saca granos –dijo Pete.
-A mí también....¡pero no me importa! –le di un gran mordisco –Mmm.....placer de los dioses.....Uy, perdón, te babié tu chocolate –dije apenada, viendo que, como soy muy bestia, en vez de cortar un pedazo con los dedos, había comido directamente de la barra, llenándola de saliva. Otro asco.
-No importa, no creo que tengas tantos microbios –Richard rió y siguió comiendo como si nada.
Lo miré. Lo miré y me agarré de la pared, porque si no lo hacía, me tiraba sobre él. Dios, ¿por qué es tan encantador? ¿¿¿Por qué soy tan tonta???


Esa noche, aporreaba salvajemente a Ernesto, el piano. Si, lo aporreaba, no lo tocaba. Ernesto era mi gran amigo para descargar tensiones. Era la tercera vez que tocaba “Rapsodia en Azul”, tenía los dedos cansados pero no me importaba. Mis tres primeras dudas existenciales había desaparecido, dejando paso a la última en llegar: ¿Con cuál de mis padres me quedaría? Lo malo de esto era que mi elección conllevaría el enojo del que no fuera elegido. Ahora sentía lo que habría sentido John cuando le pasó lo mismo. Aunque.....lo de él era peor, sólo tenía 5 años, y a mi me faltaba poco para los 18....¿Qué dije? ¿18? ¡Qué depresión!
-¿Estás bien? –preguntó mi madre, posiblemente aturdida por Ernesto y yo.
-Si, si.
-Ehh.....Mer.....-sonamos, cuando aparece el “Mer”, algo malo se avecina
-¿Qué pasa? –pregunté secamente, mientras comenzaba por cuarta vez la pieza.
-Ya.....¿Ya pensaste con quién te quedarás?
-No. Dijiste que tenía tiempo.
-Sí, losé....
-Entonces dejame pensar. –toqué aún mas fuerte, como para que se diera cuenta de que se tenía que ir.
Pero cuando lo hizo, dejé de tocar y subí a mi habitación. Di un portazo y comenzé a dar vueltas., agarrándome la cabeza. Dios.....Me iba a volver loca. ....¿Por qué tenía que decidir esto?
De la bronca manoteé un oso de peluche y lo tiré contra el espejo. Como no me alcanzó, me saqué una zapatilla e hice lo mismo. Y con la otra también. Después, me tiré en la cama a llorar cuando ni siquiera podía distinguir cuál era la razón por la que lo hacía.



Estúpida, maléfica, odiosa, malvada clase de gimnasia.  Lo bueno, lo genial de terminar la escuela, era que jamás tendría que ir a esa apestosa clase. ¡Adiós escuela! ¡Hola sedentarismo! Es que....¿qué era lo bueno de sufrir elongando, sufrir haciendo abdominales, sufrir tratando de embocar una pelota desinflada a un cesto? Sin dudas, la vida sedentaria es mucho mas sexy.
-Ay! –me quejé. Alguien me había tirado una pelota, que golpeó en mi brazo.
-Te toca –dijo Marcia pasando a mi lado.
La miré con rabia, tomé la dichosa pelota, la arrojé y....¡oh, milagro! Entró al cesto.  Si, si, un logro mas en la vida....¿Lo ven? ¿Qué es lo bueno de esto?
-Les daré las notas del trimestre.
Auch y mil veces auch. De matemáticas había zafado, pero mi peor desempeño era en gimnasia. Si me llevaba esta materia, no la podría dar jamás en toda mi existencia.
La vieja comenzó a leer las notas. Todas de 9 y 10. Hasta que llegó a la última, o sea, Wells.
-Wells, 7.
Ufff.....eso estuvo cerca.


Creo que ya lo dije, pero lo repito: lo bueno, lo genial de los martes eran las clases de guitarra. Pero este martes sería distinto. Aparte de clase, iría a inscribirme a la universidad. Muy rápido quizás, pero las inscripciones se habían abierto antes de tiempo, y ya me había decidido.
-¡Bien, bien, bestia! –exclamó George. El “bestia” era, para él, mi nombre legal.
-Practiqué mucho
-Se nota. ¿Qué te parece si tocamos juntos “Raunchy”?
-George....es difícil eso para mí.
-Intentemos.
Nos acomodamos las guitarras, nos miramos, y comenzamos. Faaa....este pequeñín me daba la idea de que podía hacer lo que se le ocurriera con la guitarra. Lo seguí como pude, pero debo decir que el resultado fue IM-PE-CA-BLE.
-¡SIII! –gritó -¡Hoy estás con todo!
-¡Gracias Georgie! –no me resistí y lo agarré de los cachetes, algo que tenía ganas de hacer desde hacía mucho. Es que, cuando estaba contento y sonriente, se veía demasiado tierno.
-Ay bestia, me vas a arrancar la cara –se quejó, pero se reía. Yo sabía que a él le encantaba que le hicieran eso.
-Bueno, me tengo que ir –me asomé a la ventana y vi el auto de mi padre estacionado.
-¿Te vinieron a buscar? Que raro....-preguntó extrañado, detrás de mi.
-Mi padre me acompañará a inscribirme en la uni –lo miré, y le sonreí -¡Y eso es gracias a vos!
-¿A mi?
-¡Claro! Si no me hubieras acompañado la primera vez, hoy no iría a inscribirme.
-Bueno....suerte Mercy. Y espero que hayas elegido bien.



Miré de arriba a abajo la fachada de la universidad. Sonreí, suspiré, y avanzé. Mi padre me dio una palmadita en el hombro y entramos.
-Vengo a inscribirme –le dije a la mujer que me había atendido la vez anterior.
-Completa esto –me dio una pila de papeles, un bolígrafo y me señaló una mesa para sentarme, donde había dos chicos mas escribiendo.
Comenzé a leer y responder las preguntas, algunas eran tontas. Era una suerte que hubiera ido con mi padre, ya que como yo aún era menor, los papeles debía firmarlos él.
-Listo –dije terminando de completar la última pregunta.
-¿Ya? ¡Qué rápido! –exclamó mi padre.
Entregué todo, junto con mis documentos, partida de nacimiento, constancia del secundario y demás cosas que me habían solicitado.
-Muy bien –dijo la mujer luego de controlar que todo estuviera en orden –Los talleres de ingreso comenzarán en verano. Luego habrá un examen que si aprobás, entrás a la carrera –me entregó un papel con la fecha de comienzo de los talleres. Serían temprano, demasiado temprano. Apenas un mes y medio de vacaciones.
Salí de allí, contenta. Dentro de poco sería una universitaria, sabía que lograría entrar. Sin embargo, muy dentro mío sentía que las cosas no saldrían tan bien como lo esperaba. Quizás era sólo miedo.....


-¿Querés un helado? –preguntó mi padre cuando subí al auto.
-Si! –dije emocionada.
Fuimos hasta una heladería, compramos, y decidimos caminar por el centro de la ciudad. Hacía mucho tiempo que no hacía esto con mi padre. Cuando era pequeña, una o dos veces por semana me llevaba a tomar helado y a pasear.
Mirábamos vidrieras y gente, mientras charlábamos de cualquier cosa. De pronto, él se paró frente a una joyería.
-¿Qué hay? –pregunté dándole una lamida a mi sueño helado llamado “Frutilla y chocolate blanco”.
-Nunca te compré de éstos –señaló con un dedo una serie de dijes, de esos para colgarse en el cuello con una cadenita.
-Mmm.....no. Tampoco nunca me compraste aros, o pulseras.-dije despreocupada.
-El de las iniciales está lindo, ¿no? –miré hacia donde él señalaba: de entre muchos dijes, con cruces, flores, y demás formas, había uno que tenía dos iniciales. Era sencillo, pequeño, pero muy bonito.
-Si, es lindo.
-Te lo quiero regalar.
-¿Por qué?
-Porque te anotaste en la universidad, estás dando un gran paso.
Sólo lo miré, un poco desconcertada, y lo seguí, ya que había entrado al negocio.
-Quisiera uno de esos dijes con iniciales, para ella –le dijo al vendedor, un hombre mayor.
-¿Cómo te llamás, querida? –preguntó el hombre, amablemente.
-Mercy Wells.
-MW –dijo despacio –Excelentes iniciales, son la misma letra, pero invertida.
-Nunca me había dado cuenta –reí.
-Esperen aquí, enseguida prepararé el dije. ¿Lo quieren con la cadenita para colgar?
-Si, por favor –respondió mi padre.
El hombre se fue hacia adentro, y mi padre y yo quedamos solos.
-Papá....Te saldrá caro esto, es de oro....
-Es un regalo, y no tenés que preocuparte por el precio.
Luego de esperar cerca de media hora, el hombre volvió, sonriendo y con una mano extendida, en la que llevaba algo. Traía puesto un delantal de trabajo.
-Aquí está –dejó sobre el mostrador de vidrio el pequeño dije, recién hecho. Dos iniciales resplandecían, unidas en su forma, ya que la última “patita” de la M formaba la primera “patita” de la W. Parecían montañitas, no letras. El hombre tenía razón, eran excelentes iniciales.
-Está hermoso –sonreí, mientras mi padre me lo colocaba y prendía la cadenita.
-Te queda bien
-Gracias papi. De verdad, esto no era necesario.....
-Ya te dije, es un regalo.
Salimos de allí muy contentos, auque estaba un poco incómoda porque mi padre había pagado un precio muy  alto. Pero me gustaba mucho, a partir de ese momento, ese dije sería  “mi marca registrada”.



-¿Por qué tenés montañitas colgando de tu cuello? –preguntó Ivan mordiendo un lápiz. Estábamos en hora de plástica, pintando un cuadro en grupo.
-No son montañitas, son letras.
-¿Letras? Ahh....si.....Tu nombre.
-¿Es de oro? –preguntó Pete, con la cara llena de manchas de pintura.
-Si...
-¿Te lo puedo robar?
-No seas tarado –reí, dándole una pincelada amarilla a su nariz.
-¡No me pintes!
-Mercy ¿vos tenés el color rojo? –preguntó John, que estaba muy concentrado pintando algo bastante extraño.
-Si, acá lo tenés –le alcanzé el frasco y seguimos pintando el “cuadro”. En realidad, era un mamarracho.
-Johnny....-levanté la vista y vi a Marcia, acariciándole el pelo a MI hermano. Me di cuenta que por primera vez, tenía celos de John.
-¿Qué pasa? –John ni la miró, seguía concentrado en la pintura.
-Vos....¿irías conmigo a la fiesta  de graduación?
John no levantó la cabeza, pero sí me miró. No dije nada, sólo traté de demostrarle que en silencio le suplicaba que dijera que no.
-Falta mucho para eso -intervino Pete.
-Lo sé, pero para una chica es importante saber con quién irá.....-dijo haciéndose la víctima. Cucaracha.
-Marcia, perdoname, pero no voy a poder ir con vos.
-¿No vas a ir?
-Si, pero voy a ir con Mercy.
La rubia lo miró pasmada, y también ofendida. Después se dirigió a mi, sus ojos podrían haberme matado si hubieran sido puñales. Era claro el odio que me tenía. Se giró y se fue.
-Gracias John –dije apenas.
-De nada tonta. Si no es conmigo ¿con quién irás? Sos muy fea....-rió, y le pinté una mejilla de verde -¡Ey! ¡Dejá de repartir pincelazos!
Mientras nos reíamos, alcanzé a escuchar que Marcia se había tropezado con Richard.
-¿Trajiste la pintura naranja?   -le preguntó él, bastante exasperado.
-Ay no....me olvidé –respondió la rubia, haciéndose la desentendida.
-¿¿¿Y para qué te dije que fueras???
-Bueno Rich, yo...
-Dejá,  voy yo.
Se acercó a nosotros, medio enojado.
-Hola Ringo –saludaron los chicos.
-¿Ringo? –me extrañé, ellos no lo llamaban así.
-Es mi nombre artístico –contestó Rich, haciéndose el sofisticado.
-Pero salí de acá vos y tu nombre artístico –me reí –Para mí sos Richard, o Rich, o Starkey.
-Llamame como quieras, morocha –Oh-My-God. Mercy perdiendo el control en 3....2....1....¡Lo dijo demasiado seductor! ¿O son ideas mías? Por desgracia, John lo notó, y afloraron sus celos.
-No te pases con mi hermana. ¿Qué es eso de “morocha”? se llama Mercy, o arbusto. Y vos te llamás “Vamos carajo”
-¡No me hagan acordar! Todavía me dura la vergüenza.
-Vergüenza es robar y no llevar nada a casa –dije, repitiendo mi refrán preferido.
-Chicos, vengo por pintura......Ey, qué linda cadenita –se acercó y tomó el dije con su mano –La “M” y la “W”. Mercy Wells.
-Qué descubrimiento Starkey –reí.
-Chicos, vengo por pintura naranja, ¿tienen?
Iba a contestarle, cuando Oscar, el preceptor que hacía dos días que no aparecía por la escuela, entró y me llamó.
-Acompáñeme Wells.
Lo seguí, caminaba serio, y me llevó nada mas y nada menos, que al despacho de la regente. Abrió la puerta.
-Aquí está.
Lo dijo de una forma que me pareció como que iban a asesinarme. Entré, la vieja estaba detrás de su escritorio.
-Siéntese Wells.
-Estoy bien así –respondí secamente.
-Bien, iré al grano –dijo calmada, pero pareció que, en un segundo, se enfureció-¡Por TU culpa estamos en medio de un escándalo!
-¿Por mi culpa? ¡No me haga reír!
-¡Si! Ahora vendrán los inspectores, ya hay padres que se enteraron...¡Terminarán despidiéndonos! ¡y todo porque no cerraste la boca!
-¡Yo no dije que lo fuera a hacer! ¿Sabe qué? ¡Que bueno que la hechen!
Di media vuelta y me fui dando un portazo. El preceptor estaba afuera, pero era evidente que había escuchado todo.
Sinceramente, no me importaba. Faltaban menos de dos meses para terminar la escuela, y no podían tomar represalias. Me gustaba ese nuevo aspecto de mi personalidad.



Era de tarde y bostezaba, junto con Cris, apoyadas en la barra. El negocio se había llenado de gente, y se había vaciado con la misma rapidez. Ahora sólo quedaban seis personas.
-Que sueño –dije en medio de un bostezo
-Si...estoy tan cansada –agregó Cris, en otro bostezo.
Me quedé colgada, pensando, y enojándome. Hiciera lo que hiciera, siempre me perseguía esa maldita pregunta: ¿Con cuál me quedaba?
-Mercy, ¿estás bien?
-No sé....
-Ey, ey –me tomó de los hombros y me giró, para mirarme a la cara -¿Qué te está pasando?
-Tengo....tengo que elegir entre los dos....-mierda, empezé a llorar, no quería hacer eso.
-¿Todavía te siguen gustando dos chicos?
-No, no.....nada que ver.
Decidió no preguntarme mas, y se lo agradecí. Sólo me abrazó. Es lindo saber que alguien de mas edad te entiende. Generalmente, los adultos no son así.
-¡Hola, hola, hola! –las dos y la gente que estaba en el negocio, miramos a quien saludaba: John, bien peinado, bien vestido, y apestando a perfume.
-¿Qué hacés acá? –le pregunté. Era raro que no hubiera entrado por la puerta de atrás.
-No te vine a ver a vos. Ey, ¿estuviste llorando? –dijo preocupado.
-No, para nada.
-Ah....pareciera que sí.
-No, no.
-Bien. Dejame solo con Cris.
-¿Eh? –dijimos ambas.
-Andate Wells.
-¿Qué querés? –preguntó Cris.
-A vos te quiero. –se acercó a ella –Muñeca.
-Pruff....-me reí, medio escupiendo.
-Vine a invitarte a salir.
Las dos nos quedamos mirándolo. Hablaba demasiado enserio. Eso explicaba su buen atuendo.
-La san puta! –exclamé, y me tapé la boca, nunca había dicho eso, aunque lo había escuchado. La impresión me obligó.
-Wells, te vas. –ordenó Lennon.
-No quiero.
-Cris, ¿salís conmigo si o no?
-No John –respondió sonriéndole.
Apretó los dientes, nos miró, dio media vuelta y se fue.
Yo me reía, este John no entendería nunca que Cris jamás le daría calce. Bueno, eso creía hasta que....
-¿Cuándo cumple los 18 este chico?
-El mes que viene –respondí extrañada.
-Bueno....-sonrió con malicia –Habrá que esperar al mes que viene.
-¡Cris! ¿Pensás decirle que si? –dije escandalizada.
-Vamos Mercy, el chico es demasiado lindo....
-¡Pero le llevás como 10 años!
-¿Y eso qué tiene que ver? –pareció enojarse, pero se rió –Hasta el mes que viene, John....-canturreó, antes de meterse en su oficina.
Lo que faltaba. Cris y John, ¿juntos? Nada bueno podía salir de eso. Ma sí! Que hagan lo que quieran. A mí me tocaba concentrarme en otras cosas. Cosas demasiado complicadas.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Hola mis princesas!!!!! (o princesos) jajaja. Como les va? Yo....no sé XD. Pasaron cosas en la semana...cosas buenas y cosas malas, malísimas. Pero bueno, hay que seguir dando "Pasos adelante", no? como dice el título del capi de hoy.
Bueno, debo informar que la presidencia de mi club de fans está peleada entre Juli (ey, no queda mal que comentes dos veces jajaa. Sólo me había llamado la atención) y Pattie, que la otra vez también comentó dos veces. Así que pueden ir agarrándose de los pelos por mi, yo, su ídola indiscutida (? :siclaro:
Muñecas, o muñecos, debo dejarlos, les deseo buena vida porque no sé cuando volveré a subir, aunque ando con la inspiración bien UP! Buenas noches, y que sueñen con los Beatles, o cuando vayan a su habitación se encuentren con esto:

la gran duda existencial: ¿CUÁL ELIJO? 

02 agosto 2012

Capitulo 36 Días extraños.


-Hermanita dulce, linda y buena ¿como andás?
-¿Qué me vas a pedir?
-Ay Wells, ¿cómo pensás eso de mi?
-John, cada vez que me tratás bien es porque me vas a pedir algo.
-Bueno...en realidad necesito que me pases las tareas.
-¡Si eso lo hago todos los días! No alcanzo a entrar a aula que ya me arrebatás la mochila, sacás las carpetas y te ponés  a copiar. Sos un asaltante.
-Es que hoy me levanté con ganas de ser amable. Dale, dame las tareas, porfis...-puso su carita de suplicio, a la que no podía jamás resistirme.
-Acá tenés –resignada, puse las carpetas sobre la mesa y él comenzó a copiar.
Me quedé con la cabeza apoyada en una mano, mirando la limpieza del negro pizarrón.
-¿Te pasa algo? –me preguntó -¿O sólo estás dormida?
-Estoy pensado –respondí sin dejar de mirar el pizarrón –creo que ya decidí qué estudiar.
-Uhh....¿Qué cosa?
-Historia. Johnny....¿y vos? ¿Qué vas a hacer? –lo miré algo preocupada, él odiaba la escuela, pero algo tendría que hacer de su vida...
-No sé....supongo que estudiar en la  escuela de arte con Stu...
-¡Eso está bueno! No habia pensado en esa escuela....Aunque para qué voy a ir si no sé dibujar nada....
-La idea no me convence mucho.....lo mío es la música.
-Lo mío también...
-¿Sabés? Voy a seguir con la banda. No puedo dejar, me gusta demasiado.
-¡¡¡Siiii!!! –grité y lo abrazé.
-¡Soltame! –me separó, pero no me importó, y le di un beso en la mejilla -¿Pero qué hacés? Puaj, que asco –se limpió con la mano
Solamente me reí, la noticia de que seguiría con la banda me había alegrado mucho como para enojarme por sus desplantes.


Estábamos en plena hora de filosofía, mágicamente algo entendíamos, pero nos interrumpió el preceptor.
-Alumnos, vengan para la foto del anuario.
Salimos del aula, acomodándonos la ropa, las corbatas, las medias, los moños del pelo, rumbo al salón de actos, donde un fotógrafo esperaba con su cámara.
-Qué buenos amplificadores –John revisaba los equipos del salón –Le vendrían bien a la banda.....
-John, no pensarás robártelos...
-Sólo los pediré prestados...pero sin que ellos se en enteren jeje


Entre la regente, que no paraba de mirarme, y el preceptor, nos acomodaron: varones altos parados al fondo, varones medianos y bajitos parados en una segunda fila, y las mujeres, que éramos pocas, sentadas delante de todos.
-Las chicas cruzen la pierna derecha sobre la izquierda –indicó el fotógrafo, y luego colocó delante un cartel: “3º año. Quarry Bank. 1957”.
Luego de tomar la foto, le dijo a los varones que se apartaran, para tomar una foto sólo de chicas. Después, hizo lo mismo, pero al revés: nos apartó,  para la foto de varones.
-Ahora pueden tomarse una foto con sus amigos.
Marcia corrió a hacer poses de modelo con su séquito de aduladoras, y John a hacer poses de gran macho con sus amigos.
Era claro quiénes mandaban en 3º año: John regenteaba a los varones, y Marcia mandoneaba a todas las mujeres, menos a mí. Yo era la “infiltrada”, la que pertenecía a la facción “Lennonista”. Con razón que la regente no me quería.
-¿Qué hacés acá? –John se me acercó, me había quedado en un rincón.
-Nada. Veo como se sacan fotos –respondí algo triste. La realidad era que estaba mas sola que un hongo –Con Marcia no me saco una foto ni loca, y con ustedes....
-Tonta, vení –me agarró de la mano y me metió en la horda formada por los varones.
-¡Mercy! –gritó Ivan –Te estábamos buscando, ¿dónde estabas?
-Chicos, acomódense –pidió el fotógrafo.
Ya estaba por tomar la foto cuando escuché que Ivan contaba hasta 3, y de pronto sentí que varias manos me levantaban del suelo.
Y la foto salió así, un montón de chicos con cara de locos, levantando en alto a una chica con aún mas cara de loca.


Aún faltaba la foto individual, pero nos habían mandado al salón, ya que teníamos clase de física. Llamaban a uno por uno, había que volver al salón de actos, le sacaban una foto, y le hacía preguntas. Después, todas esas fotos se juntarían para formar un pequeño libro, el anuario, que el día de finalización de clases nos entregarían a cada uno.
-¿Qué te preguntaron? –le dije a John cuando regresó de tomarse  la foto.
-Nombre y apellido. Intereses.  Cómo me veo en 10 años.
-¿Y qué respondiste? –pregunté riéndome. Era un cuestionario demasiado corto y ridículo.
-John Elvis Lennon. Música. Famoso y multimillonario.
-¿Elvis? Jaja
-Si, se la creyeron jaja. Pensarán que me llamo así hasta que vean que mi segundo nombre es....ese nombre tan feo que tengo.
-Winston! Winston! –canté, burlándome. A mí no me parecía tan mal nombre.
Frances, una de las chicas, entró al salón.
-Wells, te toca a vos.
Me puse de pie, acomodé mi ropa, salí,  y caminé por los pasillos, escuchando el barullo que salía de las aulas. Llegué al salón de actos, abrí la puerta y....casi vomito. Ante mis ojos, un espectáculo asqueroso: Oscar, el preceptor, besándose con la regente. Besándose y “metiendo mano”.
-¿Qué significa esto? –siempre quise decir esa frase jeje.
-Wells, no es lo que pensás –dijo Oscar, desesperado –Yo puedo explicarlo.
-No hay nada que explicar –otra frase que siempre quise decir –Vamos, seré una niña tonta, pero no tanto como para no darme cuenta de lo que estaban haciendo.
-Por favor, no digas nada –miré a la regente. Sentí desprecio. Ella, que se pretendía moralista diciéndome quiénes debían ser mis amigos, era una mina casada, que seguramente se revolcaba por todo el colegio (quizás sobre nuestras propias mesas, puaj, qué asco) con el preceptor, que también estaba casado.
-Ni sueñe que no diré nada –le respondí, sonriendo maléficamente.
En ese momento me sentía super poderosa. Tenía rogando ante mí a dos autoridades; tenía el poder de hundirlos sin importarme las consecuencias, porque no podrían hacerme nada.
-Tómenme la maldita foto de una vez –entré al salón, y justo apareció detrás de mí el fotógrafo.
Me tomó la foto, y me senté en una mesa, frente a la regente, ya que era ella quien hacía las tontas preguntas.
-Wells, por favor te lo pido....
-Hágame el cuestionario –respondí cortante.
-Ok...-tomó un bolígrafo, nerviosa -¿Nombre?
-Mercy Wells.
-¿Intereses?
-Música y libros.
-¿Cómo te ves en 10 años?
-Me veo reventando preceptores y regentes.
-Por favor Wells, por lo que mas quieras, no digas nada de esto que viste.....
-Voy a ver qué hago. Pero deje de molestarme a mí  y a mis amigos. Y deje de ser tan hipócrita.
Me puse de pie y me fui, el preceptor quiso decirme algo, pero lo ignoré.


-¿Qué QUÉ? –preguntaron John y Pete, con los ojos abiertos como platos.
-Lo que escucharon.
-¿Pero vos los viste?
-Los vi con mis propios oídos, digo, con mis propios ojos.
-¿Podemos contárselo a todos? –John me miró con carita suplicante. Era obvio que era un chismoso y que no quería perderse de dar semejante noticia.
-Por mí hagan lo que quieran. Ni siquiera intentaron comprar mi silencio. Si me hubieran ofrecido dinero, estaríamos hablando en otros términos.....
Dos horas después, todo el colegio estaba enterado. Me sentía un poco mal, había procedido como una mafiosa. Pero, de vez en cuando hay que ser maldita, y sobre todo con aquellas personas que vivían con la careta puesta, reprimiendo constantemente a todos los alumnos y metiéndoles ideas sobre cómo debía ser el comportamiento moral. El  “Haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, no me lo tragaba.


-Que asco –dijo Isabella a mi lado, mientras comía un chupetín –Quién iba a decir que ellos, que parecían tan perfectos, iban a ser capaces de eso....
-Ya ves. Después no dejan que Ursula y Pete se den un mínimo beso en el patio. Por lo menos ellos no están casados, y no tienen porqué ocultarse.
-Si, es cierto....
-¿Y vos? ¿Cómo estás? Hace mucho que no tenemos una charla decente
-¿Decente? –rió.-Con vos es imposible hablar de cosas decentes
-Lo sé, pero  me refiero a charlar sobre temas interesantes.
-Ahh.... pues....¿Qué querés que te cuente?
-No sé....Ah, si. A veces te veo un poco sola.
-Si, lo que pasa es que Ursula ahora trabaja, y cuando tiene tiempo libre está con Pete....No la culpo, es su novio....
-¡Estás celosa!
-Ay, mirá lo que decís...
-Yo soy muy celosa. Y mas con mis amigas o amigos. Y hablando de celos, novios y eso....Tus compañeros de clase no te sacan el ojo de encima.....Te arrastran el ala jajaja.
-Son unos tarados.....Vos sabés bien a quién yo quiero.
Suspiré y miré al otro extremo del patio. John hablaba a los gritos, diciendo barbaridades. Me giré para ver a Isa. Eran tan incompatibles.....¿Por qué el amor, o Cupido, o Eros, o quién sea, hace que dos personas totalmente opuestas, se atraigan? Ah, si, porque los opuestos se atraen, eso lo aprendiste en física Mercy....Pero, en este caso, un opuesto estaba atraído hacia el otro, y ese otro ni enterado. Creo que para eso no hay ninguna ley de física, y si la hay, no me la enseñaron. Lo que me preocupaba era el resultado: Isa, muy triste por alguien que sólo la veía como una niñita de 1º año.
Y ya que de amor estamos halando, debo comunicar la decisión que había tomado, quizás apresuradamente: me sacaría a Richard de la cabeza. Sería difícil, lo veía todos los días en la escuela; pero una de las ventajas de terminar las clases, era que dejaría de verlo. Me dolía, ¡y cómo! Lo quería, demasiado. Pero, gracias a eso, había aprendido algo: no estaba hecha para el amor, o el amor no estaba hecho para mí. Me había resignado.

Por la tarde, atendía el negocio. Estaba contenta con mi ascenso, pensaba que sería complicado y me la pasaría nerviosa, pero la realidad era que hacía todo rápido, y era simpática con los clientes.
En un momento en el que había poca gente, Ursula lavaba las cosas y Cris estaba con alguno de sus novios (quería llegar a ser así, tener muchos novios y no andar colgada de un tipo, que sólo me consideraba su amiga)  me puse a pensar. Tenía tres cosas para analizar: Primero, ¿Estaría eligiendo la carrera correcta? Aún no estaba muy convencida. Segundo, ¿Estaba bien lo que había decidido con respecto a Richard? Sin dudas, la tarea se me haría difícil. Tercero, ¿Cómo sería mi vestido para la fiesta de graduación? Esa era la mas banal de las dudas, pero estaba ilusionada con ese vestido, y eso que nunca me habían interesado mucho.
Perdida en esa preguntas estaba, cuando escuché:
-Oh! ¡El hombre ha llegado a la Luna! Corrijo: ¡Es una mujer! ¡Y es Mercy!
-¡¡¡Stuuu!!! –grité –Perdón, no te había visto.
-De eso ya me di cuenta –rió –Vine a tomar un refresco, pero veo que estoy interrumpiendo tus pensamientos, así que mejor, me voy.
-¡No, no! Ya dejé de pensar
-Je, sos buena comerciante, no dejás escapar al cliente –me guiñó un ojo.
-No es por eso, es porque quiero que te quedes.
-Mercy, no hagas tan evidente tu interés por mí
-¡Ay, cómo sos! –reí -¿De qué gusto querés tu refresco?
-Naranja y limón.

Cuando terminé de preparar el refresco, descubrí que Stu se había sentado en una de las mesas, así que fui a llevárselo.
-Sentante acá –señaló el asiento frente a él. Le obedecí, ya que estaba desocupada, y desde allí podía ver si llegaba algún cliente.
-¿Y bien? –dijo luego de darle un sorbo a su vaso -¿Cómo te preparás para el fin de curso?
-No me hagas acordar. No quiero terminar.
-Eso es raro, todos nos desesperamos por dejar la escuela de una maldita vez.
-Si, pero....me agarra la nostalgia. Si estuviera en Londres, estaría feliz de terminar. Pero acá es distinto, es la única escuela donde, a pesar de todo, me he sentido bien, porque hice amigos....Lo que me interesa del fin de curso es el vestido.
-A todas las chicas les pasa.
-Eso es lo que me extraña, yo no soy como las otras chicas.
-Eso ya lo sé –otra vez me guiñó un ojo, y me sonrió –Y....¿Cómo será el vestido?
-No lo sé, lo bueno es que mi madre me lo hará, por lo tanto podrá tener todo lo que me gusta. Lo que sí sé es el color.
-¿Cuál?
-Bordó, bordeaux, guinda, borravino, granate....como le quieras decir. Ese color.
-Es muy lindo ese color. Se hace mezclando rojo, negro y azul. Bueno, ya salí yo con las pinturas
Ambos nos reímos, y él me ofreció un poco de su refresco, y tomé un sorbo.
-No sé como llevar puesto un vestido, no soy elegante, siempre ando vestida como vagabunda...Ay, perdón, te debo estar aburriendo con una charla sobre vestidos, a los hombres no les interesa jaja
-Jaja. No te preocupes, estarás hermosa, mas de lo que sos.
-Stu....-reí un poco, nerviosa –Dejá de hacerte el galán conmigo.
Largó una carcajada, que hizo que la gente se girara a verlo.
-Estaba esperando que dijeras eso
-¿Eh?
-Si, sabía que en cualquier momento me lo dirías, porque sos así. Aunque, en otras épocas, no habrías dicho nada.
-¿Ah? –dije luego de un instaste. Algo no estaba entendiendo.
-Vamos Mercy, sé que gustaste de mí hace algún tiempo
Abrí los ojos como platos, y creo que la boca también, y también ceo que estaba coloradísima. Stu hizo una risita.
-No me digas que no, porque lo sé. Y Abby estuvo igual que vos.
-Pero....¿Co....¿Cómo...?
-Yo lo sé todo –otra vez rió, pero yo no salía de mi asombro –Lo sé porque lo hice a propósito.
-¿Q...Qué?
-Si, claro que si. Me gusta crear confusión en los corazones femeninos, y después, mágicamente, lograr que se les pase.
Achiqué los  ojos mirándolo con rabia.
-Necesito pegarte.
-Adelante, estás en todo tu derecho.
Quería darle el cachetazo de su vida, pero no pude....
-No puedo. ¡Mierda, no te puedo pegar!
Largó otra carcajada.
-Eso también lo sé –dijo entre risas –Mercy, perdoname, pero me gusta ser así.
-¿Pero cómo haces para que sólo dure un tiempo y después todo desaparezca? Porque me tenías mal, y de un momento a otro, todo se fue, y ahora estoy acá, con vos, y no se me mueve un pelo.
-No sé. Creo que es un...¿don?
-Ay, Stuart....sos tan misterioso...
-Eso...
-Si, también lo sabés –completé su frase –Te perdono todo, porque por alguna extraña razón, que seguramente vos sabés, no me puedo enojar.
Sólo sonrió y terminó de un trago su refresco.
-Que bueno que no te enojes. Me gusta tenerte de amiga.
-Y a mi también me gusta tener un amigo tan misterioso –estiré mi mano y tomé la suya. Y no, no se me movió un pelo.



-Hola papi –dije entrando a casa y revoleando mi bolso en un sillón
-Hola hija –contestó sin dejar de mirar el televisor -¿Qué tal tu día?
-Digamos que....raro. ¿El tuyo?
-Cansador. Uy, este programa está buenísimo, es muy chistoso.
-Sí, lo sé –respondí luego de mirar un instante -¿Mami?
-Creo que en la casa de Mimi. ¿Podrías traerme algo de tomar? Un vaso de vino no estría mal
-Qué borracho –reí
Las cosas en mi casa habían mejorado, hablaba normalmente con mis padres, y entre ellos no peleaban. Lo cual, me olía mal.
Le llevé su vaso y me senté junto a él, mientras nos reíamos de los chistes del programa. La publicidad comenzó y él le bajó el volumen.
-Hija....¿ya pensaste qué estudiarás? –preguntó, serio.
-Emmm....sí. Profesorado de Historia.
-¿Se puede estudiar acá?
-Si, si, ya averigüé todo, la inscripción comienza en un mes. Tengo que ir y completar un montón de planillas...
-¿Te puedo acompañar?
Lo miré, algo sorprendida.
-Si, por supuesto. Sola no iba a ir, tenía pensado decirle a las chicas, pero si venís vos, no le digo a nadie mas.
-Perfecto, avisame qué día vas,  y falto al trabajo.



Luego de la cena, salí a la calle. Había sido un día largo, pero aún así no tenía sueño, la noche estaba demasiado agradable como para irme a dormir tan temprano. Cosas de la primavera.....
Enfrente, como siempre, estaba John.
-Ey, fea –dijo cruzando la calle -¿Nos sentamos? –señaló el cordón de la vereda y sacó un atado de cigarrillos.
-Hoy convido yo –le hice guardar sus cigarrillos en el bolsillo de su camisa, y saqué los míos del bolsillo de mi pantalón.
Ambos nos sentamos, fumando. Cuando nos poníamos serios, para hablar de cosas serias, nos sentábamos en el cordón de la vereda, de noche, a fumar. Procurábamos que fuera en un lugar oscuro, para que mis padres no nos vean, aunque ya sabían de mi vicio, pero creo que también sabían que sólo fumaba en ese momento, después prácticamente ni me acordaba.
-Hermana....-típico, también era el momento en que el John me llamaba así, las otras veces sólo lo hacía para conseguir algo a cambio.
-¿Qué pasa hermano? –le di una calada a mi cigarrillo.
-Estoy un poco preocupado por la banda. Teníamos un baterista, pero ya lo cambiamos por otro que vino sólo a un ensayo y no volvió mas...
-Pobre tipo, lo que pasa es que ustedes son insoportables –reí
-Tonta. Hay otro al que podria decirle, espero que acepte. El problema mas grande es que sólo quedaremos Stu, Paul, George y yo. Los otros ya no pueden, deben seguir estudiando, y sus padres creen que ya son hombres, y que estar en una banda es cosa de niños. Y Stu tampoco está muy convencido, no le gusta....
-Supongamos que conseguís el baterista y Stu se queda: serían 5, ¿para qué mas?
-No sé....
-Podrías poner a otra persona....-lo miré, pícara.
-No Wells, a vos no te pongo ni loco.
-¡Sos un machista! –me puse de pie, y lo miré, enojada - Sabés que toco bien, podría estar. Pero claro, el señor Lennon no se va a rebajar a poner a una chica en su banda. ¿Sabés qué? ¡Que te den!
-Ey, ey ,ey, pará loca vieja –John me agarró de una mano y me obligó a sentarme otra vez. Le obedecí, refunfuñando.
-Sos un maldito.
-Pará, pará, no te pongas así. Sé que lo hacés bien, pero....si seguimos, tendremos que ir a tocar a lugares....lugares así, como bares, y están llenos de borrachos, te gritarían cosas....
-¿Y qué? Yo me sé defender con la legua, y también con las manos. Pego fuerte.
-Eso ya lo comprobé muchas veces –rió –Pero igual no es ambiente para una chica, y si vas a seguir estudiando no tendrás tiempo...
-Ya, estudiar....No eras necesario que me lo recordaras.
-Pero es la verdad. Y yo sé que podés defenderte, pero yo no voy a aguantar que te digan o te hagan algo, y terminaré a las trompadas con todos.
-Sería un lindo espectáculo, pensalo.
-Hablo en serio.....dale, entendeme.
-Está bien, te entiendo. Gracias por cuidarme, hermano tonto –lo rodeé con un brazo.
-Mas tonta sos vos –me revolvió el pelo –No me gustaría que te pase algo feo.....Uy, no sé que me pasa hoy, ando sensible.
-¿Estás en tus días Lennon? –pregunté muerta de risa.
-¡No seas tarada!



Era la tarde de un sábado soleado, y sentada en el umbral de mi puerta (sí, ya se habrán dado cuenta que ese era uno de mis  lugares favoritos) tocaba la guitarra, mientras mi madre, sentada en una silla plegable, cosía a mano.
-Avanzaste bastante con la guitarra –dijo de repente, son dejar de coser.
-Si....Pero es difícil –hice unos rasgueos, hasta que de la nada empezé a tocar y cantar “You never can tell”, de Chuck Berry. Era raro, antes jamás tocaba ni cantaba delante de nadie, y mucho menos de mi madre, me daba demasiada vergüenza. Y que haya dicho que avanzé, es muchísimo mas raro. Esas apreciaciones sólo las hacía mi padre, mas entendido e interesado en la música, y quizás el único de los dos que me apoyaría si les dijera que, en realidad, estudiaré historia para no morirme de hambre, pero lo que  amo es la música. Eso, y escribir, que últimamente se había convertido en unos de mis pasatiempos favoritos.
-¡Hola! –ambas levantamos la vista y vimos a John, con las manos en los bolsillos, frente a nosotras.
-Hola John –respondimos al unísono.
-¿Cómo le va, señora Wells? –dijo amablemente. Me reí por lo bajo, era delirante cuando se comportaba caballerosamente con mi madre.
-Muy bien John. ¿Tu tía?
-Creo que está tejiendo. Y quejándose, como siempre –mi madre rió, y John continuó -¿Me permite llevarme a su hija un momento? –lo miré, extrañada, pero él solo le sonreía encantadoramente a mi madre.
-Claro que si. Bueno, si ella quiere.
-Ahora voy –dije con desgano, dejando  la guitarra apoyada en la pared.
-Quiero presentarle a alguien –John continuaba dirigiéndose a mi madre, como si yo no existiera –Quizás podamos conseguirle un novio.
Mi  madre rió a carcajadas, John también, y yo los miré con fastidio. Saludó a mi madre y cruzó la calle, seguido por mi.
-Que sea la última vez -sentencié.
-A tu madre le parezco un encanto. Y no será la última vez.
Resoplé. Vi que en la puerta de su casa estaba parado un chico, con un look parecido al de John, o sea,  a lo teddy boy.
-Mercy, te presento a Pete Best, nuestro nuevo baterista. Pete, ella es Mercy, mi vecina.
-Hola Pete ¿cómo estás? –saludé sonriéndole.
-Hola –respondió secamente –Me tengo que ir, adiós.
Miré a John, desorientada. Él sólo se encogió  de hombros.
-Es un poco....especial –dijo cuando vio que se alejó.
-Mas bien diría que es un poco...antipático.
-Si, digamos que sí.
-Johnny, ¿por qué no pusiste a Richard? –dije en un tono de niña caprichosa.
-¡Porque está en otra banda, ya te lo dije!
-Ufa –me cruzé de brazos.
-Entonces....¿éste no te gusta para novio?
-¡Dejá de buscarme novio, vos! Ah....hablando de eso...¿y vos?
-¿Yo qué?
-¿Novia?
-Yo no tengo novia, eso es muy cursi. Yo tengo amantes. Sabés que Marcia me trae loco. Ella y Cris. Pero con Marcia tengo mas esperanzas, Cris jamás me dará ni la hora.
-John.....¿no ves que hay otras chicas?
-¿Como vos?
-¡No! Una vez empezamos a hablar así y terminamos peleados. Te hablo de otras chicas, que te harán bien...
-Ya sé que hay otras chicas que me harán bien, parecés mi tía hablando así. Pero a mi me gusta Marcia.
-Ayy...-dije exasperada –¡Es inútil! Mejor me voy.



En la noche, mirábamos revistas con mi madre, buscando algo que me gustara para mi vestido.
-Y....¿ya tenés pensado con quién irás a la fiesta? –preguntó mi madre.
-Si....aún no le pregunté, pero seguro que querrá.
-¿Con quién? –trataba de preguntar distraídamente, como si fuera algo sin importancia, pero yo sabía que se moría d e ganas por enterarse.
-Con John.
-Nena....-cerró la revista que estaba leyendo y me miró, levantando una ceja -¿Qué pasa con ese chico?
-¿Eh?
-¿Qué pasa con John? Siempre están juntos, charlan.......Mercy, ¿John es tu novio?
-¡Mamá ¿qué decís?! Con John somos amigos, somos como hermanos. No pasa nada.
-Me quedo mas tranquila. Aparte sos muy chica para tener novio.
Mi padre llegó del trabajo, y miró a mi madre, serio. Dejó sus cosas, y se sentó junto a ella frente a mí. Me olía a que habría “charla familiar”. Qué bajón....
-Emmm....hija....-comenzó a decir mi madre –Tu padre y yo pensamos y hablamos....sobre un tema. No sé cómo te lo irás a tomar....
-Uff....-suspiré –Vayan al grano, ya estoy grande....-lo que dijeran, que lo dijeran rápido.
-Bueno, pensamos que podríamos seguir juntos....
Hice una mueca. Qué bien, ahora los señores, después de haberse tirado con todo y de cagarme la infancia/adolescencia, decían que podrían seguir juntos. Me enojé, pero no sabía bien porqué estaba teniendo esa reacción.
Mi madre continuó hablando.
-Pero creo que no funcionaría. Así que.....nos vamos a divorciar.
Los miré. Lo que tanto había esperado, llegó. Lejos de sentirme mal, me puse contenta. Ya no habría mas paleas, llantos, gritos, golpes.
-Tendrás que decidir con quién te quedarás –informó mi padre.
Oh no. No había reparado en eso. Si fuera por mí, elegiría vivir sola.
-Yo me volveré a Londres –anunció mi madre –Mi familia está allí, y extraño mucho.
-Yo tendré que quedarme en Liverpool, por el trabajo, aunque me gustaría irme a Londres también, acá no me gusta –dijo mi padre.
-Yo.....yo.....-comenzé a decir, aunque no sabía qué.
-Pensalo –me interrumpió mi madre –tenés tiempo, me iré después del verano.
Se pusieron de pie y se fueron, cada uno a su tarea. Me quedé sentada, frente a la mesa, mirando la pared. Genial, ahora,  a mis tres dudas existenciales, debía sumarle una cuarta: ¿Con quién quedarme? Era espantoso tener que elegir padre como quien elige entre un helado de chocolate o de vainilla. Pero había algo que tenía claro: yo a Liverpool, no lo dejaba por nada del mundo.  


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Hooola!!!! acá volví!!! No iba a publicar hasta después del 6, porque tengo examen, pero publiqué igual, porque ni ganas de estudiar jajaja
Como les va? Yo pasada de mirar los Juegos Olímpicos, ya aprendí sobre un motón de disciplinas que jamás en mi vida practicaré, porque le hago el aguante a mi vida sedentaria XD
Un mensaje para Juli:  te voy a nombrar presidenta de mis club de fans (?) Sólo vos podés comentar dos veces el mismo capitulo, de pura emoción ajajaja
Bueno mis linduras, las dejo, nos vemos en la próxima!