08 enero 2014

Capitulo 74 Decisiones

Estiré mi brazo lo más que pude, hasta llegar a la mesa de noche de mi padre. Abrí el primer cajón y revolví hasta que en la oscuridad reconocí el paquete de aspirinas y otros medicamentos. Tomé una y la tragué. Tosí, media ahogada, me senté en la cama que era de mis padres y me agarré la cabeza con las dos manos, cerrando los ojos. En mi vida había sentido tal dolor de cabeza. Era la consecuencia directa del golpazo que me había dado por culpa de Marcia. Para colmo, se había cortado la electricidad de modo inexplicable, así que todo estaba a oscuras y yo sin siquiera una vela. Me mantuve en la misma posición hasta que sentí que el dolor iba amainando. Por las dudas, tomé otra aspirina y la tragué, y otra vez volví a ahogarme. Dirán porqué soy tan bestia  como parta tragarlas así. Digo que era porque no tenía agua, del mismo modo inexplicable que no tenía luz.
Esperé hasta que el dolor desapareció y caminé a tientas hasta mi habitación. Allí me quedé dormida. Tan dormida que cuando desperté...
-¿Qué? ¿Las 12? –grité al ver la hora -¡Y yo sin bañarme, ni vestirme, ni peinarme, ni maquillarme, ni comer!
Corrí al baño, me dio un duchazo más que rápido y bajé a comer algo. Ahora dirán porqué tanto apuro. La respuesta es que a las cuatro de la tarde tenía un casamiento. Sí, había llegado el momento de la vida en el que tus amigos te invitan a sus bodas. No sabía si eso era bueno o qué.
El casamiento en cuestión era el de Majo e Ivan. Apresurado quizás, pero ellos habían decidido así, y cada quien hace lo que quiere, ¿no? El único que no estaba de acuerdo era Paul, pero su opinión, como siempre, no valía, o eso le decía siempre para molestarlo.
Luego de comer y vestirme, mientras luchaba con mi cabello, llegó John. Como él ya estaba listo, ya que todos los hombres son rápidos para arreglarse, se distendió en la sala, fumando y mirando televisión.
-Faaa…qué hermana tengo.-dijo al verme bajar las escaleras- A ver, una vueltita. Bien, muy bien, una modelo.
-Uy si.
-Claro, dedicate a eso. Conseguirás mucho dinero, fama,  te casarás con un millonario, tendrás escándalos que saldrán en la tele y lo mejor…me harás famoso a mí.
-Siempre queriendo sacar tajada. ¡Ay, como odio estos zapatos! ¡No sé caminar con tacos!
-Que vergüenza, una chica grande que no sabe usar zapatos. Bueno vamos, que se hace tarde.
Media hora después, estábamos en plena ceremonia. Majo se veía más que bella con su vestido blanco, Ivan mas guapo que de costumbre con un elegante traje. Ambos, felices.
-¿No supiste nada de Marcia?
-John, ¿acá me venís a preguntar sobre ésa? No, no sé nada. Y callate.
-Maldita puta de mi…
-¡John estamos en la iglesia!
-Me aburro…
Miró a todos lados, indiferente. De vez en cuando saludaba a conocidos o simulaba llorar como las viejas que estaban en primera fila. Le daba codazos, pero era en vano.
Cuando le cura dio permiso para besar  ala novia, empezó a los gritos.
-¡Vamos! ¡Otra, otra! ¡Apriete que no se abolla!
Casi me meto abajo del banco de la vergüenza que me dio, pese a la risotada general, incluida la del cura.


La fiesta en el jardín (y calle) de los McCartney se desarrollaba con la normalidad de las fiestas de casamiento: mucha comida, mucha bebida, mujeres cotorreando, borrachos, música, chanzas, carcajadas en altos decibeles. Paul miraba a su hermana y negaba con la cabeza, era la más pequeña y la primera en casarse, una barbaridad para él.
-Vamos a ver si este cambia esa cara de marmota. –George, que se tambaleaba, agarró una botella de cerveza y se acercó a Paul. Este lo miró, indiferente. George se acercó más y le vació la botella en la cabeza. Todos estallaron en risas, hasta Paul, que luego de la primera rabia, se unió a la joda.
-Vos, no toques ni un vaso. Tomá agua de la canilla.
-John…
-Wells.
-¡Pero todos toman! ¡Sólo un poquito!
-No.
Lo miré con odio, ya sabía que me hacía mal pero en ese momento no me importaba, se suponía que había que festejar y no quería ser la única sobria de la fiesta. Sí, así de inmadura tenía la mente.
Caminé hacia el interior de la casa, buscando el baño, y me topé con Jim, Mike y varios McCartneys más.
-Ey Mercy –saludó el hermano de Paul-Vení, no seas tímida.
-¿Es tu novia, chico? –sonrió uno de los hombres.
-Que vaaa…es amiga de Paul. ¿Querés? –me tendió un pequeño vasito, con algo transparente.
-¿Es anís? –pregunté al sentir el fuerte aroma.
-Sí, cuidado que está fuerte.
-Eso ya lo sé –sonrió.
Dudé en tomarlo o no, recordaba la advertencia de John, pero acepté, no sólo ese vaso sino todos los que me ofrecieron. Apenas una hora después, me reía de cualquier pelotudez.
-¡Vivan los novios! –grité dos o tres veces, en el jardín. John me miró severamente, pero después comenzó a reírse, también iba bastante “alegre” como el resto de los presentes.
-Majo, te felicito. –dije tratando de que la lengua no se me trabara-A vos también Ivan, ¿Te acordás de la vez que me dijiste que yo te gus…?
-Shh…-me tapó la boca con la mano a la vez que enrojecía hasta las orejas. Majo comenzó a reírse a carcajadas.
-¡Si yo lo sé! –otra vez volvió a reírse y otra vez los felicité.
-Hermana, vámonos.-John prácticamente se colgó de mí, iba peor que yo.
-Está bien. ¡Salud para todos y felicitaciones!



-¡¡¡Amparooooo!!!
Si dos borrachos por la calle son algo digno de mirar, dos borrachos como John y yo directamente era un show. Ninguno de los dos podía caminar bien, nos reíamos y peleábamos al mismo tiempo, gritábamos y cantábamos.
-¡¡¡Amparooo!!!
-Uy, dejá de gritar ¡borracha!
-Pfff mirate vos –le di un empujón que lo hizo trastabillar a él y a mí.
-Me parece que tomamos mucho, la calle era derecha y ahora no.
Largué una carcajada y le di otro empujón.
-Ay esperá, ¡esperame carajo! –me agarré de uno de sus hombros y levanté un pie –Me voy a sacar los zapatos, no aguanto más.
-¿Vas a andar descalza?
-Sí.-me descalcé y caminé junto él, con el mismo paso vacilante y con los zapatos en la mano.
-Ay ayy ay aaayyyyy canta y no ioreeeesss…
Otra vez me reí como tonta y nos quedamos en silencio.
-¿A que pateo este tacho de basura?
-No hagas pavadas.
-¡Dale, dale!
-Te vas a lastimar, tarada.
Di una patada en el aire, imitando a un karateka y me caí sentada. Ambos prorrumpimos en carcajadas espantosas. Cuando recuperé el aire, me ayudó a levantarme.
-¿Querés que imite animales?
-No John.
-Mirá, puedo ser un elefante, ¡el elefante del rock!
-Uy, después la borracha soy yo.
-¡O una jirafa de rock and roll!
-Dejate de joder…-le di un golpe en el hombro, se quejó.
-Ay, se nota que te emborrachaste con anís, estás violenta. ¡Puedo ser el malvón, tu malvón de rock and roll!
-Idiota. Mirá, ya llegamos a casa.
-Mimi no me dejará entrar así, estaré borracho pero  me doy cuenta que así me  va a matar, ¿entendés? Mimi me va a matar.
-Dormí acá. –abrí mi bolso y busqué, busqué  y rebusqué. Nada. –John…las llaves…
-¿Qué pasa?
-No las tengo.
-¿Eh? No puede ser –me arrancó el bolso de las manos y l odio vuelta. Todas las cosas cayeron al medio de la calle. Se puso en cuclillas y miró –A ver qué hay por aquí…Aros rotos, perfume, papelitos, lapiceras, caramelos viejos, ¿imanes para la heladera? Anotadores, pinturas...Las dos cosas más importantes no están.
-¿Qué cosas?
-Las llaves y condones.
-Estúpido. ¿Y ahora qué hacemos?
-Volver será en vano, la casa de Macca está patas para arriba. Nada, no haremos nada. Dormir será lo mejor. –se sentó en el umbral de la puerta.
-¿Y dónde?
-Acá.
No tenía ganas de protestar, así que me senté a su lado y apoyé mi cabeza en su hombro.
-¿Tenés frío?
-Algo.
Se sacó la chaqueta y me tapó, rezongó hasta que se quedó dormido.



-¡¡¡HOOLAAA!!!
-¡Ay la puta madre que lo parió! –grité sobresaltada. Me dolía el cuerpo y no entendía porqué hasta que vi que era de día y que  había dormido en la puerta de mi casa. Jonathan se desternillaba de la risa.
-¿Qué les pasa? Dejen de gritar….-John se agarró la cabeza, unas lágrimas de sueño le rodaron por las mejillas.
-¿Por qué duermen afuera?
-Porque nos gusta estar al fresco. ¿Por qué va a ser? ¡Perdimos las llaves! –John se puso de pie, se agarró la cintura. –Wells, te emborrachaste, ¡y se suponía que estabas a mi cargo y tenías que hacerme caso! En fin…me voy a casa.
Cruzó la calle, continuando con sus quejas. Mimi abrió la puerta y comenzó a decirle de todo, al parecer ya había visto que su sobrino dormía en la vereda de la casa de enfrente. Miré  a Jonathan, que seguía riéndose.
-Como ves, esta es tu jefa. Ay…¡quiero mis llaves! ¡Quiero dormir!
-Vení a mi casa.
-¿Eh?
-Vení a mi casa, aunque sea hasta que se despierte alguien de la fiesta y encuentre tus llaves.
-Está bien, no voy a negarme, quiero dormir.





La madre de Jonathan me miró con gracia. Seguramente mi aspecto dejaba mucho que desear en una jefa.
-Mamá, Mercy dormirá un rato, estuvo de boda y perdió las llaves.
-Ah, claro, dale el cuarto de huéspedes, tu habitación es un desorden.
Jonathan, con un gesto, me indicó que lo siguiera por las escaleras.
-Acá dormirás bien. –abrió una puerta y estiró el acolchado de una bonita cama blanca.
Me lancé allí  sin siquiera sacarme la ropa. Si se arrugaba, problema del japonés de la tintorería.
-Te despertaré al mediodía.
-Gracias Jo…-bostecé-…Jonathan.



Cuando desperté, no sabía ni dónde estaba, sólo sabía que otra vez me dolía mucho la cabeza. Jonathan estaba parado en la puerta.
-¡Al fin! ¡Ya te grité cuatro veces!
-Bueno, bueno, ya me levanto.
La madre de Jonathan había preparado una comida muy rica, que devoré, y me dio dos aspirinas para el dolor de cabeza. Después, Jonathan me acompañó hasta la casa de Paul. Aún dormían todos, menos él, que estaba sentado en la vereda, bostezando.
-Hola idiota, vine a ver si están mis llaves.
-Más respeto Wells. Y mirá qué borracha, perder las llaves…
-¿No las viste?
-No, para nada. –se le dibujó una sonrisita traviesa.
-Paul, te conozco. Dámelas.
-No las tengo.
-Dá-me-las. Ahora.
-¿Y si no telas doy?
Me abalancé sobre él y comencé a hacerle cosquillas. Lo dejé cuando pidió por favor  y por todos los santos que lo dejara en paz.
-Está bien, está bien, acá están. –jadeando, de su bolsillo sacó mis llaves con su llavero de Mickey.
-¿Dónde las encontraste? Porque no sé dónde las perdí, no abrí el bolso.
-No las encontré. Siempre estuvieron en mi bolsillo.
-¿Qué…? ¡Maldito, me las robaste!
Asintió, poniendo su cara de angelito convincente, pero conmigo eso no funcionaba. Comencé a pegarle con mi bolso en la cabeza.
-Ya, ya, que haya paz –dijo Jonathan, entre risas.
-¡Pero miralo vos al tonto este! Espero que no hayas sacado mas cosas.
-No había dinero.
-¡Delincuente!
Por toda respuesta me sacó la lengua.
-Bien, me voy antes de que siga pegándote. Nos vemos.
-Nos vemos Mercy Wells.
-Ah, me olvidaba: la semana que viene vas a Londres. Sin falta.
-¿Qué?
-Sí, vas. No postergues más.
Tomé a Jonathan del brazo y me fui, toda digna, dejándolo desconcertado, pero seguramente, bastante contento.



Era un día común y corriente en la librería. Sonaba de fondo una canción muy romántica de un cantante desconocido, y leía un libro de poesía. Jonathan leía Shakespeare, desde que se había enterado de que se daban clases de teatro, leía y leía, para que al momento de anotarse, ya supiera todo. Locuras de él.
Lo bueno era que me ponía bien verlo así. Del chico que encontré en la comisaría no quedaba nada. Ya no tenía miedo, se desenvolvía con facilidad en cualquier cosa, ayudaba, era responsable y sobre todo, estaba feliz y con ganas de hacer cosas nuevas. Ahora se le había dado por el teatro. Bien por él, porque yo lo apoyaría, en eso y en lo que quisiera.
Silbando, entró George, con una sonrisa.
-Uy, uy, se respira amor –bromeé.
-Acertás. Dame el disco más amoroso que tengas.
-No, no Harrisoncito. Nada de discos. Poné el cuerpo, andá y cantale una serenata. Ahora, fuera de bromas, ¿qué pasó?
Sonrió todavía más, y su mirada brilló.
-Pues me han aceptado. El padre es un buen tipo, y la madre también.
-¡Bien! ¡Lo sabía!
-Gracias por todo Wells. Sos Cupido.
-No me conviene, Cupido no se puede flechar a sí mismo.
-Qué tonta estás, ya te llegará. Ah, olvidaba algo: como agradecimiento, Juliet y yo te invitamos a comer.
-¿A mí?
-No, al perro. ¡Sí, a vos! Y ojo, no en la casa de ninguno de los dos, en un restaurant.
-Bu...bueno…no me lo esperaba…
-El fin de semana que viene, te pasamos a buscar  a tu casa. ¿El sábado te va bien?
-Sí, sí.
-Bien, preparate. –me guiñó un ojo y se fue con la misma sonrisita.





-Jonathan, llamó la vieja que gusta de vos.
Me miró sorprendido y solté una carcajada.
-Sí, la vieja, Dijo que sino le llevás los libros que encargó que está en cama.
-No pienso ir.
-Es un ratito, no te hará nada. Para mí que te quiere como hijo o sobrino, no otra cosa.
-Mmm…bueno, voy. ¡Pero mas vale que sea eso y no me haga nada!
-Vos cualquier cosa gritá.-reí, y me sacó la lengua. Metió los libros en una bolsa y salió con paso rápido.
-¡Ey! ¡Te olvidaste la cuenta! –le grité desde la puerta.
-¡La haré en el camino!
Me encogí de hombros y entré de vuelta al negocio. Me encaramé detrás del mostrador y abrí el libro de poesía. Seguía sonando el disco del cantante desconocido, que chorreaba azúcar, al igual que las poesías del libro. De pronto dejé de leer y apoyé la cabeza en mis manos, para perderme en mis pensamientos.
¿Qué hacía de mi vida? Ya tenía un futuro económico, pero ¿y lo demás? Ya empezaban a casarse, a seguir con su vida, y yo ahí, colgada de uno que ni veía y ni me registraba, porque él también estaba siguiendo con su vida. Y yo ahí. Suspiré, me hartaba pensar eso, torturarme, pero no lo podía evitar, veía soledad ante mis ojos. A veces pensaba que eso era lo mejor, vivir libre y sin ataduras, y a la vez…a la vez pensaba que eso no podía ser para mí, que necesitaba algo más.
-¡Buenas taaardeeees!
-¡Ahhhh! –grité asustada al ver casi pegados a mí los ojos verdes de Cris. -¡Qué susto!
-¿Cómo te vas a asustar de mí, ex empleada?
-Es que te apareciste en mi momento reflexivo.
-¿Sobre qué reflexionabas? –agarró un banco y se sentó frente a mi, a la vez que abría el libro que yo leía.
-Sobre mi vida. Estoy sola, terminaré solterona.
-Es lo mejor. ¿Qué hacés leyendo esta poesía berreta? ¡Qué asco!
-No es lo mejor…
-Ya sé que no es lo mejor, este autor apesta.
-¡Me refiero al futuro de mi vida!
-Ahh…Bueno, casate, como tu amiga.
-¿Con quién?
-Con Richard.
-Ay qué fácil lo decís. Él ya…
-Él ya está con otra, él no me quiere, él no me ve, él, él, y él. Basta de pensar en él, pensá en vos. Vos no estás con nadie, vos lo ves ,vos, vos y vos. Mas egoísmo carajo, ponele sangre a la cosa.
-¿Eh? ¿Lo tengo que matar?
-Ay no entendés nada. Ponete las pilas y lo vas a conseguir. Haceme caso. Si te va bien pongo un consultorio sentimental.
-Uff…Es muy dificil lo que planteás.
Se encogió de hombros y sacó un caramelo de menta de un bolsillo. Lo peló y se lo metió a la boca.
-Me contaron –dijo con la boca llena- que te vieron BORRACHA. Otra vez. Por eso estoy acá.
-Era por el casamiento.
-Me da igual por lo que fue. Vos estás borracha de vuelta y yo te interno en un coso de esos, de rehabilitación.
-¡No sos mi madre!
-No, pero le puedo contar. ¿Cómo la ves?
-Ay…está bien, no volverá a suceder. Lo prometo, lo juro. Nunca más. Así sea tu boda.
-Bien, me gusta eso.  
Se abrió la puerta y entró Paul, con un bolso al hombro. Tenía su sonrisa de encantador pintada en la cara, saludó y me miró interesado.
-Me voy.
-¿Eh?
-Que me voy.
-¿Te vas de Liverpool? –preguntó Cris -¿Te mudás?
-No, nada de eso. Me voy pero volveré. Le voy a hacer caso a Mercy.
-¿En qué? –preguntamos las dos.
-Me voy a Londres, a ver a Abby. Ya estamos grandes, hay que tomar decisiones, ¿no? Si alguno de los chicos te pregunta por mí, deciles que me fui, calculo que para mañana  a la tarde ya estaré de vuelta. Fui a ver a John  a la casa pero como siempre, no está.
-Me alegro de que me hagas caso. No porque me obedezcas, sino porque es lo mejor para vos. Ya veremos qué sale de todo esto.
-No sé…Sólo sé que voy, y que tomé el impulso necesario. Ah, no le dije nada al manager ese que tenemos…Que se encargue John. Bueno, nos vemos chicas.
-Buena suerte Paul.



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Siento que, por ser el primer capitulo del año, sea tan...malo. Sí, no me digan que no, está malísimo y no pude hacer nada por arreglarlo. Pido perdón a mis lectores.
Ahora sí, ¿cómo empezaron el 2014? Cuéntenme qué comieron y qué tomaron XD ¿Ya les han pasdo cosas lindas? Bueno, me alegro.
Ahora me retiro, pronto volveréééé.
Saludos.