Volver a Liverpool fue un
alivio. Tenía que regresar a la rutina de todos los días, sí, pero igual era un
alivio: habían terminado las fiestas, no vería más parientes y dejaría de presenciar
ciertas escenitas cariñosas entre mi madre y Harry. Puaj.
Ni bien entré a casa y dejé
la maleta en el suelo, el teléfono comenzó a sonar con su habitual escándalo.
-Al fin atendés, Wells.
No me costó nada reconocer la
voz de Anna al otro lado de la línea.
-Supongo que llamaste durante
quince días.
-Algo así. Menos mal que la
mayoría de esos quince días fueron feriados. ¿Cómo estás?
-Bien. ¿Hay novedades?
-Sí. El miércoles tenés que
presentarte.
Tragué saliva. Era sábado,
tenía pocos días para prepararme y a la vez, muchos días para arrepentirme.
-¿Hablaste?
-Sí. Me parece que me creyeron,
por algo pidieron hablar con vos. cuando te escuchen decidirán si arman el
tribunal.
-¿Marcia está enterada?
-No, si lo preguntás por si
tenés que cuidarte, te digo que podés andar tranquila.
-Por ahora. Ehh...¿puedo
preguntarte algo?
-Lo que quieras.
-¿Por qué la querés hundir?
Escuché una risita de
satisfacción.
-Quiero que se haga justicia,
por mas que suene muy...idealista. En otras palabras, quiero que se deje de
joder. Por alguna extraña razón, me tiene miedo, y quiero usar esa ventaja para
algo bueno. Bien, tengo que cortar, el miércoles a las 4 te paso a buscar por tu
casa.
Me clavó la mirada,
traspasándome con ella, y después suspiró resignada.
-Te dije que no te metas en
problemas.
-Cris, no me estoy metiendo
en problemas.
-¿Y cómo hago para creerte?
-Ay...por favor...ya te expliqué
todo.
-Es que me da mala espina. Si
esa Marcia se entera...Dios te libre y guarde.
-Ya sé que no estaré muy
tranquila, pero me decidí y lo voy a hacer. Sólo te pido que me des libre el
miércoles.
-Muy a mi pesar, te diré que
sí, pero te descontaré el doble. En serio Mercy, me da miedo, ya terminaste
pasando la noche en la cárcel por culpa de ésa...Si te busca y te hace algo,
estás en desventaja, la policía ya te conoce y te llevarán a vos, y a ella, nadie le tocará un pelo. Es
la hija de un juez, con esa gente no se jode.
-Te hacía mas avezada.
-¿Avezada? Esa palabra la aprendiste
ayer, ¿no?
Bufé fastidiada, tratando de
no encontrarme con sus ojos.
-A mí no me gustan nada las
posibles consecuencias de esto.
-Hablás como mi madre.
-Tu madre ya te hubiera
castigado. Ey, hablo enserio. Además...me parece que te lo tomaste como un
juego.
-¿Juego?
-Sí, jugás a la mafiosita, me
hacés la contra a mí....Estás a tiempo de decir que no.
-No juego, y no voy a decir
que no. Y quedate tranquila, no me pasará nada –le di un beso en la mejilla y
me fui.
Volver a entrar en la
universidad me producía escalofríos y
una corriente que atravesaba mi columna de punta a punta. Miraba a todos lados
con miedo a que alguien me reconociera. Anna caminaba delante mío, y me llevó
hasta el edificio de rectoría caminando con seguridad por un laberinto de
pasillos que yo, en los pocos meses que había pasado en la universidad, jamás
había visto. Llegamos a una amplia sala que apenas tenía dos repisas, una con
libros y otra con unas cajas azules desbordadas de papeles. Aparte de eso,
había una mesa grande de madera antigua, y cuatro sillas metálicas que no
combinaban con nada. Casi al instante en que entramos, aparecieron dos hombres
mayores y una mujer rubia, mas joven. Reconocí al rector. La mujer tomó una de
las sillas y la pasó al otro lado de la mesa, quedando tres de un lado y una
del otro. Se sentaron y cuchichearon algo.
-Bien Anna, ¿ella es la chica
de la que nos hablaste?
Sí señora. Mercy Wells.
La mujer asintió con la cabeza y leyó algo en una hoja de papel. Los otros
dos miraban otros papeles y hablaban por lo bajo.
-Buenas tardes, Wells.
Siéntese.
Me senté, temblando de
nervios. Poco tiempo me había llevado terminar de decidirme para presentarme
allí, y poquísimo me llevaría salir corriendo. Y eso era lo que quería hacer en
ese momento.
Los hombres dejaron de hablar
y me miraron.
-¿Qué puede decirnos? –dijo
la mujer, a la que se le notaba el esfuerzo por parecer amable.
-Ehh...no sé....-miré de
reojo a Anna, ella también se veía nerviosa.
-Wells, aun la recuerdo –el
rector cortó el silencio, dedicándome una mirada gélida -Recuerdo lo que me
dijo aquel día, incluso. A ver, háblenos de Marcia Cleave. Díganos qué le ha
hecho durante su período universitario. Lo de afuera no nos importa.
Asentí y me aclaré la
garganta.
-Bien, ella me hizo echar.
Metió cosas en mi portafolios en un momento de descuido, y luego dio la voz de
alarma.
-¿Qué cosas?
-Un cortaplumas y una botella
de vodka. Ese día, Cleave se escondió en mi aula, alegando que Anna quería
pegarle. Yo la dejé, me dio pena. Aún no había nadie, y ella permaneció escondida
entre los bancos, hasta que llegó el profesor. Mas o menos una hora después,
comenzaron a revisar y me encontraron eso. Yo jamás lo hubiera traído, pero nadie
me dio la posibilidad de defenderme. Ella me acusó, y todos me acusaron.
Se quedaron en silencio,
mirando los papeles que tenían sobre la mesa.
-¿Tiene pruebas? –dijo el
otro hombre.
-No, pero siempre me molestó,
siempre me dijo que me haría expulsar de la universidad. Y hay testigos, me lo
decía delante de cualquier persona.
-¿Eso es todo? –preguntó la
mujer, suspirando.
-Bueno...sí.
La mujer asintió, y los hombres se miraron de reojo.
-Gracias por todo, señorita Wells.
Salí de allí bastante
desilusionada, y Anna pareció darse cuenta.
-¿Estás bien?
-Si pero....no lograremos
nada, ¿verdad? Al parecer no les interesó ni en lo más mínimo lo que les dije.
-No te preocupes, son así de
poco demostrativos. Estoy segura que tomarán esto en cuenta.
-Eso espero. Bah, ya ni sé
qué espero.
Sonrió y se encogió de
hombros.
-Pensé que te echarías para
atrás.
-Casi lo hago, pero ya ves,
estoy acá. Bueno, comunicame lo que sepas.
-Claro, yo te llamo. Gracias
Wells, de verdad.
Sólo me limité a darle una
sonrisa casi de disculpas, y me fui por esos corredores desconocidos hasta que
llegué al hall de entrada. Allí me detuve a mirar a todos los que entraban y
salían, charlando y cargando libros. Por un tiempo, había sido uno de ellos,
pero estaba segura que no volvería a serlo.
Viernes, el tan mentado mejor
día de la semana, aunque para mí, siempre era un día como cualquier otro. Los
que salían de la escuela, tanto alumnos como profesores, llenaban la cafetería,
despreocupados porque al día siguiente no tenían obligaciones. Debo decir que
mi trabajo era excelente para enterarme del trascurso de la vida de toda esa
gente, a la que sólo conocía por sus caras. Así veía a la profesora recién recibida
que se sentaba a tomar malteadas con los varones mas apuestos del último año, o
al profesor que se veía con dos profesoras
a la vez, o la chica que cada viernes venía con un novio distinto. Todo
eso me resultaba gracioso, y hasta a veces me reía con mis ocurrencias de pedirles
dinero para comprar mi silencio.
Ese día también era el elegido
por John y sus compinches, que aparecían para “ver el panorama”. Ese nombre le
habían puesto a mirar chicas descaradamente y provocar suspiros. Claro que todo
eso se cortaba cuando yo decidía darles con un repasador por la cabeza.
Era un viernes de esos, donde
había mas risas que otra cosa, cuando entró a la cafetería una chica que
conocía bien. Se me heló la sangre al verla, y John pareció notarlo.
-¿Qué te pasa? –me preguntó,
y luego se giró a ver.
Paul lo miró, y luego paseó
sus ojos entre la chica y yo, con cara de interrogación.
La chica se acercó con lentitud
hasta la barra, y ellos le dieron paso.
-Hola Mercy. Necesito hablar
con vos.
Hacía mucho tiempo que, para
mi suerte y mi tranquilidad, había olvidado a Evelyn. Ella y Tamar habían quedado
en el pasado, junto a mi historia con Friederich. El tema había dejado de
quitarme el sueño hacía meses y meses, y ahora sólo era un mal recuerdo, uno
más relacionado a mi triste estancia en la universidad.
Por eso, verla allí plantada,
insegura y tímida, agarrando con fuerza un bolsito blanco, fue como si todo eso
que creía enterrado para siempre, volviera a darme una bofetada en la cara.
Tragué saliva dos, tres
veces, tratando de disimular todo lo que me estaba pasando por la cabeza.
-¿Qué querés? –mi pregunta
apenas se escuchó, era un hilo de voz en medio del barullo que reinaba en la
cafetería.
-Quiero que hablemos. A
solas.
Dejé sobre la barra las tazas
que tenia en la mano y me quité el delantal. Le señalé la mesa mas apartada de todas,
en un rincón, casi junto al baño. Ella caminó hasta allí con lentitud, mientras
yo entraba en la cocina.
-Cris, necesito que sigas
atendiendo.
-Mercy por favor...-se acercó
preocupada -¿Qué te pasa? Estás pálida, ¿te duele algo?
-No. Vino alguien que quiere
hablar conmigo. Atendé vos.
Me fui dejándola mas preocupada
de lo que estaba y volví al local, con la mirada clavada en Evelyn.
-¿Querés tomar algo? –pregunté
cuando estuve cerca.
-Agua.
Volví con el vaso y se lo tendí.
Me senté frente a ella.
-Mercy...supe lo que pasó.
-¿Lo que pasó con qué?
–pregunté con brusquedad.
-Con Deri.
-No entiendo. –mentí.
-Lo que tuviste con él.
-Ah. Mirá Evelyn, no fue
nada, apenas un mes que...
-Sí que lo fue. Lo sé porque
él me lo dijo.
Miré la mesa, tratando de
mantener a raya unas inexplicables lágrimas que querían brotar.
-Perdón. De verdad, yo no
sabía que era tu novio, sino jamás hubiera tenido nada con él, me enteré después,
perdoname por fav....
-Mercy, estás perdonada. Ya
sé que no sabías nada. La que sí sabía era Tamar, pero bueno, eso ya es otra
historia.
-¿Para qué viniste?
–disimuladamente, me sequé los ojos y endurecí la mirada.
-Deri me contó todo hace un
tiempo. Tuvo tantas mujeres....Pero bueno, eso no importa. Lo que importa es lo
que me enteré yo sola. Está metido en una especie de mafia. Roban autos,
contrabandean alcohol y creo que...hasta han matado gente. Bueno, no creo que
él haya hecho eso, pero los de esa mafia sí. Lo está buscando la policía, hace
un mes que desapareció.
-Esto sí que no me lo esperaba
–dije al cabo de unos segundos, pasmada –Pero...parecía un chico normal. Vamos,
mujeriegos son todos, pero ya estar metido con una banda de delincuentes...
-Mercy, nadie lo encuentra,
por eso creo que sos mi último recurso, sino no hubiera venido.
-¿Yo? Pero...no sé, no
entiendo.
-Quiero que me digas si lo
viste, si tuviste algún tipo de comunicación con él.
-No, nada. Despareció de un
día para otro, y después su amigo George me dijo que había vuelto a Leeds. A lo
mejor él sabe.
-No, George ya habló y está
tan sorprendido como vos. Entonces, ¿nada de nada?
-Jamás supe nada más de él.
Me miró, casi con lástima
aunque no sabía porqué, y después asintió lentamente.
-Entonces pronto sabrás.
-¿Qué?
-Que pronto sabrás de él.
-Me estás asustando, ¿me
vendrá a matar?
-No, nada de eso. Vendrá a
pedirte ayuda, o algo. Lo sé.
-¿Y cómo lo sabés?
-Porque cuando me dijo de lo
que había tenido con vos, me dijo que un día te buscaría, porque no te había
olvidado.
La miré desconfiada y ella
asintió otra vez, con una sonrisa triste.
-No sabés lo duro que es para
una mujer que su novio le diga eso.
-Perdón de vuelta.
-No es tu culpa. Mercy, una
pregunta...¿Volverías con él?
-Nunca. Sufrí mucho, y
tanpoco lo quise tanto como para arruinarme la vida así.
-Entonces prometeme que si lo
ves, me avisarás. Es duro decir esto, pero prefiero verlo en la cárcel, pagando
por lo que ha hecho, y no muerto.
-Sí, lo haré. Lo prometo.
-Ésta es mi dirección y mi
teléfono –dejó un papel amarillo sobre la mesa –Gracias por todo.
Se fue dejándome quizás tan
desconcertada como nunca en mi vida. Por alguna razón, todos venían a mí para
tareas que me sobrepasaban: Anna para vengarse de Marcia, Evelyn para encontrar
a Friederich....
-¿Qué pasó? –Cris se inclinó hasta
ponerse a mi altura, ya que había quedado prácticamente tirada sobre la mesa,
agotada como si hubiera hecho cinco horas de gimnasia.
-No sé. Te juro que no sé qué
pasó.
Me senté en la cama, con los
ojos bien abiertos. El sol del sábado se asomaba por la ventana, recodándome
que no había dormido en toda la noche. El saber que Friederich, aquel chico que
había llegado a querer y por el que me había esmerado en odiar, fuera un delincuente
que me estaba buscando era motivo suficiente para no pegar un ojo y sentirme
paranoica. Ahora le tenía miedo, pero a
la vez quería que apareciera, quería que terminara tras las rejas.
Pese a eso, me obligué a
encarar el día con optimismo. Y para hacerlo, me abrigué y salí en busca del
lugar donde comenzaría mi negocio. Me puse el objetivo de que ese día tenía que
encontrarlo sí o sí, ya no quería esperar más, quería empezar mi nueva vida
cuanto antes, por mas que el pasado me siguiera.
Le guiñé un ojo al retrato de
mi padre que estaba en mi escritorio y salí de casa dispuesta a que ese día
fuera histórico para mí.
Recorrí todo el centro, pero
los locales que había me parecían o muy pequeños o muy grandes. No quería empezar
con una cosita de dos metros pero tampoco con algo de media cuadra. Para
agrandarse había tiempo.
Los pocos que me gustaban
tenían un alquiler carísimo, o ponían demasiadas condiciones. Lejos de desanimarme,
continué con la búsqueda. Encontré una casa vieja a la que estaban remodelando
y reacondicionando para hacer locales. Unos obreros silbaban arriba de los
andamios.
-¡Ey! ¡Oiga! –grité desde la
calle. Uno de ellos me miró y me hizo un saludo con el gorro que tenía puesto.
-¿Si? –dijo lo suficientemente
fuerte como para que lo escuchara.
-¿No sabe cuándo terminarán
esos locales?
-Calculo que en un mes
estarán listos.
-¿Y saldrán caro los
alquileres?
Se encogió de hombros y miró
a uno de sus compañeros, que hizo exactamente el mismo gesto.
-Ni idea. Hablá con el dueño.
-¿Y quién es?
-Cooper. Vive a dos cuadras,
en una casa enorme, está pintada de rojo.
-Ah sí, la casa roja.
-Esa misma. Preguntale a él.
-¡Muchas gracias!
-De nada, preciosa.
Puse los ojos en blanco, pero
sin poder ocultar una sonrisita. Me disponía a girarme para caminar hacia la
casa del tal Cooper, cuando alguien me tocó el hombro con un dedo.
Paranoica como estaba, era
obvio que me asusté. Me giré despacio y sentía como todo se me paralizaba.
Richard estaba ahí, con su sonrisa impecable.
-Así que ahora no sólo recibís
piropos de los obreros, sino que te ponés a charlar con ellos.
Solté una risita nerviosa y
negué mirando el suelo.
-Sólo preguntaba de cuánto
sería el alquiler de los locales que están haciendo.
-Ah, ¿estás buscando lugar
para tu negocio?
-Así es. Me mandaron a la
casa del dueño.
-¿Querés que te acompañe?
-No, ¿para qué? –pregunté
mirándolo extrañada.
-No tengo absolutamente nada
para hacer, y nunca está de más ayudar a una amiga. Claro que si no querés, no
importa, me voy a por donde vine.
-No te lo tomes así –reí
–Está bien, acompañame. Me va a venir bien una segunda opinión, además los
hombres saben de estas cosas.
Sonrió de vuelta y comenzó a
caminar junto a mí. No sabía muy bien qué decirle para que no nos quedáramos
callados, pero él pareció encontrar conversación enseguida: el clima, mi
negocio, su banda...Seguía tan encantador como siempre, pero mucho no podía
responder, siempre me pasaba igual, me quedaba estupidizada con su sonrisa, su
mirada, sus manos, su perfume....Qué mujer tarada, por Dios.
Llegamos a la famosa casa
roja, y él tocó timbre.
-Dejame esto a mí.
-Pero...
-Mercy, dejame a mí –me guiñó
un ojo. Lo miré, sorprendida, no tenía idea de lo que iba a hacer.
-Quiero hablar con el
señor...-me miró a mí.
-Cooper.
-Con el señor Cooper –le dijo
a la mucama que lo atendió.
-¿Por qué asunto?
-Unos alquileres.
Sin decir si o no, la mujer se
metió de vuelta en la casa. La vimos subir unas escaleras.
-¿Qué hacés? –le pregunté
escandalizada.
-Ya te dije: dejame a mí.
Al fin apareció un hombre
mayor, calvo, conn traje azul.
-¿Qué necesitaban?
-Estamos interesados en los
locales que están remodelando. Quisiera saber de cuánto será el alquiler.
-¿500? ¿No podría ser menos?
Es para un negocio que recién comienza, pero promete mucho...En unos meses
podría subir el pago.
-400.
-Mmm...eso no es nada. ¿Qué
tal 200?
-Por 200 ni me molesto en
firmar un contrato.
-300.
-Rich, por favor –le rogué.
-350. Eso o nada. ¿Qué opina su esposa?
Richard soltó una risa.
-No es mi esposa. ¿Qué decís?
–dijo mirándome a mí. Negué con la cabeza. –Qué pena señor Cooper. Otra vez será.
Lo tomé del brazo y casi lo arrastré
a la calle.
-¡Estás loco!
-Tranquila Wells, yo ya sabía
que este tipo no iba a aflojar. Vamos a seguir probando suerte.
Pasamos toda la mañana
buscando. Cuando yo decía que me gustaba alguno, él lo miraba y me decía si
estaba en condiciones o no. Si parecía que sí, comenzaba la regateada por el
alquiler. Al mediodía ya estábamos cansados y con hambre por tanta caminata.
-Será mejor que dejemos esto.
–dije desilusionada.
-¿Dejar? No, no, queda toda
la tarde.
-Pero vos...
-Ya te dije, tengo el día
libre. Además en casa, mi mamá se peleó con mi padre, y cuando están así se ponen insoportables,
mejor es estar afuera.
-Bueno...gracias. Me estás
siendo de mucha ayuda.
-Las gracias dámelas cuando
encuentres un lugar que te guste.
-Entonces permitime que te
invite a una hamburguesa.
-Naaa...¿cómo la mujer va a
invitar al hombre?
-¿Qué tiene de malo? Si te
digo que invito yo, invito yo. No se discute más.
-Qué carácter Wells.
-¿Y recién te das cuenta?
Una hora después, comíamos
como bestias. George tenía razón cuando me llamaba así.
-Si querés pedí más papitas.
-¿Te ganaste la lotería,
morocha?
Contuve una risita y oculté
mi sonrojo, el mismo que sentía cada vez que me llamaba así. Repito: qué mujer
tarada.
-Si tenés hambre, comé.
-Es que esto no está bien. Voy
a pagar yo.
-Que no, que pago yo.
-Es que no es correcto y...
-¡Uy Richard, qué tradicionalista
saliste! Dejate de joder con eso de que la mujer no paga, los tiempos
cambiaron.
-Sí, ya sé. Pero que la mujer
pague...al hombre lo deja mal.
-Sos un machista de cuarta.
-¡Ey pará, no te enojes!
-¡Claro que me enojo! Mejor
callate y servime mas jugo, señor conservador.
Me sirvió el jugo, que tomé
mirándolo de reojo. Él solo se reía y seguía comiendo.
-Bueno, será mejor que
sigamos buscando –dije arrugando una servilleta de papel.
-Ok Mercy. Ehhh...¿te
enojaste?
Me eché a reír al ver su cara
de preocupación.
-¡Caíste en mi trampa! No
seas bobo Starkey. O Starr. O como carajo te llames.
Soltó una carcajada, mientras
me seguía hasta la calle.
-Según mis cálculos, ya hemos
recorrido casi todo. Si lo que vemos no está bueno, no sé....habrá que recorrer
de vuelta. O te construís uno a tu gusto.
-Bueno, tampoco soy
millonaria. Vamos por esos lugares.
Recorrimos y observamos dos
locales, hasta que llegamos al tercero. Ante mí sentí como una revelación: era
el elegido, la “cunita” para mi negocio.
-Me gusta éste. –dije con
determinación.
-Está bueno. No muy grande ni
muy chico. Vamos a preguntar.
Adentro del local, había dos
pintores y un hombre de traje que los supervisaba. Le comenté para qué quería
ese espacio y me invitó a recorrerlo. Miré a Richard.
-Yo lo veo bien –dijo al
alejarnos un poco del hombre.
-¿Seguro?
-Sí, está nuevo. Aparte tiene
buena ubicación.
-Y el alquiler me lo puedo
permitir.
-¿Qué vas a hacer?
Suspiré y lo miré a los ojo.
Después asentí con lentitud.
-Creo que me quedo con éste.
-¿Creo? Mercy estás re
segura, no sé porqué ese “creo”.
-Está bien. Me quedo con éste
sí o sí –le sonreí.
Nos acercamos al hombre y hablamos.
El tipo estaba encantado y prometió acelerar los trámites para que en pocos
días firmáramos el contrato por un año. Nos saludamos cordialmente y salí de
allí repleta de felicidad, una felicidad que podía decir que hacía años no
sentía. Cruzamos la calle y miramos el local desde la vereda de enfrente.
-La verdad que está lindo
–Richard se encendió un cigarrillo y me ofreció uno, pero me negué.
-Sí. Ahí arriba iría el
cartel -señalé con un dedo –Podría ser desde acá hasta acá. Y en la vidriera el
nombre pintadito con letras rojas. ¡Ay, ya me imagino todo! ¡Estoy feliz!
-Me doy cuenta, nuca te vi
tan sonriente.
-Es que no sabés lo que esto
significa para mí. Gracias Rich, de verdad, me ayudaste un montón.
-Si no hice nada, sólo miré.
-Pero te dije que era bueno
tener una segunda opinión. Gracias.
Asintió sonriendo y se acercó
más. De pronto me di cuenta que el corazón me latía desesperado y traté de tranquilizarme
inspirando profundamente, pero fue en vano. Sólo bajé la cabeza, mientras
sentía que él me tomaba por los hombros. Levanté la mirada y me encontré con la
suya, demasiado cerca. Sin querer se me escapó una sonrisa y a él también.
Quería besar sus labios, sentirlo, ya no soportaba más esa situación, y su
actitud me decía que a él le pasaba lo mismo. Le rogué con la mirada que lo
hiciera de una vez, y al ver que no tenía una respuesta instantánea, me decidía
ahí mismo a hacerlo yo. Era hora de terminar con todo eso, o de empezar.
Pero así como en dos segundos
me había ilusionado, en dos segundos todo se vino abajo.
-¡Richard! ¡Richard! –miré
por sobre su hombro y quise que la tierra me tragara. Hacia nosotros corría
Geraldine, roja de furia. Antes que me diera cuenta, Richard me soltó. Esperé
enseguida el cachetazo, o la tirada de pelos de Geraldine con una calma que me
sorprendió a mí misma. Quizás era porque estaba segura de poder devolvérsela.
-¡Te busqué todo el día!
¿Dónde estabas?
La miró, cansado, y negó.
-Gery, te dije que hoy es mi
día libre.
-¡Y por eso pensé que
vendrías a verme!
-Te dije que iría a la noche.
-¿Y dónde estuviste?
-Por ahí.
-Por ahí. ¡Eso no es una respuesta!
-Geraldine...Estaba con mis
amigos.
Lo miré de reojo y la miré a
Geraldine. Sus ojos era veneno puro dedicado a mí.
-A Mercy la encontré recién.
Podrías saludarla, ¿no?
-Hola –dijo con máxima
sequedad, cruzándose de brazos.
-Hola –contesté igual,
mirándola altanera.
-Bueno, vamos –Richard la
tomó del brazo, pero ella se zafó, caminando delante de él y diciendo una lista
de reproches.
Rich se giró y me dio una
gran sonrisa a la que respondí, agradeciéndole
que haya mentido para no meterme en problemas –también- con Geraldine. Pero
además noté que era una sonrisa de complicidad, como si juntos hubiéramos
compartido una travesura. Bueno, quizás sí
Pese a que podría haber pasado
algo más, y que todo se había arruinado, no estaba dispuesta a que eso me
empañara la felicidad que tenía. Por primera vez en mucho tiempo, veía la vida
con otros ojos.
**********
Bueno, hasta aquí el capitulo 69 (69 jeje) espero que les haya gustado porque a mí me gustó mucho hacerlo y eso se da cada 70 años, como el cometa Halley jajaja.
Para darle mas "ambiente" les recomiendo que lo lean escuchando esto. Ah, ya lo leyeron, bueno, no importa. De todos modos forma parte de las canciones que están acá al costadito.
Ayy... esta banda me trae recuerdos de mi infancia-adolescencia jajaja.
Y antes de irme tengo que hacer una recomendación. Mi adorada Cris empezó con un nuevo fic (bueno, ya hace un tiempito que empezó) pero como soy muy burra me olvidé de promocionarlo antes. Es este: http://dehistoriasybeatles.blogspot.com.ar/ Si tienen ganas de emociones FUERTES léanlo, no se van a arrepentir. Además va por el capitulo 5 recién. Háganme caso! jajajaj
Y ahora sí me voy, nos vemos en la próxima subida!