-¿Nunca te sacás esta
cadenita?
-Jamás. –cerré los ojos
y suspiré, porque me estaba besando el pecho con lentitud y eso me hacía ver
las estrellas. Seguro que sentía algo de morbo por esa maldita cicatriz que no
veía las horas de borrarme, pero que a él parecía encantarle.
-Será mejor que vaya a
bañarme. –dije incorporándome.
-No, no, quedémonos
otro ratito más. –me tironeó de un brazo.
-Rich, Astrid llegará
en cualquier momento.
-Dijiste que iba a
dormir en la casa de Juliet porque se hicieron muy amigas, y no veo porqué
tendría que volver. Así que buscando otra excusa, señorita. –me dio un gran
beso en la mejilla, traté de disimular todo lo que en ese momento estaba
sintiendo, a saber, ganas de tirarme encima de él.
-Vamos, si te morís de ganas
de quedarte acá conmigo. –genial, no había resultado. Reí tontamente, dejándome
hacer hasta que lo separé antes de que mandara todo al carajo y le hiciera
caso.
-Tengo que bañarme, hoy
ceno con tus padres.
-Auch, esa fue una
estocada tremenda. No tengo argumentos contra eso.
-Si yo siempre te gano.
-Lo noté. Uy, en este
momento deben estar preguntándose dónde estoy.
-Mientras no supongan
que estás acostado conmigo, todo bien.
-Iba a decirte que lo
más probable es que supongan eso, pero…
Me tapé la cara con las
manos, sintiendo como los colores se me subían de la pura vergüenza. Él se echó
a reír.
-¡No es gracioso!
-No te pongas así…Vení
que te saco la vergüenza.
-Que no, Starkey.
-Cuando decís mi
apellido, tiemblo.
-Y hacés bien. Bueno, ahora
sí me baño.
-Te acompaño.
-Dejá de hacerte el
vivo.
-Si te encanta…
Me vestí con su camisa
porque quería hacer eso que hacían siempre en todas las telenovelas y películas,
pero él otra vez se echó a reír a carcajadas.
-¡Pareciera que llevás
un kimono! –le arrojé un almohadón-¡Ey! ¡Violencia doméstica!
-Andá acostumbrándote.
El timbre sonó,
sobresaltándonos. Pensé que me diría que no atendiera, pero sólo me guiñó un
ojo, ya que estaba medio vestido.
-Dejá que voy yo,
vestite tranquila.
Bajó corriendo y
mientras, me vestía cerca de la puerta para escuchar quién sería. No pude
reconocer la voz de un hombre que Richard hizo pasar. Bajé peinándome el pelo
con los dedos, y vi que Rich estaba descalzo y que el hombre miraba eso y me
miraba a mí. Bien, otra vez morir de vergüenza ante un desconocido.
-El señor es abogado,
quiere hablar con vos. –me miró preocupado.
-Mercy, ¿no me
recuerda? –el hombre sonrió y lo reconocí.
-¡Ah sí! Rich, éste es el
hombre con el que hablamos cuando elegimos el local.
Frunció el ceño, mirándolo,
y enseguida sonrió.
-¡Ahora me acuerdo! Me
parecía que de algún lado lo tenía visto.
-Soy abogado del señor
Smitch. Supongo que ya se habrá enterado de la noticia.
-Sí, que vende todo.
-No…Bueno, parece que
no lo sabe. El señor falleció esta madrugada.
-¿Qué?
Miré a Richard, estaba
boquiabierto y me miraba.
-Pero...¿qué le pasó?
Ayer hablé con él, parecía estar bien.
-Aún no se sabe, su esposa
fue a llevarle un té a su despacho porque trabajaba hasta tarde, y lo encontró
muerto en el sillón.
-Qué mal…Lo siento
mucho.
El abogado se encogió de
hombros, como si mucho no le importara que su cliente hubiera muerto.
-Son cosas que pasan…
Asentí. Smitch me caía
peor que el aceite de hígado de bacalao, pero que se hubiera muerto era algo
muy fuerte.
-A lo que en realidad
venía era para decirle que la viuda desea hablar con todos los inquilinos que
ocupan los locales. Al parecer, no quiere venderlos.
-¿De verdad? –lo miré
esperanzada, olvidándome de Smitch.
-Hablamos bastante poco,
pero sé que ella no estaba de acuerdo con la venta. La espera la semana
entrante, cualquier día, ella no sale nunca y menos lo hará ahora.
-Iré lo antes posible
para saludarla por esto que pasó.
-De acuerdo señorita
Wells, buenas tardes.
Cerré la puerta,
sintiéndome bastante rara.
-¡Bien! ¡Se murió el
tipo!
-¡Starkey!
-Pero si te estaba jodiendo
la vida…¡Lo mataste vos!
-En su momento, ganas
no me faltaron. Bueno, festejemos que…no, no hay que festejar nada de antemano.
-Al diablo con eso,
festejemos que parece que nadie te sacaré de tu lugar. Y que el tipo se murió.
-Rich, cuando te ponés
imposible…-sonreí y jugueteé con los botones de su camisa–Ojalá esto sea
verdad, porque me preocupa mucho este tema.
-Ya te dije que todo se
iba a solucionar. Y ahora me pondré los
zapatos y me iré a arreglar para parecer un muchacho decente.
-Y yo aún no sé qué
ponerme….
-Te dije que con
cualquier cosa quedarás hermosa, más de lo que sos. –me dio un pequeño beso en
los labios y corrimos arriba, porque ya era muy tarde.
-¿Y no necesitás la ayuda
de un experto?
-George, ¿experto?
¿Vos? ¡Si la que te tuvo que ayudar a que aunque sea pudieras decirles “Hola” a
tus suegros sin que te asesinaran, fui yo! Y ahora andate, que todavía me falta
maquillarme.
-A las suegras no les
gustan las nueras muy maquilladas. -dijo entrando y cerrando la puerta.
-Decime a qué viniste justo
en este momento nervioso de mi vida. –destapé la máscara para pestañas, y me
salpicó–¡Mierrrrrrda! ¡Odio ser mujer!
-Si fueras hombre,
Ringo sería gay. –se apoyó en el respaldo de una silla, mirándome como si lo que
yo hacía fuera la cosa más interesante del mundo.
-Mientras no sea tu novio,
todo bien. ¿Qué querés?
-Vine para saber si vas
a seguir con las clases de guitarra.
-Ay George…-suspiré,
cansada–¿A eso viniste?
-Perdone señorita, no
sabía que usted es tan importante que mis cosas le parecen estupideces.
-Es que lo son.
-No. Primero: te pregunto
porque hace mucho que no vas. Segundo: como ahora soy famoso, la tarifa aumentó.
Tercero: te pintaste un diente con labial.
-Me cago en…-me miré en
el espejito que tenía sobe la mesa–¿Dijiste famoso? No me hagas reír. Y dejá
que me organice un poco, cuando solucione el quilombo que tengo, vuelvo a tus
clases.
-O sea, nunca.
-Algún día tendré una vida
ordenada. Bueno, ¿eso era todo?
-Sí.
-Ok. Chau. Ah no,
decime si estoy bien.
-Nunca estás bien
porque estás loca. Pero hoy, de ropa, sí estás bien. Me pongo en el lugar de
una suegra y te miro y lo que veo es una chica un poco fea…
-¡Te odio!
-…pero que parece
decente –continuó–, que no usa minifaldas y gusta de tejer suéteres y se peina bien. O sea, que
veo puras mentiras.
-Lo que vale es la
primera impresión.
Sonó el timbre y George
abrió.
-¿Qué hacés vos acá?
–escuché a Richard.
-¡Llegó el novio!
-Decime qué hacés en la
casa de mi novia. Mercy yo no sé qué pasa entre ustedes, pero yo a éste lo voy
a m…
-Vine a darle apoyo moral.
–lo interrumpió.
-Dejalo Rich, él te ama
y busca llamar tu atención para que no lo abandones por mí. Lo siento George,
la vida es así de dura.
-Siempre la misma
bestia…Me voy. Que tengan suerte, aunque a vos, Mercy, te irá bien, la madre de
Ringo es buena onda. Ahora cuando Ringo cene con la madre de Mercy…bueno, dudo
que haya suerte ahí.
-¡Harrison, si apenas
conocés a mi madre!
-Repito tus palabras: lo
que vale es la primera impresión. Y tu mamá es un poco…
-Andate antes de que te
mate.
-Ok, ok. ¡Suerte! Mañana
cuenten qué tal.
George se fue silbando
y por sus gritos supusimos que se había encontrado con alguien conocido en la
calle.
-Estás preciosa. –Rich
me acomodó un mechón de pelo para que cayera sobre mi hombro.
-Vos también. ¿Creés
que…?
-Sí, a mamá le encantarás,
ya te dije mil veces. Vamos en mi auto.
-¡Ay me había olvidado
que tenías!
-Lo uso poco, ya sabés,
el combustible está caro. –rió.
Con el auto llegamos
rápido. Demasiado rápido para mi gusto.
-Hola Mercy, ¿qué tal?
–Elsie me saludó guiñándome un ojo, lo que me ayudó a distenderme un poco.
-Qué suerte que
viniste, Mercy, pensábamos que te arrepentirías. –bromeó Harry.
-Por cinco minutos no
se cumplieron sus pensamientos.–reí–Ah, traje esto para usted, Elsie.
Le di un ramo de flores
que esa mañana había comprado.
-¡Muchas gracias! Están
preciosas, las pondré en un florero. Rich, hijo, por favor, guardá el abrigo de
Mercy, no pensarás dejarla que cene toda abrigada.
-Ah sí, perdón. –me
quitó el abrigo y fue a colgarlo.
-Es que no hay drama…
-Dejá que sea un poco
caballero. –rió Elsie.
-¿Querés un poco de
vino?
-Gracias Harry, pero no
bebo.
-Pero si sos mayor de edad.
-Es que…-miré a
Richard, dudando-…es que no puedo por…por mi enfermedad. Digo, por lo que me
pasó.
-Oh es cierto, lo había
olvidado, disculpame. Richard, hombre, hacela sentar, ¿qué esperás?
Reí porque al final,
Rich estaba más nervioso que yo, lo que lo hacía parecer aún más adorable si se
podía. Corrió una silla para que me sentara y se sentó junto a mí tomándome de
la mano. Elsie apareció con una fuente humeante de…canelones. Mi comida
preferida. ¿Por qué no hacía una comida que odiara, como la sopa, para comerla
lenta y prolijamente? ¿Por qué hacía el plato que me convertía en un cerdito
por mis maneras de comer? Estrategia de suegra, sí. Aunque era un plato que
llevaba demasiado trabajo hacer así que tomé eso como un halago. Un sabroso
halago.
-Mmm…¡esto es una
delicia! ¡Me encanta!
-Richard me dijo que
era tu comida favorita.
Iba a contestarle que
la comida que más me gustaba era su hijo pero me contuve en mi brutalidad. Sólo
lo miré, agradecida por haberle dicho sobre mis gustos.
-¿Y cuándo se van a comprometer?
Suegro directo, pensé.
El Harry de Richard no era como mi Harry. Iba al grano, sin vueltas ni
diplomacias.
-Ya estamos
comprometidos.
Miré a Rich,
sorprendida, y me mostró su anillo del humor.
-Ay Rich, eso es cosa
de niños…
-Para mí, cuenta. Mirá
Harry, ambos tenemos el mismo anillo, ¿qué significa?
-Que están comprometidos.
–sonrió cómplice.
-Pero cuando te lo regalé
no lo hice con esa intención.
-Vamos morocha –me
miró, riendo-¿Acaso no la tenías?
-Richard no avergüences
a la chica.
-Tu mamá tiene razón,
no me avergüences.
-Pero reconocé la
verdad.
-Richard. –dijimos, al
unísono y para nuestra sorpresa, Elsie y
yo. Sonreímos.
-Estás en el horno, Rich.
–rió Harry, señalándonos.
-Bueno vamos a brindar.
–propuso Elsie– Mercy, ¿apenas un poco de vino?
-Está bien. –puse mi
copa para que Harry la llenara.
-¡Por la parejita!
–exclamó Harry.
Cuando entré a casa era
una máquina de hablar. No sé si era porque ya me había desacostumbrado al alcohol
y una simple copa de vino me había soltado la lengua, o de verdad estaba
emocionada con el resultado de la “presentación oficial”. Richard comenzó a
darme pequeños besos para que me callara de una vez por todas.
-¿Creés que todo habrá
salido bien?
-No parás de hablar de
eso, ¿y preguntás si salió bien?
-Es que para mí salió
todo genial, pero no sé qué pensarán tus papás. Vos los conocés bien, ¿me
aceptaron?
-¿Cómo no te van a
aceptar si les parecés encantadora? Aunque no tanto como a mí, claro.
Sonreí bajando la
mirada.
-¿Sabés? A veces no me
lo creo a todo esto, y me da miedo.
-¿Otra vez con eso? –me
tomó del mentón, para obligarme a
mirarlo.
-Es que…tengo miedo de
que pasen cosas justo ahora, cuando todo parece ir bien. Duelen más las malas
cuando estás feliz.
-¿Y por qué pensás eso
si estás feliz?
-No sé, porque soy
tonta, seguramente. Lo de Smitch me hizo pensar otra vez en que a veces alguien
está y de pronto…todo se va al carajo.
-Pero a Smitch lo
odiabas.
-Sí, pero te dan que
pensar esas cosas…
-Vos estás extrañando a
tu papá, ¿no?
Sonreí y asentí, agradeciéndole
con la mirada que lo dijera él y que no tuviera que decirlo yo.
-Cuando estoy mal
pienso en él, y cuando estoy bien, también.
-Y lo extrañás más, porque estás bien.
-Qué suerte que me conocés
tanto…-suspiré y me acurruqué contra su pecho.
-No sabés cómo lamento
no poder hacer nada contra eso, para que no te pongas triste.
-No te pedí que hagas
nada. Sólo te pido que estés para darme abrazos así.
La bocina del tren
cubrió todos los demás ruidos de la estación, anunciando la partida. John y yo
nos giramos para mirar a Astrid que levantaba sus maletas.
-Dejá, yo se las doy al
guarda para que las suba. –se ofreció John.
-Gracias John. Bueno chicos,
fue un gusto estar con ustedes.
-Fue mío. Me encantó
que estuvieras en casa, espero que vuelvas pronto.
-Y yo te espero a vos.
Abracé a Astrid, que
había adelantado su partida un par de días para ir a Londres y visitar una famosa
muestra de arte y fotografía. Grace le había ofrecido su casa para que se
quedara hasta que volviera a Alemania.
-Cuidate mucho. –le
sonreí.
-Lo mismo digo. Gracias
por todo.
John no le dijo nada,
sólo le dio un sentido abrazo y le dio sus maletas al guarda para que las
subiera. Astrid subió al tren y se acomodó cerca de una ventanilla y desde ahí
nos saludó cuando el tren comenzó su pesada marcha.
Le di una palmadita a
John en la espalda y caminamos hacia la salida.
-En fin…-dijo en un
suspiro.
-En fin…-respondí.
Caminamos mucho trecho
en silencio hasta que él mencionó algo de un auto con un neumático pinchado.
-Ey –le pasé un paquete
de chicles–¿Tenés algo decidido para tu vida?
-Joder Wells, lo preguntás
como quien pregunta si ya tengo entradas para el cine.
-¿Y cómo querés que te
lo pregunte? ¿Por carta?
-Dejá, dejá. Sí, ya tengo
todo decidido y me siento muy bien por eso.
-Vaya, vaya…me
sorprendés.
-Ya tengo casa y, disculpame
por el juego de palabras, no me caso.
-¿Ah, no?
-Los judíos no nos
casamos.
-Si no sos judío,
estúpido.
-Y menos mal, porque me
habrían cortado ya sabés qué.
-Ya empezamos…
-Tu novio no puede
decir lo mismo, ¿no?
-Qué raro, puede decir
lo mismo porque la verdad no le falta nada, al contrario, le so…
-¡Basta, basta! ¡No
puedo seguir escuchando esto!
-¿Ves que te jode?
-Sos mi hermana y estás
hablando así de ese sujeto, ¡esto es el colmo! Eras inocente, pura y casta y
ahora comentás esas cosas, qué horror.
-Dejá el teatro y
decime qué es eso de que no te casás.
-Que no, no me caso.
Con Cris queremos ser novios eternos.
Solté una carcajada que
hizo que media calle me mirara.
-¡Qué cursis
resultaron!
-Quién habla de cursi…Quizás
nos casemos en un tiempo, y nada de iglesia y boda y todo eso. Dos firmas, y
hasta mañana. Ey, ¿vas a tu negocio? Yo voy a la cafetería.
-Voy con vos, es
temprano. ¿Así que tenés casa?
-Bueno, tengo, tengo…Digamos
que dicho así, “tener”, no tengo. Pero vimos varias y un par nos gustan mucho,
faltaría decidir. Como también falta elegir cuna, nombre…
-¿Ya está eligiendo
nombres? ¡Qué dulces!
-Yo ya lo tengo. Será
John El Más Grande Y mejor Hijo De Tigre Lennon.
-Sos un tarado.
Llegamos a la cafetería,
que como siempre hervía de gente y empleadas que corrían bajo las órdenes de
Cris. Cuando nos vio se acercó con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Cómo andan el chico
más lindo y mi cuñada?
-Claro, yo sólo soy “la
cuñada”.
-Bueno, vos también sos
linda. ¿Contenta?
-Supongamos.
-¿Cómo estás? –John le
dio un beso y le tocó el vientre-¿Y este repollito cómo está? –le dio también
un beso allí y miré a Cris, entre extrañada
y conmovida. Jamás había visto a John así. Ella asintió sonriendo y
mordiéndose un labio para no ponerse a llorar ahí mismo. Era la primera vez que
lo veía siendo tan tierno y pareciendo tan feliz.
-¿Por qué repollito? –le
pregunté para que no notara mi emoción.
-Porque no sé si será
niño o niña…Y repollito queda simpático, no voy a decirle “Hola feto”.
-Eso es horrible.
–reímos.
-Y bueno, repollito es
lindo. “Hola repollito Lennon”. Es genial, no me digan que no.
Se escuchó un estruendo
que venía desde la cocina.
-Wells, fijate qué pasó.
-¿Perdón? Ya no soy tu…
-Sí, ya sé que no sos
mi empleada y todo ese discurso que me
soltás siempre. Pero haceme el favor de mirar qué pasó esta vez.
-Tiene empleadas
nuevas.–explicó John–No le dura ninguna porque mi chica es muy brava.
Fui a la cocina porque
se escuchaban más ruidos. Me asomé y había tres chicas que habían roto varias
tazas. Lo normal, lo mismo que había hecho yo. Me miraron raro y les puse cara
de “Jé, respeten a las empleadas antiguas”.
-Eran tazas. –informé.
-Las fábricas de tazas
se están haciendo millonarias conmigo. ¡Ey! ¿Sabías esto? John grabará un álbum
completo. Bueno, John y los demás.
-John y el judío de tu
novio abusador de hermanas menores.
-¿Cómo que un álbum? –ignoré
lo que me decía–¡No me contaste nada!
-Era noticia exclusiva
para ella. La semana que viene vamos a Londres y grabamos. Y listo, de acá a
millonarios, no falta nada.
George había dicho que parecía
una chica decente que tejía sus suéteres. Bien, si esa imagen daba, tenía que
mantenerla. Así que había sacado de la librería el libro “El arte de tejer” y
lo estaba estudiando para empezar a tejerle algo al bebé repollito. Claro que
todo lo que me gustaba parecía tan complicado que resultaba más fácil construir
un cohete espacial que hacer un par de escarpines. Lo dejé a un lado para leer
una novela porque vamos a ser sinceros, leer novelas es más entretenido que
tejer.
Sonó el timbre y ya
sabía muy bien quién era y eso me preocupaba. Se daría cuenta que otra vez, yo
no estaba muy bien. Saber que grabarían esta vez un álbum completo me llenaba de
alegría y euforia, pero cuando esa euforia amainaba, aparecí aquel viejo escalofrío
que sentí en The Cavern cuando la chica rubita me dijo que se harían famosos y
jamás volverían.
Abrí la puerta y antes
de poder saludar, Richard ya en estaba besando. Me encantaba ese efecto
sorpresa que a veces usaba.
-¡Tachán! ¡Traje
chocolate!
-¡Síííííí! ¡Gracias! –di
un saltito y nos sentamos en el sofá.–Mmm…¡es una tableta enorme!
-Igual sé que no te
alcanzará.
-Jé, cómo me conocés.
¿Querés tomar algo? ¿Ver tele? Hoy dan una peli de terror que te morís, es de
exorcismos. ¿Cenaste? Porque me sobró un poco, ya sabés que no es lo mejor del
mundo, pero…
-Mercy –me tomó una
mano, la besó-Bajá las revoluciones. ¿Pasó algo?
-¿Eh? Nada.
-Mentira, algo te pasa.
-Ufff…¿es que nunca
podré engañarte?
-Mejor que sea así. –rió,
pero volvió a ponerse serio.–Ey, ¿qué te está pasando? Estás rara.
-Si recién me viste…
-No importa, igual te
noto rara. ¿Qué hay?
-No sé…Perdón.
Me acarició una
mejilla, traspasándome con la mirada.
-Otra vez miedo, ¿no?
-Si, pero no es por lo mismo.
Es…me da miedo de que nos pase como a John y Cris.
-¿Eso te pasa? –sonrió.
-Bueno, no es exactamente
eso, pero…
-A mí me gustaría, no
me comportaría como un tonto, como hizo John.
-John se portó muy bien.
-Sí, pero al principio
estaba asustadísimo.
-¿Y quién no lo estaría?
-Yo no.
-No mientas.
-Hagamos la prueba.
-¡Ni loca! –le di un golpecito
en el hombro y él me revolvió el pelo.
-Dijiste que había algo
más, o eso me pareció.
-Nada, dejá.
-Mercy Wells…
Suspiré, bajé la mirada, e hice girar uno de mis anillos
con los dedos.
-Supe lo del disco.
-Tu hermano siempre arruinando
las sorpresas. Pero…¿pasa algo con eso?
-Me pone muy feliz. –levanté
la vista, le sonreí.–Es cumplir un sueño.
-Claro. Aunque ojo, que
mucho sacan un álbum y nunca más aparecen.
-¿Pero vos qué querés? ¿Qué
sea un éxito o un fracaso?
-Un éxito. –sonrió–Me encantaría.
Pero no te estoy creyendo tu alegría, decime qué pasa.
-Estoy alegre, estoy
feliz por eso, tranquilo.
-Pero hay algo más.
-Ehh…sí. Van a ser
famosos, y eso me da miedo. No van a ser los mismos, por más que lo intenten. Ni
siquiera vivirán más aquí.
-Mercy, ¿qué decís?
Todo será igual.
-Sabés que no. –me aparté
dela caricia que quería darme. –Rich, todo cambiará. Hasta vos.
-Vos tenés miedo de que
te deje por una actriz o cantante o
alguna de ésas.
-Bueno…sí. –reí
apenas–Pero hay algo más. Tengo miedo de toda esa fama, del dinero, de lo que
te pase. Me asusta. Dejá, no me hagas caso, soy una egoísta. Olvidate de esto
que te dije, no tiene sentido.
Me abrazó con fuerza y
traté de no llorar.
-No va a pasar nada de
eso, te lo aseguro. Todo va a ser igual, yo no te voy a dejar, ni me la voy a
creer por tener mucho dinero.
-Sí, pero…
-Mercy, mirame. –me separó
y me obligó a mirarlo.–Tengo algo que decirte, algo que te sacará esos miedos y
algo que quiero hacer. Decime si te querés casar conmigo, pero no dentro de dos
o tres años, sino ahora, en unos meses, lo antes posible. Quiero casarme con vos,
aunque no sepas cocinar y seamos bastante
desastre para todo, aunque ni tengo un lugar para ofrecerte dónde vivir….No sé,
tenemos cosas en contra, pero te quiero asegurar de alguna forma que todo eso
que pensás, no va a pasar. Quiero que vivamos juntos, estar siempre con vos. Creo
que esperamos mucho tiempo como para seguir esperando, ¿no?
Asentí, tragando saliva
sin saber muy bien si estaba entendiendo todo lo que me decía.
-Esto se pide de
rodillas, y con anillo, y con coro de mariachis
y cien cosas más, pero bueno, salió así, lo que vale es lo que uno
siente. Te amo, Mercy. Sólo decime si querés o no casarte conmigo. Ahora.
¿Capitulo 88? ¿Ya?
¡Pero si mi proyecto terminaba en el capitulo 75! Bueno, no hagan caso a mis
pensamientos interiores. ¿Cómo están? Aquí volví, siempre con tardanza, con el
capi este. Ahora sólo queda preguntarnos si se casa o no se casa. Lo sabremos
en el próximo capitulo, aunque claro, yo ya losé pero soy mala y no les diré
muejeje.
Para que no me odien,
les dejo una canción de una cantante con la que me re fanaticé y no cuando me fanatizo
suelo ser insoportable. Es Meghan Trainor y se las dejo porque si están acá es porque
les gusta toda la onda años ’50, ’60, ’70…Bueno, esta cantante tiene esa onda
muy “sesentera” y además no es como la mayoría que son todas flacas y apáticas,
esta es gordita (aunque eso no habría que andar aclarándolo, pero extrañamente
llama la atención que una cantante lo sea porque siempre te venden que hay que
ser hiper flaca) y tiene canciones divertidas y pegadizas.
Bueno, después de tanta
palabra, me voy. Nos vemos en el capi 89.