28 febrero 2014

Capitulo 76 Una promesa

-Souvenir, souvenir, je sons retrouse dans mon coeur…
Ya no sólo no me conformaba con destrozar mi lengua materna cuando cantaba, sino que también iba por el idioma de los galos. Callé mi canto, mas bien ladrido, cuando fui sorprendida in fraganti por un cliente, un viejecito simpático que siempre compraba libros religiosos.
-Seguí, lo hacías bien. –dijo quitándose su sombrerito. Era tierno a más no poder, me daba ganas de adoptarlo.
-No mienta, canto horrible.
-Entonces me pareció bueno porque estoy un poco sordo.-rió.
-¿Vio? Ya me parecía raro tener un fan. ¿Qué necesitaba?
-Escuché en la audición del domingo sobre este libro.-tembloroso, me alcanzó un papelito.
-“Los cinco minutos de Dios”. Ajá, ese lo vi por aquí.
Busqué en la biblioteca reservada a esas temáticas, pero no encontré nada. Me rasqué la cabeza, estaría en el sótano.
-¿Me espera un segundo?
-Claro hijita. Mientras, miraré estos discos.
Bajé y enseguida encontré el librito. Subí canturreando y bailoteando la misma canción, y encontré al viejecito esperándome con un disco en la mano.
-También llevaré esto. –sonrió.
-¿Blues? ¿Le gusta?
-Sí, ¿por qué no?
-Pensé que escucharía música sacra todo el día.-me tapé la boca, cayendo al instante en la insolencia que acababa de decir. Él sólo rió con ganas.
-Hay que escuchar de todo, hijita. Cuando tus amigos tengan su disco, me reservás uno.
-¿Cómo sabe…?
-Uno aquí se entera de todo.-rió otra vez-Bueno, cobrame de una vez.
Le hice la cuenta, le cobré, y le envolví todo en un lindo paquete. Se puso su sombrerito y salió silbando la canción que yo cantaba, con el paquete bajo el brazo.
-Qué cosas.-me dije a mí misma, riéndome, y cambié el disco por otro, más tranquilo, que acompañara mi estado de “nada” como le llamaba a quedar en…nada. Es que había quedado así luego de que el viejecito hubiera mencionado al disco de los chicos. Ese mismo día estaban grabando y me sentía mal por ser una egoísta y tener miedo, en vez de estar feliz por ellos.
Me di cuenta que ya eran más de las diez y Jonathan no había llegado. Era raro en él, que parecía el chico más puntual del universo. No me preocupé, todo estaba tranquilo, quizás había tenido algún contratiempo.
Atendí a dos chicas y a una señora más, olvidándome del asunto, hasta que, empujando la puerta y arrastrando los pies, apareció. Me asusté, tenía ojeras, estaba desarreglado y su semblante no era pálido, sino gris. Antes de que pudiera decirle algo, él levantó la mano, en señal de que frenara.
-No digas nada. –no bajó la mano.-Me siento mal.
-Ya lo veo…
Se pasó la mano por la frente, como queriendo despabilarse.
-Mi vida es un asco. Me gustaba alguien, ayer por la tarde se lo dije, y me rechazó.
-Bue…bueno…Jonathan…eso suele pasar, ya verás que…
-Hay más.-me cortó-algo mucho más grave y sin solución.
Quise decirle algo, pero me quedé callada al ver que sus ojos se llenaban de lágrimas y que intenta que le saliera la voz, en vano. Me asusté mucho. Haciendo el que parecía era un esfuerzo sobrehumano, articuló unas palabras.
-Anoche…anoche…falleció mi mamá.
Esta vez, la que se quedó sin palabras fui yo. Apreté los dientes, me desesperé por decirle algo que consolara a ese pobre chico a punto de derrumbarse.  No encontré nada que sirviera, así que sólo di un paso hacia delante, lo único que él necesitaba para abrazarme y echarse a llorar. Tragué saliva, aquello se parecía demasiado a la vez que John me había dicho lo mismo. Y a lo que había pasado yo también.
-Jo…
-No digas nada. –se separó, se secó la cara con las mangas de su saco arrugado, que en tiempos mejores había visto impecable.-Soy un puto llorón.
-No hables así…Lo siento mucho, sé que no te sirve de nada que te diga esto pero…
-Hay que cumplir con el protocolo, sí. –sonrió-¿Sabés? Mamá estaba sufriendo mucho, desde hacía demasiado tiempo, no lo merecía. Pensé que estaría preparado para este momento, pero me equivoqué.
-Nunca se está preparado para algo así.
-¿Me darías…el día libre?
-Jonathan por favor…claro que sí, eso ni lo preguntes. ¿Necesitás que te acompañe a alguna parte?
-No, ya hice todos los trámites, y no habrá ceremonias ni nada, ella no quería eso, ni que yo viera cómo la enterraban. Así que anoche mismo la llevaron, y hoy temprano me dijeron dónde está su tumba. Igualmente no voy a ir, por lo menos por un tiempo.
-No sabés cuánto te entiendo. Entonces, ¿te acompaño a tu casa?
-No, me gustaría estar solo, espero que no te ofendas.
-Basta Jonathan, dejá de pensar eso de mí. Y tomate todos los días que necesites y que quieras.-me acerqué una vez más, lo abracé -Cuidate mucho.
-Mercy, gracias a vos mi madre me vio trabajando dignamente.
-Shh…no agradezcas nada, no es momento. Ocupate de vos.




Si bien sabía que la mamá de Jonathan estaba muy enferma, nunca pensé que todo pasara tan rápido. Cuando la vi en su casa, estaba animada y hasta con buen color. “La mejoría de la muerte”, decía mi madre en esos casos, y tenía razón, era esa mejoría que te hacía ilusionar para que después el final doliera más.
Bajé la persiana y pegué un cartelito con un “Cerrado por duelo” garabateado con marcador negro. Casi lo saco, pensado que todos irían a mi casa a preguntar qué había pasado y tener que darles a todos la misma explicación, pero recordé que Jonathan la estaba pasando infinitamente peor, y que  lo mío era una maldita nimiedad.
Como era temprano para volver a casa, puse rumbo hacia la cafetería, a esa ahora no había mucha gente. Y así era, cuando entré sólo había cuatro chicos y las dos empleadas nuevas de Cris. Me senté frente a la barra, le hice señas a una para que la llamara, y dejé caer mi cabeza en mis manos.
-¡Volviste! ¡Sabía que lo harías!
-Hola…-respondí sin levantar la cabeza.
-Decime que volvés, por favor. Mirá, tuve que contratar a dos para que ocupen tu lugar.
-Y aún así mi vacío es imposible de llenar, lo sé. Tuviste que hacer eso porque  a mí me explotabas, no mientas.
-No, eras eficiente. Estas dos inútiles no saben ni lavar un plato, en cualquier momento las pongo de patitas en la calle. ¿A qué viniste?
-A pedirte plata.
-Andate.
-Cris, la vida es una mierda.
-¿Otra vez en bajón? No, Mercy…
-Dame algo para tomar, una chocolatada, un jugo de naranja, el vodka más fuerte que tengas….algo para tomar. Lo pagaré, lo de la plata era mentira.
-¿Qué te pasó? Ah, ¿por qué estás acá y no en tu negocio?
-Cerré por duelo. Falleció a mamá de Jonathan.
-Oh mierda…Con razón estás así. Pobrecito, ¿y ahora qué hará?
-No sé, supongo que quedarse solo.
-Tenés razón, qué vida de porquería. Mirá cómo se ha ensañado con ese chico. Nunca entenderé porqué hay gente que la pasa tan mal siendo tan buena.
Se escuchó un estruendo de cosas que caían y rodaban en la cocina. Cris suspiró, harta.
-Ehh…perdón.-una de las chicas se asomó.
-Es la tercera vez que te perdono. Y dicen que la tercera es la vencida, una vez más, y adiós mi alma. Mirá a Mercy, ella jamás rompió nada.
-No mientas, acabé con el lote de tazas amarillas.
-¡Shh! Intento meterles miedo con tu ejemplo a seguir.-susurró-Bueno, junten los destrozos y sigan.
Me puso delante un vaso con jugo de naranja y se sirvió otro para ella, mientras cobraba a dos clientes que se iban.
-¿No estás cansada de esto? ¿Por qué no te vas de vacaciones?
-Wells, tengo un negocio que atender.
-Yo también, ¿y?
-Vos porque sos una irresponsable. ¿Sabés algo de los chicos?
-No.
-Cambiá esa cara.
-Bueno, ¿cómo querés que esté?
-Perdón.
-Además…estoy mal por eso también. Les va a ir bien, de eso estoy segura, y si les a bien se harán famosos. ¿Te das cuenta de lo que significa?
-Mercy, ellos no son unos creídos, con dinero o sin dinero serán siempre igual.
-Eso lo sé, pero de todos modos no serán iguales a ahora, tendrán compromisos, saldrán en la tele…seguramente se mudarán. No tendrían tiempo para ser los chicos que son.
-Visto así, es una tragedia.
-Prefiero que se hubieran quedado vendiendo helados o trabajando en el puerto.
-No, no, no es bueno eso que estás diciendo, no podés desearles eso. Serán famosos porque se lo merecen. Y no pasará nada de lo que estás diciendo. Dejá de hacerte la adivina o te tiro con el jugo en la cara, pájaro de mal agüero.
Otro estruendo se escuchó en la cocina. Cris sólo bufó y negó con la cabeza.




La lluvia arreciaba y parecía que a casa no iba a poder volver por lo menos en un rato largo, a juzgar por la tormenta negra que cubría el cielo y que presagiaba cosas peores. Me alejé de la ventana cuando vi un relámpago y le sonreí a Jonathan, que me tendía una taza de té.
-Qué tiempo horrible, ¿cómo puede llover tanto?  Hace una semana que cae agua sin parar.
-Es lo malo de Liverpool.-dijo-Aunque también es lindo. Las siestas con lluvia son impagables.
-No digas la palabra “siesta” si no querés que me desplome acá mismo para roncar como un oso.
Rió con ganas y encendió la radio, para luego seguir en la triste tarea de juntar las cosas de su madre. Por eso yo estaba allí, para ayudarlo con las cajas y las penas.
-¿Esta ropa es para el hospital? –pregunté señalando una pila de suéteres y faldas.
-No, es para el hogar de mujeres de Blackpool. Para el hospital es la ropa de cama. Luego veré a quién le doy la cama y el armario.
-¿Vas a dar todo?
-A mamá no le gustaba estar pegada a cosas materiales, decía que los recuerdos eran lo más bello que se podía tener. Y ver su cama me trae recuerdos feos, de cuando ella estaba allí, sufriendo. Un recuerdo bello sería, por ejemplo, este collar de perlas. Esto me lo quedaré, sólo lo usó una vez, para una gran fiesta. Yo tendría cuatro o cinco años, pero la recuerdo bien, parecía una reina, con un vestido negro, un tapado de piel, y este collar.
-Entonces yo tendría que haber hecho lo mismo…sólo regalé la ropa, el resto está todo ahí, y hay cosas que muy bien no me hace verlas.
-Nunca es tarde. Ey, mirá esta cadenita, ¿la querés? Ella nunca la usó.-me mostró una cadena dorada, de la que pendía un dije brillante.
-Está bonita.
-Ah, pero siempre llevás colgadas tus iniciales, no la usarías.
-Mejor vendela, parece de oro.
-Sí, podrían darme algo de dinero, no vendría mal. ¿Y esta pulserita?
Me puso una pulsera dorada también, con unos pequeños cascabelitos.
-Está hermosa, me gusta.
-Te la regalo.
-Pero…
-Tranquila, tampoco la usó.
Tocaron timbre y fue a atender, yo seguí poniendo ropa en cajas.
-¡Mercy, te buscan!
Extrañada, caminé hacia la puerta.
-Lo siento mucho,viejo.
-¿John? ¿Qué hacés acá? –dije al verlo.
-Volví-sonrió-Fui a tu casa y no estabas, fui al negocio y vi el cartel y me asusté. Cris me contó todo.
-Y supiste que estaba acá.
-Digamos que lo supuse. Además quería saludar a Jonathan.-su semblante se ensombreció, pero como siempre pasaba, cambió de tema- Mierda, esto no es llover, esto es que estén cayendo japoneses de punta.
-¿Y cómo les fue? –pregunté con miedo, ignorando su broma.
-Por eso te buscaba, para contarte. Vení, estamos todos en el Ye Cracke. Jonathan, vení vos también, te hace falta. Agarren paraguas resistentes, eso sí.




Caminamos despacio, la lluvia nos empapaba y por eso estaba exponiendo todas mis quejas. Jonathan se reía, John me ignoraba, milagrosamente, o por arte de magia, mantenía su cigarrillo encendido a pesar del agua que nos caía encima, traspasando los paraguas y los impermeables.
-Lennon del diablo, podrías haberte quedado en la casa y listo, qué ganas de sacarme afuera. Como me agarre una gripe por esto, verás. Te voy a reventar.
-Callate.
-¿Cómo les fue?
-Ya te dije que te vas a enterar.
-Entonces les fue mal. Qué suerte.
-Maldita bestia de dos patas. Animal rastrero. Lechuza. Gnomo endemoniado.
Jonathan largó una carcajada, y eso me alegró, incluso deseé que John siguiera diciéndome cosas. Él pareció entenderlo, porque hasta el Ye Cracke siguió maravillando con su imaginación para inventar insultos de todo tipo.
Al fin llegamos y entramos chorreando agua. Uno de los que atendía algo gritó, pero John le hizo una seña amistosa y el hombre rió. En un rincón apartado, George, Paul, y Pete Shotton charlaban y reían.
-Uy, llegó la única dama, aunque de dama tenga poco.
-Callate gallina Shotton.
-Decile todos los insultos que te dije. –avivó John.
-Uy, fueron tantos que ya ni me acuerdo, pero los aprenderé pronto, para cuando volvamos a vernos, queridísimo Pete.
-Y pensar que le tenía ganas a esta chica…Menos mal que nunca te toqué un pelo.
-Lo mismo digo, menos mal, porque no tendrías manos, te las hubiera cortado.
-Bueno, bueno, haya paz. Chicos, por si no lo conocen, él es Jonathan, amigo de Mercy.
-¿Amigo?
-Sí Shotton, sí.-respondí cansada-Amigo.
-Está pasando por un momento jodido, así que procuren alegrarlo. –dijo John y luego llamó al mismo hombre que nos había gritado al entrar-¡Ey! ¡Cinco cervezas y un jugo para la señorita!
-Que sea jugo de uva, con alcohol.
-Callate borracha, que te tenés que cuidar.
-Ah, eso –dijo Jonathan-¿Qué tal te salieron los análisis?
-No sé, porque no me los hice.
-Mercy…qué bestia.
-¡Ja! ¡Te dijeron bestia! ¡Ahora no soy el único! Pronto el bestia será de dominio público para dirigirse a Mercy Wells.
-Mirá quién habla, rata escuálica con guitarra.
-Ya, ya, basta de pelear.
-John pidió paz dos veces, de no creer. –rió Paul.
-Bueno, va, hablen de una vez.
-Eso, digan cómo le fue, estoy ansioso. ¿Serán mega famosos?
-Jonathan, qué chico con fe…Visionario como yo.-Shotton le tendió la mano.
-A Paul le fue bien, consiguió novia. -George lo empujó, Paul sólo lo miró indiferente.
-McCartney, por eso dejaste a Abby, ¿no?  Era de esperarse…
-Ey no metas a Abby en esto, no tiene nada que ver. Y no le hagas caso, son puras mentiras de ellos.
-Para mí no es mentira que hayas estado mirando todo el rato a la secretaria esa…-dijo John.
-Oh sí, ¿cómo se llamaba? –George puso su mejor cara de pícaro-Ah sí, Grace…
Comenzaron a reírse y a tirarle maníes. Yo también, me gustaba molestarlo, como siempre.
-Ya basta, hablemos de lo que importa. –exasperado, Paul se cruzó de brazos, como un niño caprichoso.
-Bueno…-John se llenó la boca de maníes-La verdad es que…¡nos tomaron!
Golpearon la mesa con los vasos y las manos, gritaron. Todos se giraron  a mirarlos.
-¿Y? ¿No te ponés contenta? Vamos, pedinos lo que quieras. ¿Querés un auto? Tendrás auto. ¿Querés una moto? Tendrás una moto. ¿Querés un transatlántico? Tendrás transatlántico.
-Es que…se van a ir.
-Dejate de jodeeerrrrr –se quejó Paul.
-Estoy muy contenta, ¡al fin un disco de ustedes!
-El cielo es nuestro techo. –John extendió los brazos, haciéndose el solemne –Vamos hija mía, pedid y se os dará.
-No soy tu hija, soy tu hermana.
-Siempre cagándome todo. Ahora no te doy nada. Ni un barco de papel tendrás.
-Es que…
-John –Paul lo tironeó de un brazo –Decile también lo de…ya sabés.
-Ah sí,  tenemos un problema. Es con respecto a un integrante del grupo.
-¡Yo puedo reemplazarlo!
-Que no Wells, dejá de insistir. Es Pete. Tuvimos que sacarlo.
-Ah, pero qué bueno.
-¡Bestia!
-Es que nunca me cayó bien... ¿Por qué  lo sacaron?
-Dijeron que no combina con la banda. –explicó Paul-Y ahora no tenemos otro baterista.
-Por eso pensamos en…Richard. Perdón si esto te afecta.
-¿Afectarme? No veo porqué.
-Vamos Wells si se te notaaa….-George sonrió socarrón, le saqué la lengua. Pete se echó a reír.
-¿Te gusta ése? Qué mal gusto Wells, teniéndome a mí…
-Creo que mi problema con Best no era sólo con él. Es con TODOS los Pete. Porque francamente sos insoportable.
-Me desconozco pero diré por tercera vez: ¡haya paz, carajo! –gritó John.
-Está bien. ¿Richard aceptó?
-Aún no se lo dijimos. Pero si no acepta, te ofrecemos a vos en parte de pago, ahí estará encantado.
-Pudrite, Paul.
-Si acepta, listo, ya tenemos disco.
-Bueno, los felicito.
-No parecés muy convencida. A ver, calmémonos y hablemos bien. ¿Qué te pasa?
-No sé…es muy raro. Se van a hacer famosos, se van a ir, ya no tendrán tiempo para sus amistades en Liverpool, nos considerarán a todos unos mediocres por seguir anclados acá mientras ustedes verán mundo. Se harán de otros amigos, otros contactos y fin, caput, se acabará todo. Va a ser triste, pero igual estoy feliz, es lo que querían conseguir y están a un paso. En la vida hay que triunfar y ser alguien, no un esclavo del trabajo y la rutina en una ciudad gris. Ay, perdonen este monólogo de mierda, les arruiné todo.  
-Uy,uy, uy Wells, cómo estamos…-suspiró Paul.
-¿De verdad pensabas todo eso? –Jonathan se veía sorprendido. –Nunca lo hubiera imaginado, pensé que estabas como todos, saltando de alegría.
-Mercy, no somos así, lo sabés.
-Lo sé Georgie, pero me da tanto miedo…Creo que me siento madre, así tan temerosa de todo.
-Tonta, sos una tonta –John me tomó las manos, me miró con sus ojos que a veces se llenaban de expresividad –Tranquila, no haremos eso. Dejá detener miedo, disfrutá con nosotros. Después de todo, no sabemos si todo eso pasará, es un sueño, pero quizás no suceda nada. Y mientras tanto, te moriste de miedo. No, no, así no. Si llegamos a algo, no haremos nada de lo que temés. Es una promesa. ¿Y desde cuándo John Lennon rompe una promesa?
-Desde siempre. –reí sin querer.
-Bueno…es verdad. Pero esta vez será la excepción. Eso también te lo prometo.   



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Buenas, buenaaaaaas! Aquí volví, acabo de darme cuenta que estoy subiendo un capi al mes, qué vergüenza! Sepan disculpar estas demoras, a veces no hay tiempo ni inspiración y no sale nada. 
Les comento que la canción del principio es esta:

Las que son de Argentina la recordarán como la canción del Banco Francés, más pegadiza que la repu...eeepaaa! 
Bueno, eso, escúchenla que es muy pegajosa. 
Y ahora me despido, buen comienzo de clases a las que empiezan las clases en marzo y a las que ya empezaron...nada, que les vaya bien ;)
Adeu!

03 febrero 2014

Capitulo 75 Dudas y certezas

Armada de tijeras, guantes y pañuelo a la cabeza, me trepé a la planta que tenía en el fondo de mi casa, dispuesta  a hacerle un “peinado nuevo”. Claro que de jardinería no tenía ni idea, y de poda, mucho menos.
-Puta planta de mier...Ah, tendría que hablarle lindo. Bueno, plantita preciosa que linda sombra me das, quisiera podarte, no me tires porquerías en los ojos, dejá apoyarme en tus ram…¡AAAHHH!
Al suelo. La psicología vegetal no había funcionado. Me paré, sacudiéndome y quejándome, empuñé la tijera y me lancé con odio hacia la planta. La guerra era la guerra.
La salvó que justo alguien tocó el timbre.
-¡Ya voy, ya voy! –grité corriendo hacia la puerta. Abrí y me encontré a John, que me tiró el hombro de su cigarrillo a la cara. –Hola John.
-Jijiji, hola hermana, ¿qué tal? –pavoneándose y arrojando su cigarrillo en mi alfombra, entró.-¿Por qué vestida así?
-Porque estaba podando una planta.
-¿Vos?
-Sí, yo.
Rió y se sentó en su sofá favorito, colgó sus piernas del apoyabrazos, se recostó y además de todo esto, puso cara de sex symbol.
-¿Qué viniste a hacer? Porque esa actitud me resulta sospechosa.
-Vine  a decirte que hoy salgo con Cris.
-¿Y a mí qué me importa? ¿Venís a pedirme permiso? ¿Tengo que darte la mano de ella?
-No, sólo te informaba. En realidad, vine a hacerte una invitación.
-¿Voy a tener que salir con ustedes dos?
-No tonta, es otra cosa.
-Ya me dio miedo.
-Tranquila, no pasa nada. El sábado tocamos y habrá una sorpresa.
-¿Una sorpresa? ¿Qué sorpresa?
-Si te digo ya no es sorpresa. Pero es lindo, una buena noticia.
-¡Ya sé! ¡Ganaron la lotería!
-No. Ojalá.
-¡Los nombran caballeros!
-¿Quién quiere eso? Te dan una medalla de mierda.
-Entonces…
-No hagas suposiciones, andá  el sábado y te enterarás. Si venís, claro.
-¡Claro que voy a ir!
-¿Vas porque tocamos o por la sorpresa?
-Andás muy específico.
-Sí, vas por la sorpresa. ¡Te equivocás, no regalaremos nada! ¿Ahora vas a ir?
-Sí, y voy por ambas cosas. ¿Contento?
-Digamos que sí. Ahora vamos que te ayudo con esa planta.





Juntos arrastrábamos los gajos y la mugre que habíamos cortado de la planta. La habíamos puesto sobre un trapo grande y lo llevábamos hacia la calle, para dejarlo allí, como buenos sucios que éramos. En realidad, a la noche pasarían a llevárselo.
-Y no sabés lo nervioso que estoy –decía John arrastrando el trapo-porque Paul no volvió, y de esto nos enteramos ayer, y él no sabe nada. Espero que vuelva más tardar mañana, tenemos que ensayar.
-¿Y si no viene?
-Si no viene, lo castro.
-Podrías poner otro bajista…Yo, por ejemplo.
-Si vos no sos bajista, sos BAJITA.
-¿Y si tocara bien? ¿Me pondrías? –pregunté ignorando su burla.
-Otra vez con eso…No, ya te dije que no, si querés tocar formá TU banda, toda de mujeres. De nombre, “Las feministas solteronas”.
-Morite.
-Si me muero vos te suicidás.
Escuchamos una frenada de bicicleta, vimos a George.
-¿Qué hacen, lauchas?
-Mirá quién habló. Estamos tocando valses vieneses. ¡Qué pregunta la tuya! ¿No ves que estamos trabajando? Trabajar, algo que vos no conocés.
-Uy sí Lennon, vos trabajaste un montón. Si estás enojado porque Mercy te agarró de sirviente, yo no tengo la culpa.
-Perdón, es que estoy nervioso. ¡Paul no vuelve!
-¿Escuché bien o pediste perdón? –me entrometí, con el único objeto de molestarlo.
-Sí, sí, pedí perdón.
-A mí también me preocupa que Paul no aparezca.-dijo George-¿Por qué se fue?
-Se fue a garchar.
-¡John! –lo reprendí.
-Bueno…se fue a visitar a Abby, a ver si de una vez por todas se reconcilian. Aunque ni sé porqué se pelearon.
-Yo creo que tampoco me acuerdo.-me rasqué la cabeza.
-¿George vas al centro? –preguntó John.
-Tendría que ir, tengo mandados para hacer, pero no tengo ganas…
-Llevame.-John se sentó en la bici.
-¡John sos muy pesado!
-Dale flacucho, llevame que tengo que comprarme una colonia nueva.
-Pobre Cris, tendrá que aguantar tu olor a insecticida.
-Me tengo que inmunizar de vos, cucaracha Wells. Vamos Georgie.
Quejándose, George comenzó a pedalear, con John cómodamente sentado atrás. Me burlé de ellos, haciendo referencias a que parecían una feliz y romántica parejita, hasta que doblaron en una calle y no los vi más.
Entré a casa, dispuesta a tomar algo caliente y bañarme, por suerte John me había ayudado mucho, pero aún así me sentía muy cansada. Ya era casi un agotamiento crónico, que aparecía con frecuencia.
-Maldita anemia, tendré que aflojar e ir al médico.-pensé. Ya que estaba en el tema, levanté el tubo del teléfono y llamé. La secretaria me dio turno para el día siguiente.






-JAJAJAJAJAJAJA ¡QUÉ BESTIA! –me sequé las lágrimas que me caían producto de la risa. Reí otra vez, el show de humor que daban en la tele era demasiado bueno, no podía cenar porque escupía todo de la risa constante que me daba. Reía una vez más, un imitador del presidente que rodaba por una ladera, esquiando, levantando los bracitos mostrando un cartel con su foto de campaña, cuando el timbre sonó. Miré la hora, ya era algo tarde.
-¿Quién vive?
-Mercy no estás en un regimiento. –escuché la risita de Paul-Soy yo, Macca.
Abrí sonriendo, contenta.
-¿Y? –le pregunté sin siquiera saludarlo.
-Abby te manda esto.-me entregó una caja. La abrí.
-¡Una cámara!
-Es la de ella, se compró una más moderna y le daba pena venderla. Dice que con vos estará en buenas manos.
-A ver si aprendo a sacar fotos buenas…¡ay pero contame de vos!
Lo hice pasar, apagué la tele y le ofrecí un tecito de manzanilla (porque las viejas tomamos esos tés). Nos sentamos en la cocina, lo miraba de una forma que creo que se me salían los ojos, cada vez que me veía, se reía.
-Bueno, ¿y?
-Y...bien.
-¿Bien? Ponele onda McCartney, decime qué pasó.
-Sos una vieja chisma.
-¡DALE!
-Bué, te diré: llegué, toqué timbre, y milagrosamente me hizo pasar. No se asombró.
-Vamos a lo concreto, ¿se reconciliaron?
-No.
-¿¿¿Eh???
-No.
-Pero…pero…¿por qué?
-Porque no. Mercy, ya está, ella tiene razón, ya fue.
-¿Pero no se quieren?
-Y qué sé…Listo, se terminó. No va más.
Lo miré, extrañada y enojada a la vez. Estaba en esos momentos en los que la mente humana me desconcertaba por completo, tanto que prefería ser un pony antes de compartir genética con gente tan loca. Sí, estaba enojada. Mucho.
-No entiendo, la verdad que no entiendo nada.
-Y yo tampoco, pero es así. Viajé con la intención de aclarar las cosas, y se aclararon.
-Quiere decir que no fuiste convencido de que te ibas a reconciliar. Quiere decir que no querías eso, porque tampoco la querés a ella.
-Ya te dije, no sé.
Bufé, quería echarlo de mi casa, pero ¿quién era yo para meterme en la relación de ellos?
-Lo hiciste para tener vía libre con otras mujeres, ¡te conozco McCartney!
-Que no, no fue por eso. Mercy, es mejor que cada uno siga con sus vidas. Yo acá, ella allá…A lo mejor un día volvemos, uno nunca sabe. Además ella está muy sola, tiene que permitirse conocer a alguien, no estar tan pendiente de lo que pasa acá.
-Con eso me confirmás que no la querés. Si no, no hablarías así.
-Mercy no entendés.
-Y claro que no entiendo, ya te lo dije.
-Tomá.-extendió su mano, que apretaba unos billetes-Acá está el dinero que me prestaste. Gracias.
-Tendría que cobrarte intereses…Mirá los resultados que me traés.
-Pero…
-Dejá paul, no soy nadie para meterme en tus asuntos. Sólo espero que no te hayas equivocado.







La sala de espera estaba llena de gente, principalmente viejas, que leían revistas aun más viejas. Miré mi reloj, eran más de las diez y mi turno era a las nueve y media. ¿Adónde estaba la puntualidad inglesa? Comí el quinto caramelo de un puñado que Jonathan me había dado cuando lo dejé a cargo del negocio. El pobre había quedado nervioso, diciendo que no sabía si podría con todo. Tonteras de él, claro que podía.
-¿Wells?
Me puse de pie y caminé hacia el doctor, que sonriente me esperaba en la puerta. Cerró y me invitó a sentarme frente a él.
-¿Quiere? –le mostré los caramelos. Sonrió.
-Sólo uno, gracias.-agarró uno, lo peló, y comenzó a comerlo-¿Y bien, Mercy? ¿Qué te trae por aquí? Hace mucho que no venías.
-Creo que desde que estoy en Liverpool, sólo vine una vez, con mi madre. Y ya son como cuatro años.
-Chica sana-sonrió-Quiere decir que ahora te sentís enferma.
-No sé si enferma…Digamos que cansada. Siento que me ahogo y que me canso enseguida. Sé que tengo anemia, pero nunca me traté.
-Tal vez sea eso, o falta de ejercicio. Pero vamos a ver, sacate los zapatos.
Me midió, me pesó, me tomó la presión. Anotó cosas, me revisó los ojos, me auscultó.
-Bien, por lo que veo en tu ficha, tenés algún problemita cardíaco.
-Ah sí, pero nada grave, creo que una o dos veces sentí unos pinchacitos, pero de puro stress o amargura.
Sonrió y siguió anotando, los médicos siempre se reían de mis explicaciones. Y ellos que me caían tan mal…
-Bueno, esto puede ser anemia. Tendrías que hacerte unos análisis completos…-garabateó en un anotador, arrancó una hoja-Acá tenés, te los hacés y los traés para que los mire.
-Bueno, gracias.
Lo saludé y salí de allí con cara de asco. Por eso odiaba ir al doctor, porque te mandaba a otro, y ese a otro, y a otro, y así. Y después te llenaban de pastillas intragables.
El laboratorio de análisis estaba a pocos metros del consultorio, así que enseguida pedí un turno. Como estaban algo saturados y lo mío no era nada grave, me dijeron que me presentara recién a la semana siguiente.
Salí de allí decidida a no hacerme nada, primero porque de una semana a la otra ya no me acordaría y segundo porque me gustaba ir de rebelde.
-¿Estás enferma?
-¡AYYY! ¡Richard! ¿Por qué me asustás? ¿Por qué a todos les gusta hacerme eso?¿ ¿Estás estúpido o qué?
Comenzó a reírse a carcajadas, yo sólo caminé rumbo al negocio. Me alcanzó corriendo.
-¿Cómo estás, tanto tiempo?
-Mal.
-¿Fuiste a hacerte análisis? ¿Estás enferma?
-No, me los hice para saber si estoy embarazada.
Arqueó una ceja e inmediatamente abrió grande sus ojos azules, pestañeó rápido. Se quedó parado, yo seguí con mi camino. Otra vez, me alcanzó corriendo.
-Mercy…¿es verdad? –preguntó con miedo.
-Sí. Bueno, no sé, por eso me hago los análisis.
-Pero si no estás casada….
-¿Y eso qué tiene que ver?
Por dentro me moría de risa. Pero trataba de parecer seria y afectada por mi “complicada situación”.
-¿Y quién es el padre?
-Ése es el asunto…No sé.
-¿Y cómo vas a hacer…?
-Tengo un negocio en el que me va bien, podré criar sola a uno, o a dos, porque me parece que son mellizos. Ah, estás invitado al bautismo.
Se quedó en silencio, seguía caminando a mi lado. Por el rabillo del ojo vi su cara de preocupación mirando mi panza.
-Mercy…¿puedo hacerte una pregunta?
-Ya la hiciste.
-Eh…
-Dale, preguntá. ¿Querés hacerte cargo? No hay drama, pero mirá que la leche está cara…Ahora, si querés ser el padrino, te digo que no, elegiré a John. Ah, ¿qué querías preguntar?
A duras penas controlé una carcajada al ver su rostro desorientado, poniéndose rojo y visiblemente nervioso.
-¿Y?
-¿Es una broma?
-No.
Siguió tenso, hasta que para alivio mío, pude soltar mi risa. Él suspiró, quizás también aliviado.
-Esa es mi venganza por haberme asustado.
-Joder…De verdad me lo creí.
-¿Y si era verdad?
-Bu…bu…bueno, yo…
-¿Vos qué? –“vamos, decí que querías ser el padre”, pensé. Decidí sacarle el peso de encima-Querías ser el padrino, ¿no? Bueno, lo hubiera charlado con John…
Sonrió avergonzado, negó con la cabeza pero no dijo nada más. Me enterneció.
-Qué loca estás…
-Ya lo sé.
-¿El sábado vas a ir a ver a los chicos?
-Ah, ¿sabías? Sí, voy.
-Como no saberlo, toda la ciudad lo dice.
-¿Y vos vas a ir?
-Seguro, me gustan.
-¿Te gustan? Ohh…¡no sabía eso de vos, Starkey!
-¿Qué estás pensando? ¿Ves que estás loca?
Sonreí traviesa y me quedé en silencio, ya faltaba muy poco para llegar a la librería.
-Tengo que hacerme los análisis porque quizás esté anémica. –anuncié-Es sólo eso.
-Me alegro que sólo sea eso, pensé que estabas enferma.
-Qué dramático. Bueno, tengo que ocuparme del negocio. Nos vemos el sábado.
-Nos vemos. Y cuidate.
Me saludó con un beso en la mejilla y una sonrisa. Entré a la librería despreocupada, demostrando que ninguno de todos esos gestos me afectaba.
-¡¡¡GU-AUUU!!! –exclamó Jonathan-¿Y eso?
-¿Eso, qué? Nada, nos encontramos y vinimos caminando hasta acá, charlando.
-“Charlando”. Mercy Wells, por favor, apretá el acelerador o al bombón te lo saco yo. Es tan buen mozo…
-Lo que me faltaba, que además de luchar con la Geraldine, tenga que luchar con vos.
-A lo mejor, de esa forma avanzás un poquito, nena.
-Richard está en mi mundo ideal, cono decía Platón.
-Ah, o sea que es tu amor platónico.
-Vos lo dijiste. Dejá que sea así, que me parezca todo perfecto en mi mundo ideal. La realidad es una mierda, y quizás él también lo sea.
-Ay, mirá lo que decís, lo que te estás inventando. Te estás aislando en tu mundo rosita y dulce para no actuar. Pero ojo, el mundito un día puede desaparecer y vas a ver la realidad, y va a ser más dolorosa porque no actuaste.
-Dejá de leer filosofía, te hace mal.
-Lo que usted diga, jefa. Yo sólo advierto.






-Decime si no está re partible.
-Cris, por favor, es mi hermano. No puedo decir esas cosas de él, básicamente porque me parece un hongo.
Bufó y se tomó la cerveza de un trago. The Cavern esa noche parecía que iba a surgir desde el sótano que era hacia arriba por la cantidad de gente y algarabía que se amontonaban entre sus paredes.
-Dame cerveza.-exigí.
Me miró, levantó una ceja, y se empinó la botella.
-¡Dame! ¡La compramos entre las dos!
-Lo lamento, pero no vas a tomar.
-¡Ya no sos mi jefa, no podés darme órdenes!
-¿Y a mí qué me importa?
-Pero…pero…¡dame!
-John me dio expresas instrucciones de no darte ni una gota. Y yo lo apoyo.
-Ah claro, se alían contra mí.
-Ojalá me aliara con él…
-¿Cuándo piensan resolver esa tensión que tienen?
-Dejamos que todo fluya.
-Si dejaran que fluyera, no se levantarían en una semana de lo fuerte que se hubieran dado…
-Mercy qué salvaje y bruta estás, ¿eh? Ah, mirá a quién tenés ahí. Yo digo lo mismo, resuelvan la tensión y no se levanten en una semana.
Miré hacia donde ella señalaba y sonreí. Richard estaba solo, tomando de un gran vaso, mirando con atención lo que sucedía en el escenario. Sin que se me borrara la sonrisa, miré la mesa, la cerveza que Cris no me quería dar.
-¿Y? Dale.-me animó.
-No sé si deba…Me da vergüenza.
Con un golpe dejó el vaso y me miró, después se mordió un labio.
-Yo no puedo creerlo. ¿Desde cuándo tenés vergüenza?
-Desde esta noche.
-Mercy, él sabía que ibas a estar acá.
-¿Y vos cómo te enteraste?
-Yo lo sé todo. No me cambies de tema, dale, acercate y saludalo. Si no vas, lo llamo. Y le digo todo, y cuando digo todo, es todo. Y va a ser peor.
-No serías capaz.
-¿No? ¡Ric…!
-¡Shh! ¡Por favor!
-Bueno, levantate  y caminá. Voy a estar vigilando tus movimientos.
Suspiré, nerviosa, y me acerqué a él.
-¡BUUU!
-¡Ay! –casi dio un salto, un poco de su bebida se volcó al suelo-¡Qué susto!
-Es mi venganza.
-Tu venganza ya te la cobraste, y bastante cara.
-Veo que no sabés que soy muy vengativa y que nunca me conformo.
-¡Hola Mercy! –me giré para ver quién me llamaba, y sin darme tiempo a nada, Majo me estampó un beso en la mejilla.
-Hola…
Comenzó a hablarme de algo que ni entendí, hasta que se percató de que Richard estaba a mi lado. Se puso roja.
-Pe…perdón…
Le lancé una mirada significativa y se puso más roja.
-Voy…voy a saludar a unas primas, ¡chau!-desapareció antes de que le contestáramos.
-¿Querés? –Richard me ofreció lo que estaba tomando.
-¿Qué es?
-Un poco de todo.
-Las señoritas nunca deben tomar lo que les ofrece un hombre, pero como de señorita tengo poco…venga.-tomé el vaso, miré de reojo hacia donde Cris estaba sentada. Me hizo un gesto como de que iba a cortarme el cuello. Le saqué la lengua y tomé.
-Viniste a ver a tus amados.
-Siento decirte que sólo me gustan musicalmente.-rió.
-Qué lástima, ya te veía de cuñado mío.
-John no está entre mis gustos.
-Mejor, no sería linda una pelea entre vos y Cris.
-Si esos ni son novios.
-Eso no significa que ella no te saque las tripas. Cualquier mujer lo haría por alguien que ama, independientemente de si son novios o no.
-Es bueno saberlo, y es bueno tener lección sobre mujeres impartida por vos.
-Gracias. Emmm…a la hora del baile, ¿quisieras concederme una pieza, noble caballero?
Se sonrió y asintió.
-Bue…
-¡Richard! –Geraldine se apareció de no sé dónde, lo tomó se la mano, me dirigió una mirada rabiosa y a él una sonrisa no menos cargada de la misma rabia-Quiero presentarte  a unas amigas, vení.
Lo tironeó hasta que lo hizo perder del alcance de mi vista, entre la gente.
Me quedé rumiando la bronca pero me dije que nada debía afectarme. Poco a poco, me estaba afirmando que a Richard no le era indiferente, se lo notaba, aunque podría ser mi imaginación, otra vez engañándome. Si lo era, ya me importaba poco, sentía que pisaba suelo firme a pesar del estorbo de Geraldine y de otras cosas, probablemente mías, que me impedían avanzar. Jonathan tenía razón, estaba muy metida en mi mundo ideal, el miedo me paralizaba para dar pasos adelante. Pero ahora me sentía un poquito más segura, probablemente porque ya no me ponía mal, sino que disfrutaba de ese coqueteo, mas bien histeriqueo, que le hacía a Richard. Lo que pasaba por mi mente era raro, sí, y pasaba con velocidad, pero en el corazón sentía otra vez la llamita de la esperanza.
De lo que tenía que ocuparme era de que todo fluya, como hacían Cris y John, que en ese momento ya estaban sentados juntos, riendo y lanzándose miraditas cargadas de muchas cosas. Ahora los entendía, “fluír” no era andar rompiendo tensiones sexuales, sino eso, que todo fuera lento y a su paso, hasta dar el golpe final. Mi golpe final estaba cerca, lo presentía. Y todo eso lo disfrutaba, me hacía sentir segura y hasta poderosa por manejar la situación.
Miré a todos lados, estaba rodeada de gente, pero sola. Si me acercaba a Cris y a John, me echarían. Majo estaba muy abrazada a su reciente marido, y Paul y George estaba ocupados con los instrumentos.
De pronto vi a Juliet, tan sola como yo, digamos que hasta parecía aburrida. Me vio y se acercó.
-¡Qué bueno que te encuentro!
-Lo mismo digo.-le respondí-¿Sabés de qué se trata esa sorpresa de la que hablan?
-Ni idea.-se encogió de hombros-George no soltó prenda.
En un abrir y cerrar de ojos, los chicos ya estaban sobre el escenario y sin presentaciones mediante, empezaron a hacer lo que les gustaba: tocar y payasear, divertirse olvidándose de todos.
Majo, Ivan y Cris se unieron a nosotras, que dábamos pequeños saltitos y coreábamos. Luego de dos canciones, de un saltó subió Brian, el manager, y tomó el micrófono que usaba Paul.
-Los chicos tienen que darles una gran noticia.-anunció-Estamos muy contentos porque en pocos días iremos a Londres. La EMI los ha llamado para que prueben con ellos.
Se hizo un silencio de asombro y enseguida alguien comenzó a aplaudir. Un segundo después, todo era gritos, silbidos, y más aplausos. Seguíamos dando saltitos, los chicos al fin estaban consiguiendo lo que querían.
En un rincón, unas chicas lloraban desconsoladas. Me llamó la atención que entre tanta alegría lloraran. Me acerqué sólo por curiosidad y le pregunté a una de ellas, menuda y rubiecita, qué les sucedía.
-Es que si se van, se harán famosos y ya no volverán. Los perderemos para siempre.
Me quedé con la boca abierta, pasmada, aquella chica parecía el ángel de las revelaciones. Y esa era de las peores revelaciones que había recibido en mi vida.






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Después de un ZARPADO tiempo, he vuelto a publicar por aquí. ¿Qué tal todo? Espero que bien, yo ocupada asi que no doy seguridades sobre cuándo volveré a publicar. Bien, pueden matarme, están en su derecho jeje.
Espero que les haya gustado esto y gracias por leer!
Saludos a todas (y todos, que a lo mejor hay algún hombre. Si hay...MANIFIÉSTATE!)