15 junio 2014

Capitulo 83 Dulce Domingo


Entreabrí los ojos, la luz me daba directamente en la cara. La maldije como hacía todas las mañanas cuando la noche anterior olvidaba cerrar bien las persianas. No fue hasta que me despabilé que caí en cuenta de dónde y con quién estaba: en mi cama y con Richard. Lo primero que dije mentalmente fue un “Me quiero mataaaar” que rápidamente desapareció cuando lo vi, dormido junto a mí, la sonrisa no me cabía en la cara, y me mordí para contenerme de agarrarlo a besos para no despertarlo. Era lo más tierno del mundo, y si bien lo había visto dormido anteriormente, nunca así, a mi lado, después de una noche que calificaba como la mejor de mi vida después de mil noches que calificaba como las peores. Aquello no había sido un sueño sino la pura realidad, y la alegría que sentía jamás la había experimentado antes. Richard conmigo….Era verdad cuando decían que lo imposible sólo tarda un poco más. Y vaya que había tardado, pero al fin, se había cumplido.
Bostecé y me deslicé con suavidad para levantarme. No quería despertarlo por nada del mundo, quería seguir viéndolo dormido como un ángel. Recordé aquella vez que me había dormido en sus brazos, cuando me hizo una loca visita junto a John. Casi lo besé y me contuve sin saber porqué, quizás si lo hubiera hecho, me habría ahorrado muchas penas…Pero el destino había querido que fuera así, y no era momento de andar haciéndole reproches.
Cuando me senté en la cama, creí morir de vergüenza, ¿qué estaba haciendo ahí, desnuda? Volví a sentirme horrible y corrí a bañarme y por suerte, el agua caliente de la ducha me quitó esa rara sensación y cuando salí secándome el pelo, ya era una chica feliz y con ganas de desparramar amor para todo el mundo. Sin embargo, una sombra cruzó por mi mente: el miedo, el miedo que presentía que me acompañaría por un tiempo. Miedo a los probables sufrimientos, a desengañaos, arrepentimientos, desilusiones….Lo espanté como quien espanta a una mosca.
Bajé a la cocina dispuesta a preparar un super desayuno que sólo era café y tostadas.
-¡Ay la re puta madre que lo parió! –exclamé cuando, como era costumbre en mí, quemé las tostadas y un dedo.
Escuché una risita detrás mío, vi a Richard y su cara de sueño terrible y largué una carcajada.
-No me veo muy bien, ¿no? –dijo despeinándose más de lo que estaba.
-La verdad que sí, estás hecho un desastre.
-Pero aún así te gusto.
Le sonreí y le planté un beso que él decidió que fuera más largo, pero sonó el timbre. Fastidiados  nos miramos, a saber quién era el inoportuno que caía un domingo por la mañana a joder. Con otro bostezo, abrí la puerta.
-Hola fea.
-Ehh…Hola John. –tragué saliva, no esperaba que fuera él. De hecho, prefería que fuera mi madre antes que él.
-Vengo porque el otro día me olv…-dejó de hablar, me miró poniéndose pálido-¿¿¿Qué hace éste acá???
-John, mirá, es mi casa y mi vida, y…
-¿¿¿Pero qué hace acá???
-Pasé la noche con ella.
-Ay Richard…-me agarré la cara, temiendo lo peor.
John lo miró, me miró a mí, tomó aire.
-¡Te voy a matar! ¡Con mi hermana! ¡Si es una nena!
-Yo no diría lo mismo.
-Richard callate por favor te lo pido.
-Vos te callás, degenerada…¡Mercy! ¿Con él?
Suspiré fastidiada hasta que me percaté que John penas esbozaba una media sonrisa y se dignaba a entrar a mi casa y cerrar la puerta.
-A ver…Esperen que me calmo. Estoy necesitando unas explicaciones. ¿No era que vos, Wells, odiabas a muerte a éste energúmeno?
-John, no le hables así.
-No lo defiendas. ¿Y no era que vos, Starkey, ni siquiera la saludabas? Evidentemente de algo me perdí.
-No te perdiste de nada porque era así, y de pronto ya no. O eso quiero creer, ¿no, Mercy?
-Creés mal, porque todavía te odio. –le saqué la lengua.-A ver, Johnny, por mi parte te digo que yo estaba harta de estar así con él, sabés bien todo lo que pasé.
-Y porque lo sé muy bien, me gustaría pegarle mucho, pero no quiero quedarme sin batería. En fin, todo esto me resulta extrañísimo, pasaron de no saludarse a…saludarse demasiado. ¡Joder, Mercy! ¡Hubieras esperado un poco más!
-¿Más? ¿Te parece que no esperé?
-¡Pero te dije que cuidaras tu tesorito! ¿Acaso ya no educan a las mujeres con eso de que tienen que llegar al matrimonio bien puras?
-Andá a la edad de piedra, John. Por no decirte “andá a la mierda”.
Dio un respingo y me tapé la boca para aguantarme la risa. John era una mezcla cómica de alegría e indignación.
-Tu hermana es grande, asumilo.
-¡No me hables, arbusto batero! Te…te…¡te cogiste a mi hermana!
-¡John! ¡No lo digas así, no seas bestia!
-¡Pero es la verdad, no tiene nada que ver cómo lo diga! Bueno, trataré de calmarme. Más allá de todo esto, me alegra verte con quien te gusta tanto y desde hace tanto tiempo….Aunque nunca entenderé qué se vieron, porque los dos son más feos que pegarle a Dios, pero en fin, entre feos se entienden.
-John…
-¡No me hables, Starkey! Yo no sé cómo voy a hacer para verte en MI banda sabiendo que te moviste a MI hermana.
-Uy Lennon, cortala, que no soy tu hermana después de todo.
-¡Y ahora renegás de nuestro parentesco, si es que hoy me vas a matar a disgustos!
-John, tampoco es una tragedia, si querés te pido permiso para salir con ella y todo eso.
-¿Y ahora de qué sirve? Me parece que ya es un poco tarde.
-Ay basta los dos, los voy a echar.
-¡No! –gritaron al unísono.
-A ver John, Richard y yo somos…somos…
-Amigos con derechos. Amantes. Gente con la que sacarse las ganas.
-¡John, basta!
-Somos novios. –dijo Richard, serio.
-¿Somos novios? –lo miré sorprendida.
-Ni siquiera le avisaste que lo eran, enano…No servís para tratar a las mujeres.
Richard levantó su dedo mayor izquierdo, en clara señal de fuck you y me dio un beso de esos bien largos que al parecer le gustaba dar.
-¡Paren, paren! Basta, ya entendí el mensaje, no hace falta que vea estos espectáculos. Voy a morir de puro asco.
-Qué bien que te quedó claro, hermanito.
-Sos mi hermana, carajo….¡Con mi hermana! Mirate, sos chiquita…
-John.
-Ok, está bien, ya paro, prometo no decirte más nada, por mí hacé lo quieras. Ah sí, tengo una cosa para agregar, pero esta vez  es algo muy serio: Ringo, mi hermana llora UNA VEZ MÁS  por vos, y yo te arranco los dientes. Y sabés que lo cumplo. ¿Entendido?
-Entendido.
-John, parecés de la mafia siciliana, protegiendo el honor de las mujeres de la familia.
-Sí, de mucho me sirvió proteger tu honor…Y callate, que toda mujer merece ser defendida. Además, para vos también hay: si llegás a engañar  a mi amigo, si le hacés mal con tus locuras, también te quedás sin dientes.
-Sabés que no haría eso. Sabés que lo quiero.
Sonrió y me revolvió el pelo.
-Y tanto que lo sé. Ay Dios, qué desgracia la mía…-de repente, inexplicablemente comenzó a reírse. Miré a Richard.-Ay perdón….me da gracia verlos juntitos, ¡parecen dos muñequitos de torta! ¡Los dos arbustitos!
-John, nunca superarás la escuela. Andate.
-Ah claro, ahora ella quiere intimidad con su nuevo “huesito”.
-Te vas.
-Me voy, sí, pero en dos horas Liverpool estará enterado de esto.  Es un notición.
-¡No, John!
Abrió la puerta  y salió silbando.
-¡John, vení para acá! Ay, lo voy a matar.
-Tranquila, seguro que no dirá nada.
-Qué poco lo conocés…Mejor vamos a desayunar, esto ya fue demasiado.


Desayunar con él fue genial porque sólo nos reíamos y hacíamos morisquetas, a la vez que nos contábamos cosas que se nos ocurrían. Lejos habían quedado mis rencores, de hecho ni recordaba ya todo aquello.
-¿Así que soy tu novia?
-Sí, ¿no querés ser mi esposa también?
Escupí el café y un pedazo de tostada quemada.
-No te adelantes tanto, y por favor, no me digas esas cosas así, que me vas  a infartar.
Sólo rió, me puso una mano en el pecho y prestó atención.
-Funciona ben.
-¿Ahora sos cardiólogo?
-Podría serlo, me gustaría cuidarte.
-Ya lo estás haciendo. –le sonreí. Y sí, era todo super cursi pero no podía evitarlo.
-¿Anoche tuviste miedo?
-No, fue lo mejor. Para mí, claro, para vos seguro que no porque soy un desastre para todo y sé que pensabas que me iba a morir y…-me cortó el discurso con un beso.
-No digas eso, para mi también fue lo mejor y no sos ningún desastre. Me encantás, de verdad.
Sonreí y me quedé pensativa. Me miró como esperando que le dijera algo, sabía que tenía algo para decirle.
-Rich…sé que es un poco precipitado pero…prometeme que vas a estar siempre. Ahora que sé lo que es tenerte conmigo, si me faltás sé que me voy a morir. Estoy sonando como una loca posesiva pero….mierda sí, tengo miedo ahora, y ni siquiera sé de qué….-como una tonta, empecé a lagrimear, porque era experta en arruinar los mejores momentos con mi estupidez. Me abrazó y me aferré al él, necesitaba su seguridad.
-Mercy, tranquila. –me separó un poco para mirarme a los ojos.-Estás asustada, eso es todo. No tengas miedo, ya no te pasará nada malo, te lo prometo.
-Perdón.
-Uyyy, llegó la hora de los perdones. –sonrió, y me obligó a sonreír también.
-¿Sabés? Toda mi vida creía que el modelo ideal del amor eran mis padres, y de un día para otro eso se derrumbó. Y creo que quedé con pánico, porque era lo más seguro que veía, y resultó no ser así. Digo yo que será por eso que tengo miedo.
-Te entiendo…Debe ser duro, yo ni me acuerdo de mi padre, sólo tuve a mi madre y después a Harry...Y la verdad es que nunca me paré a pensar si se querían. Bueno, pero vos no te preocupes, nosotros no seremos así.
-Rich.
-¿Si?
-Te quiero.
Sonrió ampliamente y besó de forma dulce.
-Yo también te quiero, linda.
Nos quedamos el resto de la mañana abrazados, a veces pasando largos ratos sin decirnos nada. Ya no era necesario poner en palabras lo que sentíamos, lo necesario era estar juntos, y lo mejor, era que no me costaba decirle que lo quería, lo sentía, lo decía, y sabía que él sentía lo mismo.






Debo decir que por primera vez en mi vida, puse entusiasmo para hacer un almuerzo. Y si bien no fue la gran cosa, tampoco fue la porquería que solía preparar y comer. Claro que eso, en parte, fue porque Richard era mejor cocinero que yo…
El tema es que preparamos la comida mientras escuchábamos música, cantábamos a voz en cuello, y bailábamos empujando las sillas. Almorzamos mirando un programa de concursos que daban en la tele, en el que participé llamando por teléfono instada por él, y en el que perdí por no saber cuál era la capital de Guinea Ecuatorial (¿Cuál es?). No me hice mucho problema por perder, ya que el premio era una cocina y a la vista estaba que mucho no me importaba usarla.
-Puaj, ya está lloviendo. –dijo mirando por la ventana, mientras yo lavaba los platos.
-¿Ya? Pero si había un sol radiante.-me asomé junto a él-Y yo quería salir  a pasear….
-Mañana podríamos salir.
-Mañana es lunes y los lunes se trabaja, señorito músico. –le toqué la nariz y le dejé un copo de espuma del jabón de los platos. Empezó a correrme por la cocina hasta que me agarró y me hizo lo mismo.
-¿Sabés qué es lo malo de todo esto?
-¿Qué? –dije riéndome porque me hacía cosquillas.
-Que me tengo que ir.
-¡Ay no, Richard! ¡Si es temprano!
-Tengo una madre que se preocupa y que piensa que anoche su hijo fue con su banda a tocar por ahí. –me abrazó por la cintura y escondió su cara entre mi cabello.
-¡Qué mentiroso! Quiere decir que ya tenías todo preparado, sabías que no volverías a dormir.
-Exactamente, sabía lo que iba a pasar, que me ibas a decir que sí.
-Maldito. –le di un golpecito en el hombro-Eso no está bien, hacer que las mujeres cedan así ante vos, todo porque sos lindo…y perfecto….y….ay, me podés –le agarré la cara y casi le partí la boca de un beso.
-Auch –dijo cuando lo solté-¿Te gusta maltratar a la gente que te quiere?
-Reconocé que te gustó. ¿De verdad sabías que me iba a rendir?
-No. –rió-Si me echabas de vuelta me juraba no molestarte más. Y no iba a volver a mi casa, me iba a quedar por ahí tomando y ahogando mis penas.
-Pobrecito, todo muy de película.
-No te rías.
-¿Te vas a ir? Por favor, quedate…
-Me quedaría a vivir, pero no. –sonrió-Que eso pase más adelante, ¿no te parece?
-Me estás haciendo ilusionar, andate antes de que te rompa la boca con otro beso. O si no hagamos una cosa: te acompaño hasta tu casa y después voy a hacer unas visitas.
-Me parece genial, vamos. 




Caminamos hasta su casa tomados de la mano, ya no llovía pero había un viento que calaba los huesos, así que tratamos de apurarnos, aunque no teníamos ganas.
-¿Querés pasar? –dijo cuando llegamos.
-No, me da vergüenza.
-Pero si ya la conocés a mi mamá. Dale…
Pese a sus caras de súplica, fui fuerte y me negué. Si bien era cierto que conocía a su madre, no sabía qué decirle a esa señora que ahora era…mi suegra. Temblé de sólo pensar en ese parentesco nefasto para todo el mundo. Él rió, adivinando mis pensamientos.
-No te va a comer, no es mala, al contrario, sabe todo y declaró que le caés muy bien.
-Aún así, no quiero…Todo esto es muy raro para mí, y ni siquiera estoy bien vestida. No, no quiero.
-Tenés razón, mejor organizarlo bien. ¿Mañana te veo? No, mejor te llamo esta noche.
-Y mañana me ves.
-Claro que sí. –me dio un beso de despedida y me quedé hipnotizada, como siempre, con esos ojazos azules en los que tantas veces me había perdido.










-Me siento muy bien, tranquila. –me arrojé en el sofá de Cris, desparramándome.
-Ey, más cuidado con mis muebles. Me extraña tu visita y que estés tan feliz, porque convengamos que las veces que viniste siempre fueron porque llorabas, porque extrañabas a tu mamá, porque llovía mucho…
-Nunca vine porque extrañaba a mi mamá.
-Qué raro, era lo único que te faltaba. Bueno, empezá a hablar, supongo que no viniste a pedirme una taza de azúcar…
-Ah, me hiciste acordar, no tengo.
-Dale.
-Quiero té. Con miel. Y masitas ricas, con chocolate.
-Esta es mi casa, no la cafetería, dejá de dar órdenes y hablá.
-Esta es tu casa, no la cafetería, y no soy tu empleada, no me des órdenes.
-Wells…
-Ay bueno sí, hablo. Pero quiero mi té.
-Cuando te ponés insoportable…
Solté una risita y diciéndome de todo menos linda, fue a prepararme mi té.
-¡No apoyes los pies ahí! –señaló el apoyabrazos de su sofá, ocupado por mis zapatillas con barro.
-Estoy cómoda….No te quejes, no esperabas mi visita hoy, mirá que día horrible.
-Esperaba a John, y ya lo arruinaste.
-Pero si todavía ni vino…
-¡Ay Mercy, vamos, necesito saber!
Sonreí por su impaciencia, me senté con deliberada lentitud, tomé un sorbo de té, sin dejar de mirarla. Cuando supe que estaba por pegarme, abrí la boca.
-Es sobre Richard.
-Ay mi Dios…-se santiguó-¿Qué pasó ahora?
-Bueno…Estamos juntos.
Dejó la taza a un lado, tosió, me miró.
-¿Volviste  a tomar?
-No es un delirio de borracha, hablo en serio. Si no me creés, preguntáselo a John, él nos encontró juntos esta mañana.
-No…no puedo creerlo, así que se lo preguntaré y…un momento, ¿dijiste esta mañana, juntos?
-Sí.
-No quiero pensar lo que estoy pensando…Supongo que Richard fue esta mañana a verte y…
-No. Fue anoche.
Pestañeó, carraspeó, me miró confundida.
-Me estás diciendo que…que…¡dejá de leer novelas!
-Vamos Cris, no hay que ser muy genio para darse cuenta, y no, no estoy leyendo ninguna novela. Sí, pasamos la noche juntos.
-Y…y…¿y?
-¿Y? me duele todo. –me reí de su cara de consternación.
-Pero si estaban peleados, si hace como mil años que están a punto, y al final no, y ahora, de la nada, ya están juntos….¡No te entiendo!
-Es que tampoco hay mucho para entender. Ya está, basta de vueltas, hay que ir a lo importante. Me da vértigo todo esto, no lo niego, pero me voy a jugar. Algo, alguna vez en mi vida, me tiene que salir bien. Listo, me tiro a la pileta y si no hay agua, qué le voy a hacer.
-Me dejás pasmada. La verdad es que hasta había perdido las esperanzas, fue mucho tiempo. Ay, mi Mercy con su Richard, ¿hay algo más lindo? Ah sí, John y yo.
-Bué.
-Mercy –se inclinó hacia mí, me tomó de las manos-Esto es seguro, es cantado, que te va a salir bien. Es como decís, es ahora o nunca, además te lo merecés.
-¿Y si lo arruino porque soy una paranoica y loca y enferma y de todo?
-No, eso no va a pasar. Mirá, si sos todo eso y lo conseguiste, ¿se va a arruinar justamente por eso? No, a vos y a ese amor que tenés, no hay infarto que lo cague. Ni botella. Aunque me imagino que no estás tomando nada, ¿no?
-Agua y nada más. Me lo juré mí misma.
-¿Ves? No vas a arruinar nada, no tengas miedo de vos. Me alegro mucho, ¡y los quiero ver juntos! Aunque si lo pienso mejor…me da ganas de matarlo.
-¡Otra más! John ya montó un escándalo que valió por diez, así que no hagas lo mismo.
-Mejor dicho, los mataría a los dos, pero me voy a contener. ¿Y cómo te sentís con todo esto?
-Feliz, pero ya te digo, con miedo. Además…no sé, como que las cosas están cambiando un poco, ¿te diste cuenta?
-Bien, no soy la única. Se están haciendo conocidos, tengo la sensación de que en cualquier momento se van para arriba…¿Qué pasará?
-Ni ellos saben. Es más, seguro que ni se dieron cuenta.
-Conociendo lo despistados que son, es más que seguro. Bueno no pensemos más en eso, ya veremos qué pasa más adelante.
Asentí y seguimos charlando aunque teníamos ese tema instalado, el “¿Qué pasará?”. Me despedí de ella cuando la tormenta que estaba dando vueltas amenazó con quedarse y descargar su furia en Liverpool.
Me acompañó hasta la puerta y cuando nos saludábamos, miró hacia la vereda.
-Mirá a quién tenés ahí. –dijo con expresión risueña.
Seguí su mirada y vi a Rich bajo un paraguas, sonriendo.
-Ey, hola, ¡qué sorpresa! –me acerqué -¿No estabas con tu mamá?
-Solo fui a demostrarle que estoy vivo con un “Hola mamá, volví” y me fui otra vez. Calculé que estarías acá, y como no hay buen tiempo, vine, así no te mojás.
-Bien quisieras que se mojara.
-¡Cris!
Nos miramos avergonzados, ella sólo se reía.
-Bueno, ya que la Wells siempre insiste con esa estupidez de “¡Ay, que se besen, que se besen!” –me imitó, Richard rió con ganas-Es hora de que des el ejemplo. Vamos, el púbico lo pide a gritos.
-Pero Cris, no sé si….-sin dejarme ni siquiera terminar de formular una protesta, Richard me besó de una forma tan dulce pero fuerte que hasta le agradecí internamente a Cris por su propuesta.
-Aww…¡pero si son dos cositas!
-Vamos, decinos arbustos vos también. –dijo Richard.
-No, ¡pero son tan tiernos! –nos dio un beso a cada uno y me apretó una mejilla- ¡Qué adorable!
-Bueno, bueno, basta de ternura…intenté zafarme-¡Ay Cris, pareces una tía vieja!
-Momento Wells,  a mí no me tratas así. –me soltó, para mi alivio.
-Nos vamos, así si viene John no te molesto ni me hace otra escena.
Entre más bromas y apretadas de mejilla, nos fuimos, otra vez apurados, pues ya estaba lloviendo con mucha fuerza.
-Gracias por acompañarme. –le sonreí cuando llegamos.
-Te quería ver.
-¡Pero si hace tres horas nos vimos!
-No importa, te quería ver otra vez.
-Basta, no podés ser más tierno.
-Claro que puedo.
-Je, ya veré cuánto. ¿Vas a pasar?
-Ok.
Lo frené con una mano en el pecho.
-Sólo si me prometés que esta noche te volvés a quedar.
Esbozó una sonrisa pícara.
-Hay que ver cómo sos, morocha. Y yo que no me puedo negar…
Entramos riendo y empezamos a besarnos como locos. Yo, que toda mi vida había odiado los domingos y más cuando traían ese clima, podía declarar que ese domingo era el mejor de todos y que los amaba. Y que por suerte, no sería el primero de muchos más.


 

********************
¡Buenas y santas! ¿Como les va? Bueno, aquí les dejo el 83, que no es una cosa como para volverse loco, pero ojo al piojo ¿?
Hoy quiero dar un especial saludo a una nueva lectora (sí, a pesar de que el fic está super avanzado, hay gente que se incorpora, y no saben qué alegría que me dan!) ¡HOLA CATA! ¡Bienvenida! Gracias por tus lindas palabras sobre el fic, espero que te siga gustando.
Y ahora me retiro, que tengo que hacer comiditas para esta tarde, que juega Argentina (seguro que ya están hartas del Mundial, pero por favor, si me quieren tanto como escritora, hagan fuerza para que ganemos, que necesito un poco de alegría. Prometo regalarles gorritos jaja)
Saludos para todas, nos leemos en el próximo!