27 marzo 2014

Capitulo 77 Algo termina.

-“Y Horace Wells falleció ese mismo año, suicidándose en prisión. Al otro día, llegó una carta a su casa, donde lo reconocían y lo dejaban en libertad.” ¿Ves? Quizás seas descendiente del inventor de la anestesia.
-Ay George…
-Yo que vos averiguo, ya veo que heredás una fortuna. Me agradecerás haberte pasado el dato –cerró el libro que leía y lo dejó sobre el mostrador-Claro que exigiré mi comisión.
-Como digas…
-¿Y qué tal?
-George, hace tres horas que estás acá estorbando y recién preguntás “¿Qué tal?”.
-Estaba informándote sobre tus antepasados ilustres. Lástima que saliste tan BESTIA.
-Gracias Hari, yo también te quiero. Ah, estoy bien.
-Me alegro.
-¿Cómo va la banda?
-Pues…-se mordió el labio, se acomodó mejor en la banqueta en la que estaba sentado-Digamos que va bien. Estamos acostumbrándonos a esto de estar bien vestidos y presentados, a ensayar a conciencia y a…Richard. Ah, en ninguno de los ensayos preguntó por vos.
-Ni me interesa.
Rió y abrió otro libro, silbando.
-¿Y con Juliet? ¿Cómo va todo?
-Mejor, imposible. En un rato seguro viene. –consultó su reloj-Hoy cierran temprano la tienda por no sé qué.
-Porque la hija de la dueña se casa mañana.
-Ah, por eso.
Jonathan emergió del sótano, con una caja enorme en las manos. Sonrió  y caminó hacia la mesa de discos. Cada vez que lo veía hecho una sombra, esforzándose por parecer lo contrario, me preguntaba si yo habría estado igual en su momento, o si a veces, lo seguía estando. Dos semanas había pasado desde la muerte de su madre, pero como siempre en esos casos, parecía que habían pasado años.
-Jona, ¿querés té?
-No, gracias. –sonrió triste-Acomodaré estos discos.
George carraspeó y me miró significativamente. Mi respuesta fue mirar de reojo a Jonathan y negar con la cabeza. Suspiró, e inició un tema de conversación cualquiera hasta que llegó Juliet, apurada como siempre, pero sonriendo.
-¡Aquí estoy! –exclamó al entrar. Le dio un beso a George y nos saludó a Jonathan y a mí.-Qué lindo es salir antes del trabajo. ¿Cómo están?
-Acá, aburridos. Se nota que es fin de mes, nadie gasta una moneda.
-Uff, decime a mí, en estos días nadie compra ropa ni por broma. Hagamos algo, ¿por qué no vamos a tomar algo a la cafetería?
-¡Genial idea! ¿Qué te parece Jona?
-Tengo que seguir con esto y…
-Ay, dejalo para mañana, cierro y vamos.
-Amo tu nivel de irresponsabilidad. –rió.





Media hora tardamos en llegar, ya que caminábamos despacio, charlando y fumando, tranquilos. Al fin llegamos a la cafetería, también desierta.
-Odio fin de mes. –dijo Cris cuando le comentamos que todos estábamos iguales.
-Por suerte en dos días ya empiezan a cobrar todos otra vez…Es poco tiempo, pero se siente. –Juliet sorbió su café-Ah Mercy…Mirá, no es por asustarte ni nada, quizás me haya confundido pero…ayer vi a un chico muy parecido a ese Friederich que anduvo con vos.
-¿QUÉ? –casi escupo el trozo de torta que masticaba.
-Ay no…¡otra vez ése! Iré a afilar mis cuchillos –dijo Cris.
-Oigan quizás sólo sea parecido…-Juliet se veía nerviosa por las reacciones que había causado-No sé, lo vi desde adentro, caminaba por la vereda y se paró a mirar unos vestidos de la vidriera…Seguramente me confundí, no veía bien desde donde estaba.
-De todos modos, si fuera él, ¿qué haría aquí? ¿No es de Leeds? –preguntó George.
-Sí…Habrá venido por algo de la universidad, yo qué sé….
-Ese tipo no es trigo limpio, ya ves lo que te contó su ex novia, puede que hasta sea un asesino. Mercy Wells, te venís a vivir conmigo hasta que pase el peligro.
-Ay no exageres, Cris, seguro que ni es él. Además, ¿cómo le creo a una novia despechada? No sé, a mí siempre me resultó extraño todo eso que dijo.
-Igual te cuidás, no es gente buena, ni él ni la petisa esa que vino a verte, que dice ser la ex. Lo que nos falta, un susto dado por ése.






Abrir la ventana a la mañana, cuando se veía que sería un día precioso, era relajante. Entraba un aire fresco pero no frío, el sol iluminaba de forma especial, y la calle empezaba a tomar movimiento con la gente silbando, las bicicletas de los diarieros, y el olor a tostadas que salía de las casas. Bostecé y comencé a bajar las escaleras, raramente contenta por estar recién levantada.
El timbre sonó y me asustó, demasiado temprano para visitas, eso no significaba otra cosa que malas noticias. Apreté mi dije con las iniciales, como si fuera un amuleto contra lo que hubiera detrás de la puerta. Abrí, y vi a John. No se lo veía mal, más bien todo lo contrario.
-Uy hermanita, estás en camisón. Cuánta sensualidad.
-¿Qué pasó? –pregunté haciendo caso omiso a sus observaciones.
-Deberías hacer algo por ese busto, estás muy plana.
-John.
-Ah sí, dejo la tontería. Verás, lamento molestarte a esta hora, pero estoy muy nervioso. Tomé una decisión.
-No me asustes.
-Tranquila, no me suicidaré, ni me iré del país. Hoy es el día.
-John, dejá de hablar como si fueras un prócer y aclarame lo que pasa.
-Tu escote no me deja concentrar.
-¡Basta!
-Ay bueno, bueno. Emmm…estoy nervioso porque hoy invitaré a salir a Cris.
-¿Y? No es la primera vez. Tengo entendido que sería la segunda, y que en la primera no hiciste absolutamente nada. Algo inexplicable para mí, todavía.
-De eso se trata. Esta vez pasará algo. ¿Creés que le gustarán los condones sabor a frutilla o…?
-¡JOHN!
Rió tontamente y se dejó caer sobre el sofá.
-Te dije, estoy nervioso y digo bobadas. –se incorporó-Wells, le voy a decir todo. Y tengo miedo. O sea, soy John Lennon y le tengo miedo a una cafetera. Pero esa cafetera es mayor que yo, tiene más fuerza que yo, por lo tanto me puede pegar, pero  está más buena que…Wells ayudame, ¿qué le digo?
-Nada. Ya sabe todo John, cuando vos vas, ella fue y vino cuarenta veces. Ya sabe, espera a que por una vez demuestres quién es el hombre y ACTÚES.
-Por eso tengo miedo.
-Ay bueno, agarrala y dale un beso, yo qué sé. Ahora dejame terminar de despertarme en paz.
Se quedó pensativo y se puso de pie.
-Ok, me voy.  Ah, tenés mal aliento cuando te levantás.
-Idiota.  








Ir a la iglesia cuando alguna desconocida se casaba era una tradición que muchas compartíamos con el solo fin de mirar vestidos y criticar. Por eso estábamos allí Juliet y yo. Su jefa la saludó y para mi desgracia encontré entre los invitados a mi doctor. Y para más desgracia mía, me reconoció.
-Hola –saludó-No volviste a visitarme.
-Ah es que….estuve con unos asuntos.-mentí-La semana que viene iré, sin falta.
Sonrió, resignado a que todos sus pacientes fueran unos ignorantes mentirosos.
-¿Y ese hombre que te saludó? ¿Quién es? Ah Mercy, no sabía que lo tuyo fueran los mayores…
-Tonta, es mi médico, y estaba reclamándome que vaya a verlo.
-Eso es toda una señal –rió.
-Es un tipo grande, podría ser mi abuelo, mujer.
-Pero no lo es -Soltó una carcajada y yo también, al ver a una mujer pasada en kilos y años, vestida de rosa con un montón de moños dorados.
Después de contemplar el gasto descomunal que se había hecho en esa boda, salimos de la iglesia, charlando sobre el vestido de la novia, y dando nuestra opinión sobre todas las modificaciones que se le podrían hacer. Afuera estaban George y Paul fumando, escépticos ante todo el espectáculo. Decidimos ir hasta la plaza y sentarnos al sol, ya que el día prometía mucho en cuanto al clima. Noté que Juliet se había quedado callada y que ni miraba a George, cosa rara, ya que él era su adoración. George le hablaba un poco, pero ella ni contestaba. No era la misma Juliet  de la iglesia, ni eran la misma pareja del día anterior.  Miré a Paul, se encogió de hombros.
-Oigan ¿qué les pasa a ustedes dos? –pregunté, siempre con tanto tacto y diplomacia…
-George me deja.
-¿¿¿Qué??? –gritamos Paul y yo.
-¡Juliet no digas eso! Nunca te dejaría, ya lo sabés.
-Se va a Estados Unidos.
-Sí, a visitar a mi hermana, qué escandaloso.
-¿Y cómo voy a saber que no te vas a enredar con una norteamericana? Esas son terribles.
-Tenés que confiar en él. –dijo Paul.
-Uy, mirá quién habla. –todos lo miramos.
-Já, justo Pual. –rió George-Ya consiguió la dirección de la chica Grace, la de la EMI. Y le va a escribir como su “admirador secreto”.
Comenzamos a reír, olvidándonos del viaje de George, mientras Paul sólo se limitaba a mirar a la calle, indiferente.
-¿Y si les digo que ya le escribí? ¿Y que ya me contestó?
Pestañeamos. Era increíble la rapidez de McCartney para conseguir mujeres, aún por correo.
-¿Y cuándo la verás? –preguntó Juliet.
-No sé, supongo que cuando volvamos a grabar.
-Seguro que es una estirada, como toda londinense.
-¡Ey, que yo lo soy! –le di un golpe en el brazo.
-Uh, es verdad.
-Pese a esta afrenta, te voy a decir algo, Juliet: George va a visitar a la hermana, sólo es un viaje  a la familia. Dejá a la yanquis con sus yanquis jugadores de béisbol y demás estupideces.
-Está bien. –contestó poco convencida.
-Mercy Wells, la reina de los enamorados.
Le di otro golpe a Paul y nos sentamos todos en un banco.
-¿Seguís odiándome por lo de Abby?
-Mmm…no. Ya no me meteré en esas cosas, ustedes sabrán porqué se separaron. Lo único que sé es que son buenas personas, y eso me importa mucho.
-Gracias Wells. Y ahora mejor vámonos, que éstos dos se han acaramelado y nosotros parecemos un par de cactus acá.









-¡CERRÁ TODO! ¡CERRÁ TODO!
-Cris, no estamos en mi negocio. Es mi casa.
-Me da igual. ¡Ayyyyyy! ¡No sabés!
-Sí, sé. Bueno, me imagino.
-No, no te imaginás. Dejame entrar.
-Eso espero, que entres, así te doy el gusto y cierro todo.
Entró con la velocidad de un rayo y me miró ansiosa.
-¡Dale! ¡Preguntame qué pasó!
-No me corresponde preguntar eso a mi antigua jefa, según el contrato yo…
-Dejate de joderrrrr ¡Preguntá de una vez!
-Bueno, bueno. ¿Qué pasó?
-¡Salí con John!
-Bien, eso ya lo sabía. ¿Algo más?
Intentó mirarme con cara de jefa, pero la alegría la podía. Le salió una sonrisa traviesa, que decía muchas cosas.
-¡Estamos juntos!
Ok, eso no me lo esperaba, porque tampoco esperaba que John al fin se hubiera animado a hablar.
-¿Q…qué…?
-¡Que soy tu cuñada! Estamos juntos, somos novios, como le quieras llamar. Ya es oficial y todo eso y ¡ayyyyy!
-Vos me estás jodiendo, ¿no?
-¡Nooo! ¡Creeme de una vez, carajo!
-¡Bi…bieeeen! ¡Al fin! Era hora de que esté con una mujer seria, coherente, responsable…
-¿Yo soy eso?
-Ehh..no. Bueno, supongamos que sí. Lo importante es que ¡está con vos! –la abracé y le revolví el pelo. A eso sí que había que llamarlo triunfo del amor. Comencé dar saltitos por la sala, junto a ella, hasta que hicimos caer un florero.
-No te hagas problema, era horrible. –reí al verla contemplar los destrozos- ¡Ahora contame cómo fue! ¿Qué te dijo?
-Bueno…no me dijo nada.
-¿Cómo que no?
-Me agarró y me dio un beso.
Cerré  los ojos, negué con la cabeza, y me pegué en la frente con la palma de una mano.
-Hizo exactamente lo que le dije….Qué imaginación le puso.
-Bueno pobrecito, si vieras lo nervioso que estaba, me daba una ternura…Me encanta.
-¿Y qué más pasó? Porque pasó algo más, ¿no?
-Sí, pasó.
-No me digas, ya me imagino. ¿Frutilla?
-¿Eh?
-Nada, dejá. ¿Qué pasó?
-Fuimos a cenar y bueno, me dijo que está loco por mí y nada más porque casi me lo como a besos. El camarero casi nos echa. –mi cara debe haber sido rara, porque me golpeó con un almohadón-¡Parece que estuvieras viendo un renacuajo!
-Ya te dije, no logro verlo…lindo. Me cuesta creer que le cause cosas tan fuertes a alguien.
-Mejor para mí, porque si lo ves de otra manera, date por muerta.
-¡Ay cuñada! De verdad, la noticia me pone feliz, estaba esperando esto desde hacía mucho tiempo, no aguantaba más eso raro que tenían.
En eso sonó el timbre, abrí, y era John, con la sonrisa más grande que le había visto en todos los años que llevaba conociéndolo.
-Me dijeron que mi novia está por acá…
-Qué bien suena eso de “mi novia”. Al fin algo decente y no cualquier bicho de esos con los que anduviste.
-No empieces a burlarte o te traigo a Marcia.
-¡Ni la nombres! –gritamos las dos. Él rió.-¿Qué tal?
-Bien. –respondí, aunque al instante me di cuenta que la pregunta no era para mí, sino para Cris, a quien miraba de modo especial. –Bueno…¡que se besen! ¡Que se besen!
Cada vez que gritaba eso, no obtenía resultados, porque todas las parejas a las que se lo gritaba se ponían en plan tímido y decían que les daba vergüenza y un montón de giladas más. Pero John y Cris no eran así,  sino todo lo contrario. Por lo tanto, al ver que no se despegaban y que mi casa corría riesgo de convertirse en un hotel, decidí finalizar el espectáculo.
-¡Ey! ¡Paren un poco! ¡Ya está!
-Wells corta mambo. ¿No ves que estoy con mi chica?
-Sí, veo, no hace falta que me digas. Bueno Lennon, me alegra la sincronía de lenguas que tienen. Ah, y de que sean novios. ¿Cuándo se casan?
-No nos casaremos, viviremos juntos. –la agarró por la cintura. Me sorprendí, en otras ocasiones, John me hubiera mandado al carajo por la pregunta, pero ahora se lo veía sereno y contento.-Compraremos una casa y viviremos ahí, en constante pecado.
-Par de conejos. Veo que ya tenés todo planeado.
-Anoche lo planeamos.
-¿Eh? ¡Cris, me dijiste que no hablaron nada!
-Bueno, habló todo él. Ya tiene todo en mente, ¿no es un amor?
-Sí, un amor. Hablando en serio, John, me alegra mucho que al fin hayas elegido, y bien. Eso sí, la hacés sufrir y me olvido que sos mi hermano. Bueno, la advertencia va para los dos.
-No te preocupes. –sonrieron, y supe que sí, no debía preocuparme.
-¿Vamos? –dijo John.
-Vamos. ¿Seguro que tu tía no me dirá nada porque soy mayor que vos?
-Y si dice, ¿qué? Ella es más vieja.
-Suerte con eso, la necesitarán. –reí.
Cerré la puerta, más que feliz. Era hora de que todo se encarrilara de una vez.








Respiré hondo, tratando de meterme el aire salado del mar en lo más profundo de los pulmones. Las últimas veces que me había quedado contemplándolo había sido en situaciones horrorosas de mi vida. Ahora estaba todo mejor, y consideraba justo agradecerle el apoyo, su presencia allí, silenciosa porque no preguntaba nada, y a la vez ruidosa con su braveza, como para decir que ahí estaba, para que no se sintiera tanto la soledad.
Me quedé unos minutos más mirando la masa gris que golpeaba una y otra vez en la playa, y me giré, para volver a casa. Pero cuando despegué mi vista de mi querido mar, me encontré con una sorpresa. Una desagradable sorpresa. Friederich.
-Hola Mercy. –sonrió, y de pronto sentí arcadas. No puede contestarle-Estás más linda, qué gusto encontrarte acá.
-A…andate. –articulé al fin.
-¿Por qué? Yo no vengo a hacerte nada…
-Andate, no quiero verte.-bajé la vista, sentía que el corazón me latía rápidamente, me dolía.
Me acarició una mejilla y me enfurecí.
-¡No me toques! ¡Ya sé todo sobre vos, sos un delincuente!
-Uy, uy, uy, seguís arisca cuando te tocan. –sonrió. De reojo miré alrededor, para mi desgracia estaba completamente sola y anochecía. Tenía miedo, mucho.
-Andate Friederich, te lo pido por favor. Si me dejás no le aviso a nadie de los que te están buscando.
-Veo que Evelyn ya te vino con el cuento…No le creas, es una tonta.
-Me da igual lo que sea, andate no te quiero ver, dejame en paz.
-No, no me voy. Vine por vos, y conmigo vas a venir.
-Dejame –sabía que no lo iba a hacer, y entré en pánico cuando vi que me quería besar. No se lo iba a permitir por nada del mundo. -¡Dejame hijo de puta! ¡Soltame!
Comenzamos a forcejear, pero llevaba las de perder, tenía mucha más fuerza que yo y…un cuchillo en el cinturón.
-¡Vas a venir conmigo, Mercy Wells! –me zamarreó –Te quiero y te voy a llevar, te guste o no, ¿me entendés?
-¡Soltame! ¡Ayuda! ¡Alguien que me ayude! –me tapó la boca con una mano, empecé a patearlo, a tirar manotazos a ciegas, hasta que me liberó la boca -¡Ayuda!
Otra vez me tapó la boca, agarró una de mis muñecas, la soltó, echó mano al cuchillo.
-¡Soltala la puta que te parió! –alguien agarró de un hombro a Friederich, lo dio vuelta, y le dio tremenda trompada, derribándolo al suelo. Se sentó, agarrándose la boca, que sangraba.
Asustada, miré a quien me había salvado, aunque recordé que a veces el que te salvaba lo hacía para agarrarte y hacerte algo peor. Sentí alivio al ver que era nada más y nada menos que…Richard.
Friederich intentó levantarse, pero Richard le pegó otra vez, al parece más fuerte.
-¡Andate de  acá, hijo de puta! ¡Andate a la mierda!
Como pudo, Friederich se levantó y corrió hasta perderse en la ya reinante oscuridad. Todo había sucedido en unos segundos y yo no podía reaccionar.
-¿Estás bien? –Richard se acercó a mí.
-No…no sé…
Y entonces sucedió. Me abrazó y me desplomé en lágrimas, ya consciente de los que había pasado y de lo que podía haber llegado a pasar si él no aparecía.
-Tranquila Mercy, ya se fue, ya pasó todo. –lo escuché decir, acariciándome el pelo y la espalda. Me abracé más a él, intentando controlar el llanto, desesperada por protección. No sé cuánto tiempo estuvimos así , sólo sé que logré tranquilizarme y él me separó un poco para mirarme.
-Ya está, no llores, quedate tranquila.-me acomodó el pelo detrás de las orejas.
-Gra...gracias…De verdad muchas gracias. Tuve mucho miedo. –otra vez las lágrimas afloraron y él me las secó con los pulgares.
-No llores más, tranquila, respirá. Vamos a tu casa, ¿si?
-Tengo…tengo que llamar a Evelyn, avisarle que él está acá, que lo busquen.
-De acuerdo, vamos.
-Pero no quiero dormir en casa, iré a lo de Cris.
-Te acompaño ahí también.
-No, no, ya hiciste mucho por mí, la llamaré para que me pase a buscar. Tenía razón, ese tipo es un peligro.
-No te angusties más, ya está.
-Sí, es verdad, por suerte no pasó nada. Bueno, por suerte no, fue gracias a vos y…Ay, me duele el pecho.
-Vamos al hospital.
-No, no…A casa, quiero ir a casa.
Caminamos juntos, él seguía abrazándome. Muchas veces había imaginado eso, pero en circunstancias más felices. De cualquier manera lo disfrutaba, aunque el susto no se me pasaba.
Llegamos a casa, busqué rápidamente el papel que Evelyn me había dejado con su número de teléfono y la llamé. En pocas palabras le conté lo sucedido y aseguró que daría aviso a la policía, que en pocas horas Friederich estaría preso. Me agradeció y prometió venir  a verme, pero yo no quería, no quería saber más nada relacionado a esa historia que después de tanto tiempo seguía jodiéndome la vida.
-Mercy, ¿estás bien? Estás pálida.
-Sí, estoy bien, sólo que me siento agitada y nerviosa, cuando me acueste se me pasará. Yo…yo no tengo palabras  para agradecerte lo que hiciste.
-Cualquiera que hubiera visto esa situación lo hubiera hecho, fue una suerte que justo pasara por ahí y los viera. Bueno, en realidad no pasaba por casualidad, te estaba buscando.
-¿A mí? ¿Para qué?
-Para…nada, no tiene importancia. ¿Te lastimó?
-No, no alcanzó a hacerlo, pero creo que estaba decidido. Richard, te voy a agradecer esto toda mi vida.
Sonrió, con esa sonrisa que tanta paz me daba y a la vez tanta intranquilidad. Me acarició un brazo.
-Ya pasó todo Mercy, no estés asustada, ¿sí?
Asentí, tratando de mantener a raya las lágrimas que otra vez querían salir.
-Mañana pasaré a verte y si querés…no sé, podríamos salir.
-¿Eh? ¿Salir? –pasé de la angustia al estupor.
-Sí…así te distraés, ¿te parece?
-Claro, me encantaría.
Se acercó, y me dio un beso en la mejilla, suave, lento. Me quedé mirándolo, sin saber muy bien qué podía seguir a todo eso.
-Eh…gracias.
-Cortala con el agradecimiento. –rió, y yo también, y me rodaron las lágrimas.
-Ey no, no llores…
-Es que soy tonta. –sonreí-Bueno, ¿nos vemos mañana?
-Sí, vamos adonde quieras, yo invito, acordate que te debo aquella vez que me invitaste, cuando buscábamos lugar para tu librería.
-Pfff ¡eso fue hace mucho! Ya venció esa deuda, y también quedó pagada con lo de hoy.
-No confundas trompadas con comida…La comida es más importante.
Reí, asintiendo.
-Me alegra que te rías. No te preocupes más por ése, ya te dijo la chica que lo meterán preso.
-Eso espero.
Nos quedamos en silencio, mirándonos. Sí otra vez ese silencio incómodo.
-Ah Mercy, yo…
-¿Qué?
-Ehh…nada, nada, mañana charlamos, ahora tenés que descansar, te dejo tranquila. Cuidate mucho, por favor.
-Estaré bien, no te hagas drama. –esta vez fui yo la que le dio un beso en la mejilla.
Se fue saludándome con la mano, prometiendo que al día siguiente regresaría.
Cerré la puerta, todavía muy asustada, pero mucho más feliz. Richard me había salvado y me había invitado a salir. El día siguiente sería perfecto, lo presentía.
Lo que no sabía, era que ese día nunca llegaría.







Bajaba las escaleras, con el pijama en las manos y un bolsito colgando de un hombro. Ante cualquier ruidito me sobresaltaba, por eso enseguida llamaría a Cris, no quería estar ni un segundo más sola, me sentía igual de mal que cuando era pequeña y las tormentas eran fuertes, y yo lloraba porque quería dormir con mi mamá. Sólo que esto era mucho peor.
Cuando llegué al final de las escaleras un mareo inesperado me obligó a buscar el apoyo de la pared. Respiré, esperando que pasara, pero apenas se alivió. Levanté la vista, para mi sorpresa me costaba fijarla, veía un poco borroso. Me acerqué hasta un sillón donde ya tenía algo de ropa preparada, dejé allí el pijama y el bolso, el mareo volvió.
-La puta madre. –dije en voz alta-¿Y esta resaca? Si hace días que no pruebo una gota de alcohol…
Quise reírme de mi conclusión, pero no pude. Esta vez fue el pecho, un dolor igual al que había sentido cuando vi a Friederich enfrente mío me hizo soltar una queja. Eso ya no era normal, el mareo había cesado un poco, pero el dolor en el pecho continuaba, como si me aplastara, y ahora una fuerte puntada en la cabeza me hacía apretar los dientes. Tragué saliva, me costaba respirar, las manos no me estaban respondiendo, ni siquiera las sentía, y todas las cosas me parecían extrañas y lejanas, como si no las reconociera. Me estaba asustando, nunca me había pasado algo así, y sentía que eso no se aliviaría con una aspirina.
-Papá…-dije con angustia-Me está pasando lo mismo…
No sé porqué tuve esa certeza, pero lo sentía. Me estaba pasando lo mismo que a él, aunque ni sabía qué dolores había sentido él. Simplemente estaba segura de que era lo mismo, y que no tenía un buen final.
Caminé hacia la puerta, notando que a cada paso la cabeza y el pecho me daban terribles puntadas, y que el movimiento de la respiración parecía una puñalada detrás de otra. Salí a la calle, la crucé sin siquiera mirar, y golpeé la puerta de Mimi, notando con angustia que mis golpes eran demasiado débiles como para ser escuchados. Tomé aire como pude, y golpeé una vez más. La puerta se abrió al cabo de un par de eternos segundos.
-¡Mercy! ¡Hija, ¿qué te pasa?!
Me abrazó para que no cayera, pero no lo logró, las piernas me fallaron y caí al suelo, sin poder atinar a sostenerme de algo.
-¡Mercy, Mercy!
-Mimi…-dije apenas-Me muero, me estoy muriendo….
La escuché gritar algo, pero ya no pude distinguir nada. Acopié fuerzas para abrir la boca y poder respirar, con horror sentía que me ahogaba y no podía hacer nada para impedirlo. Pero no lo logré, todo se convirtió en oscuridad.

La más terrible de las oscuridades.  




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Hola después de tanto tiempo! Sé que tardé mucho en subir y que ahora les traigo esto...Podría decirles más cosas, pero no lo haré para no quitar suspenso y por lo tanto emoción jejeje. Sólo les diré que ya no tardaré tanto en actualizar porque ando más libre (freedooom!) así que prometo ser buena fanfiquera  y no tardar tres meses en subir algo.
Bueno, les dejo un beso grande a todas, se me cuidan!