27 diciembre 2014

Capitulo 92 Lágrimas Negras




Teléfono. Uno, dos, tres rings. Abrí los ojos preguntándome dónde estaba, hice una mueca al sentir la boca pastosa. Me incorporé junto con una fuerte puntada en la cintura, el teléfono seguía con su empeño en taladrarme los oídos. Miré la mesita y recordé todo: dos botellas que había vaciado la noche anterior. Mal Mercy, muy mal, antes aguantabas cuatro, cinco, y ahora con dos ya te dormís como una mona.
Desconociendo cómo, llegué al aparato y respondí con un inquietante hola. Inquietante por lo patético.
-Veo que no es una buena mañana. –oí al otro lado.
-¿Cyril?
-Excelente, reconocés mi voz. ¿Cómo estás?
-Bueno…no sé…
-Un momento –me interrumpió– ¿estuviste tomando?
-Digamos que sí…
-¡Mercy no podés!
-Ay dejame de jodeeerr…¿Para qué llamás? Es temprano, apenas las…¡¿las doce?! Yo tenía que trabajar. Ah cierto, pedí vacaciones.
-¿Acaso no sos tu propia jefa?
-Tengo un empleado al que rendirle cuentas. Piensa que estoy con gripe. ¿Qué querés?
-Tengo tus estudios, será mejor que vengas.
-¿Por qué? No tengo ganas de viajar, ¿Por qué  no venís vos? Así conocés Liverpool.
-Ay Mercy…Estuve trabajando en Liverpool, ¿no te acordás?
-Cierto, perdón, no lo recordaba, es que no estoy teniendo una buena mañana y…
-Mercy tenés que venir. Por favor.
Suspiré, ya dejando mi papel de borracha resacosa y entendiendo que seguramente su apuro tenía una razón seria.






Otra vez la estación, otra vez un viaje en tren y otra vez Londres. Cuando llegué, el horario de hospitales había finalizado hacía rato y seguramente Cyril ya no estaría allí. Pensé un rato qué haría hasta que me decidí y caminé hasta la dirección que Paul me había dado alguna vez. Llegué al edificio de Grace, que no estaba muy lejos, subí hasta el tercer piso y esperé en la puerta “A”.
Cuando abrió lo primero que vi fue su desconfianza hasta que me reconoció en el corredor un poco oscuro. Al fin vi su sonrisa y su sorpresa.
-¡Mercy! ¿Qué hacés acá? ¿Paul está con vos?
Reí ante su rápida pregunta sobre Paul.
-No, vine sola. Tenía una consulta con un médico pero llegué tarde, y aún es demasiado temprano como para meterme en un hotel, así que pensé en hacerte una visita, si es que no estás ocupada…
-¿Ocupada? ¡Para nada! Cuando salgo del trabajo no tengo nada para hacer. Y una cosa: nada de hoteles, te quedás acá.
-Pero mañana ya me voy y…
-¿Y con eso qué? Te quedás acá y punto. ¡Y pasá!
El departamento de Grace era amplio y moderno, en la sala tenía dos ventanales que daban a la calle y unos sillones que serían la envidia del Príncipe de Gales si un día paseaba por ese edificio. Pareció notar mi sorpresa al ver tal despliegue.
-No te asustes, no es mío. ¿Viste las novelas de la hermana rica y la hermana pobre? Yo vendría a ser la pobre, aunque por suerte para mí, la rica no me ha olvidado. Me presta este departamento y trato de mantenerlo, aunque no sabés lo caro que cuesta.
-Me imagino, es muy sofisticado.
Agarró mi bolso y me hizo acompañarla hasta la habitación en la que dormiría, que para no desentonar, era también muy amplia.
-Si querés más mantas me decís, hay miles –rió y se sentó en el borde de la cama, la imité.
-¿Hace mucho que vivís acá?
-Casi un año, cuando me ascendieron en el trabajo mi hermana me premió con esto.
- ¿Quién es tu hermana?
-No la conocés, porque no la conoce nadie, el marido es empresario o algo de eso, pero no es famoso. Yo tampoco averiguo mucho, mirá si me entero que están en la mafia.
-Qué malpensada. –reí.
-Ey Mercy, ¿por qué vas al médico? ¿Estás enferma?
-No, bah, no sé. Es el médico que me atiende siempre, me pidió que viniera a buscar unos estudios que me hizo hace más de una semana. Ya veré qué me dice.
-¿Pero qué pensás que será? ¿Algo bueno o…? Vos me entendés.
-No sé, ya veo que es una pavada, los médicos exageran todo.
-¿Querés que te acompañe?
-Naaa, quedate tranquila. En cuanto sepa te aviso, pero no te preocupes. Ey, no es por pedir, pero tengo hambre.
-Qué directa. –rió y me hizo señas de que la siguiera hasta la cocina, allí preparó una merienda y nos sentamos a mirar televisión. Estaba pasando los canales cuando le grité que se detuviera en uno, de noticias.
-Esperá ahí. –pedí nuevamente–Joder…
-¿Qué pasa? ¿Te afecta en algo que la autopista del oeste esté cortada?
-No…esa voz, la de la presentadora…la conozco.
Me miró como si hubiera enloquecido, hasta que al fin enfocaron a quien hablaba.
-Sí, es Abby. –dije al fin.
-¿Qué? ¿Esta Abby es la Abby que…?
-Sí, la ex de Paul. Mirala, presentadora de noticias.
-No puedo creer que sea ella, siempre miro este programa y hace un tiempo que apareció.
-Jamás miro noticias, así que no sabía que estaba ahí.
-Y yo siempre diciéndole que es una inculta, que más tonta y nace acelga…Bueno, se lo seguiré diciendo, porque me parece eso. Uy perdón, es tu amiga.
-Ya no. Y viéndola ahí…bueno, creo que a mí me parece lo mismo. Qué fuerte.
-Ey Mercy…-dijo poniéndose seria–Me enteré de lo que pasó con Ringo.
-Genial, no me equivoqué cuando supuse que todo el mundo lo sabría.
-No sé si todo el mundo, me lo comentó Paul, creo que lo sabrán ellos solos nada más. ¿Fue algo de él? Juro que no te pregunto más nada, sólo decime eso, porque ahora Paul está rodeado de chicas que lo buscan, y no sé qué pensar…Soy muy celosa, ¿no?
-No, creo que lo justo. Y no, no fue ni infidelidad de él, ni mía. Fue por…por otra cosa.
-Entiendo, no te molestaré más con eso. ¿Segura que no querés que te acompañe?
-Que no, estoy bien. Y dame más galletas, te dije que tengo hambre.






Pisé la colilla del cigarrillo y entré al hospital. Una enfermera apurada me llevó por delante y ni me miró. Amabilidad ante todo.
Sin esperar a que la recepcionista me dijera algo por dirigirme directamente adentro, fui hasta la oficina de Cyril y golpeé. Esperé cerca de quince minutos hasta que lo vi acercarse por el pasillo, con un guardapolvo ensangrentado que se sacó y lo arrojó a un cesto que decía “Lavandería”.
-Perdón, hubo una emergencia, un apuñalado.
-Qué horror. No sabía que hacías urgencias.
-Acá hay que hacer de todo. Pasá.
Entró a la oficina, se puso otro guardapolvo que tenía en un perchero. Pensé que los médicos parece que no pueden estar sin su guardapolvo, como los superhéroes no pueden andar sin su capa.
-Sentate, voy a tomarte la presión.
-¿No ibas a darme los estudios?
-Sí, después. –lo vi apurado y hasta podría decirse que incómodo. Con rapidez me tomó la presión y guardó el aparato en una caja. Suspiró y se pasó la mano por el cuello.
-Pasa algo malo, ¿no?
-Sí.
-Decime, ya no me asusta nada, mirá, ni nerviosa estoy.
-Ehh Mercy…-otra vez suspiró–Acá están los resultados. Estás embarazada.
Sentí un frío que me corría por la columna y que me helaba la sangre. Lo miré buscando que aquello fuera una pésima broma, pero muy dentro mío sabía que era verdad. En aquel sobrecito maldito que él tenía en sus manos y que estaba mirando, tenía esa noticia. Deseé con todas mis fuerzas que la tierra me tragara.
-No Cyril, no…
-Lo siento.
-No puede ser, no…No puede ser….-quise gritar pero apenas me salía la voz.
-Tranquila, respirá hondo. –se puso en cuclillas frente a mí.
-¿Por qué? ¿Por qué ahora? –traté de respirar como él me decía, pero ya estaba ahogada en desesperación–Me voy a morir…
Me abracé a él con toda la fuerza de la que era capaz. Si me había salvado una vez, podía hacerlo nuevamente, ése era mi intento de ver una luz de esperanza.
Me separó con suavidad, sacó un pañuelo, secó mis lágrimas.
-Vas a estar bien.
-Dijiste que no, lo dijiste hace días. Dijiste que todo era letal. No me quiero morir, por favor Cyril.
-Hablé con un par de especialistas, dieron su opinión. ¿Lo querés tener?
-Sí…No…No sé. Pará, no sé qué pensar, no sé qué me decís.
-Podrías abortar, es muy riesgoso pero podría ahorrarte las demás complicaciones. Habría que hacerlo cuanto antes, pero hay que pedir permisos…
-Dejé a Richard. –dije al cabo de un minuto en el que él no dejó de mirarme y yo trataba de asimilar todo eso–Pero…no sé, supongo que podría tenerlo sola. Pero, ¿se puede?
-Con un seguimiento, estudios constantes, y reposo, mucho reposo, podés. Será prematuro, hay que sacarlo ni bien sepamos que no corre tanto peligro y antes de que te ponga en más peligros a vos.
-Y eso le puede hacer mal, ¿no?
-Sí.
Me mordí el labio, era la primera vez que tenía que tomar una decisión tan rápida y tan importante.
-Está bien, seguiré con esto. Bueno, no sé, pero ponele que sí.
-Mirá que los próximos meses serán duros.
-¿Qué remedio me queda? De todos modos lo serán.
-Tranquila, estarás controlada por mí y por un obstetra para que estés bien vos y el bebé. Todo va a salir bien.
-Seré un gran desafío para la medicina. –reí apenas.
-Siempre estás dando un caso para las revistas médicas. –él también rió.
-Gracias Cyril. –puse una mano sobre su hombro–De verdad, muchas gracias.
Sonrió, me acarició una mejilla y se acercó. Sabía muy bien lo que iba a hacer, pero lo dejé. Me besó. Fue un beso suave, dulce, que increíblemente me calmó. Se separó con lentitud.
-Perdón.
-No pidas perdón por eso. Creo que la que tiene que pedir perdón soy yo por no quererte como te merecés. No sé querer a la gente…
-¿Por qué lo dejaste?
-No sé. –me encogí de hombros–Fue el peor error. Ya sabés que no estoy muy bien de la cabeza. Bueno, me voy, decime cuándo vuelvo o como sigo con esto. –me puse de pie, él me imitó.
-Mercy yo puedo…Puedo acompañarte de otra forma. No es necesario que lo tengas sola.
Achiqué los ojos, negándome internamente que lo que estaba escuchando no era lo que entendía.
-Me refiero a…-continuó, dudando.
-No Cyril, no me digas esto por favor.
-Puedo casarme con vos. Te daría todo, no te faltaría nada.
-No puedo, en serio, no puedo hacerte daño aceptando algo que no siento y encima tener un hijo que no es tuyo. Perdoname.
-Tenés razón, fue un impulso, ni siquiera lo pensé. –bajó la mirada–Ya no te molestaré más con esto, no te preocupes.
Le sonreí y le acaricié una mejilla. En ese momento me odiaba por no poder corresponderle a alguien que era tan buena persona y a quien admiraba. No podía hacer nada para que no estuviera así de triste.
-En un par de días te llamo y comenzamos con los tratamientos. Por ahora dejá la medicación, le haría daño al bebé.
-De acuerdo. Prometo hacer todo al pie de la letra.



Cuando el viento y el bullicio de la calle me dio de lleno en la cara, reaccioné. En un cuarto de hora habían pasado demasiadas cosas que necesitaría días y días en asimilarlas.
El viaje de regreso fue quizás el más triste de todos los viajes. No podía frenar las lágrimas que me brotaban de tan hondo. No sabia ni qué pensar, todo era una vorágine de cosas en mi cabeza que no lograba entender ni ordenar. Mi vida dejaría de ser la que era para ser quizás peor y no sabía cómo proceder ante eso. Hasta hacía una semana lloraba por no poder tener hijos y ahora lloraba porque estaba embarazada. Jamás me entendería, pero lo que sí sabía era que no quería morirme. Mi vida sería una porquería y deseaba muchas veces desaparecer del mundo, pero ante la perspectiva de la muerte, me acobardaba. Me negaba a aceptar que podía morirme por estar embarazada, me negaba a darme cuenta que lo estaba. Ya me arrepentía de haberle dicho a Cyril que continuaría, cuando podía ahorrarme muchas cosas. Podía abortarlo, Richard jamás lo sabría, y volvería a mi vida de siempre. Pero qué vida de mierda.
Me abracé a mis rodillas, tiritando de puro nervio y rabia, deseando con todas mis fuerzas que aquello sólo fuera un mal sueño de resaca.







La lluvia era torrencial, y no podía entender cómo cuando había salido de mi casa el cielo estaba simplemente nublado, y en dos calles más una cortina de agua se descolgó sobre mi cabeza, empapándome hasta el apellido.
Toqué timbre, temblando de frío, viendo cómo me chorreaba agua del cabello.
-Hola. –dije cuando Cris abrió.
-Hola. Pasá, estás empapada.
-No, primero te quería pedir perdón, no estuve bien.
-Decilo sin mojarte, vení.
Entré, vi que por todos lados se amontonaban cajas. Desapareció y reapareció con una toalla. Me la dio y me sequé la cabeza.
-Lo siento. No quise decir lo que dije.
-Pero lo dijiste.
-Sí, pero…perdón. No estaba bien, odiaba a todos y ahora creo que también pero no vine a pelear.
-Está bien, te perdono. Ey, vos no estás bien…
-No. Necesito ayuda, o alguien que me escuche o me diga algo, por favor…-me abracé a ella llorando sin importarme si no entendía nada.
-Mercy…-me separó, me acomodó el cabello–¿Qué pasa, estás así por lo de Richard?
-Sí, pero hay algo más. Estoy embarazada. ¡Y no quiero! ¡Me voy a morir!
-Ay no, no Mercy, no son buenas esas bromas…
-Ojalá lo fuera –me soné la nariz con la misma remera que tenía puesta –Ay, qué asco.
-Esto no puede estar pasando.
-Acabo de llegar de Londres, Cyril me lo dijo. Salió en los estudios nuevos que me hizo, yo ni me di cuenta. ¿Ahora qué hago? Me dijo que haciendo tratamientos todo puede salir bien pero ¿y si no? No lo quiero tener y le dije que sí, y no sé porqué. Pero es mío y de Richard, no quiero…Y a la vez no lo asumo y…¡Ay, me quiero morir! ¡No, no quiero morirme!
-A ver, calmate, ¿si? Vení, recostate y hablamos.
-¿Por qué hay cajas por todos lados? –dije siguiéndola hasta su habitación.
-Mañana me mudo con John.
-¡John! ¡Por favor, no se lo digas!
-Pero Mercy, es John…
-¡No, no, te lo suplico por todos los santos! Puede pasar cualquier cosa si él lo sabe, nadie tiene que enterarse de nada.
-¿Y Richard?
-Menos. No quiero que lo sepa nunca.
-Mercy, es el padre.
-No me creerá, pensará que es de otro. Oh, podría decirle eso y listo.
-¡No! No compliques más las cosas. Decile la verdad, te tiene que creer, y si no te cree que se vaya a la mierda.
-Qué drástica. De todos modos, ¿para qué decirle? Si seguro que lo pierdo en dos o tres meses y yo me muero desangrada. Que crea que me morí por otra cosa.
-Dejá de pensar eso, la puta madre. Vos no te vas a morir. –se sentó en la cama y me tapó.
-Sí, me voy a morir, me lo dijo la semana pasada, la ciencia no puede avanzar tanto en una semana.
-¡Basta Mercy! ¡No te vas a morir! Eso es…¡inaceptable! ¿Cómo te vas a morir vos, carajo? No, no. Si lo decís de vuelta, te mato yo.
Me tapé hasta la cabeza, tratando de hacerme a la idea de que no, de que eso no iba a ocurrir. Me destapé.
-Cyril me dijo que quiere casarse conmigo.
-¿Qué? –abrió grande sus ojos–Ay, me descompongo, ¿eso te dijo? Te veo pensativa, ¡no me digas que lo estás considerando!
-No, para nada, no puedo aceptar eso. Bueno, también me besó.
Tosió varias veces, se echó aire con una mano.
-Creo que tengo una contracción.–dijo aún tosiendo– ¿Te besó? ¡¿Y no hiciste nada para pararlo?!
-Me daba pena…
-Ay no, creo que voy a parir acá…Mirá las cosas que me decís.
-Y es tan lindo…Está más guapo que antes.
-Basta Mercy, de verdad que lo voy a tener acá si seguís contándome esto. ¿Te gusta?
-No, bueno un poco pero nada más. Con Rich no hay ni punto de comparación, encima lo extraño horrores. ¿Qué voy a hacer con todo esto?
-Primero, dejar de darme este tipo de noticias. Segundo, descansá y cuando estés bien despejada, te ponés a pensar.




Desperté con una puntada en la cabeza y no sabiendo muy bien dónde estaba y qué había pasado. Parecía que había dormido diez hora seguidas, y probablemente había pasado eso.
-¡Ay la puta madre! –grité cuando logré incorporarme y me vi sentado, junto a mí, a John. Pareció no inmutarse, como hacen los fantasmas que se suelen aparecer así.–¿Qué hacés acá?
-Es la casa de mi novia. Y esta es su cama.
-Ah, cierto que estaba acá…Perdón si esperabas encontrarla a ella y no a mí.
-La verdad es que fue una impresión horrorosa. –sonrió–Vení.
Me extrañó que me tomara de una mano y se acercara. Enseguida supe porqué estaba haciendo eso y lo solté espantada.
-Supe lo que está pasando. –dijo confirmando mis sospecha.
-Traidora…Y eso que le supliqué que no hablara.
-Hizo bien en decirme.
-¿Ah, sí? ¿Por qué? Porque ahora vas a incendiar toda la ciudad, ¿no Nerón?
-Me da ganas, pero sé que con eso no voy a solucionar nada. Mercy, no parás de mandarte cagadas, lo tuyo ya es un doctorado.
-Jé, no lo había pensado así. Cada vez me supero más.
Sonrió otra vez, como lo hacía yo, y volvió a tomarme la mano.
-Te felicito y a la vez lo siento. No sé cómo vas a hacer.
-Eso me pregunto. Ni siquiera puedo aceptarlo, no me hago a la idea.
-¿Querés que hable con él?
-No, ¿para qué? Dejá, no hablemos más de esto, ya veré qué hago.
-Creo que lo que más hay que hacer es hablar. A ver, supongamos que lo tenés, que todo te sale bien. ¿Nunca le vas a decir?
-Yo lo dejé, no puedo ir ahora y decirle que se me pasó decirle que estoy embarazada. Pensará que quiero que vuelva y se me ocurrió inventarle eso, o que le quiero encajar el hijo de otro. ¿Vos cómo reaccionarías? Yo, si fuera él, reaccionaría muy mal.
-Estás en una situación complicada, pero a ver, olvidémonos de Richard, pensemos en el chico. ¿Nunca le vas a decir quién es el padre?
-Ay qué se yo, todavía no sé si va a nacer y ya me decís que le hable de  cosas que entenderá recién cuando tenga un buen uso de razón.
-Mercy, vos y yo sabemos muy bien lo que es no tener padre. Algún día se lo dirás.
-Bueno sí, algún día. No quiero saber qué haré en el futuro, dentro de nueve o diez años, quiero saber qué haré ahora.
-Ya fue, yo le cuento todo, de paso le rompo la cara.
-¡No John, no! ¿Ves que con vos no se puede hablar? No hagas animaladas, en todo caso pegame a mí. Me voy a arreglar sola, ya pensaré bien y decidiré.
-Está bien, no me meto más en tus asuntos. Pero acordate que siempre podés recurrir a mí. Ya me estoy haciendo super famoso, así que puedo mantener a dos mujeres con sus hijos.
-Uy, se agrandó el señor famoso…Dígame señor, ¿qué se siente clavar un número uno?
-Se siente de puta madre –rió–Y ahora levantate, que aunque no lo creas, acá hay mucho para festejar.  



***********
Y aquí llega María a arruinarles la Navidad y el Año Nuevo! Bueno, no se quejen, esta vez no les traje un capitulo enredado como el anterior, aunque no creo que sea muy de espíritu navideño jajaja.
Bien, ¿cómo están? Espero que hayan pasado bien la Navidad, yo no hago ningún especial ni saludo antes porque odio las fiestas, pero espero que la hayan pasado lindo. Como ven, se temina el 2014, empieza el 2015, y acá seguimos con este fic. Como no creo que suba otro capitulo antes del 31, ya les deseo un buen comienzo de año y les agradezco por acompañarme en este, siempre fieles. 
Otra cosa, no se asusten por los cambios de look del blog, es que no me gusta nada y es todo muy mehh, así que voy probando y dejo un tiempo lo que más o menos me convence y después lo cambio porque me aburro. 
En fin, ya me despido, gracias por estar ahí!



01 diciembre 2014

Capitulo 91 Mareo



-O sea, ¿es definitivo?
-Sí.
-¿Y no me vas a dar ninguna explicación?
-Ya te dije, no quiero seguir con esto, es todo. Por favor, andate.
-Estás loca, Mercy. No entiendo nada, pero por supuesto que me voy, y no me vas a ver nunca más. Nunca.
Richard cerró la puerta de un golpe y sentí que también cerraba la puerta de mi vida. No fue hasta escuchar aquel golpe que supe que había tomado la peor de las decisiones, y mucho, pero mucho peor aún, que no había vuelta atrás.





El hospital de Londres seguía siendo tan viejo y húmedo como figuraba en mis tempranos recuerdos de infancia. Parecía que la guerra aún no había finalizado allí, o que el gobierno no se preocupaba por remodelarlo un poco. Seguramente sería lo segundo.
Cyril debía ser un médico muy importante allí como para que aquel hospital abarrotado tuviera unos metros de espacio para que él pusiera su propia oficina. A otro le hubieran dado una oficina en la vereda.
Pero como todo lo de aquel hospital, la oficina también era oscura y fría, y pequeñita y llena de cajas de medicamentos. Suspiré impaciente, pese al frío me sudaban los dedos, que mojaban el sobre que tenía los estudios que no entendía. Al fin entró Cyril, que parecía no estar sorprendido por verme allí.
-No pensé que algún día volvería a ver a la paciente más porfiada que tuve. –sonrió ampliamente–¿Cómo estás?
-Estoy para no soportar bromas.
-El mismo carácter de siempre…¿Qué te trae por acá? La verdad que la recepcionista me sorprendió cuando me dijo que me buscabas.
-Decile que atienda un poco mejor a la gente, ya que la conocés.
-Sentate. –señaló la silla que estaba detrás de un escritorio, en el que dejé caer el sobre.
-Vine por esto.
-Lo supuse. –hizo una mueca de disgusto, sin dejar de mirar el sobre.
-Mi madre me contó todo, hace un rato.
-Perdón, tendría que habértelo dicho yo, pero pensé que ella siendo mujer y tu madre, le pondría una sensibilidad necesaria para estas cosas, sensibilidad de la que carezco porque soy hombre.
Me miró como para que le dijera algo, pero como no sabía, me quedé callada. Él continuó.
-Por tu cara veo que la noticia no te cayó muy bien…
-¿Y cómo querés que me caiga? La llamé para decirle que me casaba, y me dijo que viniera a verla. ¿Para qué? Para esto. Para decírmelo justo en este momento de mi vida. ¿Por qué no lo dijo antes? Si te soy sincera, pienso que es toda una mentira, no querrá que me case e inventó esto. Pero me dio este sobre y la verdad es que no entiendo nada de lo que dice ahí.
-Ajá. –increíblemente, sacó un cigarrillo de un bolsillo de su guardapolvo y lo encendió–Lo que te dijo es verdad, y ahora pasaré a explicarte estos estudios.–exhaló el humo–Bien, los hicimos pocos días después de que recuperaste la conciencia. Muestran el estado general de tu cuerpo, incluidos el cerebro y el corazón. Todo está perfecto, menos lo último. Un corazón débil, de latido irregular, que además hace que tu presión se dispare o caiga en cuestión de minutos. Resumiendo: sos una bomba de tiempo.
-Genial, me haré terrorista.
Sonrió apenas, agarró otro estudio.
-En su momento los vieron diversos profesionales, y un ginecólogo señaló el peligro que sería que un día quedaras embarazada. Lo consulté con otro y dijo exactamente lo mismo, es algo casi básico, la madre debe ser sana o todo es peligroso. Picos de presión pueden llevarte  aun ACV, como a tu padre. Otro infarto, es lo más probable también. Supongamos que tengas un aborto espontáneo, la pérdida de sangre puede ser letal, y ni hablemos de un parto.
-Qué mierda…-dije luego de un par de segundos.
-Lo siento mucho, Mercy.
Me soné la nariz, guardé los papeles en el sobre.
-Sos doctor, no deberías fumar, ¿no?
-¿Conocés el refrán que dice “Haz lo que yo digo y no lo que yo hago”?
-Qué chanta que sos.
-Así que te casás.
-Con este panorama, lo dudo.
-Con ese chico, ¿no?
-Sí. Ese chico no es tan chico. Y se llama Richard.
Otra vez exhaló el humo hacia arriba, sonrió apenas.
-Está bien, no es chico. ¿Por qué dudás ahora en casarte? Si te quiere, no te dejaría por eso. Yo no lo haría.
-Vamos Cyril, no empieces…
Sonrió con más amplitud y me clavó sus ojos verdes de una forma que me hizo temblar como una hoja. Se cruzó de brazos sobre el escritorio, acercó más su rostro.
-Sólo digo lo que pienso. En caso de que eso ocurra, ya sabés que hay un doctor  en Londres que está feliz de verte otra vez.
-Empiezo a pensar que todo esto es una excusa inventada para que me vieras.
-Ojalá fuera eso. –bajó la mirada–Ojalá te estuviera mintiendo y pudieras tener veinte hijos. Pero no, no es ningún invento.
Me puse de pie y agarré mi maleta.
-Esperá.–dijo él también poniéndose de pie–Ya que viniste, podrías hacerte estos estudios otra vez. Quién sabe, quizás haya mejorado.
-Te aviso que no creo en los milagros.
-No te costará nada hacértelos. La semana que viene te llamaré y te diré las novedades. Puede que no esté todo perdido.
Antes de que le respondiera por sí o por no, ya me estaba llevando por un amplio pasillo en el que las enfermeras iban y venían.
-Este está libre. –señaló un cubículo, me senté en la camilla. –Comenzaremos por un análisis de sangre.
-¿No se hacen en ayunas?
-Vos te callás.
Puse los ojos en blanco mientras él me sacaba sangre, me auscultaba, me tomaba la presión. Después se le ocurrió un electrocardiograma y unos tests boludos para saber si mi cerebro estaba en condiciones. Cuando terminó, me puso en libertad.
-Te llamaré así no tenés que viajar hasta acá. Y por favor, no culpes a tu madre, no hizo nada.
-Justamente porque no hizo nada es que estoy tan enojada.
-Entendela, te lo quiso ocultar para que no sufras.
-Igual estoy sufriendo ahora.
-Tratá de asumirlo. Mercy –me agarró de los brazos, otra vez me dedicó su mirada esmeralda–No hagas estupideces.






-Hiciste una estupidez.
Desvié los ojos de los de Cris, que quemaban, nunca los había visto tan acusadores, tan enojados.
-Lo sé. –respondí apenas.
-Con saberlo no solucionás nada. –se levantó de un salto, comenzó a preparar té–No tenía nada que ver una cosa con la otra, no entiendo porqué le mentiste, ¿no era más fácil contarle la verdad? Lo mataste.
-Lo sé.
-¿Podés parar de decir “Lo sé”? Abrí los ojos, arruinaste todo. Por más que te quiera, no puede perdonarte lo que le hiciste, decirle las cosas así. Le rompiste el corazón.
-Lo s…
-¡No digas “Lo sé”! Basta, hasta aquí llegó mi ayuda, Mercy. No puedo creer que seas tan terca, que te arruines la vida vos misma una y otra vez.
Asentí viendo cómo me temblaban las lágrimas en los ojos. Me puse el abrigo.
-No hagas té para mí. Me voy.
-No, no te vayas ahora, tenés que escucharme.
Me giré para verla, un fuego de resentimiento se encendió en mí, algo desconocido.
-¿Para qué? Me dijiste más que suficiente, sé perfectamente que arruiné todo, no hace falta que me lo recalques en cada frase. Está bien, me equivoqué, siempre me equivoco, hago todo mal, soy así ¡ya no puedo cambiar!
-Claro que podés, la gente cambia. Lo que pasa es que vos no querés.
-¿Y vos qué sabés si quiero o no? Dejá de decirme lo que hago mal, soy bastante grandecita para saberlo y…
-Ey, ey, ey, si te peleaste con tu madre no te la agarres conmigo.
-¿Qué? ¡No estábamos hablando de mi madre! ¡Mezclás todo!
-No grites. Ya sé que no hablábamos de eso, pero veo que querés descargar tu bronca con alguien. Bueno, conmigo no, que te quede claro.
-¡Ahora con ella no se puede hablar porque claro, la señorita perfectita está embarazada y ni siquiera se le puede hablar fuerte!
-Ahh…por ahí venían los tiros. A ver, ¿qué culpa tengo de que esté embarazada y vos no puedas?
-¡¿Y qué culpa tengo yo?! Me cansé, me voy, quedate con tu té, con tu hijo, con tu novio, y con tu familia feliz. No quiero nada de eso.
Caminé rápido, casi dándome bofetadas en la cara para sacarme las lágrimas. Lo que sentía adentro era rabia pura hacia todo el mundo y también mucho dolor por cómo estaba haciendo las cosas. Lo peor, lo enfermante, era que no era la primera vez que me sentía así.





Pese a que mi intención en Londres era la de visitar, aparte de a mi madre, a Grace, no tenía el ánimo necesario para hacerlo. Así que caminé directo a la estación, y cuando llegué una mujer me preguntó si me sentía bien, dándome la pauta de que tendría más cara de muerta que de viva. Saqué boleto para volver a Liverpool y me quedé parada esperándolo, ya tendría tiempo para estar sentada. Quería que llegara pronto, quería volver a mi casa, aunque no sabía bien para qué. Barajé la posibilidad de cambiar el boleto y viajar hacia cualquier otro lugar, para quedarme dos días y estar tranquila y pensar. Pero sentía la necesidad de estar en casa, en esas cuatro paredes que eran mi refugio, con mi cama, y mis cosas. Al fin apareció el tren y esta vez no me dormí, tenía mucho en qué pensar.
Me daba miedo y a la vez mucha pena decírselo a Richard. En un futuro él querría hijos, y no podría tenerlos porque su mujer era una inepta. Y en un futuro quizás yo también querría y no podría. En ese momento no importaría, pero más adelante sí. Tenía el ejemplo de mis padres, que estuvieron a punto de divorciarse por lo mismo hasta que aparecí  yo para salvarles o complicarles aún más el matrimonio por dieciocho años más.
No sabía cómo se lo tomaría y tampoco quería saberlo. Merecía estar con alguien que le alegrara el futuro y no con alguien que se lo amargara, y claramente yo haría eso. No era justo para él.
Me di cuenta que el tren estaba detenido. Bajé la ventanilla, miré a todos lados. El guarda entró vagón.
-Señores pasajeros, hay un pequeño inconveniente, estaremos detenidos aproximadamente media hora.
Murmullos. Quejas. Algunas patadas al piso. Dos bebés llorando. Bebés. Oh, mierda.
Comencé a pasearme por los vagones, no era la única, muchos lo estaban haciendo, incluso bajaban y miraban el campo. Hice lo mismo, maleta en mano, y vi a varios operarios junto al guarda inspeccionando las ruedas. Todo apestaba a combustible, tanto que no prendí un cigarrillo de miedo a que explotara todo. Porque sí, me había comprado cigarrillos.
-Señores –el guarda se acercó limpiándose las manos–lamento decirles que el tren está averiado. Tendremos que esperar a que pase el siguiente.
-¿Y cuándo pasa? –preguntó un tipo.
-En unas seis horas.
-¿Qué? –grité–¿Seis horas acá tirados? ¿No puede venir un mecánico?
-Están de huelga.
-¡Me cago en todo!
Comencé a golpear la maleta contra uno de los vagones. Me miraron como si hubiera enloquecido y sí, tenían razón, había enloquecido.
-¡Me cago en este mundo, me cago en este tren de mierda, me cago en la huelga, me cago en este país, me cago en la reina puta, y sobre todo, me cago en mí! –le di un último golpe y la maleta se entreabrió, cayeron algunas cosas. Las metí y cerré la maleta con otro golpe contra el tren.
-¿Dónde puedo tomar un colectivo?
-La ruta está a dos kilómetros….–el guarda señaló al este, temeroso de que también a él  le diera un maletazo.
-Perfecto.
-¿Va a ir caminando?
-Por supuesto, me da igual que estemos en medio del campo.
Vi que todos habían hecho silencio y me miraban, incluso algunos de los  que estaban adentro del tren se habían asomado.
Caminé tropezando y enredándome con la maleza y las ramas caídas. Un poco de campo no me venía nada mal, me fui calmando más que nada por el silencio que reinaba allí. Me senté sobre la maleta para descansar y otra vez comencé a pensar en lo que haría. Amaba a Richard, no podía obligarlo a no tener una familia. Lo correcto sería decirle la verdad y que él decidiera, sin tenerme lástima, si no que lo hiciera porque realmente lo elegía.


El viento de los autos y camiones que pasaban me despeinaba y aturdía. Luego de un par de minutos parada en la orilla de la ruta, vi que aparecía a lo lejos un colectivo con un cartel que decía “Liverpool”. Hice señas hasta que se detuvo, y me senté en uno de los primeros asientos. Tenía dos largas horas por delante. En la radio sonaba un estrepitoso presentador de música al que el colectivero, negro y gordo, le reía todos los chistes.
-“¡Y ahora tenemos el nuevo número 1! ¡Please please me!
El colectivero subió el volumen y comenzó a silbar y a golpetear los dedos en el volante. Incrédula, me acerqué a él.
-¿Esos son The Beatles?
-Claro que sí, nena. Ey, qué raro que no los conozcas. Son geniales, ¿no te parece?
-Sí, lo son…–no podía creer que en ese día que había viajado, hubieran alcanzado semejante logro. Imaginé el barullo que estarían haciendo en Liverpool.
-Todas mueren por ellos, y yo también, son muy buenos. A la mayoría les gusta el baterista, un enano piojoso, pero bueno, así de raras son las mujeres.
Asentí con una sonrisa melancólica. El presentador interrumpió la canción para decir una bobada  y el colectivero apagó la radio de un golpe.






¿Por qué no le había contado todo? ¿Por qué dije cosas tan horribles? No lo entendía. Quizás el tenerlo frente a mí había hecho que olvidara todo lo que tenía preparado y que sólo me saliera eso, un intento desesperado de que se alejara de mí, que al parecer atraía a la mala suerte. A él la vida le estaba sonriendo, a todos, y a mí no, y eso no lo soportaba pero, ¿era necesario lastimarlo así? Otra vez sentía furia y odio contra mí. Lo había perdido, y sabía que esta vez sería para siempre. Una y otra vez volvía a mi mente, mientras me servía lo que quedaba de la botella, esa conversación que sería la última entre nosotros dos.
Su llegada alegre, que me estrujó el corazón, su intento de besarme y yo corriéndole la cara. Su preocupación, y al fin, mis palabras.
-Te llamé para decirte una cosa, Richard. –cerré la puerta, me planté delante de él –Quiero que nos separemos.
Pestañeó varias veces, seguramente creía que estaba bromeando o que estaba en un mal sueño.
-¿Qué decís?
-Que nos separemos. No quiero seguir.
-¿Eh? ¡Pero si recién empezamos! ¿Mercy, pasó algo? ¿Algo en Londres?  Amor, contame, debe haber alguna razón para esto….Ah, ya sé. Tu madre, ¿no? No le hagas caso, suelen ser así, después cuando tienen nietos se les pasa todo y se olvidan de quién es el yerno.
-No digas eso.
-¿Qué cosa?
-Lo de nietos. No los habrá porque no estaremos juntos. Ya está Richard, seguí con tu vida, yo con la mía, listo. Buscate una chica que te merezca, y que te haga feliz.
-Vos me hacés feliz, ¿por qué me decís esto? ¿Qué te pasó? ¿Es por celos, por la banda, por qué? Mercy si querés dejo todo, pero por favor decime qué pasa.
-Nada pasa, simplemente no quiero seguir, ni casarme con vos, ni nada. Tomá. –me saqué la pulsera que me había regalado, se la puse en la mano.–Terminemos esto de una vez, no quiero seguir.
-¿Pero por qué?
-¡Porque ya no te quiero!
Se hizo un silencio, me tapé la cara,
-No…no me digas eso. Mercy no mientas, siempre me quisiste, y yo lo sé y lo siento.
-Bueno, te quise pero ya no. y no me voy a casar con alguien a quien no quiero. Así que basta, andate.
-O sea, ¿es definitivo?
-Sí.
-¿Y no me vas a dar ninguna explicación?
-Ya te dije, no quiero seguir con esto, es todo. Por favor, andate.
-Estás loca, Mercy. No entiendo nada, pero por supuesto que me voy, y no me vas a ver nunca más. Nunca.
Richard cerró la puerta de un golpe y sentí que también cerraba la puerta de mi vida. No fue hasta escuchar aquel golpe que supe que había tomado la peor de las decisiones, y mucho, pero mucho peor aún, que no había vuelta atrás.



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¡Levante la mano la que pensó que este capitulo es una cosa que no se entiende nada! *todas levantan la mano* Bien, cumplí mi objetivo, que no entiendan. Como ven, me quise hacer la innovadora y escribí así, un capi desordenado porque no veo porqué hay que escribir todo cronológicamente. El resultado me gustó, aunque seguro que me putearon.(Hablando en serio, espero que hayan entendido). Ah, como ven, nuestra protagonista está más loca-rayada-sacada mal, que de costumbre, pero ya saben que la gente tiene sus períodos donde se enloquece más de lo habitual. Después suele pasarse, aunque eso no significa que a Mercy se le pase jajaja. 
Bueno, ahora les deseo un ¡feliz diciembre! Wow, qué rápido pasó este año y yo que quería terminar el fic en el 2014. Sí claro...
Disculpen la tardanza, tuve semanas de parciales y mucho estudio que no me permitieron escribir nada. Y ya les aviso que diciembre es peor para mí, el mes más cansador y al que llego más cansada, pero aún así espero subir otro capitulo, aunque sea antes de que termine el año jajaja.

 Y antes de irme, les presento al famoso Cyril...
Ahora algunas me dirán, "¡Pero boluda, ese es uno de los de ER Emergencias!" y yo les digo "Pero claaaaro, ¿cómo quieren que no sea si estoy re manija con esa serie?" Fuera de joda, yo al personaje lo tenía en mi mente, y hace uno o dos meses, mirando la serie, apareció este tipo y me quedé re pasmada porque es casi IGUAL al hombre que tenía en mi imaginción, salvo porque no tiene ojos verdes, pero bueee, un detalle. Díganme si no da ganas de enfermarse! 
Y dichas todas estas cosas, me retiro. ¡Nos leemos en el próximo capitulo!