El día no podía ser peor: gris, ventoso, helado, con papeles volando por la calle, llovizna…Un día típico de pleno invierno, un asco.
Me soné la nariz, me pasé las manos por los ojos y
me miré al espejo: estaba más horrible que de costumbre.
-Bueno, tampoco es para estar de duelo…-escuché la
voz de Jonathan.
-Callate.
-Sí, callate. –reafirmó Cris-Vos porque no tenés un novio
que se fue.
-Puff, he tenido tantos…
-Pero no nos interesa. –Juliet lo miró fastidiada.
-Ay, ni que se hubieran ido a la guerra.
-Callate.
-Pero…
-¡Callate!
Lo escuché bufar y abrir una botella y tomar del
pico.
-Si vas a tomar, te vas.
-Que me eche Cris, ella es la dueña de este negocio.
-Sí, andate. –respondió ella.
-No, mejor no. dame de esa botella. ¿Es brandy?
-¡No Mercy, no tomes!
-Juliet no sos mi madre.
-Me da igual, no tomes.
-¡Pero yo quiero!
-¡Pero yo no te dejo!
-¡A mí no me das órdenes, que soy mayor que vos!
-¡Ey, cálmense las dos! –Cris gritó poniendo
orden-Lo que falta, que ahora se peleen por estupideces. Jonathan, dejá esa
botella donde la encontraste, que no te di permiso para que abras nada.
Le obedeció y apoyó su cabeza en la barra,
seguramente aburrido de ver a tres mujeres “llanteando” por tres tipos.
-Lo extraño.
-Yo también.
-Y yo.
-Pero si hace dos horas que se fueron…
-¡Jonathan!
-Sí, sí, me callo…
-No entiendo porqué se tuvieron que ir, si ni
querían. –hice el esfuerzo de tomar un sorbo de café.
-Por que sí, contratos. –respondió Juliet.
Suspiré por milésima vez al obtener por milésima vez
la misma respuesta. Hacía muy poco que los chicos se habían ido, Jonathan tenía
razón, un par de horas, y ya me sentía un trapo de piso. Ya sé que era
exagerado, que no iban a la guerra ni iban a faltar por seis meses, pero me
sentía mal igual, sabía que extrañaría a Richard y eso me ponía muy triste aún
sabiendo que él cumpliría sus promesas de escribirme y llamarme seguido. Era
increíble lo dependiente que me había vuelto, algo que siempre odié en una
mujer, y que ahora disfrutaba pero también sufría. Lo peor era que, quien siempre
se mostraba fuerte para todo, Cris, parecía más afectada que yo. Era raro verla
así, y suponía que quizás se había peleado con John justo antes de que se fuera
y ahora sentía culpas y todas esas cosas horribles que se suelen sentir.
Todo era feo, más porque éramos conscientes de que
los chicos se habían ido muy poco convencidos, contrariados, porque sabían que
les pagarían poco, estarían mal, y corría riesgo el contrato con la EMI que tanto
trabajo les había costado conseguir. O sea, que todo pintaba negro.
-Bueno, me voy a mi casa a llorar en paz. Y a tomar.
–me puse de pie y me envolví con la bufanda.
-Mercy en serio, no tomes.
-Juliet, no tengo ni alcohol etílico por si me
lastimo, ¿qué querés que tome? Vamos, no se preocupen, sólo lloraré.
-Jonathan tiene razón, tampoco es para llorar tanto…
-Habla la que está llenando de mocos su propio
negocio. Chau.
-Esperá. –Cris se puso de pie de un salto-Mañana
andá a mi casa.
-¿Y si no quiero?
-Voy yo a la tuya. Tengo que hablar con vos.
-¿Y no podés decirme ahora? Hoolaaa soy Mercy y no
un espejismoooo
-No, no prefiero que sea mañana. Dejá que voy yo a
tu casa, por si me arrepiento.
-Uy cuánto misterio…Bueno, llevá algo para comer.
El día siguiente amaneció mucho más asqueroso que el
anterior, un sábado para el olvido. Bostecé mirando con decepción a mi árbol de
navidad, casi invisible de lo que pequeñito que era. Di mil vueltas alrededor
del teléfono, excusándome a mí misma con que tenia que juntar cosas y armar la maleta
para viajar a Londres y pasar las fiestas con mis padres. Sí, dije mis padres y
me sorprendió. Para qué andar mintiéndome, Harry me caía genial, había
demostrado ser una gran persona aún en los peores momentos, y si bien nada se
compararía a mi padre, lo consideraba parte de mis afectos. Así que esta vez,
tan molesta por viajar a Londres no estaba.
Cuando vi que el teléfono no sonaba y comencé a pensar
lo peor, el sonido del timbre me sobresaltó. Abrí la puerta y pedí al cielo que
un avión me cayera encima para desaparecer de allí. Y es que estaba, nada más
ni nada menos, que Elsie. Mi suegra.
Intenté una sonrisa mientras en mi mente se borraban
todos los buenos conceptos que tenía de ella con un “vieja maldita, aprovecha
que el hijo se fue para hostigarme”. Ya saben, ese amor a la suegra, tan
incondicional.
-Hola Mercy. –sonrió-Vine a avisarte que los chicos
llegaron y están bien. Richard me pidió que viniera, te estuvo llamando pero
dice que siempre le da ocupado.
-Pero si yo no estuve hablando…-desconcertada, me
acerqué al teléfono y levanté el auricular-Qué raro, no tiene tono…
-¿Será porque tiene el cable cortado?
-¿Eh?
Elsie, aún parada en la puerta, señaló algo detrás
del teléfono. Miré y otra vez pedí un avión: el cable estaba cortado, un pedazo
colgaba libremente y el otro estaba tirado en el suelo. ¿Cómo carajo iba a
sonar? Roja de vergüenza, le sonreí y ella se encogió de hombros.
-Suele pasar, no te preocupes.
-Qué mujer tonta que soy….Disculpe, tuvo que venir
por mi culpa. Pase.
Elsie entró y sentí cómo me sudaban las manos. Mis
malos pensamientos sobre ella desaparecieron, pero estaba más nerviosa que
cirujano con hipo. Le ofrecí un té, pero lo rechazó, por lo tanto me sentí
peor.
-Mercy no estés tan nerviosa, no te voy a comer.
–sonrió, y parece que leía la mente.
-Es que…
-Sí, ya sé todo lo que pensás, a mí también me pasó cuando
tenía tu edad. Mirá, yo sé que estás con mi hijo, me lo ha contado y le insistí
con que quería conocerte, pero dijo que sería cundo volviera. Ya te conozco,
claro, pero no como novia o lo que seas de él. Tendría que haberte avisado que
ya llegaron e irme, pero mi curiosidad pudo más, y la tuya también, ¿no es así?
Sí, leía mentes y las leía bien. A pesar de los nervios
y las ganas de huir, a mi también me generaba curiosidad la madre que tan bien
había parido al tipo que me quitaba el sueño. Y además, preparaba la defensa
ante cualquier cosa que dijera y que no me agradara del todo, porque ya se sabe
cómo son las señoras estas, las suegras.
-Estoy muy feliz de que estés con él. Es buen chico
y sé que vos también, y te quiere. Lo de la chica anterior, esa Geraldine, fue
un fiasco, intentó mentirme con que iba en serio y bla bla bla…Yo sabía que no,
hasta que supe que eras vos y nadie más.
-¿Y cómo lo supo?
-Por algo soy la madre. -sonrió-Con que sólo
mencionara que te había encontrado o que habían charlado, me daba cuenta. No lo
decía como un comentario casual, aunque lo intentaba. Por eso estoy feliz, está
con quien quiere. Y ya sé que me tenés miedo pero no soy ningún lobo. Prometo
portarme bien y no ser la típica suegra, aunque si fueras alguna como Geraldine,
no podría decir lo mismo…-rió y sentí un alivio tremendo. Elsie no era como
todas, se le notaba y yo se lo agradecía aunque no me saliera decírselo. No
importaba, ella era madre y sabría entenderme a mí también.
-¿De…de verdad no quiere tomar nada?
-No cariño, debo comprar cosas para el almuerzo.-se
puso de pie-Además, no quiero arruinarle la presentación oficial a mi hijo
adelantándome.
-Entonces esta conversación es un secreto.
-Vas entendiendo. –sonrió-Espero que cuando vuelva
se digne a presentarme a su chica.
-En realidad lo quiso hacer, pero yo no me animé.
-Me sorprende de él, la verdad. Quiere decir que
está entusiasmado. Y vamos, que seré suegra pero no bruja. –me acarició una
mejilla y sonrió tierna-Cuidalo mucho, ¿sí?
-Claro que sí, señora.
-Elsie, decime Elsie.
-Claro que sí, Elsie.
-Ahí me gustó más. Nos vemos.
Cuando la vi saludándome desde la vereda sentí que
me habían sacado un gran peso de encima.
Armada de unas pinzas, un destornillador, una llave,
y otras herramientas que ni sabía qué eran, me puse en la tarea de reparar el
cable del teléfono.
-Pero la puta que te parió, cablecito de mierda.
–repetía mientras intentaba unir los extremos, hasta que descubrí que lo mejor
era…cinta adhesiva. Santo remedio.
El timbre sonó tres, cuatro, cinco veces seguidas.
No podía ser John porque no estaba, así que estaba segura que era Cris, que
había copiado de su novio la misma mala costumbre.
-¿Estás de mecánica? –dijo cuando entró y vio las
herramientas desperdigadas.
-Si se le puede llamar mecánica a arreglar un teléfono…sí.
¡Ay, funciona mejor que antes! –exclamé mientras levantaba, escuchaba, y colgaba
repetidas veces el auricular del aparato. Me miró como si hubiera enloquecido.
Se sentó y me observó juntar las cosas y meterlas en
una caja. Le traje un té para acompañar
a las galletas que había traído y me senté frente a ella, esperando,
imitando lo que tantas veces había hecho ella cuando yo tenía un problema.
Porque a esas alturas, ya sabía que tenía un problema. Bufó cuando notó que no
dejaría de mirarla hasta que hablara.
-Tengo una suerte perra.
-Vamos iguales.
-Vos estás mejor. –le dio un sorbo a su té.-Yo estoy
metida en una buena.
-¿Estás en algo medio raro y ahora descubriste que
es una mafia?
-No, dejá de mirar películas. Es otra cosa.
-Estás en quiebra. No te preocupes, pedí un crédito,
yo te salgo de garantía.
-No, no, no es nada de eso. Es algo más…personal.
-¿Y eso? ¡Lo querés dejar a John!
-¡No, no, tampoco!
-¿Y entonces?
-Si me dejaras hablar, ya te habrías enterado. Me
parece que estoy embarazada. Listo, ya está, lo dije. –suspiró y se recostó en
el sofá, como si se hubiera sacado de encima una tremenda carga.
Me quedé mirándola mientras sentía cómo se me
erizaban los pelitos de la nuca. Mierda…eso sí que no me lo había imaginado.
Tragué saliva porque tenía la garganta seca.
-Vos…vos me estás jodiendo, ¿no? –me costó muchísimo
decir eso, que era una estupidez porque sabía que no, que no me estaba
jodiendo. Por suerte ella también sabía que era un pregunta estúpida así que no
me respondió.
-Nunca pensé que me iba a pasar esto, lo juro….-se inclinó
sobre la mesita, agarro una galleta.
-Pero Cris, pensaba que…
-No, no empieces con “pero pensaba que eras grande,
que te cuidabas, que sabías, que esto, que aquello”.
-No iba a decir eso.
-Mejor.
Nos quedamos en silencio como cinco minutos, mirando
el suelo.
-Igual no estoy segura.
-¿John sabe?
-No. Qué cagada son estas galletas, es un asco.
Sonreí, quería cambiar de tema pero no iba a poder
lograrlo.
-Vamos a que te hagan los análisis. Mañana a primera
hora.
-Mañana te vas.
-Ay, cierto. Hagamos algo: vení conmigo. Los hacés
en Londres, ahí nadie te conoce y seguro que son más rápidos.
-No, no voy a ir porque no me haré ningún análisis
porque no estoy embarazada.
-Acabás de decir que sí.
-Bueno, no.
Me puse de pie y me senté junto a ella. La abracé, sabía
que estaba asustada, y yo también. Ahora sí que todo pintaba muy, pero muy
negro.
-¿Llevás un vestido lindo? –arrastré la maleta por
el andén.
-No levantes eso, te va a hacer mal. Dejame a mí.
-A vos también te hará mal, embarazada.
-Callate, que te van a oír. ¿Para qué un vestido?
-¿Cómo para qué? Estamos en fiestas, seguro que a
alguna reunión invitarán a mi familia.
-Si siempre decís que los de tu familia son un montón
de viejos…
-Justamente por eso, son viejos, miran y critican.
-Bueno sí, llevo ropa buena.
Finalmente, Cris había aceptado mi invitación, o
mejor dicho, había accedido ante los pedidos de mi madre, que estaba encantada
con que fuera y no aceptaba un no como respuesta. No sé si se haría los
análisis, pero el viaje la despejaría.
El tren llegó demasiado lento para quienes tiritábamos
de frío esperándolo, así que ni bien subí, me desparramé en un asiento porque
en mi idioma, tren era igual a siesta.
Cris se sentó frente a mí, algo me decía pero solo le respondía con
gruñidos porque quería dormir.
–Creo que voy a vomitar.
Salió corriendo y la sola mención de eso me revolvió
el estómago, así que terminamos encontrándonos en el truchísimo baño del tren.
-Adiós desayuno. –dijo tosiendo.
-Adiós desayuno y cena. Todo por tu culpa.
-Lo sé, lo sé. Te imitaré, será mejor dormir.
Desperté cuando el guarda me gritaba en el oído que
hacía quince minutos que habíamos llegado a Londres y que éramos las únicas que
aún no habían bajado del tren. Sacudí a Cris pero sólo me respondió tapándose
con mi manta hasta la cabeza. Cuando nos dignamos a bajar, Harry nos esperaba
preocupado.
-¿Están cansadas? –preguntó ya en el auto, camino a
casa.
-No, dormimos como troncos. –rió Cris.
-La cena de Navidad será en el restaurant
Dorchester, ya reservé la mesa.
-¿Qué? -me asomé desde el asiento trasero-¿Por qué un
restaurant? Siempre cenamos en casa.
-Me pareció lindo cenar afuera.
-¡Pero es el más caro de la ciudad! Cobraste un buen
aguinaldo esta vez, ¿no, Harry?
-Acertaste –rió.
-Ufa, no me gusta. –me tiré sobre el asiento-No me
va eso de festejar con gente que uno ni conoce.
-Wells, dejá de quejarte.
-Tu amiga tiene razón. Será lindo, vamos a probar.
-Está bien, iré porque no tengo remedio. Pero no
tengo qué ponerme y ni sé comer con elegancia y todo eso…
-Tu madre ya te compró vestido.
-¿Por qué? ¡Odio la ropa que me elige!
Bajé del auto rezongando hasta que mi madre me hizo
callar, para bien de todos. Acomodamos las maletas en las habitaciones y cuando
bajábamos para comer, Harry gritó que alguien me llamaba por teléfono.
-¿No será Abby? A lo mejor se enteró que estás en Londres.
-Pfff ¿Abby? Sí, cómo no…Ni me hables. –le contesté
a Cris, y bajé corriendo los escalones que me faltaban.
-¿Hola?
-Hola amor.
-¡Ay, Richie! ¿Cómo sabías que estoy acá?
-Porque me lo dijiste.
-¿Yo te lo dije?
-Sí, despistada. Me dijiste pero no me diste el
número de teléfono, parece que no querías que te encontrara.
-No me di cuenta...
-Ay, cabeza de novia.
-Novia tuya, bombón.
-Sos un amor, morocha mía. Aunque quisiera saber una
cosa: ¿Por qué yo no tenía este número y George sí?
-¿Eh?
-Eso digo yo: ¿eh? Me dijo que él sí lo tenía pero
que no me lo daría. Claro que le robé su
libreta y lo encontré. ¿Cómo es eso?
-Y yo qué sé –reí.
-Para mí que tuviste algo con él.
-¿Cómo voy a tener algo con él si me dice bestia
cada vez que respira?
-Del maltrato puede nacer el amor. –rió, y por
detrás se escucharon voces que reconocí, eran Paul y John. Sufrí cuando escuché
a John.-Dice Paul que vayas a visitar a su novia.
-Decile que ya estaba en mis planes.
-Ah, y John reclama por la suya. La estuvo llamando hoy
y como no contesta, está tan desesperado que me da ganas de ahorcarlo.
-Decile que Cris está conmigo.
Otros ruidos y grititos se escucharon hasta que me
dejó sorda un “Wells, dame con Cris”.
-No John, estoy hablando YO con MI novio. Cuando
corte, llamás VOS a TU novia.
-Te detesto. Me la robaste.
-Quedamos a mano, vos te robaste al mío.
Miré a Cris, que al lado mío intentaba escuchar algo
y dejé de prestarle atención a las barbaridades que John me decía. Por dentro
pensaba en que él, un inadaptado, quizás sería padre, y que eso sólo vaticinaba
desastres.
-Hola amor. –la voz de Richard me hizo volver a la
realidad. -¿Estás ahí?
-Sí, acá estoy aguantando ese quilombo.
-Yo también. Será mejor que llame cuando esté solo.
-Bueno, te esperaré. Te extraño mucho.
-Y yo también. Me quiero ir, esto es un asco, te quiero
ver.
-Aww lo noviecitos.
-¡Paul!
-Te llamo después, ¿sí?
-Ok. Te amo. Ah, ya sabés que estaré unos días, escribime
acá. George seguro tiene mi dirección también.
-Me estás debiendo explicaciones, picarona. Te amo,
cuidate mucho y no te pelees con la familia.
-No lo haré, tranquilo. Vos también cuidate.
-Me veo ho-rri-ble.
-Estás genial. –Cris seguía cepillando su cabello-Te
queda bien el rojo.
-No, llama mucho la atención y yo no quiero llamar
la atención. ¿Desde cuándo mi madre cree que soy sexy y me compra vestidos así?
Y sabe que no me va el rojo.
-Pero combina con la Navidad.
-Con ese criterio, si voy vestida de reno también
quedo bien.
Soltó una carcajada a la vez que me señalaba y
seguramente me imaginaba disfrazada del reno Rudolph. Se fue al baño porque por
las risas le dieron náuseas. Negué con la cabeza, lindo lío tenía.
-¿Ya están listas? –mi madre se asomó.
-Sí, Cris ya viene, está en el baño.
Entró y entrecerró la puerta.
-Hija…¿a tu amiga le pasa algo?
Aunch. Olvidé contar con que a mi madre nunca se le
escapaba nada.
-Ehh…no, no…Creo.
-Está embarazada, ¿no?
-¿Vos creés? –dije cuando me recuperé de la
sorpresa-Porque ni ella está segura.
-Bueno, si ella no lo sabe….Pero como siempre está
descompuesta y hoy casi se desmaya sólo con el olor a cigarrillo de Harry…
-No le digas a nadie, y a ella tampoco le menciones
nada.
-Bueno, si necesita ayuda, que me diga. Y vos, por
favor….que no te pase lo mismo.
-Tranquila má. Lo prometo.
-No prometas, no prometas…..-salió y cerró la
puerta.
Odié mucho a Harry cuando el vi el restaurant, lleno
de “gente paqueta” y nosotros ahí, los muertos de hambre que aprovechaban un
aguinaldo. Autos de categoría estacionados enfrente, mujeres envueltas en
pieles, hombres de frac, y el sonido del tintineo de las copas de cristal y una
mini orquesta tocando música clásica.
-Qué bodrio.
-La mayoría deben ser políticos corruptos, empresarios
explotadores, y gente de la mafia siciliana. Me siento buena gente.
Me tapé la cara con una servilleta para que nadie notara
mi risa contenida por el comentario de Cris hasta que mi madre me reprendió por
los modales. Ella y Harry parecían de los más encantados con todo, tanto que pidieron
lo más caro del menú, aunque ni sabían qué carajo era. Con nuestro espíritu de ahorro,
“las señoritas hijas del matrimonio”, como nos había llamado el camarero al que
ni ganas de discutirle teníamos, pedimos lo más barato, que tampoco sabíamos
qué era.
-Creo que lo que pedimos es cangrejo con cosas
raras. –dijo mi madre poniendo cara de asco al ver al camarero acercarse con
los platos.
-¿Ves Harry? Si íbamos a una pizzería esto no pasaba
–me burlé de él, que sólo se rió.
-Hagamos que somos ricos por esta noche.
Sentí que Cris me tironeaba de una manga del
vestido. “Sonamos, otra vez al baño”, pensé. Pero no.
-Mirá allá.
Seguí su mirada y…ay no, otra vez no. En la mesa
principal, rodeada de mucha gente, Marcia.
-Hagamos como que no la vimos, ni nos va a reconocer
porque jamás se imaginará que nosotras podemos comer acá.-dije tratando de
adivinar qué había en nuestros platos.
De pronto, todos comenzaron a brindar y al parecer, se
conocían entre ellos y se saludaban. Así que quedamos como cuatro giles. Vi a
Marcia acercarse a la mesa que estaba detrás de mí. Y ella también me vio.
-Parece que al Dorchester ahora dejan entrar a
cualquiera. –la oí decir a una vieja.
-Ah no…yo a esta la mato. –Cris arrojó su servilleta,
dispuesta a pararse y meterle una trompada. En otro contexto la hubiera
aplaudido, pero no daba. La agarré de un brazo, antes de que Harry y mi madre
se dieran cuenta de lo que pasaba.
-Dejala. Acordate que es Navidad.
-Su cabeza quedaría perfecta en la punta de mi árbol.
-Vos déjamela a mí.
Me miró asustada, ya me veía otra vez en una
comisaría, pero la tranquilicé. Cuando vi a Marcia caminando hacia el baño, la
seguí.
-Hola Marcia, ¿qué tal, tanto tiempo? –me apoyé en
el marco de la peurta.
-Hola. –me miró de reojo, retocándose su maquillaje
frente al espejo.-¿Cómo entraste acá?
-Por la puerta, como todo el mundo.
-Siempre tan ordinaria.
-Mirá Marcia, vos serás muy modelito que toma el té
con la reina, y yo, como bien decís, sigo siendo una ordinaria y una bruta.
Pero tengo muchas cuentas pendientes con vos, y da la casualidad que las brutas
pegamos más fuerte que las modelitos. Ah, cierto que ya lo sabías, ¿no?
Me miró de arriba a bajo, despreciativa como
siempre. En dos pasos la tuve contra la pared, agarrándola del cuello y
suplicando que no golpeara su espléndida carita de publicidad. Tal como siempre
la quise tener, rogando.
-Me hiciste muchas, y yo no perdono.
-Soltame Mercy, por favor…-ahora su maquillaje se estaba
corriendo con sus lágrimas.
-Te voy a soltar, sí, pero cuando estés roja de lo
estrangulada. ¿Viste cómo matan a las gallinas, retorciéndole el cuellito?
-Por favor…
-Nada de favores.
-Por favor…Perdón.
Pestañé. ¿Marcia, pidiendo perdón? Nadie me había
dicho que esos espectáculos existían.
-¿Cómo? ¿Dijiste algo?
-Perdón…
-Ay, no escuché, hablá un poquito más fuerte.
-Perdón, perdoname.
-No, no se escucha nada…
-¡Perdón Wells, perdón! ¡De verdad, perdoname, fue
horrible lo que te hice, lo sé! ¡Ahora ya pasó, cambié! ¡Pero perdoname, por
favor!
Asentí y la solté, ahora la que miraba con desprecio
era yo, y me encantaba ese papel improvisado que había tomado.
-Gracias por el regalo de Navidad, Cleave. –di media
vuelta, satisfecha.
-¿Me vas a perdonar? –se limpió con un papel el mazacote
de rímel y sombra de los ojos.
Me acerqué de vuelta y le di una bofetada, la que
tenía trabada en la mano desde hacía mucho.
-Ahora sí. Digamos que estás perdonada.
****************
Hola! Aquí me tienen después de bastante tiempo. Pido disculpas ooootra vez, y mi excusa de hoy será que estaba estudiando (en vano porque no me tomarán exámenes, hay huelga) más el mundial, más que no tenía inspiración, más que ando sin ganas de nada...Bueno, todo eso derivó en que no escribiera nada, pero al parecer, como todo eso se acabó, entre ayer y hoy escribí este capitulo. Me apuré porque quería subirlo para el Día del Amigo (no sé si en todas partes se festeja, en Argentina sí, el 20 de julio) así que las saludo a todas! Feliz día!
Antes de irme les digo una cosa: quería terminar el fic pronto, y creo que ya lo había anunciado por acá, pero me da tanta pena y tanto dolor, que estoy estirándolo lo más que puedo, a eso también se debe que tarde en subir, si subiera cada cuatro días, se terminaría muy prontito :)
Y ahora sí me voy, saludos!