26 octubre 2012

Capitulo 45 Nada


-¡Puto Adam Smith, no me interesás vos ni tu estúpida fábrica de alfileres! –cerré el libro de un golpe y me cruzé de brazos, encaprichada. Leer economía era un asco.
Salí al jardín, a disfrutar algo de la nublada mañana. Ese día no tenía clases por alguna razón que ya ni recordaba, pero me había levantado temprano para leer, aunque no estaba dando resultado. Simplemente me la pasaba bostezando mientras el libro intentaba, en vano, enchufar conocimientos en mi dormido cerebro. Noté que el césped estaba alto y que, cuando se dignara a dejar de llover todos los días, tendría que cortarlo, algo que DETESTABA.  El olor a césped recién cortado me daba alergia, me hacía rascar por todos lados. De pensarlo, me hizo picar la nariz.
Sonó el timbre y caminé despacio hasta la puerta, mientras me observaba. No estaba nada presentable como para atender.
Abrí la puerta y no vi a nadie hasta que bajé la cabeza.
-¡Hola! –me saludó Abby mientras se ataba los cordones de un zapato. Después se puso de pie -¿Cómo estás?
-¿Vos no tendrías que estar en el escuela?
-Linda manera de saludarme.
-Jaja, ok, hola. Sí, estoy bien. Ahora decime porqué no estás en la escuela.
-Faltaron unos profesores y me dije “¿Por qué no ir  a visitar  a la loca de Mercy?”.
-Gracias por lo de loca –reí –Pasá, estoy sola.
Entró planchándose con las manos las tablas de su falda.
-¿Estabas leyendo? –dijo al ver el libro sobre la mesa de la cocina.
-Si, ese libro.
-“La riqueza de las naciones” –leyó –Suena bien.
-Es horrible. No es complicado pero.....hay millones de cosas mejores para leer.
-Sí, tenés razón. –dejó el libro sobre la mesa -¿Por qué no vamos a caminar? Al fin no llueve.
-Mmm....-miré el libro e inmediatamente me decidí– Esperá que me arreglo y poco y salimos.


Caminamos sin rumbo fijo hasta que llegamos a una plaza. Ella estaba contándome que todavía seguía peleada con Paul, cuando me quedé “colgada” mirado a alguien.
-¿Qué pasa? –preguntó un poco molesta, ya que no estaba prestándole atención.
-Nada, ese de ahí –señalé con un dedo.
-No señales, es de mala educación.
-Bueno, no señalo. Ese que te dije, creo que es un compañero mío.
-¿Y? –lo miró inquisitivamente, por no decir de arriba a abajo y de costado a costado –Es feo....-dijo cuando terminó de analizarlo.
-No importa –dije otra vez casi sin prestarle atención a su comentario, estaba concentrada deduciendo si era o no era.
-¡No me digas que te gusta!
-¡Shh! Te puede escuchar....No, no me gusta, me llama la atención, pero ni siquiera sé su nombre. Vámonos, qué me importa.
Seguimos caminando, pero continué mirando al chico hasta que cruzó la calle y entró a un negocio.
-¿No viste mas a Richard? –la pregunta me tomó de sorpresa.
-Ehh...no, no lo vi mas.
Y era cierto. Desde la vez que me empapó de pies a cabeza no lo había visto más. Y.....aunque me costara reconocerlo, lo extrañaba.


Estaba en clase de idiomas, con Evelyn y Tamar. Seguían siendo amables y en el trabajo que habíamos hecho en clase nos habían puesto un 9. Cuando llegó la hora del receso, pensé que podríamos ir juntas a comer algo al buffet de la universidad. Sin embargo, Tamar juntó sus cosas, nos saludó, y salió al pasillo, donde unas tres o cuatro chicas la esperaban. Evelyn hizo lo mismo y se fue con otras chicas. Era claro, cada una tenía sus propias amigas en la uni. Resignada, tomé mi portafolios y salí al pasillo, para dirigirme al buffet. Mala idea. No sé porqué, Marcia estaba allí. Y no sé porqué, cada vez que me veía, algo me decía.
-Wells, ¿todavía no te echaron?
-No sé porqué tendrían que echarme....
-Qué horror, venir a la universidad y seguir encontrándome con vos.
Le saqué la lengua y seguí mi camino. Esperaba no cruzármela otra vez.
Recordé que tenía que entregar unos papeles así que fui hasta el Departamento de Alumnos. Grande fue mi sorpresa cuando vi allí a Gabriel. Sí, Gabriel. Los fantasmas de la secundaria me seguían.
-Hola –lo saludé.
-Ah, hola Wells –dijo apenas levantando la vista de unos papeles que llevaba en la mano.
-No sabía que estudiabas acá.
-¿Acá? Ni loco. Estudio en Londres y pronto iré con un equipo de estudiantes a Estados Unidos. Acá no se estudian ingenierías.
-Ahh.....y entonces ¿qué estás haciendo acá?
-Vine por unos trámites.
Lo llamaron desde una oficina y se fue sin siquiera saludarme. Tonto nerd creído y sin vida.


Luego de volver de la universidad me enfrentaba al drama de todos los días: la cocina. Pero como aún era temprano, me senté al piano. Hacía mucho que no tocaba a mi adorado Ernesto.
Llevaba cerca de media hora tocando cuando llegó mi padre. Se alegró mucho de verme haciendo “música”, pero yo me alegré mas de verlo a él. Últimamente estaba animado, contento, entusiasmado....Quizás sería porque ya no peleaba con mi madre, o porque le iba bien en su trabajo. O quizás era porque....no, no. No podía tener otra mujer. Si eso pasaba, me iría de casa, y nadie me detendría.
-Mercy ¿estás bien?
-Ah si, si, papá –salí de mis pensamientos, asustada.
-Te decía que estás tocando bien, pero tendrías que usar mas el dedo chiquito, el meñique.
-Pero....no puedo abrirlo tanto para alcanzar las teclas, duele.
-Práctica hijita, práctica. Hay que usar los cinco dedos. Iré a buscar mi acordeón, toquemos juntos.
-Pero todavía no te bañaste y...
-¡Eso no importa! –dijo riendo mientras subía las escaleras.
Tocamos juntos tanto tiempo que cuando nos dimos cuenta, ya se había pasado la hora de la cena, él no se había bañado y yo todavía no tenia idea de de lo que cocinaría.
Cerró su acordeón, con una sonrisa, y me miró.
-Eso estuvo muy bueno. Emm..... el sábado estoy invitado a una fiesta, a tocar. ¿Querés venir?
-¿A tocar yo también?
-No, no, a acompañarme. No me gustaría que te quedes sola, de noche. Si no querés, no importa, la fiesta es de unos jubilados y seguro te aburrirás. Te entiendo, podés, quedarte a dormir en la casa de una amiga, no hay problema, o sino.....
-Papá, voy a ir –lo interrumpí –No te preocupes. Seguramente estará buena –me sonrió, agradecido. 



-¿Que éste sábado no irás a verme  a mí y a mi super banda por ir con un montón de jubilados?
-John...
-Dijiste que siempre irías a vernos, pero ya nos estás abandonando.
-John...
-Todo por ir a una fiesta de viejos ¡no sabía que te gustaban los viejos!
-¡JOHN!
-¿Qué pasa?
-¡Que me dejes hablar!
-Está bien....A ver que excusas me inventás.
-Dejá de hacerte la víctima –le di un golpe en el brazo
-Mejor vamos a hablar a otro lado –dijo sobándose donde lo había golpeado –Vamos a sentarnos en el cordón de la vereda.
-¡Ay, como en los viejos tiempos!
-No exageres, hará dos meses que no nos sentamos ahí y hablás como si hubieran pasado veinte años.
-Hoy estás imposible Lennon.
Nos sentamos en el cordón, sí, como en los viejos tiempos, aunque a John no le gustara eso.  Compartimos unos cigarrillos.
-Mi papá me invitó a esa fiesta porque tocará allí. Quizás esté aburrida, pero quiero acompañarlo.
-Pero no me verás a mí.
-John ya te vi un montón de veces. Y no sé de dónde sacaste que iría siempre a verte. Cuando empieze con los parciales tampoco podré.....
-Está bien, después te vas  a arrepentir. Matarás por una entrada para vernos, gastarás una fortuna. Y te acordarás de este momento, en que podrías ir gratis.
-¿Gratis? ¡Jamás me regalaste una entrada!
-Pero te la iba a regalar ahora.....
-A otro con ese cuento. Qué casualidad, justo que no puedo ir, vos me regalás una entrada.
Sonrió, pícaro, y me dió un empujón.
-De acuerdo. Después me contás que tal la fiesta. Quien sabe, quizás te enganches a un viejo acaudalado y nos sacás de pobres a todos.
-Si, en tus sueños. Ah, ¿cómo vas con tu nueva casa?
-Genial, con Stu nos llevamos muy bien.
-Claro, con Stu.....
-¿Que? –me agarró la cara y me obligó a mirarlo –Vos....¡vos estás celosa! –se echó a reír a carcajada limpia.
-Dejá de decir estupideces....
-Si, si, ¡reconocelo, estás celosa!
-¡Bueno si! Lo estoy. Te fuiste con él y....si, me molesta. Me es imposible no estar celosa.
-Estos son los inconvenientes de ser tan sexy y atrayente, estoy entre un hombre y una mujer. Próximamente la telenovela “Un hombre, una mujer, y un solo camino”. El camino vendría a ser yo.
-Sos un tarado. Igual, no estoy celosa, sólo un poquito. Stu es un capo, no puedo enojarme con él.
-Mercy y Stu, un solo corazón, se dan un besito y se dic....
-¡Cortala Lennon! Siempre interpretás para la mierda todo lo que te digo.
Siguió riéndose, con una risa idiota que me molestaba. Incluso se acostó en la vereda, mientras se agarraba la panza.  Cuando terminó, se incorporó e hizo algo que no me esperaba y que me descolocó por completo: se sentó, me rodeó con un brazo, me acercó a él, y me dio un beso en la frente.
-No te pongas así, vos sos mi hermanita.
Sonreí, muerta de ternura, y le di un gran beso en la mejilla. Pero eso cortó con toda su dulzura.
-Ay, odio esos besos que das, me llenás de baba –me soltó y se pasó la mano por la cara, para luego limpiársela en el pantalón, todo con gestos exagerados.
-Ey tonto ¿cuándo puedo ir a visitarte?
-¿Que qué? ¿Visitarme, vos?
-Claro.
-Mimi y vos tienen la entrada prohibida.
-¿Por qué?
-Porque....porque.....¡porque son mujeres! ¡Mujeres molestas!
-No quiero imaginarme el despelote que tendrán......Aunque sea dame la dirección.
-Tampoco.
-John, no tenés teléfono, tu tía está mayor. Si le llega a pasar algo, ¿cómo te busco?
-Uff....está bien. –sacó un bolígrafo del bolsillo interior de su chaqueta y me agarró la mano, obligándome a extenderla. En la palma garabateó una dirección.
-Es ahí. Y no vayas a perderla porque ya mismo me estoy arrepintiendo de habértela dado.

Al fin había llegado el viernes, “el mejor día de la semana”, cono muchos le decían, aunque para mí era un ajetreado día mas.
Limpiaba la barra con dedicación, hasta que un estúpido puso sus manos encima. Levanté la vista con cara de asesina, pero no pude hacer nada porque me encontré con la sonrisita de George. Una sonrisita muy alegre.
-Hola bestia –dijo lleno de entusiasmo.
-Hola dientes chuecos. ¿Qué se te ofrece?
-Mmm.....quiero....quiero....¡quiero todo!
-¿Y con qué pagarás?
-Tenés razón......-dijo bajando la vista, pero enseguida volvió a su anterior estado de exaltación -¡Es que el amor me da hambre!
Solté una carcajada y negué con la cabeza.
-No es hambre, son maripositas que tenés en el estómago –dije como si fuera una madre comprensiva –Aparte....¡qué sabrás vos del amor! Si apenas tenés 15....
-Pero me estoy acercando a los 16, y no te hagas la experimentada porque tenés 18, que tampoco sabés nada del amor. Ah cierto, tu amor es Ri....
-¡Callate! –le tapé la boca con la mano y él se rió, para luego morderme -¡Ay! ¡Enano maldito! ¡Me mordiste!
-Si no querés que te coma la mano, dame algo para masticar. Una medialuna auque sea.
Le di una medialuna y una malteada que, con reticencia, pagó. Seguí limpiando bajo su atenta mirada, mientras mordisqueaba la medialuna.
-Estoy enamorado de Juliet.
-Que bien, siempre decís lo mismo.
-Esta vez es distinto. Voy a cantarle una serenata.
-No seas ridículo.
-Vamos,  a todas las mujeres les gusta.
-Bueno.....supongo que sí.
-¿No tendrías que estar estudiando?
-Como cambiás de tema tan rápido. No, hace como tres días que no toco un libro.
-¿Qué es lo que acabo de escuchar? –Cris salió de la cocina, mirándome con severidad.
-Que no estudia –dijo George.
-¿Y se puede saber por qué?
-Cris...¿me va a retar por eso?
-Si es necesario, sí. Tu madre no está, y supongo que te hace falta una autoridad femenina. Y acá estoy.
Bufé. En aquellas épocas, cualquiera que fuera mayor era superior a cualquier menor,  por lo tanto podría retarlo, aunque no fuera de la familia. Era mayor y punto. Así que no tenía derecho a réplica con Cris.
-Decime porqué no estudiás.
-Porque es burra. –dijo George. 
-Estoy hablando con el dueño del circo, no con el MONO –Cris miró a George, que estaba sorprendido por lo que acababan de decirle.
-No estudio porque es aburrido y no me gusta. Por lo tanto, no entiendo nada.
-Si no ponés voluntad, es obvio que no entenderás.
-Ay ¿para qué voy a estudiar si voy a poner una cadena de cafeterías para hacerte la competencia? –dije burlándome.
-Tu puta madre me hará la competencia. Y vos, Harrison, supongo que habrás pagado eso que estás comiendo.
-Por supuesto que lo pagué.
-¡Hola! –todos, asustados, miramos hacia atrás. Allí estaba John, que había entrado por la puerta trasera.
-La puerta de entrada es aquella –señaló Cris.
-Lo sé, pero hacía mucho que no entraba por ésta otra. Cris, vengo a invitarte para que nos veas mañana.
Lo miré, estaba visiblemente sonrojado, y eso me causó gracia. Miré con complicidad a George, que también se reía, hasta que John se dio cuenta y nos hizo un gesto de que nos cortaría el cuello.
-Mmm....mañana no puedo John –respondió Cris, con desilusión –Otro día seguro.
-Ahh....está bien. –se notaba que John estaba algo triste, parecía un nene al que no le dan el caramelo que le han prometido –Le diré a otra persona entonces.
Se quedó un rato mas con nosotros; a los dos minutos parecía que se le había ido la tristeza y estaba riéndose y contando chistes malos. Sin embargo, había algo que no me cerraba. Lo miraba y sentía que esa “otra persona” que había mencionado era alguien que yo conocía. Deseé con todas mis fuerzas que no fuera Marcia.


La fiesta del sábado estaba buena. Eran jubilados del ferrocarril, la mayoría hombres. Al principio pensé que me acosarían, por ser prácticamente la única mujer de la fiesta. O por lo menos la única mujer sin arrugas. Pero me había equivocado. Me trataban como si fuera una mascotita, les llamaba la atención mi presencia ahí.
Mi papá actuó muy bien, todos estaban contentos, y para pedirle canciones, le daban vasos de cualquier cosa: cerveza, whiskey, fernet, grapa.....Mi papá tomó algunos, pero cuando el alcohol comenzó a amenazar la calidad de sus interpretaciones, los rechazó. Y la que los aceptaba era yo.
Salí de la fiesta bastante mareada, algo que a mi padre le pareció chistoso, hasta que le dije que quería dar vueltas carnero en la calle. Eso lo preocupó, y me metió en el auto, mientras yo seguía riéndome sin ton ni son.
En el camino de regreso a casa me reprendió, pero dejó de hacerlo cuando notó que al día siguiente ya no recordaría nada. Así que se rió de las pavadas que le decía, entre ellas, que pintara el auto a lunares. Cuando llegamos, ya casi estaba dormida, pero pude bajarme del auto por mis propios medios.
-Papi, ahora veo lo bueno de ser músico.....hip!
-Si, claro –rió.
-Enseñame a tocar el acordeón.
-No, es un instrumento muy pesado para vos.
-Pero no....si no pesa nada....hip! Pa....quiero un pollito....O un conejito, así, todo suavecito y....hip!
-Por Dios, si te llega a ver tu madre....
-Pa....¿sabés qué? Yo me voy a casar con Richard, ¿te acordás de Richard? Ese petisito, de ojitos así...hip! Ojitos azules y....
-Si, si, ya sé cuál es.....Dejá de decir tonterías...Bueno, por lo menos te agarraste tu primera borrachera conmigo. Quiero pensar que es tu primera borrachera.....
-Si, lo es.....bah, no me acuerdo hip! ¡Mirá, la escalera se mueve! Jajaja
-Espero que sea la primera y la última.....
Me ayudó a subir, y a acostarme, y me sacó los zapatos. Luego de taparme y de decirme que dejara de cantar, dejó en mi mesa de luz un par de aspirinas. No supe para qué las dejó hasta el otro día, cuando la cabeza se me partía al medio.


El lunes llegué con el tiempo justo a clase y me senté donde pude. La clase comenzó enseguida, y tomé apuntes frenéticamente. Tenía que poner voluntad, como había dicho Cris.
-Disculpá, ¿cómo dijo que se llamaba el libro? –sentí una voz detrás mío y miré: era el “morocho interesante”.
-“La extraña derrota”. El autor es Bloch.
-Ah, gracias. –dijo con una sonrisa y siguió escribiendo.
La clase estaba finalizando cuando la profesora dijo si alguien tenía alguna duda o inquietud.
-Yo –escuché detrás mío.
-Decime tu nombre, sólo tu nombre -dijo la profesora, con amabilidad y simpatía.
-Friedrich.
-Ajá. –pensé.- Así que éste morocho se llama Friedrich. Sigue siendo interesante –sonreí para mis adentros, y mordí la punta de mi bolígrafo.


*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Puaj, perdonen el capitulo este que me salió tan mal. En realidad me gustó escribirlo, pero ahora que lo releí me parece una mugre. Hasta el título, no sabía qué nombre poonerle y le puse "Nada". Bueno, tomenlo como arte conceptual (?) XD
Pattie! aquí estas! Si, Pattie es Abby, porque por....problemas, ahora Abby es ella y ella es Abby jajaja.
Juli vos leés ésto primero y después el capitulo? Que cosa tan mas rara XD Bueno, cada cual con sus costumbres. Ah, y George te va a enamorar toda.
Cris vamos a la casa de Shuman XD
Jane!!! tendría que haber empezado con vos, porque HOY ES EL CUMPLEAÑOS DE JANE! Así que quiero que la saluden, es una orden! jajajaja
Bueno, mejor me voy y dejo de decir pavadas. Buena semana para todas :)

P/D: se acuerdan de la trenza? Me la corté. (Ah a quien le importaba jajaj)

19 octubre 2012

Capitulo 44 Nuevas personas.


Era domingo, y ya estaba anocheciendo. Literalmente estaba tirada y abandonada sobre el sofá, en pijama, despeinada mas que de costumbre y mirando televisión, si se podría decir que la estaba mirando. Masticaba una manzana con desgano, mientras miraba la pila de libros sobre el piso, libros que debía leer. Dejé de mirarla para mirar mis pies y sus lindas mediecitas rayadas. Me recosté aún mas en el sofá, con un brazo colgando, hasta que me harté de la presencia de esa pila de libros y le encajé una soberana patada. Estaba mal patear libros, pero esos se los merecían  por aburridos. Luego volví a mi anterior estado, casi de hibernación.
El programa que estaba mirando hizo una pausa y comenzó la publicidad. Me encargué de refutar cada afirmación sobre las virtudes de los productos que intentaban vender. “La nueva crema antiarrugas con su exclusiva fórmula...” anunciaba una feliz locutora. “Son todas iguales”, contestaba yo. “Una gotita de lavavajillas rinde todo el mes” “¿Como van a ser tan pelotudos de creer eso?”. “Dígale adiós a la sensibilidad dental” “Mentira”. “¿Se le cae el cabello? ¡Aquí está la solución!” “Chupame el juanete”.
Para darle mas firmeza a mis respuestas, le arrojaba cascaritas de manzana al televisor. Cuando la publicidad terminó, me revolví el pelo mas de lo que lo tenía, y canturreé una canción recién compuesta por mí, titulada “Andate al carajo”, dedicada al locutor del programa, que me prometía a mi y a todos los que lo miraban, un millón de dólares.
No hace falta decir que mi estado era de una deplorable pereza. Y las razones eran las siguientes: hacía un tiempo horrible, mi padre se había ido a pasar la tarde con sus compañeros del trabajo, yo estaba podrida de leer textos inentendibles, y.....John. Me sentía una lacra humana. Lo había tratado muy mal; en vez de alegrarme por su independencia, lo mandé al diablo. Todo porque supuestamente estaba sola. Si seguía comportándome así era obvio que terminaría mas sola que indio malo.
Me acomodé en el sofá, mirando al techo, y cruzé los brazos sobre mi pecho. Debía arreglar el desastre que había hecho, pero ¿cómo?. John estaría enojadísimo conmigo, y con razón, y que me perdonara era algo difícil. Cuando estaba en sus trece, no había forma de que dejara su posición.
Suspiré, y otra me revolví el pelo, nerviosa. El teléfono comenzó a sonar, sacándome del modo “lechuga aburrida de huerta”. Con total lentitud, lo miré y me senté, esperando a que se cansaran y dejaran de llamar. Pero la porquería seguía sonando, así que busqué mis desparramadas pantuflas, me las puse y caminé arrastrando los pies hasta el aparato. No quería atender, pero con tal de que dejara de sonar lo haría.
-Hola....-mi voz salió mas pastosa de que imaginaba.
-Hija, ¿estás bien?
-Ah mamá....si, estoy bien, sólo haraganeaba en el sofá.
-¿Cómo está todo?
Sonreí, apenas había pasado un día desde su partida y ya pensaba que estaba muriendo de hambre y con la casa llena de ratas y mugre.
Cuando terminó de darme recomendaciones y colgué, llegó mi padre, sonriente y con un paquete blanco en las manos.
-¡Hola! –saludó –no te preocupes por la cena, la acabo de comprar –abrió el paquete sobre la mesa, y se descubrió un pollo dorado, rodeado de ¡papas fritas!.
Enseguida cenamos, mientras charlábamos de lo que veíamos en la tele. Hacía mucho tiempo que no hablaba tan largo y tendido con él, y esperaba que eso se repitiera todas las noches.


El martes llegó y con él mis ganas locas por ir a clases de guitarra. Salí temprano y caminé rápido, movida por la ansiedad. Llegué mas de diez minutos antes de la hora convenida.
-Hola Mercy –saludó la mamá de George.
-Hola señora Harrison. ¿Cómo está?
-Bien, pasá. George está en la cocina con una compañera.
-Uhh....llegué muy temprano....
-No te preocupes, vení.
Seguí a Louise hasta la cocina y, efectivamente, George estaba allí, charlando animadamente con una chica. Sobre la mesa tenían unos libros y carpetas abiertos.
-Perdón, vine temprano.....-le dije cuando me miró, molesto.
-No hay drama, Mercy –lo miré. ¿Me había llamado por mi nombre?
-Yo ya me estaba yendo....-dijo la chica tímidamente, mientras cerraba una carpeta roja.
-Permítanme que las presente –otra vez miré al pequeño, estaba extrañamente amable –Mercy, ella es Juliet, mi compañera. Juliet, ella es Mercy, mi alumna de guitarra.
Entendí porqué tanta amabilidad y el llamarme por mi nombre. La chica que tenía ante mí era la que le gustaba a George, y para él sería poco elegante llamarme “bestia” delante de ella.
-Un gusto –la chica sonrió.
-El gusto es mío.
-Ah Juliet, tengo que devolverte el libro de matemáticas, esperá que voy a buscarlo, ya te lo doy –George salió como un rayo y subió las escaleras.
Las dos nos quedaos solas. La miré, mejor dicho, la analizé. Era tímida, pero muy linda, de ojos verdes y cabello castaño claro. Por lo tanto, no era necesario preguntarse porqué George estaba babeándose por ella. La chica tenía con qué.
Decidí cortar el silencio incómodo, y de paso “hacerle la pata” a mi profesor.
-Así que sos Juliet, George me habló mucho de vos.
-¿En serio? –sonrió, y podría decirse que se había puesto colorada. Bien, eso era un buen indicio.
-Si, si. Sos nueva en la escuela, ¿no?
-Sí, llegué hace poco, por suerte todos son muy amables. No sabía que George daba clases de guitarra.
-Emmm...sí, bueno, yo soy su única alumna, prácticamente lo obligo a darme clase. Pero es buen profesor.
-Ah, yo también toco la guitarra. Y el saxo.
Abrí grande los ojos, una no se cruzaba todos los días con chicas que tocaban el saxo.
-¿¿¿De verdad???
-Sí –rió ante mi expresión.
-¡Volví! –gritó George con un libro en la mano –Gracias, pude hacer la tarea.
Ja, George haciendo tarea. Eso era algo que sólo el amor podía lograrlo.
Juliet juntó sus cosas y me saludó amablemente. Antes le dije que quería escucharla tocando el saxo algún día.
Cuando el pequeño Harrison cerró la puerta, dió un grito.
-¡Biiiieeen! ¡Gracias bestia! ¡Gracias totales!
-Veo que funcionó lo de las tareas
-No igual a lo que me dijiste, sino mejor. Yo no falté, faltó ella. Y vino exclusivamente a MI casa. Hablando en serio, creo que le intereso –lo dijo con una carita soñadora que daba ganas de estrujarlo todo.
-Ay, mi chiquito ya se enamoró del todo –le palmeé un hombro. Quería contarle lo que había deducido de Juliet, pero me contuve, no quería ilusionarlo tan rápido, quizás eran sólo suposiciones mías.
Al fin se dignó a darme clase, aunque fuimos pasando sucesivamente del cariño al enojo, y sus “bestia” tuvieron gran variedad de tonos.
Cuando al fin terminamos, decidí volver caminando a casa. Necesitaba moverme un poco, además de que quería pensar tranquila alguna solución para el tema de John. Ese mismo día, de mañana, lo había visto entrando a la casa de Mimi, y me quedé espiando por la ventana. Cuando salió, ni siquiera se volteó a mirar mi casa. Era evidente que estaba enojado.
-¡Mercy! –busqué con la vista a quien me había llamado y me encontré a Paul, con cara de preocupado.
-Macca –le saqué la lengua, como de costumbre, pero él apenas si sonrió. -¿Pasa algo?
-Mmm....sí. Peleé con Abby.
-Oh....a eso se debe tu cara de chivo enfermo
-No me jodas.....Es algo serio.
-¿Por qué pelearon?
-Celos.
-Eso te pasa por mujeriego.
-Celos de ella no. Celos míos.
-Encima de mujeriego, posesivo. Vas mal McCartney.
-¡Es que hay un vecino de ella que me tiene harto! “Hola Abby” “Chau Abby”. Se pasa.
-Estúpido, sólo la saluda, es el vecino. ¿Cuantos años tiene?
-Que se yó, como 40.
-¡James Paul McCartney, sos un tarado de competición! ¡No podés estar celoso porque un vecino de 40 años saluda a tu novia!
-Un momento, ¿cómo sabés mi nombre completo?
-Me lo dijo Abby.
-Como sea.....¿Vos decís que estuve mal por pelearme por eso?
-Si. Es claro que si. Bueno chau, me voy –di media vuelta.
-¿Viste que John se mudó? –su pregunta me hizo detener.
-Si, ya sé.....-contesté con un sombrío tono de voz.
-Ey....pareciera que no estuvieras contenta....¡al fin no vive mas enfrente de tu casa! –rió.
-Es que no lo estoy. Peleamos, mejor dicho, cuando me enteré de su mudanza, le dije de todo. Y ahora, seguramente no me puede ni ver.
-Ohh....es raro, no dijo nada.
-Seguro, debe odiarme. Adiós –otra vez me giré y eché a andar. Pero Paul me alcanzó y caminó a mi lado.
-Mirá, conozco a John y cuando está enojado se pone intratable. Pero te digo que si querés hablar con él, lo hagas rápido. Si es posible mañana.
-¿Mañana?
-Si. Verás.....todos estamos bastante contentos.....pese  a todo. –las dos últimas palabras las dijo con cierta tristeza. –Mañana tenemos una audición.
-¿De verdad? –pregunté llena de sorpresa, y también, para qué negarlo, alegría.
-Así es. John está muy entusiasmado, bueno, todos lo estamos. Por eso te digo que hables con él.
-Ok, gracias Paul, de verdad, sos un capo. Y por lo de Abby no te preocupes, esas cosas se solucionan siempre, por ejemplo, no siendo TAN celoso.
-Je, tenés razón. Ay, nunca pensé que te daría la razón en algo algún día.
-Ya ves, soy una sorpresa en tu vida –los dos reímos y nos despedimos.


Al día siguiente, la cafetería estaba llena. Cris atendía y yo estaba encargándome de la limpieza cuando levanté la vista y me topé con Stu, sonriendo ampliamente.
-¡Stu! ¡Que raro tan temprano por acá!
-Ibamos a la escuela, pero antes quise comprar un refresco.
-¿Ibamos?
-Claro, John y yo. Está afuera, no quiso entrar. Anda un poco raro.....
Tragué saliva y las palabras de Paul vinieron a mi mente. Era el momento justo.
-Stu, agarrá todos los refrescos que quieras, no te preocupes. Tengo que hacer algo –me quité el delantal y se lo arrojé, dejándolo desconcertado.
Cuando abrí la puerta no vi a nadie en la calle, hasta que doblé la esquina y me encontré  a John prendiendo un cigarrillo.
-John –dije despacio, acercándome.
La mirada que me dio me dejó descolocada. Nunca me había mirado así, con ojos tan indiferentes y fríos.
-Ah, sos vos –dijo luego de exhalar el humo. Miró hacia la calle.
-John...yo......estoy muy arrepentida por todo lo que te dije. Estaba dolida por otras cosas y....me las agarré con vos, lo reconozco. Quiero pedirte perdón.
-Ya lo estás haciendo –seguía mirando la calle y los autos que pasaban, como si nadie le estuviera hablando. Tomé fuerzas para seguir.
-Sí, lo sé, lo estoy haciendo. Pero quiero saber si vos me perdonás.
No contestó nada, sólo siguió fumando. Apreté los dientes para no ponerme  a llorar y terminar armando una escenita barata. Ya estaba decidiendo irme de allí, en vistas de que no me contestaría, cuando lo vi que apenas giró su rostro.
-Me dolió mucho lo que me dijiste.
Calló. Al parecer, sólo diría eso.
-Por eso te pido perdón. De verdad, estoy mal por esto y....
-No terminé –me cortó –Me dolió mucho, y cuando me acuerdo me pongo mal. Pero....bueno, también entiendo que estabas mal por lo de tu mamá y esas cosas.....las mujeres son un poco locas y pueden tener esas reacciones.
Sentí alivio, que me dijera eso significaba que tan enojado no estaba, me entendía.
-Pero no sé si pueda perdonarte así como así –las fuerzas me flaqueron al escuchar eso.
-John.....por fav.....-me interrumpí a mí misma cuando vi que sonreía.
-Venga, terminemos con esto de una vez –se acercó a mí –Te perdono. Listo, todo arreglado.
-¡Johnny! –levanté los brazos, para abrazarlo, pero él me detuvo.
-No, no, no ¡estamos en la calle!
Reí, porque él odiaba las demostraciones de cariño, y mas estando en un lugar público. Sin embargo, no pudo librarse de un sonoro beso en la mejilla.
-Ay ¡no hagas eso! Vamos, no te comportes como una hermana loca.
Sonreí. Me había dicho “hermana”. Señal de que todo había vuelto a la normalidad.
-Perdón por la tardanza –Stu volvió con dos botellas de jugo –Quise hacerte caso, me dijiste que agarrara todo lo que quisiera pero Cris me pescó y tuve que pagar.
-Este no sirve ni para robar –John negó con la cabeza y abrió una botella –Bueno hermana, deseame suerte, hoy tenemos....
-Si, una audición.
-¿Cómo lo sabés?
-Yo siempre sé todo, querido.
-John, ya es tarde –Stu lo empujó.
-Nos vemos hermana –saludó.
-Nos venos hermano –respondí yo, aliviada y feliz.



Esa misma noche, luego de volver de la universidad, miraba con impotencia la heladera. ¿Qué carajo iba a cocinar? Saqué dos tomates. Los miré. Me miraron. Ninguno de los tres sabía qué hacer.
Los puse sobre la mesada cuando sonó el timbre.
-Hola señor Quarrymen –saludé cuando vi que era John.
-Olvidate del Quarrymen. Ahora somos Johnny & The Moondogs.
Largué una carcajada, mezclada con escupidas de saliva.
-Ese es el nombre mas ridículo que escuché –dije todavía riéndome.
-En la audición lo cambiamos, ya nadie va a Quarry Bank, no tiene sentido. ¿Tan malo es?
-Malísimo. ¿Y cómo les fue?
-Ehh.....digamos que.....bien –se rascó la cabeza –Ya sabés, el “después los llamamos”.
-Uhhh.....¡John! –grité sobresaltada- ¡Tu ojo!
-Ay si....¿se ve mal?
-¡Estuviste peleando! ¡Lo tenés negro!
-Ellos se las vieron peores. Pendejos tarados.
-Entrá, te voy a poner hielo.
-No hace falta, ya me voy, mañana estará bien...
-Que no, vos entrás.
De mala gana y protestando, me siguió hasta la cocina y se sentó en la mesada.
-¿Y esos tomates?
-No sé qué hacer con ellos –respondí mientras ponía hielitos en una bolsita.
-Hacé tomates rellenos.
-Ah, que buena idea
-Je, soy todo un chef. ¡Ayyy! ¡Eso duele! ¡Y está frío! –gritó cuando le puse los hielos sobre su ojo.
-No seas nena, Lennon. Las mujeres tenemos que parir y no nos quejamos tanto.
-“Tenemos”. Yo nunca te vi con un bebé. Y dame eso, me lo voy a poner yo –me quitó la bolsa y se la colocó, mientras seguía quejándose y yo seguía mirándolo con cara de reprobación.
-No vuelvas a pelarte por ahí. Otra vez te puede ir peor.
-No me pueden hacer nada, son unos maricas.
-Esta vez te dejaron el ojo así, que yo sepa, los maricas no pegan así.
Sonrió y me tomó una mano, cosa que me sorprendió.
-Qué suerte que te recuperé, loca desquiciada.
-Otra vez te pido perdón....
-Ya te perdoné, pero nunca mas otra pelea. A la próxima te pego.
-Uy si, qué miedo.
-Te aprovechás porque sabés que yo no podría pegarte. Hablando de otra cosa, ¿cómo va la uni?
-Ehh...digamos que.....bien.....-me rasqué la cabeza, como él.


Y sí, digamos que en la uni me iba.....bien. Mi padre me había dicho que haría amigos enseguida, y la realidad era que éramos como cuarenta extraños compartiendo materias y no dirigiéndonos la palabra, sólo escrutándonos con la mirada. Eso me consolaba, no era la única a la que le pasaba.
Era una aburrida clase de idiomas cuando la profesora pidió que se formaran grupos de tres integrantes. Todos la miramos espantados. Había llegado la hora de socializar.
Miré alrededor mío y dos chicas que estaban tan solas como yo me hicieron señas de que me uniera a su grupo.
-Hola –las saludé cuando llegué hasta ellas con mis libros.
-Hola –saludaron las dos.
-¿Cómo se llaman? –pregunté sentándome frente a ellas.
-Yo, Evelyn –dijo una, de cabello negro y algo gordita.
-Yo, Tamar –dijo la otra, de cabello aún mas negro y sonrisa amplia. -¿Y vos?
-Mercy.
-Bien, ¿qué hay que hacer? –dijo Evelyn, mirando las consignas.
Trabajamos juntas el resto de la hora, eran simpáticas y amables. No sé, me pareció que podríamos llegar a ser buenas compañeras.
Por eso, cuando volví a casa estaba satisfecha, y mas cuando vi a mi padre intentando cocinar.
-No tengo idea de cómo seguir con esta sopa –dijo cansado, mirando una olla.
-Jajaja, tranquilo, dejámela a mi.
-¿Cómo te fue?
-Bien, al fin  hablé con alguien. Dos chicas.
-Te dije, con el tiempo vas a tener un montón de amigos ahí.


Ya era viernes, y por querer peinarme decentemente, llegaba tarde. Cuando entré al aula, a clase de una materia ESPANTOSA llamada Historiografía, todos estaban sentados, tomando apuntes. Con bastante vergüenza, me senté donde pude y saqué mi cuaderno y el bolígrafo. La clase ya estaba empezada, por lo tanto no entendía nada y por lo tanto no anotaba ni una letra. Miré a mi alrededor: algunos comían caramelos, otros miraban por la ventana, otros intentaban no dormirse, y unos pocos escuchaban atentamente, en el banco que estaba a mi derecha, había uno de esos. Parecía un chico alto, con una remera negra, y muchos rulos. Además, un perfil perfecto.
-Interesante –pensé.
El pibe en cuestión levantó la mano e hizo una pregunta que me resultó inentendible. La profesora sonrió.
-Muy buena pregunta, morocho.
Todos rieron, menos yo. Morocho me recordaba a morocha, y morocha me recordaba a una persona. Volví a mirar al chico en cuestión, que ahora escuchaba la respuesta de la profesora, mientras el resto del alumnado volvía a su letargo.
-Morocho. –repetí –Interesante.


*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Ojo al piojo. Eso es todo lo que voy a decir sobre el capítulo.
Ahora si: Hoooolaaaaaa!!!!!! Como están? Perdonen la tardanza, ya ni les cuento a qué se debe porque ya saben: la uni. Jajaja
Juli! Apareciste! Espero que te guste tu personaje ;)
Ah, Pattie, con vos necesito hablar, agregame al face o al twitter o dejame algo para contactarte. 
Y este capitulo se lo quiero dedicar a Vicky, que anda un poco mal. Por qué? Por la UNI!  No, si esa institución nos va a matar  a todos XD
Bueno, me despido, saludos a todas!!!!

05 octubre 2012

Capitulo 43 Separaciones


El calor, ver que el resto de las personas seguían disfrutando sus vacaciones, los trabajos prácticos aburridos y carentes de utilidad y sobre todo, las molestias que me causaba Marcia, hicieron que ese mes pasara con una lentitud exasperante. Además, me estaba enfrentado a dos separaciones: la de mis padres, y la mía, porque me separaría de  mi madre. Pronto se iría a Londres, ni bien yo empezara a cursar las primeras materias de la carrera, si lograba entrar.
-Aspirantes, comenzaré a repartirles la hoja del examen –la voz y el anuncio de Rotswood me sacaron de mis pensamientos.
Recibí la hoja con un texto corto y debajo, unas veinte preguntas. Una hora y media después, entregué la hoja, completamente segura de que pasaría, porque había sido muy fácil. Era raro un examen de ingreso tan simple.
Cuando salí al pasillo, luego de entregar el examen, me recibió la voz chillona de Marcia.
-Afuera te está esperando tu papito –rió histéricamente, y simplemente la ignoré, porque si le prestaba algo de atención, sabía que terminaría golpeándola. Por alguna razón, Marcia estaba mas insoportable que antes, mucho mas bruja. Siempre tenía algo para decirme.
En efecto, mi padre estaba fuera del edificio, esperándome en el auto bajo una lluvia torrencial. Corrí y subí rápidamente, tratando de no mojarme demasiado.
-Salí antes del trabajo y vine. Compré biscochitos.
Me lanzé  a comer como desesperada, a la vez que él encendía el auto.
-¿Cómo estuvo el examen?
-Fue una estupidez –respondí con la boca llena –Voy a poner música –prendí la radio y comenzé a cantar y a agitar los brazos, desparramando migas de biscochos por todos lados, mientras mi padre reía. A él no le importaba que le ensuciara el auto, y eso era una bendición.


Tres días después, los resultados estaban. Caminé lentamente, para disfrutar el fresco de la mañana, ya que no tenía ningún apuro en llegar. En el hall, un montón de aspirantes se apiñaban frente  a los pizarrones para saber si habían dejado su condición y habían pasado a ser “estudiantes”. Me acerqué y comenzé a buscarme en los listados, aunque no veía bien por la cantidad de gente,.
-¡Si! ¡Un 8! –escuché que Marcia gritaba. Luego me vió y se acercó –Wells, tu nombre no está, aún no han corregido tu examen.
-Ah, gracias por decirme. –le sonreí.
-Ojalá sigas siendo aspirante –dio media vuelta y se fue, seguida de un séquito de babosos.
Esperé unos diez minutos hasta que apareció un hombre gordo y calvo, y colgó un papel, con apellidos desde la T a la Z. Un montón de apellidados con esas letras nos abalanzamos sobre el papel, y enseguida me encontré. Un precioso 8 brillaba junto a un “estudiante”. Oficialmente, había ingresado a la carrera.

Cuando caminaba de regreso a casa me sentí feliz. Lo había logrado. Aunque...algo me decía que no todo estaba bien. Quizás fuera lo de la separación.....
No sé qué les había pasado a los habitantes de Liverpool  en esos días. Creo que, para despedir el verano, se les había ocurrido comenzar a lanzarse agua. Sí, agua. Casi todas las tardes, un montón de chicos, y no tan chicos, se vaciaban encima baldes, jarras, fuetes, o lo que sea, llenos de agua. A veces, la ligaba un pobre infeliz que no tenía nada que ver.
Como es obvio, John estaba prendido en esa locura. Él y todos sus amigotes, y también las chicas, vivían jugando. Yo rezongaba, pero lo hacía porque en realidad los envidiaba profundamente. Quería largar mi puesto en la cafetería, o la aburrida tarea, y correr con un balde lleno de agua en la mano y zampárselo a cualquiera. Pero no podía, y eso causaba la risa de todos con un “Ay, la universitaria no puede jugar porque está estudiando”.
Bueno, había quedado en que regresaba feliz (o quizás no tanto) a mi casa. Sólo llevaba un bolsito marrón, de cuero, y el vestidito de flores, hecho por mí. Me pareció raro que nadie anduviera jugando, teniendo en cuenta que ya era mediodía, la hora en que empezaba “la guerra”. Me enteré que esa guerra ya había empezado y que yo estaba en medio del campo de batalla cuando sentí cómo se me empapaba el pelo, la espalda, las piernas....todo.
-¡¿Quién fue el pendejo que me mojó?! –grité furiosa, mirando a todos lados, buscando al culpable.
-Pe...perdón, pensé que eras otra chica....-ante mí tenía a un ¿arrepentido? Richard, con un balde rojo en la mano. Y también tenía ante mí a un montón de vagos que se mataban de risa.
-Hermanita, creo que por acá quedaste seca –sin darme tiempo a nada, John vació sobre mi cabeza una jarra de agua.
-¡¡¡JOHN!!! –grité, antes de lanzarme sobre él, y tratar de derribarlo. Sin embargo, no lo logré, él tenía mas fuerza, a pesar de estar descostillándose de la risa.
Me miré. Literalmente, me habían bañado.
-Morocha, perdoname, de verdad pensé que eras otra chica, pensaba que eras Abby, porque ella tiene un vestido parecido. Uy, ¿no te habré mojado las cosas de la universidad? –miró mi bolsito.
-No, no....-contesté apenas, mirándolo.
-Ah qué suerte, si hubiera sabido que eras vos no....-no sé qué mas dijo porque otra vez, para mi desgracia, me había “estupidizado” mirándolo. Y es que él también estaba empapado de pies a cabeza y....bueno....¿para qué mentirles? Mi instinto sexual adolescente se había despertado y debo decir que Starkey se salvó de que lo arrinconara ahí mismo porque era pleno mediodía y había un montón de idiotas mirándonos y riéndose. Porque si hubiera sido en otro momento, estoy segura que ninguna de mis dudas, miedos y vergüenzas me hubiera detenido.
-¿Estás bien? –me preguntó John
-¿Eh? ¿Eh? Ah si, si. –mierda, se notaba demasiado mi embobamiento –Ah Richard, si, si, te perdono. Pero no se van a salvar de mi venganza –di media vuelta y corrí hasta mi casa, ya que no estaba nada lejos.
Abrí la puerta, arrojé el bolso y me descalzé.
-¡Mamá! ¡Papá! ¡Me saqué un 8! –grité, para informar. Cerré la puerta y volví al jardín delantero, de donde tomé un balde abandonado, y lo llené con agua.
Corrí por la calle, descalza (no había ningún peligro de que se me clavara nada) y llegué hasta el grupo de idiotas, que charlaban. Desde lejos, para que les tocara a todos, les arrojé el agua. Por supuesto, reaccionaron, y la guerra volvió a comenzar. Por única vez, pude jugar, corriendo y llenando el balde donde encontraba un lugar, bañando a todos y huyendo de quienes querían mojarme.
Con el fin de hacer enojar  a John, Pete Shotton comenzó a gritarme obsenidades.
-Volvé  a tu casa
-Pero John...
-Volvé a tu casa si no querés que le rompa la cara a Pete.
-Lo hace para que te enojes –reí, y lo salpiqué
-Sí, lo hace por eso, y porque.....¿no te viste?
-¿Qué tengo?
-Ese vestido....es muy liviano y.....¡se te nota todo mujer!
-Uy, qué bueno.
-No es bueno, ¡todos te están mirando!
-Si, todos –me cruzé de brazos –menos Richard.
-Mas le vale  a ese que no te mire. Andá a tu casa a cambiarte.
-Pero si vuelvo ya tengo que quedarme a almorzar, y después ya no puedo, tengo que ir a trabajar.
-No me importa, vos te volvés.
Tomé mi balde con bronca y me fui sin saludar. Me molestaba cuando John se convertía en un hermano celoso y sobreprotector.
En casa, me esperaba el mismo regaño de John, pero dicho por mi madre. Que las chicas no deben jugar a eso, que es un juego de brutos, que mi vestido no era apropiado, que se me notaba todo, que qué habrán ducho las vecinas.....Un montón de pavadas que no me importaban, porque yo me había divertido mucho.



Una semana después, llegó el momento de comenzar mis clases como estudiante. Esta vez, ya no envidiaría a nadie, porque también empezaban las clases el resto de los chicos. Iría todos los días, de tarde, excepto los martes. Por lo tanto, Cris cambió mi turno en la cafetería, ahora me tocaba ir de mañana, y eso hacía que todos los días me ganara unos cuantos retos por llegar tarde. Pero era que no podía despegarme de la cama.....Por eso, Cris se encargaba de terminar de despertarme con unos cuantos gritos.
La primera clase que me tocó era de una materia descripta por los estudiantes avanzados como “el filtro”. La mayoría dejaba la carrera ni bien empezaba por culpa de esa pesada materia, pesada bibliografía y pesados profesores. Se llamaba “Taller de Introducción  a la Historia”. Al parecer, en la universidad tenían una fijación con los “talleres”, ni que fuéramos mecánicos. Los profesores eran  dos viejos decrépitos, uno que vivía fumando en pipa y la otra una rubia estrafalariamente vestida, apodada “la desgracia burguesa”.
Si había pensado que estas materias serían entretenidas, me había equivocado de plano. Lo que nos pedían eran inentendible y hablaban como si ya supiéramos todo. Sin embargo, me esforzaba al máximo para entender aunque sea diez minutos de las cuatro horas que duraba la clase.

La tarde del martes, mi día libre, me encaminé hacia al casa del pequeño Harrison. Si pensaba que se libraría de mí, se equivocaba.
-¡Bestia! –saludó al abrir la puerta. Evidentemente, George ya había olvidado mi nombre, para él sólo era “bestia”, y lo decía en cualquier momento, no sólo cuando se enojaba.
-George, venía a preguntarte si....
-Vení, vení, sentate –me interrumpió, sentándose en el umbral de la puerta –No te hago pasar porque hay unas tías molestosas de mi mamá, charlando.
-Bueno, perfecto –me senté  a su lado –Quería pre....
-¡Tengo que contarte algo! –asentí, escéptica. Estaba empeñado en interrumpirme.
-Vos dirás.
-¿Te acordás que ese sábado que fuiste a vernos, yo dije que vendría una chica nueva? –iba a contestarle “si”, pero él no me dejó –Bueno, la chica ¡es mi compañera! Y vive cerca, en la casa que era de Isabella, y se llama Juliet ¡y es preciosa! Y se sienta cerca mío, y tiene pelo castaño, y es un poco alta ¡y me encanta! –no sé quién lo apuraba, pero estaba muy verborrágico y ni respiraba –Ahh.....como me gustan las mujeres.....-dijo, al fin tomando aire.
-¿Terminaste?
-¡Si!
-¿Puedo hacer una pregunta?
-Claro.
-¿Por qué me contás todo esto?
Pareció quedar desorientado, y comenzó a sonrojarse.
-Ehh....bueno, digamos que.....vos me ayudaste con las otras chicas y.....necesito algún consejo, y sos la única mujer que conozco que me puede ayudar.
-¿Para qué? Sos tímido,  ni te animarás a hablarle.
-Wells, no me subestimes. Yo con una mirada, ya las tengo a todas a mis pies.
-No puedo creerlo, sabés mi apellido. Y por favor, dejá de desparramar humildad.
Rió un poco y me miró, expectante.
-Dale, dame un consejo.
-Dijiste que con mirarlas ya está.
-Si pero....igual, necesito alguna excusa para acercarme.
-Ay qué sé yo, faltá y después pedile las tareas.
-¿Y si justo ella también falta?
-Puta que optimismo tenés. Si ella también falta usá tu imaginación –le golpeé la frente con un dedo –Sacá un tema de conversación en base a eso.
-Mmm...voy a probar. Gracias. –se puso de pie y quiso entrar a su casa.
-Ey, ey, ey, ey que pasó que pasó vamos ahi.....No huyas así, que yo no vine nomás para escuchar quién te gusta. Quiero que me vuelvas a dar clase.
-Uffff.......-se sentó otra vez
-Perfecto,  buscaré otro profesor que tenga mas ganas. Vos te perdés el dinero.
-¡Está bien! ¡Está bien! Seguiré siendo tu profesor. El martes que viene vení con Violeta.


El sábado me levanté llena de congoja. Bajé las escaleras y vi junto  a la puerta las maletas y bolsos de mi madre. Pasado el mediodía, tomaría el tren que la llevaría a Londres de donde, seguramente, nunca regresaría. Por mas que me quedara con mi padre y en Liverpool, donde había elegido vivir, separarme de mi madre significaba que me separaran una parte de mi alma. Está bien, nunca tuve una relación muy estrecha con ella, pero eso no significaba que no me doliera saber que se iba. Normalmente, a mi edad, eran los jóvenes quienes se iban de la casa para estudiar o trabajar, no las madres. Pero bueno, mi vida siempre iba a contramano.
Desayunamos juntas, y para el almuerzo vino mi padre. Después, cargamos sus cosas en un taxi y luego de que se despidiera brevemente de mi padre, la acompañé a la estación. Cuando llegamos, ayudé a bajar y llevar las cosas hasta el andén, todavía no era la hora de partida.
Mi madre buscó su boleto en el bolsillo de su blazer, lo sacó y lo contempló unos momentos. Después se volvió a mi, con los ojos húmedos. Sabía que estaba a punto de llorar, por eso decidí que yo no lo haría, me aguantaría. En esos casos, por alguna extraña razón, siempre elegía ser “la fuerte”.
-Mercy, hijita.....
-Vamos mamá, no llores.....
-¿Sabés? Te voy a extrañar mucho. Mas vale que vayas a visitarme.
-Londres no me gusta, pero para unas visitas iré.
-Llamame, yo también lo haré, quiero saber como va todo. Hija, cuidate mucho, ya sabés que tu padre es bastante despistado, y no sé si ustedes dos solos podrán con todo.
-Vas a ver que sí. –traté de tranquilizarla diciéndole eso, pero era seguro que lo interpretó como que ella no era indispensable. Eso explica una mueca de molestia que hizo.
-Muy bien entonces –dijo altiva, aunque enseguida relajó su expresión –Hija.....no te enojes porque me voy. Ya sabés porqué lo hicimos, las cosas no daban para más con tu padre.
-Lo sé –no quería ser tan fría, pero las palabras me salían así, algo que me llenaba de culpa, por no saber cómo demostrar lo que estaba sintiendo, y tampoco dejarlo salir.
La voz del guarda anunció que el tren estaba a punto de partir.
-Hija....-dijo mi madre, inaudiblemente.
-Mamá, te voy a extrañar –le di un abrazo –Te quiero mucho.
-Yo también te quiero hijita –se separó y me acarició el rostro, con las manos temblorosas –Perdón por todo lo que pasaste.....
-Ya está, ya pasó, no te preocupes –desvié la mirada, no quería recordar.
-Como creciste Mer.....
Sonreí forzadamente, tragándome las lágrimas y me separé, para tomar sus maletas. Ella subió al tren y le alcanzé sus cosas. Se acomodó tras la ventanilla, que abrió, y allí nos quedamos mirándonos. Habrán pasado apenas cinco segundos hasta que se oyó la bocina del tren y éste comenzó su lenta marcha, pero en esos cinco segundos me vi tan, pero tan parecida a ella.....Era como si hubiera visto una imagen mía en el futuro.
Siempre me pareció  que las despedidas en una estación de tren son las más tristes. No es lo mismo una despedida en un puerto, en una terminal de colectivos que en una estación de trenes. Para mí, los trenes las hacen aún mas melancólicas.
Y esa fue una de las imágenes mas nítidas grabadas en mi memoria: una estación, con gente caminando apurada por todos lados, y yo quieta, mirando a un tren alejarse con mi madre asomándose  en la ventanilla, saludándome. Mi madre yéndose.

Volví a casa caminando lentamente, pateando piedritas, sumergida en lo que pasaba por mi cabeza. Sin dudas, estaba empezando otra etapa. Sería una hija de padres separados, que viviría con su padre, lo cual aseguraba que pasaría la mayor parte del tiempo sola, ya que él estaba trabajando mucho últimamente. Me convertiría en la mujer de la casa, con todo lo que ello implicaba.
Una idea espantosa cruzó mi pensamiento. ¿Y si mi padre se conseguía una novia? No, aguantar una madrastra sería el tiro de gracia para mí. Lo mismo pasaría si me enteraba que mi madre tenía pareja. Ver, o sólo saber que mis padres, a los que siempre había visto juntos, aunque estuvieran todo el día a los palos, estaban con otras personas sería algo que me mataría de angustia, rabia, y sobre todo, celos. Porque me moriría de celos si eso pasaba.
Cuando llegué a casa, la tarde estaba horrible, a punto de llover. Mi padre ya no estaba, había vuelto al trabajo. Instintivamente me acerqué al mueble de las bebidas,  quería algo fuerte, algo que me quemara la garganta y que me permitiera, de una vez por todas, llorar tranquila, largar toda esa cosa que tenía adentro. Pero me contuve. No quería que se me hiciera costumbre recurrir a una botella cada vez que estaba en una situación complicada. Aunque sabía que, ya sin vigilancia materna, esa abstinencia se me haría difícil. Para vencer la tentación, me encerré a estudiar  en mi habitación, aunque no logré concentrarme, por lo tanto, cambié los libros por la guitarra, para practicar un poco antes de comenzar  nuevamente mis clases.
La hora de preparar la cena llegó, y bajé a la cocina, para ve qué podía hacer. Una de las cosas que mas me preocupaba era eso, la comida, porque era bastante mala cocinando. Estaba comenzando una sopa cuando el timbre sonó. Abrí y vi a John, con sus lentes puertos, apoyado en la pared.
-Ah, eras vos.
-Hola hermanita.
-¿Qué venís a pedirme?
-Nada –tuve que creerle, ya que su saludo había sido muy serio, no como otras veces, que era pura risa y miraditas pícaras.
-¿Pasó algo? –pregunté preocupada.
-No, no. Sólo venía a decirte algo., que hoy por fin se confirmó.
-Ya sé ¡sos el novio de la Bardot!
Rió y negó con la cabeza.
-Eso todavía no pasó, aunque no falta mucho.
-Entonces....¡estás con Cris!
-No, tampoco. Aunque, que me haya traído hasta casa la otra vez, lo considero como un buen paso. Pero no me hizo nada...
-¿Y qué querías?
-No sé, que abusara de mí –ambos soltamos una carcajada.
-¿Y bien? ¿Qué es lo que me tenés que decir?
-Verás.....me voy a mudar.
Lo miré, y luego largué otra carcajada.
-Eso no te lo cree nadie. Yo no veo que Mimi tenga muchas ganas de irse.
-Es que ella no se va. Me voy yo. Me mudo con Stu, a un departamento.
Otra vez largué otra carcajada.
-¿Con Stu? Al fin serán la parejita feliz, que pronto tendrá un perro y niñitos corriendo por el jardín. Los felicito.
-No tonta –dijo riéndose –Nos mudamos, para estudiar y esas cosas.
-En “esas cosas” está incluído tirarse a toda la población femenina de la ciudad, ¿no?
-Podría ser.
-Bueno, veo que de ilusiones también se vive –sonreí –Nos vemos después, tengo que seguir cocinando.
-Esperá –puso la mano sobre la puerta, para impedir que la cerrara –Mercy, ¿no me creíste, ¿no?
-¿Como te voy a creer semejante pavada?
-Es que....es verdad. Mirá, acá está el contrato de alquiler –del bolsillo trasero de su jean sacó un papel que desdobló y me dio.
Ni siquiera lo leí, sólo me quedé mirándolo a él. Pensé rápidamente y no, no era el Día de los Inocentes. Por lo tanto, John hablaba completamente en serio.
-No....no John....
-¿No qué?
-No.....¡No podés hacerme esto! –grité y le tiré a la cara el papel.
-Te lo quise decir antes, pero no era nada confirmado, de hecho, sos la primera que lo sabe.
-¡Eso no me importa! Supuestamente somos hermanos, prometimos ayudarnos siempre ¡No te podés ir!
-Mercy no me voy  del país, sólo me mudaré a unas cuadras de acá y....
-¡NO! –estaba furiosa, descargando de esa manera todo lo que no había podido sacar antes, ya que esto era la gota que colmó el vaso.
-No hagas escándalo, seguiremos viéndonos como siempre, voy a venir acá, y a la cafetería, será todo igual, sólo estaré en otro lugar, eso es todo. Vamos, no es para tanto....
-¿Que no es para tanto? ¡John, acaba de irse mi madre, y ahora vos también! ¡Me estás dejando cuando mas te necesito!
-No te estoy dejando, nunca te voy a dejar sola. Vamos Mercy, por favor....-se veía increíblemente tranquilo, otras veces hubiera estallado. Se acercó para abrazarme, pero le di un empujón.
-¡Sí, me estás dejando sola, todos lo hacen! ¡Pero claro, el señor se va con su amigo, a hacer estupideces!
-No digas barbaridades, Wells.
-John Winston Lennon, sos un traidor, me prometiste algo y no cumplís –dije llena de rabia, pero bajando la voz y mirándolo con rabia –No te quiero volver  a ver ¡andate!
-¿Eh? ¿Qué decís?
-¡Que te vayas! ¡No quiero verte nunca mas! ¿Entendiste? ¡Nunca!
Me miró, calmado, pero con una mezcla de tristeza y bronca. Dio media vuelta y se fue, lo vi cruzando hasta su ex-casa.
Cerré la puerta de un golpe y recién en ese momento estallaron mis lágrimas, imparables. Apoyada en la puerta, me deslizé hasta quedar en cuclillas, tapándome la cara, como queriendo ocultarle el llanto a alguien invisible. Tenía rabia contra todos, estaba muerta de celos por todos, y también tenía un dolor tremendo, el dolor de las separaciones que se producían ante mis ojos, y que yo miraba, impotente. Y mas dolor sentía al darme cuenta que, a fuerza de lágrimas, aprendería el significado de la soledad.


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Bué, se nos enojó Mercy. Si tiene razón o no, lo dejo a criterio de ustedes. Me gustó escribir este capi, aunque no quedó bien crudo como quería (me la paso con esa palabra, "crudo". A todo le meto eso jaja).
Espero que todas anden bien, vieron que subí rápido esta vez? No tienen motivo de queja. O sí? Bueno, "el libro de quejas se encuentra a disposición del cliente". XD