22 enero 2013

Capitulo 53 Despedida.


Domingo. Ocho de la mañana. Todos estamos de acuerdo en que no es el mejor día ni el mejor horario para tocar timbre como un maniático en la casa de tu jefa. Bueno, al parecer, yo no estaba de acuerdo con eso. De otro modo no se explicaría que estuviera allí, despeinada, con una cara propia de funeral, temblando de frío, insistiendo en que alguien me atendiera para....no sé. Porque lo peor de todo era que no sabía porqué estaba ahí.
Escuché un “¡Ya voy!” bastante malhumorado y después la puerta se abrió, donde vi a una somnolienta Cris en bata. Ni bien me miró, despertó de golpe.
-¡Mercy! ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás así?
-Ehh....-reaccioné, ni sabía qué decirle.
-Pero...¿qué te pasa? ¿Te...te hicieron algo en la calle? –preguntó con temor.
-No...no....Ehh....en realidad....bueno....yo...
-¡Por Dios, decime qué te pasa!
-No sé.
Me miró con cara de “¿Me estás cargando?”. Me agarró de un mano y me hizo entrar  a su casa.
-Cris no sé porqué vine. Me desperté y...necesito que alguien mayor me dé un consejo, o por lo menos que me escuche. Ya sabés, no tengo padre, mi madre está lejos....Bueno, si los tuviera no podría hablar con ellos porque me darían una paliza.
Me miró seria, seguramente presentía que algo habría hacho.
-¿Qué hiciste?
-Uff....¿tenés tiempo?
-Ya estoy levantada así que...sentate. ¿Te traigo té?
-Si por favor, tengo mucho frío.
Diez minutos después, tomaba té mientras me lloraba todo, y ella me escuchaba sin decir una palabra, como una psicóloga.
-Y ahora....si él llega a recordar lo que pasó estaré perdida....¡No entiendo porqué hice eso! Se suponía que si un día lo besaba sería super romántico y todo eso ¡y no así! –me soné la nariz, furiosa -¡Me odio!
-Ya, ya, ya. No te odies, las cosas no son siempre como queremos, esto pasó así, sólo te dejaste llevar, es normal. Voy a calmarte diciéndote que si estaba tan  borracho no lo recordará jamás, y si lo recuerda pensará que lo soñó o que es su imaginación.
-Bueno...mejor. Perdoname por venir así. Me voy, necesito dormir, el piso en muy duro y frío como para estar ahí toda la noche, como estuve.
-No, no te vayas. Dormí ahí –señaló el sofá donde estaba sentada yo –Te traigo una manta.
Sin decir nada, me acurruqué allí y ella me tapó.
-Los domingos acostumbro a levantarme después del mediodía y ni siquiera vos me lo impedirás. Voy a acostarme de vuelta –rió y se fue.
Suspiré y me tapé mejor, pero reí un poco porque al parecer, Cris estaba condenada  a aguantar las noches mas críticas de mi vida.


-Ey, el almuerzo ya está.
-No quiero comer, tengo el estómago cerrado.
-Mercy Wells vas a comer quieras o no.
-Ay...está bien –de mala gana me levanté, y fui al baño a lavarme la cara.
-Hice fideos, ¿te gustan?
-Si Cris, dame cualquier cosa –contesté con poco ánimo, sentándome. Agarré un tenedor y con paciencia infinita comencé a enroscar los fideos.
-¡Comé de una vez!
-Ay, ya voy....No tengo ganas.
-Tenés que alimentarte.
-¿Para qué? ¿Para pensar con mas fuerza en él?
-No, para que no mueras de inanición. Si no te nombraré la empleada mas famélica del mes.
-Por lo menos lograré algo en la vida....
-No digas tonterías, y comé.
Probé un bocado y al parecer se me abrió el apetito, porque acabé con todo.
-Cris, si John está con Marcia, o lo que sea que haga con ella, ¿cómo no te ponés como yo?
-Porque....digamos que yo sé que a John le pasa algo conmigo, sólo que está encaprichado con la pendeja esa.
-Ah...claro. Richard está con esa Geraldine, pero no le pasa nada comigo. Ahí está la diferencia. Será mejor que le tome odio, así después termino olvidándolo.
-No, no, el odio hace mal. No sé, quizás puedas darle una oportunidad a algún otro chico, aunque sea para conocerlo. No te quedes encerrada y amargada.
-Creo que me gusta Deri, es un compañero de la uni. Podría intentar ser su amiga, y conocerlo mas....Quién sabe, quizás termine siendo mejor y mas interesante que Richard.
-Bien, ésa es la actitud.
-Pero tampoco tengo muchas ganas.....No sé si podré sacarme algún día a Richard de la cabeza, todo me recuerda a él.
-No me digas que sos de las que les ofrecen un vaso de cerveza y dicen “Ay, él también toma cerveza”.
-Sí, el toma cerveza.
-Ok, el ejemplo no fue el indicado. A ver...esto jamás te puede hacer recordarlo –miró el pañuelo que yo tenia en la mano –Pañuelo.
-Me acuerdo cuando él me pidió pañuelos porque estaba enfermo y...
-Chocolate.
-Una vez me ofreció unos caramelos de chocolate...
-No puede ser....Algo insólito. ¡Ya sé, ésta es imposible que la relaciones con él! ¡Payaso!
-La feria. Había un payaso y yo lo estaba mirando, y Richard se me puso al lado.
-Ayy....otra: árbol.
-¡Actuamos de árboles en la obra de la escuela!-lloriqueé.
-Yo no puedo creerlo....la última: ¡Bondi!
-Cris...la primera vez que lo vi fue en un bondi, yendo a la escuela...estaba tan lindo....y tenía esos oj...
-¡Enchufe!
-¿Enchufe? Ay, mirá...no hay nada relacionado con él y los enchufes...
-¡Al fin! Bien, cuando no quieras pensar en él, pensá en enchufes. Al parecer es lo único que existe que no te hace recordarlo.
-Pero Cris, no me parece la solución....Además los enchufes son feos, una puede meter los dedos y electrocutarse...
-No pienses eso.
-Está bien. ¿Tenés una lapicera?
Señaló un lapicero, sobre un mueble. Busqué una y escribí en mi mano.
-En....chu....fe.....Es horrible.
-Hacé como quieras.
-De acuerdo. Bien, tengo que irme, tu comida estuvo muy rica. Gracias por todo, de verdad.
-¿Mañana irás a trabajar?
-Por supuesto. Y...por favor, de esto ni una palabra a John, él no dudaría en asesinar a Richard y después asesinarme a mi, no quiero mas problemas.
-No te preocupes, de mi boca no saldrá nada.



Al día siguiente, miraba por la ventana, apoyada en la barra, totalmente ida en mis pensamientos. No sabia cómo me sentía, sólo estaba...cansada.
-¡HERMANA!
-¡AYYY! –grité, dando un salto –¡John cuándo se te irá esa costumbre de entrar por la puerta de atrás!
-¡Qué importa eso! ¡Estoy feliz!
-¿Te ganaste la lotería?
-¡Mejor! ¡Nos vamos a Hamburgo! ¡Se nos dió!
-¿Qué? –pregunté extrañada.
-¡Siiii! ¡Nos vamos, nos vamos! –siguió gritando, mientras me sacudía -¡Dale, felicitame!
-John, para felicitarte necesito que dejes de zamarrearme así....-dejó de hacerlo, y me miró con sus ojitos llenos de alegría –Ehhh....ay John, no puedo. Me da miedo esa ciudad, tiene fama de ser cualquier cosa.
-Jeje, por eso me gusta.
-Es enserio, me preocupa.
-No pasará nada, nos vamos a cuidar, tampoco voy  solo. Vamos, felicitame.
-Ya que insistís tanto....-reí, y me abrazé a él –Te felicito hermano feo.
-El abrazo y lo de “feo” están de mas –dijo separándome –Nos va a ir bien, ya verás.
-¿Adónde te va a ir bien? –preguntó Cris, apareciéndose debido al escándalo.
-Oh Cris,...debo decirte que el amor de tu vida, o sea yo, se va a Hamburgo.
Escupió el café que estaba tomando y nos miró.
-¿El qué?
-Tranquila cariño, es por una temporada, no me voy a por toda la vida.
-Hamburgo es horrible. La llaman Babilonia.
-¿No era Sodoma?
-Da igual...
-Pero mujeres, será emocionante. Está lleno de alemanes a los que les gritaré de todo sin que me entiendan, y comeré mucho chukrut y hamburguesas.
-Si vos lo decís....
-¿Me vas a extrañar, Cris?
-Puede que sí, puede que no...



Al fin llegó mi día de clase de guitarra. Con cuidado, coloqué a Violeta en su estuche y salí de casa. Para lo único que tenía entusiasmo era para eso, para hacer música.
Llegué a la esquina de la casa de George, y los vi a él, a John, a Paul y a Stu, parados allí. Mas bien no los vi, sólo los reconocí por la manera de parase, ya que cada vez estaba mas miope y ni en sueños quería usar los lentes; en eso era igual a John. Por eso a la gente no la veía, sólo la reconocía.
Allí estaban parados, haciéndose los teddy boys aunque mas bien parecían ladrones esperando que cayera una víctima. Me acerqué a ellos.
-Hola delincuentes –saludé.
-Hola hermana fea.
-Hola bestia.
-Hola Wells salvaje.
-Hola linda.
-Aprendan de Stu, él sí sabe tratar a las mujeres.
Stu sólo esbozó una sonrisa galante.
-No pretendas que te saludemos bien si nos llamás “delincuentes”.
-Parecen eso, querido Macca. ¿Cómo estás, adorable Stu? –dije con el fin de picarlos mas a los otros.
-Ahora que te veo, excelente.
-Ey, ey, ¿desde cuándo se tienen tanta confianza? –John nos miró mal.
-No te metas Lennon, con Stu seremos novios algún día, ¿no?
-Cuando quieras linda.
-¿¿¿Qué mierda te pasa con mi hermana???
-¡John, estábamos bromeando, no te tomes todo a pecho! –traté de calmarlo, Stu sólo se reía de la cara de furia de John.
-Ah, les convenía.
-Igual Stu me gustó hace un tiempo.
-Doy fe.
-¿QUÉ?
Todos nos reímos de John y sus ataques sulfurados de celos.
-Bestia, ¿viniste a que te de clases?
-Claro.
-Ufa...
-Entonces te perdés el dinero.
-¡Está bien! Necesito dinero para Hamburgo.
-Un momento. ¿Vos vas a ir?
-Claro –contestó Paul -¿Porqué no podría ir?
-Porque es men....
-¡Shhh! –todos chistaron al unísono.
-George entrará y tocará igual, será como mercancía de contrabando.-John sonrió como mafioso, mirando a George, que se hacía el superado.
-Si él no puede yo podría...
-No. Ni sueñes Wells que irás con nosotros, ni que estarás en la banda.
-Machista.
-Te lo dije  muchas veces.
-De acuerdo. Bueno, mercancía de contrabando, ¿me darás clase o no?
-Ok...Oigan, no le dijimos lo otro.
-Ah si –dijo Paul –Cambiamos de nombre.
-Faa....ustedes cambian de nombres como de calzones. Bueno, no sé si se cambiarán los calzones.
-Wells, no seas soez.
-Uy habló la educación hecha chico Lennon. Y bien, ¿cómo diablos se llaman ahora?
-Beatles.
-¿Beetles? ¿Por qué insisten con los escarabajos? Me da asco ese bicho, todos cascarudos, feos....
-Porque en el Antiguo Egipto el escarabajo era símbolo de inmortalidad –dijo Stu, con seguridad.
-Esa obvio que eso se le iba a ocurrir al único culto del grupo.
-Gracias linda.
-Paren ustedes dos de tirarse flores. ¿Y? ¿Ahora te gusta el nombre?
-Deduzco que pretenden ser inmortales.
-Lo pretendemos y los seremos.
-Claro,  y yo pretendo se astronauta y llegar a los anillos de Saturno. Ay, dije anillos....mejor me voy a casa.
-Jaja, ¡eso te pasa por mala! –se burló John –Si querés, no nos creas, ya vas a dar entrevistas diciendo “Yo vi nacer a este genial grupo, eran mis vecinos. Lástima que los maltraté tanto y ahora NO ME DAN DINERO”.
-Al cabo que ni quería.
-Ya, dejen de pelearse –dijo Paul, cansado. Hay otra cosa. No somos “Beetles”. Somos ”Beatles”. Con una A en el medio.
-Y encima analfabetos....
-Todo tiene su razón, Wellcita. Hacemos música beat. Por lo tanto, la A en medio va bien. Y también es como que queda “los sin-ritmo”. ¿Entendés? Es un juego de palabras.
-Que genial, para algo usan la cabeza. Espero que no terminen en una comisaría alemana, ahí todo debe doler mucho.
Lanzaron suspiros de desaprobación  y George se fue a su casa, seguido de mi. De mala gana me dio clase, y yo lo miraba con atención. Me parecía muy chico para ir a Alemania. Bueno, no sólo él, sino todos.




-Puto teléfono de mierda.
-Ay Mercy, ¿qué te pasa que puteás así?
Miré a Abby y me eché a reír. A veces escandalizaba a la gente por mi manera de hablar, poco propia de una señorita.
-Este teléfono hace tres días que no funciona, no tiene tono. Si mi madre está llamando, se estará preocupando mucho.
-Las operadoras le deben haber informado, no sos la única, hay mucha gente en Liverpool que se quedó sin teléfono. Dicen que hay problemas con los cables, o algo así.
-Bueno, espero que le hayan dicho, sino tendré que llamarla de algún lado.
-Ya me tengo que ir, tengo que ayudar a Paul a armar su maleta.
-Abby....¿vos estás de acuerdo en que se vayan?
Desvió su mirada por unos segundos, y cuando volvió a posar sus ojos en mí, los noté húmedos.
-Yo....no, no estoy de acuerdo. Me da mucho miedo, tanto por lo que le pueda pasar como....¿mirá si me deja por una alemana? Esas son altas, rubias, con pecas...
-Oh Abby.....-la abracé y ella se aferró a mí –tranquila, todos sabemos que para Paul sos la mujer de su vida. Eso no pasará, y esperemos que nos le pase nada malo tampoco, son varones y se saben cuidar entre ellos.
Asintió, se separó de mi y se secó los ojos con las manos.
-Sí, seguramente no pasará nada –sonrió.
Le sonreí yo también y le palmeé un hombro. Luego la acompañé hasta la puerta. Ni bien abrí, nos encontramos con John, que estaba a punto de tocar el timbre.
-Ey, me ganaron, ¿cómo están?
-Bien –respondí -¿Qué es eso que tenés en la mano?
-Una carta, estaba tirada acá.
-Chicos, ya me voy, los veo después –Abby de despidió y se fue.
-Pasá –le dije a John. Él entró y me dio la carta.
-¿Qué hacías?
-Ordenaba ropa en mi habitación. Vení si querés. –subí las escaleras y él me siguió.
-Vaya despelote Wells –dijo ni bien entró –Ésta no es la habitación de una mujercita.
-Parecés tu tía hablando así –reí –Sentate si querés.
Se sentó y encendió un cigarrillo, mientras me miraba doblar ropa y meterla en el armario. A veces agarraba un vestido o una camisa, los miraba, y después los dejaba a un lado con cara de asco.
-John, estoy doblando la ropa y en cuanto me doy vuelta está todo desarreglado.
-No fui yo, son los duendes.
Me reí, y negué con la cabeza, mientras metía unas medias en un cajón.
-¿No vas a leer la carta que te llegó?
-Uy cierto, ya me había olvidado –la busqué entre la ropa, ya que había quedado sepultada allí. –Veamos de quién es....Ah, mi madre.
Me senté en la cama, junto a él, y rasgué el sobre. Comencé a leer en voz alta.
-“Mercy, hijita...”
-Hijita jaja
-Shh...dejame leer. Voy de vuelta.
 “Mercy, hijita:
                       Estuve llamando, como todos los días, pero me dijeron que hay problemas con los teléfonos de Liverpool. Espero que estés bien. Quiero avisarte que en unos días estaré por allí, debo terminar los trámites de la sucesión de tu padre, y de paso quiero verte. Debo decirte que no iré sola. Mer, hija....esto tendría que decírtelo personalmente, o aunque sea por teléfono, pero no tengo otra alternativa que decírtelo por aquí, mas que nada para que no te lleves una sorpresa quizás desagradable para vos. Lo que quiero decirte es que estoy con alguien, no vivo con él, ni quiero aún, pero él me acompañará a Liverpool, y se quedará unos días. Se llama Harry, es un hombre muy bueno  y amable, me cuida mucho y me quiere, y yo también creo que lo quiero, ya sabés, no es fácil olvidar a un hombre como tu padre... Mercy, cuando vayamos, por favor tratalo bien...”

No seguí leyendo, solamente dejé caer la carta al piso, con cierto desprecio.
-Se llama Harry, igual que el padrastro de Richard.
-Gracias por terminar de cagarme el día, Lennon.
Se quedó callado, visiblemente arrepentido.
-Esto te enoja, ¿no?
-Si. Bueno...no sé. No sé qué pensar.
Me dejé caer en la cama, y suspiré. Él se echó a mi lado y nos quedamos mirando el techo, perdidos en nuestros pensamientos.
-John....¿nunca sentiste que todo lo malo te pasa a vos?
-Si, muchas veces....
-Qué bien, no soy la única. Pienso que la vida se me caga de risa en la cara. Esto parece una broma. ¿Mi madre, con novio? Tiene mas suerte que yo....
No dijo nada, se quedó casi inmóvil, de no ser porque movía la boca masticando un chicle.
-Te voy a extrañar Johnny...-instintivamente le tomé la mano, pero no se quejó.
-Yo también hermana. ¿Sabés? Creo que sos de las pocas cosas que elegí y que me salieron buenas. Te elegí como hermana y....eso, sos buena. Emm...perdón por llamarte “cosa” –rió, y volvió a ponerse serio -Me parece que te quiero.
Largué una carcajada y le di un golpecito en el hombro.
-¿Cómo “Me parece”? Pensé que lo nuestro era seguro. –dije entre risas.
Me miró y se rió también.
-A mi no me parece nada, yo te quiero y punto. Sos mi mejor hermano.
-Jaja, si tenés uno solo....Ey, Mercy, cuando esté en Alemania no hagas ninguna locura, portate bien. Te voy a vigilar desde allá.
-Vos también portate bien, y no te tires a cuanta mujer se te cruce.
-Ese era mi objetivo.
-¡John!



Pasaron unos pocos días, y allí estábamos, en el puerto. Yo cargaba un montón de maletas y bolsas, digamos que me usaban de mula. ¿Caballeros? No, no eran eso, para nada.
-Acá dejo sus porquerías –puse las cosas sobre el piso, pero ellos ni me escucharon, estaban ocupados viendo si tenían los pasajes y si faltaba mucho o poco para embarcarse.
Mimi los miraba con desaprobación, la señora Harrison cuidaba de que su pequeño no se olvidara de nada, Pete y su madre fumaban despreocupadamente, Abby no se despegaba de Paul, y Stu miraba todo con diversión.
-Esta escena tan rara me inspira para un cuadro.
-Pintalo cuando llegues a Hamburgo –le dije convidándole un cigarrillo
-Sí, quizás....
-Ey, ¿vas a conseguirte una alemana?
-¿Una? Unas cuantas...-rió
-Ay que malo, entonces no serás mi novio.
-Wells, no seas regalada –me retó John.
Stu y yo nos reímos, ni en un momento así John dejaba de celarme.
Se apareció el tipo que los llevaría, y miró su reloj pulsera.
-Bien muchachos, ya es hora de subir.
Asintieron, y comenzaron a despedirse. Stu me saludó enseguida, le dije que se encargara de todos porque, sinceramente, era al único que le tenía confianza. Cos Paul nos saludamos con nuestra habitual sacada de lengua, pero después nos reímos y nos abrazamos. Le advertí que no hiciera nada malo que afectara a Abby, o se las vería conmigo.
-Paul, mirame, decime que no vas a hacer nada.
-No, no, ya te lo prometí, además le tengo miedo a tu puño vengador –me guiñó un ojo –Nos vemos.
-Bestia, te vas a perder unas cuantas clases magistrales mías
-Qué pena –reí.-Comeles toda la comida a éstos, no les dejes nada.
-¡Por supuesto que lo haré! Y...por favor, cuidame a Juliet.
Sonreí por verlo bastante sonrojado y le pellizqué los cachetes, era imposible no hacerlo, era muy adorable el chiquito.
-Perdé cuidado, lo haré.
Sonrió otra vez y siguió a Paul, que ya estaba subiendo al barco.
-Hermana.
-Hermano.
-No me extrañes, ¿eh?
-Johnny....eso será imposible –lo abracé fuerte y le di un gran beso en la mejilla.
-Ojo Mercy, cuidado con lo que hacés.
-Lo mismo digo. Tratá de no vomitar en el viaje.
-Si lo hago será pensando en vos.
-¡Que malo sos, eh!
Gritaron que ya subieran todos, porque ya zarparían. Me saludó una vez mas moviendo su mano y subió apurado.
Desde arriba, saludaron desparramando besos como si fueran grandes artistas. No me cabía duda de que algún día lo serían, pese a que eran un desastre.  Con esa lentitud enfermante de los barcos, se fueron alejando lentamente, hasta que casi los perdimos de vista.
-¿Quieren venir a tomar té a casa? –dijo la señora Harrison, secándose las lágrimas.
-Me parece buena idea –respondió Mimi, que disimulaba muy mal su tristeza –Mercy, ¿venís?
Miré a Abby, que se sonaba la nariz, ella asintió.
-Si, vamos. –contesté.
Las cuatro caminamos hacia la salida del puerto, sin decir una palabra.



************* 
HOLAAAAAAAAAAAA!!!!!!
Sí, sé que me extrañaron, que ya estaban dando vueltas, ansiosas porque yo no subía, y es que ya lo sé, soy su adicción, me siento Paul McCartney (?)
Bueno, me dejo de decir giladas y agradezco que no hayan armado el fueguito para tirarme ahí por el capitulo anterior jajaja. Como vi, están armando un ejército, y yo también quiero estar, anótememe, quiero estar en la banda de música y tocar el redoblante XD Ok, armen todos los ejércitos pro-defensa de Mercy cuando y como quieran. 
Ahora las dejo, y no me presionen para subir que necesito toda mi concentración y poderes mentales para hacer el final del oootro fic (esto me pasa por tener tantos jaja)
Besos! 

11 enero 2013

Capitulo 52 Un paso en falso


-Se llama Geraldine, es de tercer año, y va a mi misma escuela –Juliet, encaramada frente a la barra, me pasaba información que había recolectado aunque yo no se la hubiera pedido.
-Geraldine...-repetí sin emoción.
-No va al mismo curso de Abby, va a la parte de ciencias naturales, por eso ellas nunca se vieron. Pero yo sí. Es delgada, rubia y...una más del montón. No se destaca ni por las notas, ni por deportista, ni por nada. Es una chica común y corriente.
-Bueno...gracias por los datos –dije comenzando a limpiar.
-Ya me tengo que ir, George me espera y....
-¿Tenés algo con George?
Mi pregunta había sido demasiado directa para la indefensa chica. Me miró con sus ojos abiertos de par en par.
-Ehh...ehh...sólo somos amigos.
-¿Amigos? –se me dibujó una sonrisita.
-Si....amigos.
-Vamos Juliet, no te conozco mucho pero...¿estás segura que sólo “amigos”? A mí me parece que hay algo mas –la miré, expectante por que reconociera la verdad. Pese a que estaba desilusionada del amor, aún creía que a los demás les podía ir bien.
-Bueno....yo...este...
-Te gusta. Vamos, es así. Sino negámelo, pero mirándome a los ojos.
-Pues...-miró a todos lados, visiblemente nerviosa –Está bien, ganaste. Me gusta.
-¡¡¡Bien!!! ¿Para cuándo el noviazgo?
-¡Mercy! Yo no sé si George....
-Sí, George también.
Si Harrison se enteraba de lo que acababa de hacer, no dudaría en asarme a la parrilla por mas que pareciera no ser capaz ni de matar una mosca. Ya lo conocía demasiado bien al chiquito.
La cara de Juliet chispeó de alegría, pero enseguida la llamita se apagó.
-No me sirve de nada –dijo mirando a su dedo índice, que frotaba la madera de la barra –Que yo le guste y que él guste de mí, no me sirve.
-¿Eh? ¿Por qué?
-Mis padres. No quieren que tenga novio hasta los 18. Y cuando lo tenga, exigen casamiento.
-Mierda.....eso sí que es jodido.
-Ya lo ves....
-Quizás puedan andar a escondidas, no sé....Si necesitan alguien que los cubra, cuenten conmigo. Pero bueno, no quiero acelerar nada, vayan ustedes pasito a pasito.
-¿Te parece?
-Juliet, los dos se quieren. Aunque sea háganlo por mí.
-Tenés razón....-me miró con tristeza –Bien, ya me voy.

Suspiré y comenzé a secar unos vasos, que luego, lentamente, fui acomodando sobre un estante. Me detuve cuando me sentí cansada, pero cansada mentalmente. A cada instante volvía a ver esa maldita escena. Así que esa chica se llamaba Geraldine....¿Desde cuándo serían novios?
-¡Mercy Wells!
Espantada, casi tiro un vaso al suelo.
-¡Cris, me asustaste!
-¡Mujer, hace media hora que estoy hablándote y ni caso!
-No te escuché...
-¿Estás bien?
-Si, ¿por?
-Mirame –me obligó a mirarla a la cara –Vos no estás bien, ¿qué te pasa? ¿Es por el estudio?
-No, mirá que voy a estar mal por eso...
-¿Por tu mamá?
-No.
-¿Por tu papá?
-Tamp....Bueno sí, lo extraño, pero ahora no estoy mal por eso.
-¿Y porqué entonces?
Tomé aire, y traté de que no se me humedecieran los ojos.
-Ay Cris...-mi voz sonó demasiado angustiada.
-No me asustes, ¿qué tenés?
-Richard...
-Tuve que suponerlo. Mal de amores.
-Tiene novia....
-Ay hija....vení conmigo –me extendió los brazos, pero me alejé casi con brusquedad.
-No, no, si me abrazás voy a llorar. Y no quiero llorar.
-¿Qué tiene de malo?
-No –dije que con firmeza –Ya lo he dicho antes. Nunca, pero nunca, voy a llorar por un hombre. Por el único que he llorado es por mi padre, y así lo seguiré haciendo. Los demás no se merecen nada.
-Pero...
-Nada. Y ahora, voy a dejar de penar. Está bien, no es su culpa, nunca fui explícita, y no se dio cuenta de lo que me pasaba con él, aunque....bueno, una vez se lo dije. Pero fue hace mucho y seguramente lo olvidó. Bien, no me quiere. ¿Qué puedo solucionar poniéndome mal? Que sea feliz con su...¿cómo era? Geraldine. Yo voy a seguir con la frente bien alta –estiré con firmeza la remera que tenía puesta y me fui a la cocina. Cuando volví, Cris estaba apoyada en la barra, esperándome.
-Te felicito por el discurso. Faltaron los aplausos de un montón de feministas.
-No me cargues.
-Está bien, pero pese a tus palabras, te noto mal. Si querés dejá todo y andá a tu casa a descansar.
-No quiero, acá me distraigo.
-Encima sos caprichosa....Ah, ¿sabés una nueva? Tu hermano anda con Marcia la marciana.
-¡Estúpido idiota! –exclamé –Tranquila, mi hermano será para vos. Yo me voy a encargar de la zorra esa.
-Dejalo. Cuando se dé la cabeza contra la pared, vendrá.
-Admiro tu paciencia.
-No es paciencia, es experiencia. Por algo soy mayor.
-Y ya que sos mayor y tenés experiencia, ¿qué me recomendás con Richard?
-Nada, ya está con otra, no vas a ir a quitárselo. Lo único que te pido es que no hagas algo de lo que te arrepientas.
Caminó con tranquilidad hasta la puerta, y allí se encendió un cigarrillo. La seguí con la mirada, tratando de dilucidar el porqué de sus palabras. Yo me conocía bien, no era capaz de locuras....





-Esta clase es un bodrio, yo me voy –cerré de un golpe el cuadernillo de clase, mientras miraba a Evelyn -¿Qué vas a hacer?
-Me quedo un rato mas. Si dicen algo importante te aviso.
-No creo que digan algo –reí –Nos vemos.
Salí del aula pasando frente al aburrido profesor, que me miró con cara de pocos amigos.
Tomé por una de las calles arboladas de la universidad, en dirección a la salida. Había escapado una hora y media antes, y la verdad, no tenía mucho para hacer, salvo volver a casa y ponerme a estudiar. Un plan feo.
-¡Ey!
Miré a todos lados, buscando a quien me habría llamado. Vi a Friederich corriendo hacia mí.
-Hola, veo que también escapaste.-le dije.
-Estaba harto de Platón. ¿Volvés a tu casa?
-En realidad, no sé qué hacer.
-Tengo que retirar un libro de la biblioteca, ¿después querés que compremos unos helados? Aunque sea para pasar el rato...
-Claro, me encantaría.
Caminamos rumbo a la biblioteca. Comenzó a hablarme de su profesor, que tenía fama de ser un témpano de hielo. No hice mas que reírme de lo bien que lo imitaba.
Enseguida encontró el libro y  lo retiró.
-Cerca de acá hay una heladería, pese a que aún hace frío, creo que sigue abierta, ¿vamos?
-Sí, vamos.
-¿Me averiguaste lo de la batería?
Ya me parecía que llevaba mucho tiempo pasándola bien. Creo que en la cara me saltó un gesto de dolor.
-Ehh...no pude. Mis amigos no saben nada, y el baterista de su grupo se fue de viaje –mentí descaradamente.
-Ah, no te preocupes, ya conseguí asesoramiento. El amigo de un amigo –rió- de George, toca en una banda de Birmingham, y lo llamé por teléfono. Me dio algunos consejos que me guiaron bastante.
-Qué bien. ¿Cuándo la comprarás?
-Seguramente la semana que viene.
Llegamos a la heladería, que por suerte estaba abierta, y casi vacía. Pedimos nuestros helados, que él, muy caballero, pagó, y nos sentamos allí mismo a comerlos.
-¿Puedo hacerte una pregunta? -dije saboreando mi helado de chocolate blanco.
-La que quieras.
-¿Tenés algún apodo, o sobrenombre? Friederich es un nombre largo.
Rió, y comió un poco de su helado.
-En Leeds me llaman Deri.
-¿Deri?
-Si. Por FrieDERIch. Un asco.
-Ey, no está mal. Creo que es de la única forma que te podrían llamar.
-Sí, tengo un nombre complicado. Pero el apodo parece de mujer.
-Para nada, me gusta. Y...¿seguís tocando la armónica, Deri?
Otra vez rió.
-Veo que te va a costar poco acostumbrarte a mi apodo. Y respondiendo a tu pegunta, sí, sigo tocando. La llamo “la armónica de la suerte”, porque el año pasado la traía a la universidad todos los días, y cuando había exámenes todos la tocaban un poco para que les fuera bien.
-¿Y funcionaba?
-Y...a veces si, y a veces no. No la traje mas, porque los compañeros que tenía dejaron la carrera, sólo quedaron desconocidos, excepto George. La armónica quedó en el olvido, salvo para mí.
-Traela, así la toco yo y me da suerte. Aunque...si no estudio, dudo que sus poderes puedan ayudarme.
Otra vez rió y me quedé viéndolo. Ese chico, hasta hacía poco tiempo me gustaba, y mucho. Pero había quedado en un rincón cuando me jugué todas las fichas con Richard. Y perdí. Ahora podia volver con Friederich pero eso sería...usarlo. Y eso no estaba nada bien. Todo sería cuestión de darle tiempo al tiempo, todavía no quería saber nada del amor.
Seguimos a las risas, a veces eran tan fuertes que los empleados de la heladería nos miraban mal.
-Bien, está anocheciendo, voy a irme –dije riéndome después de que él me contara un chiste que podía ir al infierno de tan malo que era.
-Te acompaño
-Voy sola, no te preocupes.
-Mercy, no está tan lejos, te acompaño. De paso sigo contándote chistes.
-Jaja, ok, está bien.
El trayecto se hizo corto, y cuando legamos vi a John apoyado en la puerta de la que era su casa. Enseguida cruzó la calle y se plantó frente a nosotros, con una mirada de hielo.
Hola –lo saludó Deri, con una sonrisa.
-Hola Friederich –respondió John. Lo miré con severidad.
-Bien Mercy, fue un gusto acompañarte. Nos vemos.
-¡Adiós Deri! ¡Y no te olvides de la armónica de la suerte!
-¡Ya la llevaré, no te preocupes! –respondió ya alejándose.
-¿¿¿Qué hacés con este tipo??? –John me tomó del brazo y me miró con furia.
-¡John soltame, me hacés mal!
-Te dije que ese tipo no me gusta nada.
-John Winston Lennon te recuerdo que para discutirme algo estás en inferioridad de condiciones. ¿Sabés por qué? ¡Porque me enteré que estás con Marcia!
-¿Quién te dijo eso? ¡Es mentira!
-Me dijo Cris.
-Ey...¿Cris? Y...¿estaba celosa? –borró su furia y me miró con interés.
-¡Eso no viene al caso, pedazo de cuadrado! ¿Por qué estás con esa puta?
-¡Yo no estoy! Me la cruzé un par de veces y charlamos, eso es todo. Reconozco algo: ella me busca.
-Animal rastrero....La voy a reventar.
-Vos ocupate de la tuyo, que demasiado tenés. ¿Qué onda con el infeliz éste que te acompañó?
-Ay nada John, eso, me acompañó. Antes tomamos helado, nada mas.
-¿¿¿Tomaron helado???
-¡Dejá de hacer escándalo por cualquier gilada!
-Está bien. Estás grande y creo que sabés lo que hacés. Pero ya te dije una vez: en eso de que un clavo saca a otro clavo, te podés martillar un dedo.
-Dejame tranquila Lennon –me giré y entré al jardincito delantero de mi casa, que por cierto, estaba bastante descuidado. Él me siguió.
-Se va a Hamburgo el lunes. Tenés una última oportunidad.
-No quiero mas oportunidades. Te dije que me dejes tranquila.
-El sábado hay una fiesta en su casa, estarán todos ellos, y nosotros y otros de otras bandas también. Vos estás invitada, él me lo dijo.
-¡Qué hipócrita que es!
-Mercy él no sabe nada....
-¡¿Cómo que no sabe nada?! ¿Cómo nunca se dio cuenta? ¡Cómo puede estar tan ciego, Dios! –me apoyé en el marco de la puerta, y respiré hondamente, tratando de calmarme –Ya....tengo la respuesta: nunca se dio cuenta porque nunca me quiso. Normal.
-Mercy, ¿vas a ir?
-No seas tarado –lo miré con rabia.
-Es tu última oportunidad.
-No hay mas oportunidades John, tiene novia, fin de la cuestión.
-Vas a ir igual, todos vamos a ir. Olvidate que será en su casa, aprovechá para disfrutar. Hasta podés darle celos, si es que alguna vez le pasó algo con vos....
-No voy a ir. No quiero sufrir mas.
-Como quieras. Pero el sábado vengo, por si cambiaste de idea.



El viernes y el sábado fueron días espantosos para mí. Primero: no había dormido nada en las noches, tenía una pesadilla tras otra. Eso me daba la pauta de que vivir sola me estaba costando...Segundo: un parcial en el que había puesto todo mi empeño fue estampado con un aplazo grande como un piano. Y tercero.....no podía dejar de extrañar a mi papá. Llorándolo a él, lloraba por todas las cosas que me pasaban.
Por eso, el sábado a la tarde, me senté frente al televisor para consumir toda la mierda que quisiera venderme. Me preparé algo para comer y allí estuve bastante rato, masticando frente a un concurso de talentos donde los talentos brillaban por su ausencia. El timbre sonó a eso de las 9 de la noche.
-Hola hermana –saludó John con una sonrisa -¿Y? ¿Venís?
-¿Adónde? –pregunté desorientada.
-¿Te olvidaste?
Hice memoria y lo recordé. Lo miré con cansancio.
-No voy a ir. Dejame sola –intenté cerrarle la puerta en la cara, pero él me detuvo.
-Pará. No te hace bien estar sola. Vení conmigo, van a estar las chicas, charlás, tomás algo, te reís un rato y listo. Si te sentís muy mal nos volvemos. Al él ni lo saludes, no es necesario.
No sé porqué acepté. Quizás era porque John tenía algo que hacía que yo jamás me negara a nada, o quizás, simplemente, era una masoquista. Sólo lo seguí, sin siquiera cambiarme mi camisa y mis raídos pantalones negros. Tomamos un bondi y casi no dije una palabra, sólo lo escuchaba, asentía y miraba por la ventanilla.
Llegamos a la casa de Richard, y yo seguía en esa especie de “no-estado”, no pensaba en absolutamente nada, tenía la mente en blanco.
Como parecía que todos entraban y salían a su antojo, John ni tocó timbre, directamente entró. Allí estaban todos de mucha arana, tomando alcohol como locos. Y en un rincón, Richard y la famosa Geraldine. La miré, primero como a una rival, y después....después ya no. La chica no tenía la culpa de nada. Era flaquita, mas que yo. De hecho, yo parecía un gigante a su lado. Rubia, de cabello rizado y unos grandes ojos verdes. Si las cosas continuaban bien para ellos, en poco tiempo tendrían unos hijitos preciosos...
John me llevó directo al fondo, donde estaban Paul, Stu, Abby, George y Pete. Me sumé a ellos, aunque lo único que hacían era contar cuentos verdes. Pero John tenía razón, me había olvidado de dónde estaba. Hasta que lo escuché.
-Hola Mercy ¿cómo estás?
-Hola Richard –mi voz salió seca, sin vida. Y mi mirada hacia él era igual, o eso creía.
-Creo que de todos los que estamos acá, vos sos la única que no conoce a Rory, ¿Puede ser?
-No, no lo conozco. –volví a responder con la misma sequedad.
-Vení –me llevó hasta un sillón, donde el dichoso Rory tomaba cerveza y charlaba con tres tipos mas.
-Ey Rich, ¿quién es ésta chica tan linda?
-Soy Mercy Wells, un gusto Rory –respondí sin darle tiempo a Richard a contestar.
Extendí mi mano, que Rory besó caballerosamente.
-Mercy, el gusto es mío, conocer a un dama tan fina como vos....
-Bueno...gracias...-reí nerviosa. Me di cuenta que Richard nos miraba a los dos, algo sorprendido. En ese momento, él estaba completamente de más.
-¿Y de dónde se conocen?
-Éramos compañeros de colegio –respondió Richard.
-Ah...ya lo veo....
-Wells, vení –John me tomó del brazo y me obligó a seguirlo hasta dond estaban  los chicos, sin darme tiempo ni a saludar a Rory.
-No sé si agradecerte o qué –le dije.
-Quedate acá.
-Bestia, ¿qué te parece si hacemos una competencia? –propuso George.
-¿Competencia de qué?
-Fondo blanco. El que toma más rápido, gana.
-Wells no puede tomar.
-John, me traés acá para sufrir, aunque sea dejame tomar un vaso de algo.
-Uff...está bien, pero poco.
El “poco” de John, se transformó en “demasiado”. Pero a la vista quedó que George tenía menos aguante que yo, porque al rato no paraba de decir estupideces, se reía, y pedía por favor que no le sirvieran mas. McCartney, por su parte, fue un duro contrincante, pero dejó la competencia cuando Abby se enojó, y con toda la razón. Por eso, ellos fueron los primeros en irse, mientras Abby arrastraba a Paul, le decía que jamás volvería a salir con él. John, para esas alturas, también estaba entrando en un estado deplorable, pero no paró de brindar por Hamburgo.
Al quedarme casi sola, salvo por tener a George ya durmiendo en mi hombro y babeándose, me dediqué a tomar, mas de lo que había tomado. Los efectos no tardaron en aparecer, y pronto estaba mareada y....llorando. Si, lloraba escondida, en realidad me hacía la dormida sobre la mesa para que nadie me viera. Era la primera vez que al pasarme de copas, me daba por llorar y no por reírme.  Cuando paré de hacerlo y levanté la vista, ya pocos quedaban en la fiesta. Esos pocos estaban o dormidos, o borrachos. Pero también escuché voces fuertes, como una discusión. Traté de centrar mi vista, buscando a los que pelearían, y para mi sorpresa, eran Richard y su novia. Él estaba mas muerto que vivo, y ella parecía muy sobria, y así se fue, dando un portazo.
George seguía durmiendo, John estaba a punto de hacerlo y los otros chicos también. Rory charlaba muy cerca de una rubia, y el resto de los desconocidos charlaban o se besaban como si nada.
Me paré, como pude, y busqué mi chaqueta. La tenía John y la estaba usando para taparse en la silla donde se habia quedado dormido. Pensé en despertarlo, pero estaba en un estado terrible, y llevarlo a rastras no podía, porque yo tampoco estaba en condiciones. Le saqué mi chaqueta, él siguió roncando, y caminé hacia la puerta, mientras me la ponía. Pero no llegué. A la pasada, Richard me tomó de una mano y me atrajo hacia él, con fuerza.
-¿Qué hacés? –dije casi gritándole.
-Vamos a bailar –dijo apenas, la lengua se le trababa.
-No podés estar ni parado, soltame –intenté zafarme, pero él, pese al alcohol que llevaba encima, tenía mucha fuerza.
-Pero dale...-me agarró de la otra mano, y me pegó mas a él. Tragué saliva, intentando no mirarlo. Si lo miraba, podía caer, y no al piso, justamente.
-Richard te dije que me sueltes, estás mal, y yo....también. Me voy, estoy muy mareada.
-Un ratito mas –rogó.
Y ahí lo miré. Pese a que no tenía que hacerlo, lo miré. Y vi a quien me tenía loca, de amor y de dolor. Sentí esa fuerza irrefrenable que no sabía de dónde venía, que me empujaba a él. Esa vez no me resistí, cedí. Lo hice porque ya no podía aguantarme mas.
Y lo besé. Sin saber besar, pegué mis labios a los suyos y sentí, por un instante alegría. Pero después no. Ese no era el beso que muchas veces había soñado darle. Era un beso lleno de culpa, dolor, rabia....
Para mi sorpresa, él me correspondió, y lo hizo de una forma desconocida para mí, una forma apasionada, casi brutal, a la que poco me costó acostumbrarme.  Me agarró la cara,  y siguió besándome así, mientras para mis adentros me repetía una y otra vez que eso no estaba bien, que eso me causaría mas dolor que el que tenía. Pero no podía parar, era él, Richard, el que me besaba y no me importaba qué tanto apestaba a cerveza, o si tenía novia, o si estaba consciente de lo que hacía.....Me importaba que me besaba, y punto. Creo que fue el acto mas egoísta de mi vida.
A tientas, me hizo caminar, chocándonos con todo, hasta que abrió una puerta. Era la habitación donde estaba su batería, aquella habitación a la que una vez yo había entrado cuando lo visité porque estaba enfermo y él me pidió que le buscara pañuelos....
Me soltó, entramos, y cerró con llave. Me arrinconó contra una pared y siguió besándome, mientras dentro mío tenía un debate del mismo infierno. Sentí sus manos en mi cintura, que entraban debajo de mi camisa. Y después sentí  sus labios locos en mi cuello. Me mordí, y le agarré el pelo. Lo deseaba ciegamente, quería acostarme con él ahí mismo. Pero la conciencia llamó a mi puerta. ¿Qué estaba haciendo? Jamás había pensado algo así, nunca había sido una puta que se entregaba a la primera de cambio....Estaba por hacer algo de lo que podía arrepentirme toda la vida, con el tipo que amaba, sí, pero ese tipo tenía novia, y él estaba completamente borracho. Yo también lo estaba, pero tenía una gota de conciencia, cosa que él no. No podía aprovecharme de eso. No podía ser tan basura.
Por eso le di un empujón para apartarlo. Me miró desconcertado, y yo me vi agitada, con la camisa casi desprendida del todo.
-¿Qué pasa? –preguntó enojado.
-Richard...Richard...-le tomé la cara con las manos, buscado en esos ojos la mirada de la que me había enamorado, pero no la encontré.
-¿Qué pasa? –volvió a preguntar.
Mirame, decime quien soy, decime que sabés quien soy –lo dije con desesperación, esperando que me contestara que sí, que sabía. Creo que si hacía eso me hubiera entregado a él completamente, sin un pero.
-N...no sé...¿Qué tiene que ver eso? –respondió perdido, pero volvió a lanzarse sobre mi, empecinado en besarme los hombros y desabrocharme el pantalón.
Pero otra vez lo separé, ya llena de tristeza.
-¿Y ahora qué?
-¿No sabés que soy Mer...? Nada, dejá. Será mejor que me vaya.
-Pero....-no lo dejé terminar, porque le di un beso suave, dulce, de esos que alguna vez creí que podría darle. Me separé, con los ojos llenos de lágrimas y lo miré otra vez.
-Adiós Ritchie....
Lo solté, quité la llave de la puerta y salí, dejándolo solo a él, que seguía completamente desconcertado. Levanté mi chaqueta que estaba tirada en el suelo y miré hacia donde John, por suerte, seguía durmiendo. No se había enterado de nada.
Salí a la calle, prendiéndome los botones, y abrigándome con la chaqueta. Era demasiado tarde, ya no había bondis, así que caminé cargada de angustia. Cuando al fin llegué a casa, cerré la puerta de un golpe y me apoyé sobre ella, deslizándome lentamente hasta quedar sentada en el suelo. Me pregunté una y otra vez qué había hecho, porqué lo había hecho. Me desconocía. Si Richard alguna vez lo recordaba, no sé qué pasaría. No entendía porqué me había dejado llevar y agradecía al cielo el hecho de haber parado a tiempo.
Y entonce se acosté en el piso, y empecé a llorar, a llorar por ese amor que tanto me dolía. A llorar por él. ¿Había roto mi promesa? No lo sabía y tampoco me importaba. Lo único que sabía era que lo amaba, y no lo tenía. Creo que si el diablo se me presentaba, le hubiera vendido el alma como Fausto, con tal de conseguir ese amor no correspondido. Pero eso no sucedió. Llorando así, me quedé dormida.


***************
Ya sé. Todas están juntando leña para armar una hoguera y tirarme ahí. Si, vieron? Aparte de mala, soy vidente XD
Si les sirve de consuelo, estos dos últimos capitulos los hice casi llorando, porque yo los tenía planeados, pero cuando llega el momento de escribirlos da una cosa.....Si fuera por mi, estos dos ya estaría casados, llenos de hijos y cabras, pero si eso pasara, la novela ya hubiera terminado. Aparte, la vida real es triste y dura, y esto no puede ser taaaaan cuento de hadas, entienden? Ya lo sé, me van a quemar igual,  mi explicación no las convenció XD
Bueno, quiero dedicárselo a mi Cris, que siempre está ahí, en las buenas y...no tan buenas.
Juuli, te aviso que entre las lectoras hay una chica muy enamorada de Rory (Aye, te estoy llamando XD) y te va a matar. Meeentira, la verdad es que Rory era muy lindo, y el galán de Liverpool, mas que McCartney. Hay que apreciar la belleza, muchachas!
Bienvenida Patricia! En serio estás obsesionada conmigo? No lo puedo creer, soy objeto de obsesión! jajajajja, espero que sigas leyendo mis desastres llamados fics.
Y bueno, un saludo a todas las que leen! Prometo que los próximos capis ya no serán tan dramáticos, pero eso no quiere decir que no haya sorpresas  muejeje
Saludos!
  

04 enero 2013

Capitulo 51 Corazón con agujeritos


Ni bien puse un pie en el andén, supe que mi estadía en Londres sería un tormento. Toda la gente que corría de aquí para allá, el bullicio, las bocinas de los trenes, en fin, todo ese movimiento me mareó. Y una ola de recuerdos, demasiados recuerdos, se abalanzó sobre mí, como pirañas hacia su presa.
Tomé mi maleta, me acomodé la guitarra en la espalda y suspiré, encaminándome a la salida de la estación. No había nadie esperándome porque no había avisado el horario de mi llegada. Así lo quería, necesitaba caminar esas calles que separaban la estación de mi casa, esas calles que tantas veces había recorrido sin darles importancia.
La maleta estaba pesada, por lo tanto la llevaba con ambas manos. Serían las 6 de la tarde del 30 de diciembre, y eso explicaba la gente que, apresurada, caminaba o corría. Me detuve y me apoyé en una pared para recuperar el aliento. Veía como me salía humito de la boca, y me ajuste mas el gorro rojo que llevaba en la cabeza. Luego de un rato de descanso, continué la marcha.
Llegué a un parquecito. Era uno al que me llevaban a jugar de pequeña, cuando los columpios me daban vértigo. No habia cambiado nada, sólo que no habia niños, sino gente que cruzaba.
Dejé mi maleta en el suelo y me senté sobre ella, con los codos apoyados en las rodillas, sosteniendo mi cabeza. Otra vez acomodé mi gorro y traté de respirar profundo. Puteé a la anemia que seguramente tendría en mi sangre, a ella culpaba de mi cansancio, un cansancio que cada vez aparecía con mas frecuencia.
Miré a la gente que cruzaba el parquecito. Algunas ni reparaban en mi, otros me veían raro, cono si fuera una vagabunda. Saqué de mi bolsillo un trozo de chocolate que venía comiendo en el tren. Cuando lo terminé, mi cansancio también había terminado. Se me cruzó la idea loca de tocar la guitarra allí, quizás alguien me diera monedas, pero andaban unos policías cerca, me sacarían a patadas.
Cruzé el parque cargando la maleta y caminé las calles que me faltaban, calles que cada vez se alejaban mas del centro y se volvían mas tranquilas.
Minutos después estaba frente a la puerta de mi antigua casa. La miré bien, estaba exactamente igual a como la habia dejado. Miré la puerta, la mirilla, el timbre, sopesando las posibilidades de tocar y entrar, o dar media vuelta y desaparecer. Sinceramente, la segunda opción me atraía mas.
Con un suspiro resignado toqué timbre y esperé, mirando a todos lados. La puerta se abrió y apareció mi madre, radiante. Un pensamiento brutal cruzó mi mente: quizás mi madre no estaba tan contenta por mí. Quizás tuviera un novio.
Me sirvió té y enseguida llevé mi maleta a mi habitación. Me dijo que había cambiado el acolchado, ya que el otro estaba muy raído.

La cena de fin de año fue en la casa de unos tíos. Durante el día casi no hablamos, ella corría por la cocina preparando comida y yo sólo la miraba. De todos modos, no tenía mucho para contar.
En fin, la cena trascurrió entre el aburrimiento y la incomodidad. Tíos borrachos pelando por política, tías preguntando por novios inexistentes, y primos ostentando sus títulos universitarios. Recordé mi fiesta de fin de año, tan alegre en comparación con esta otra.

Le había prometido a mi madre que me quedaría con ella hasta el 15 de enero. Durante ese tiempo no pude averiguar si ella tenía pareja o no, pero varios indicios me daban  a entender que sí. Me dolió.

En esos 15 días, el clima fue una mierda. No paraba de llover así que me lo pasé encerrada, “estudiando”. En realidad, sólo ponía un libro, abierto, mientras leía una novela. O arrancaba hojas del cuaderno para escribir cuentos, o para dibujar casas enormes, con muñequitos tomados de la mano y...muchas cabras. Sí, de más está decir que en ese lapso había pensado como nunca en Richard. Él era lo único que me alegraba en una casa llena de recuerdos tristes, o alegres, pero al ser recueros, igual eran tristes.
Mi otro consuelo era Violeta, con ella me encerraba en mi habitación a tocar lo que se me viniera a la cabeza. Pero mucho no era, ya que esa habitación me resultaba asfixiante....Todo lo sentía ajeno, extraño. Si me había criado allí, ¿por qué me pasaba eso? Quizás era porque Liverpool era mi lugar en el mundo, y mi vida allí, pese  a sus bemoles, era una vida. Lo que había tenido en Londres me parecía, ahora, artificial, un sinsentido.
Después de sobrepasarse en atenciones hacia mí, de un día para oro mi madre cambió su actitud. Estaba muy susceptible, y cualquier cosa que yo dijera, cualquier sonido que saliera de mi boca, era motivo de escándalo. Yo no peleaba, solo miraba su rostro lleno de recriminación, que no entendía. Mucho problema no me hacía, tenía la conciencia tranquila, yo no había hecho nada malo.
Por eso, ni bien pasaron los 15 días prometidos, me fui. Mejor dicho, huí.
Quería sacudirme todo eso.


Volver  a Liverpool fue un soplo de liberación. Es mas, creo que nunca había ido con tantas ganas a trabajar....y a estudiar. Bueno, en eso último, tantas ganas no tenía. Digamos que me sentía defraudada, aunque no sabía porqué. De la carrera, de la universidad, o de mí misma. Lo cierto era que sentía que todo eso no era lo mío, pero ¿qué era lo mío? Eso tampoco lo sabía.
-Ey, Mercy
-Hola –saludé a Friederich con poco entusiasmo, en mi mente se proyectaron los momentos deliciosos que me había arruinado con Richard.
-¿Que tal empezaste el año? –dijo caminando a mi lado.
-Pues....aburrido, en Londres.
-¿Fuiste a Londres? Eso es genial, quisiera ir. ¿Tenés clase de idiomas hoy?
-Si, empieza en.....-miré mi reloj pulsera -10 minutos.
-Te acompaño, tengo clase de historiografía en el aula de al lado.
Caminamos hasta el pabellón, hasta que el se detuvo.
-¿Qué pasa? –pegunté extrañada.
-Verás....me decidí. Quiero tocar la batería.
Oh si, qué genial. Habiendo millares de instrumentos.....
-Te felicito –creo que nunca hice una sonrisa tan forzada
-El tema es que no sé cuál comprar. Tengo espacio, tengo el dinero, pero....no sé nada. Pueden venderme cualquier cosa. Pensé que vos podrías preguntarle a alguno de tus amigos, los músicos....¿me harías ese favor?
Lo miré bien, parecía muy interesado, y a la vez preocupado por su ignorancia en el tema baterístico.
-Está bien. Le preguntaré a alguno.
-¡Gracias Mercy! –de la nada me dio un abrazo -¿Podrías darme una respuesta para la semana que viene? Como ves, estoy algo apurado.
-Emm....sí, sí, claro.
-¡Muchas gracias!
Caminamos hasta la puerta de mi aula, allí estaba Tamar, fumado un cigarrillo.
-Ah chicos, los presento. Tamar, él es Friederich. Friederich, ella es Tamar.
-Hola Tamar –saludó él con su sonrisa perfecta.
-Hola ¿que tal? –respondió ella mirándonos a los dos.


Al día siguiente, debatía conmigo misma mientras limpiaba la cafetería. ¿A quién preguntarle sobre baterías? Yo no tenía idea, a John era imposible porque a él le daba igual una batería que dos ollas de cocina, Pete Best me echaría a la mierda con su mal genio.....La última posibilidad era Richard. Pero yo no iría a preguntarle a ÉL algo para FRIEDERICH. Salvo que le mintiera pero...no quería. Entonces opté por un intermediario.


Llegué a la casa, o mas bien “choza” de John con el papel con la dirección en la mano. En la puerta justo estaba Stu, que al parecer se iba.
-Hola linda –saludó con su habitual galantería.
-Hola Stu ¿John está por acá?
-Si, está adentro, pasá.
-Pero...¿está en condiciones de recibirme? O sea, no quiero encontrarlo con una mujer, a eso me refiero.
Mi temor le causó gracia y rió, exhalando el humo del cigarrillo que fumaba.
-Tranquila, está leyendo, o algo así.
-¿Leyendo qué? ¿Una Playboy?
Otra vez se echó a reír.
-No te rías, es que desconfío....
-Pasá tranquila, no hay problema. Es la tercer puerta, a la izquierda.
Entré a un oscuro pasillo, Stu se fue diciéndome que se iba a la casa  de una novia o algo así. Busqué la tercer puerta y golpeé con suavidad. Nada se oyó del otro lado. Golpeé un poco ms fuerte y la puerta se entreabrió. Me asomé, John estaba tirado en un despelote que podríamos llamar cama, leyendo una revista de historietas.....y en calzoncillos.
-Stu cerrá esa puerta que entra un chiflete que me va a congelar las bolas.
Me tapé la boca para ahogar la risa, entré con sigilo. Estiré la mano, y apreté el dedo gordo de su pie izquierdo.
-AAAHHH! ¿Qué hacés St...? AAAHHH! ¡WELLS SALÍ DE ACÁ!
Comenzé a reírme a carcajadas, mientras él buscaba con desesperación algo para taparse. Le arrancó la frazada  a la cama de al lado y se envolvió, ya de pie.
-¿QUÉ HACÉS ACÁ?
-Tenés que recibir mejor a tus visitas –dije todavía a las risas –Por si no te diste cuenta, me estoy cobrando la que me hiciste el otro día. ¿Viste que feo es que entren así a tu habitación?
-George tiene razón, sos una bestia. A ver, date vuelta que me voy a vestir. Carajo, ¿dónde está mi pantalón? –miró debajo de su cama -¡Date vuelta, che!
-Uy Lennon, que vergonzoso te pusiste de pronto,. Por favor, como si hubiera mucho para ver.
-¡Date vuelta! Acá está –de un revoltijo de ropa sacó un pantalón y una camiseta.
-¿Ya puedo ver?
-Si, si, ya está. Decime a qué viniste. Supongo que será importante, te dije que jamás vinieras. ¿Quién te dejó entrar?
-Stu
-Me imaginé.
-Ey...lindas pinturas –dije mirando unos cuadros apoyados en la pared y en el piso. -¿De qué son estos frascos?
-No toques nada. Decime a qué viniste.
-Que lindos colores -abrí los frascos, eran de pintura -¿Son óleos? ¿O acrílicos?
-Dejá eso te dije.
-Ufa, está bien –volví a ponerlos sobre la mesita en la que estaban, pero uno se me cayó -¡Ay, no! ¡Volqué todo!
-¡Serás infeliz Wells, eso no es mío! –sacó mis manos del enchastre que había hecho. La pintura, de color rojo, se había desparramado sobre la mesita y goteaba en el piso.
-Perdón....-dije apenada.
John agarró un trapo y me limpió las manos.
-Andá  a lavarte con jabón, yo limpiaré esto –se agachó y limpió el piso. Se dio cuenta de que lo miraba con miedo, porque así era, me había mandado una macana y él, con toda razón, estaba enojado. –Lavate ahí –dijo apenas levantando la vista, y señalando una puerta.
Entré ahí, parecía el baño, pero en realidad era una acumulación de mugre. Con razón no quería que viniéramos ni Mimi ni yo.  Me lavé las manos con jabón, mientras miraba por una ventanita que daba a un patio igual de mugriento, donde daba el poco sol de la tarde.
-Ya está –dije al salir. Él recién terminaba de limpiar, y arrojó el trapo a un tacho de basura.
-Bien.
-Perdón, fue sin querer.
-Lo sé. Decime a qué viniste –se puso las manos en la cintura.
-Necesito un favor. Quiero que hables con Richard.
Hizo una amplia sonrisa, y fue hasta su cama, y allí se dejó caer.
-Sentate –señaló la cama de al lado –Así que mi hermanita quiere ayuda con su galán. No sé porqué pero me encanta la idea.
-Esperá, no es lo que pensás. Te explico: Friederich quiere comprarse una batería.
-Ya Friederich....
-John –lo miré con severidad –Sigo. Quiere comprarse una batería, pero no tiene ni idea. Me pidió ayuda, yo, obviamente no sé nada y....el único es Richard. Pero a él no puedo preguntarle algo para Friederich, ¿me entendés? Pensé que quizás....vos...podrías....
-No pienso hacer nada por ese. Ya te dije ese tipo no me gusta.
-¡Pero John...!
-Lo lamento, pero no. Si tanto querés ayudarlo, vas y le preguntás VOS.
-Ay, no puedo ir a la casa y decirle “Hola Rich, ¿qué batería puede comprarse Friederich?”
-No es necesario que vayas  a la casa......y no es necesario que le hables de Friederich. –lo miré, esbozaba una sonrisita pícara, mientras enrollaba la revista.
-No entiendo.
-El sábado su banda toca en The Cavern, es la última actuación antes de irse  a Hamburgo.
-¿Hamburgo?
-Es por una temporada. Tranquila, el amor de tu vida no se irá para siempre. Y ya que estamos, te voy  avisando: parece que nosotros también, pero no es nada confirmado.
-Pero John...Hamburgo es un asco....
-Por eso me encanta la idea –rió –Pero volvamos a lo nuestro. El sábado vamos a ir todos. Vos también. Usá la excusa de Friederich para acercarte  a Richard. Que de una vez tu compañerito te sirva de algo.  Decile a Richard que es...para un primo de Londres, lo viste ahora cuando fuiste allá. Con esa tontería charlan, y aprovechá y le decís todo. Me entendés cuando te digo “todo·”, ¿no?
-Claro, claro que sí...-dije mirando a un cuadro y sonriendo –Es un buen plan.
-¿Lo ves? Antes de que se vaya a Alemania, el chico es tuyo –me guiñó un ojo.
-John, deberías escribir revistas de consejos sentimentales.
-Naa....solo trato de ayudar a mi hermana un poco tonta. Pero esperá: si la cosa no funciona, si vamos a Hamburgo y lo encuentro, lo apalabro.
-¿Lo qué?
-Lo apalabro. Le tiraré indirectas sobre vos.
-¡No, no!
-Si no se da cuenta, es porque es boludo. ¿Eso era todo?
-Si, eso era. ¡Gracias Johnny! –me tiré sobre él, a darle besos y apretarle los cachetes.
-¡Salí de encima! ¡Si entra Stu  pensará cualquier cosa!
-Está bien, te dejo tranquilo –me puse de pie y me planché la pollera con las manos -¿El sábado me pasás a buscar?
-Si no hay remedio....
Sonreí  me fui de allí, silbando una canción.


El sábado llegó y yo andaba de los mas feliz. Me sorprendía a mi misma por la valentía, estaba decidida a todo.
Me bañé en perfume después de ponerme el vestido mas lindo, y me maquillé. Estaba luchando con los zapatos cuando el timbre sonó con insistencia.
-¡Ya voy John! –grité por las escaleras.
Abrí y me encontré a mi querido hermano encendiendo un cigarrillo para mí.
-Vas demasiado bien –fue todo lo que dijo.
-Por lo menos no soy una crota como vos, que vivís en una pocilga.
-Mas respeto con el chiquero donde vivo.
-Vámonos de una vez.
Mientras caminábamos, John no paraba de mirarme y reírse. Según él, nunca me había visto tan resuelta.
Llegamos a The Cavern, afuera estaba George con Juliet. Era la primera salida que tenían solos, y de noche.
-Aún falta, esperemos afuera –propuso George.
-No, tengo que entrar –dije.
-¿Pero por qué tanto apuro?
-La Wells tiene un asuntillo.....importante –dijo John, haciendo todo tipo de señas. George entendió enseguida, pero Juliet parecía desorientada.
-¿Qué...?
-Ya te voy a explicar.
-Harrison no comentes nada –advertí -¿Entramos o no?
-Uff... está bien.
De mala gana me siguieron. Era la primera vez que entraba allí, y me pareció un lugar raro. Era un sótano lleno de gente y humo, pero a ese lugar aspiraban a llegar a tocar los chicos. Era su gran meta.
Los cuatro nos sentamos en una mesa, esperando a Paul y Abby. John fue por cerveza, y como tardaba en volver, fui a buscarlo, y lo encontré. Lo encontré con Marcia. Me llené de bronca, era un idiota, aunque sólo estuviera charlando con ella.
Volví a la mesa, pero no dije nada. Unos minutos después, comenzó la música. Y vi a Richard. Nunca antes lo había visto actuar.
-Con razón dicen que éstos son los mejores –dije, casi gritando, en el oído de Juliet.
-Mirá al chico que canta
-Si, es Rory....gran fama tiene. Es lindo, ¿eh?
-Si, lo es....
George nos miraba con desprecio, pero era mas que nada por celos. Para hacerlo enojar mas, segui contándole a Juliet todo lo que sabía de Rory Storm, y ella parecía interesada. George se dio cuenta enseguida de mi travesura y se la pasó sacándome la lengua.
Pero después, me concentré en Richard. Me encantaba, me encantaba todo de él. Esa sonrisa....se notaba que disfrutaba lo que hacía....
Me puse de pie para acercarme mas al escenario, y Juliet y George me siguieron. Algo me dijeron sobre Rory y su cabello, sólo asentí, pero no les puse atención. Mis sentidos estaban concentrados en una sola persona.
Rory anunció la última canción, y el público rogó por una mas. Mi corazón comenzó a latir mas fuerte, ni bien terminaran buscaría a Richard.
Después de dos canciones mas, que me parecieron muy cortas, agradecieron y se despidieron. Hice a un lado a George, apresurada, y me abrí paso entre la gente, para llegar al lado derecho del escenario, por donde bajaban los músicos. Vi a Rory y los demás saludando y charlando con otra gente, y divisé a Richard. Con dificultad y miedo de que alguien me quemara con algún cigarrillo, conseguí acercarme mas, quedando a escasos metros. Y ahí vi algo que nunca tendría que haber visto. Richard, mi Richard, el chico del cual estaba enamorada hasta la médula, estaba con una chica rubia...besándose.
Todo a mi alrededor desapareció, sólo escuché que la chica lo felicitaba por su actuación, y él le decía “Gracias amor”. Sentí que algo se me clavaba en el pecho, que la mandíbula me temblaba, y tragué saliva. Como pude me di vuelta, y empujando a la gente, salí corriendo. Escuché que Juliet me gritaba algo, pero ni me  molesté en saber qué era.
Subí las escaleras y al fin salí a la calle, donde el viento frío me dio de pleno en la cara. Sin darme cuenta, me había llevado a la boca mi dije con la MW y lo mordía con los dientes, con tanta fuerza que creí que podía partirlo. Si no lo hacía estallaría en lágrimas y eso no quería. Me apoyé en una pared y traté de respirar, apretando los puños.
-¿Por qué? -fue lo único que golpeaba mi mente una y otra vez -¿Por qué?
Creo que si hacía el suficiente silencio y ponía atención, podía escuchar a mi corazón rompiéndose en pedacitos. Otra vez la vida me daba un cachetazo.
-Mercy, al fin te encuentro –Juliet apareció, agitada -¿Qué te pasó? ¿Por qué te fui....?
Negué con la cabeza y le hice seña con una mano para que dejara de preguntarme. Entendió enseguida, pero se quedó mirándome preocupada.
-Me voy a casa –dije  apenas.
-Esperá, le digo a George y te acompañamos.
-No dejá, puedo sola –me di vuelta y comenzé a caminar lento, cansada. Me detuvo una mano en mi hombro, que reconocí enseguida.
-Hermana.....-me giró y suspiré, apoyándome en una pared.
-John....
-No me digas nada, ya vi todo. Si querés le pego.
-¿Para qué? No tiene la culpa, tenía novia y yo no lo sabía....No me quiere. Y no sabés cuánto me duele.
-Vamos –me rodeó con un brazo y caminamos sin decirnos nada. Cuando llegamos sólo me acarició el mentón.
-Cuidate –me miró con una profunda mirada de tristeza. O lástima, no sé.
Entré a mi casa y me arrojé sobre el sofá. “No debo llorar, no debo llorar”, me repetí. Me serví el whiskey mas fuerte que mi padre había guardado. Esa noche fue la primera vez que tomé por amor. Y desgraciadamente, no sería la última.



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Lo sé, mas de una me matará, pero ¿les digo algo? Me partió el alma escribirlo, pero tuve que hacerlo, es muuuy necesario para la historia.
Bueno, ¿como empezaron el año? Espero que bien! Quiero darle la bienvenida a Anna, la prima de Juuli (de verdad son primas?) Es un halago tremendo que alguien se ponga a leer esto desde el principio, y encima en un día! No te enfermaste después de eso, no? Si es así, después pasame la cuenta  de los medicamentos, me hago cargo de los daños y perjuicios que puedo causar. Ah, Juuli, no serás como Delfina, no me pidas cosas raras XD
Sin mas para decirles, me despido, y les dejo un beso grande!