Caminé unas cuadras, bajo una garúa, casi llovizna, bastante
persistente. Mil cosas, palabras, imágenes, corrían por mi mente a velocidades
supersónicas. Sacudí la cabeza, necesitaba aclararme, decidir adónde iría.
Resolví que lo mejor sería ir hasta la terminal de ómnibus, y allí, mirando los
colectivos, elegiría alguno que fuera a un lugar lejano, y que además me
saliera barato.
Doblé en una esquina y un estúpido me llevó por delante.
Como no estaba de humor, mejor dicho, no tenía humor, le hice saber acerca de
su estupidez.
-¡Estúpido! ¿Por qué no mira por dónde camina?
-¿Mercy?
Bueno. Definitivamente la suerte no está de mi lado hoy.
-Hola Richard- dije sin entusiasmo.
-¿Adónde vas a esta hora? Es peligroso que andes sola y...
-No necesito que me cuides, gracias –di dos pasos, pero él
me siguió.
-¡Ey! ¿Y esas valijas?
-Es que....voy a la casa de una amiga. –mentí
-Mmm...no te creo.
-Entonces jodete.
-¿E...estás enojada conmigo?
Me paré y lo miré.
-¿Qué te pensás? ¿Que sos la única persona del mundo? –lo
dije con demasiada dureza, tanta que pude ver algo de tristeza en su rostro. –Ehhh...perdón,
no es con vos la cosa, ando mal, y ya sabés, me la agarro con el primero que se
me cruza.
-Está bien pero...¿qué pensás hacer? No sé, me preocupa...
Sonreí. Este pibe está empecinado en que me vuelva loca por
él.
-Quedate tranquilo. Lo que te puedo decir es que por un
tiempo no nos vamos a ver.
-¿Eh?
-Si...No sé cuánto tiempo, pero será el necesario para que
se arreglen un montón de problemas.
-Pará, pará, no me hables con tantos misterios, ¿Vos me estás
diciendo que te vas?
-Algo así.
Me miró de una forma dulce, o a lo mejor eso me pareció. La
cuestión es que suavizó mucho mas su tono de voz, y se me acercó.
-No, morocha no.....no tenés que hacer eso, es una locura
-¿Qué está pasando acá?
Ambos nos giramos y vimos a John, mirando con mala cara a
Richard.
-¿Qué hacen ustedes dos solos, en este lugar tan oscuro?
-John, no pienses
mal, yo no tengo nada con tu novia.
-No es mi novia, idiota. Es mi hermana.
-¿De verdad pensabas que soy la novia? –dije apenas conteniendo
la risa.
-No se si la novia, pero pensaba que había algo....
-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA –John y yo reímos como locos.
-Gracias por hacerme reír –le dije cuando me calmé un poco.
Cuando John también se calmó, adoptó un aire serio, pero que
igualmente le quedaba chistoso.
-Como sea, ¿qué estaban haciendo acá?
-Mercy se quiere ir.
-¿Qué?
-Se quiere ir, ¿no ves las valijas?
John me clavó su mirada, como lo hacía cada vez que me
“analizaba”.
-¿Es verdad lo que dice éste tarado?
-Si, es verdad....-solté un largo suspiro –Y ahora, con el
permiso de ustedes, me voy. Déjenme en paz.
-¡No! ¡Vos no vas a ninguna
parte! –John me tomó del brazo con fuerza –A ver, decime qué te pasó como para
que hayas decidido eso.
-Yo....ehh.....Ay John, ya sabés, mis padres....-miré de reojo
a Richard, no quería que se enterara de mi situación familiar –La mejor forma de
liberarme, es irme.
-¿Y dejarnos a nosotros? –dijo Richard. Si no te dejo te
como, bombón.
-Bueno...algunas cosas hay que sacrificar...-dije
disimulando mis pensamientos.
-No loca, no –negó John
-Es re peligroso, sos una chica, te puede pasar cualquier cosa. Además,
¿de qué vas a vivir?
-Puedo tocar la guitarra –señalé a Violeta, colgada en mi
hombro.
-¡Si sabés dos acordes locos!
-¡Igual que vos! –lo miré mal, pero él permaneció calmado.
-Mercy, pensá un poquito. Yo te entiendo, pero va a ser peor
el remedio que la enfermedad. Si querés que tus padres se dejen de joder, lo
mejor es que se lleven un buen susto. Si querés podés irte, pero por una noche,
cosa que se preocupen, se desesperen, pero nada mas. No vale la pena que dejes
todo y te pongas en peligro, vos no tenés la culpa.
Bajé la cabeza y miré el suelo, tratando de pensar en lo que
me acababa de decir. Tenía razón, pero no sabía si podría resultar.
-Bien –dije de repente –Me voy a ir sólo por ésta noche.
Gracias por todo, chau.
-No, pará –Richard se me paró enfrente -¿Vos pensás irte
sola?
-Si sólo es una noche...
-En una noche pueden pasar muchas cosas
-Richard tiene razón. Gracias Rich, te podés ir a tu casa.
-Pero la podemos acompañar los dos...
-No.
-Pero...
-Yo soy el hermano.
-Ahh, cierto....bueno suerte. Mercy, no te preocupes mas,
todo va a salir bien –me hizo una sonrisa encantadora, a la que traté de corresponder
pero no pude porque John me tironéo para que lo siguiera.
-¿Y adónde vamos a ir? –pregunté, tratando de seguirle el
paso. Estaba media enojada porque no dejó que Richard viniera con nosotros.
-En primer lugar, a mi
casa.
-¡Ah no John! ¡Yo no quiero esconderme en tu casa!
-Dije “en primer lugar”. Después vamos a ir a otro lado.
-No entiendo.
-En mi casa vamos a guardar esas cosas que traés, porque te
molestarán.
No respondí, sólo lo seguí. Por suerte la llovizna había
cesado, y hasta parecía que el frío también.
Llegamos a la casa, pero no entramos dentro, sino que nos
dirigimos a un cuarto que estaba al otro lado del jardín trasero. John buscó la
llave debajo de una maceta con flores y abrió. Me dijo que dejara mis cosas
allí, y así hice. Cerramos y nos fuimos a la calle, cuidándonos de que nadie
nos viera.
-¿Y ahora? –pregunté.
-Vení –me tomó de la mano y me llevó casi corriendo. Cuando
nos alejamos un poco de la “zona de peligro”, dejó de correr y comenzó a
hablar. -¿Te acordás de la vez que te pregunté cuál era tu sueño?
-Si, estábamos en Strawberry Fields....Ah ya sé, me vas a llevar ahí.
-No. Vos me dijiste
que te gustaría viajar en tren, de noche.
-Si...
-Bueno, ésta noche tu sueño se cumplirá.
No sé cómo sucedió, pero de pronto me vi escondida entre
unos yuyos altos, al lado de la vía. El plan de John era lo mas descabellado
que había oído salir de su boca: esperaríamos que el último tren carguero
saliera de la estación, que estaba a unos cien metros de nosotros. Cuando pasara,
aún a poca velocidad, saldríamos de nuestro escondite y saltaríamos a algún vagón.
No tenía que ser de los primeros vagones porque el maquinista podría vernos, y
tampoco de los últimos, porque allí siempre revisaban, en busca de vagabundos
que se subieran.
-John, esto está mal.
-Lo sé.
-Yo no voy a poder subir, me voy a enganchar con algo y el
tren me va a pasar por arriba.
-¡Cortá con la mala onda! Yo me subo y te ayudo a vos. Es
fácil. Atención, está por salir.
Escuché la bocina del tren y el rechinar de sus ruedas. En
pocos segundos estaría frente a nosotros.
Vimos como se acercaba. Tendría, fácil, unos 40 vagones,
donde llevarían de todo.
La máquina, o locomotora, pasó, y John contó 10 vagones
hasta que me gritó que lo siguiera. Nos abrimos paso entre los yuyos y nos
pusimos al lado del tren. El ruido era ensordecedor. Para qué mentirles, estaba
muerta de miedo. Cualquier error de cualquiera de nosotros haría que termináramos
convertidos en cadáveres. John comenzó a correr, supuestamente había elegido el
vagón número 14. Teníamos que apurarnos, el tren estaba tomando velocidad. John
siguió corriendo a la par de ese vagón, hasta que pudo agarrarse a un fierro,
para, en un revoleo de piernas, saltar y caer dentro. Ahora venía el drama
¿cómo lo haría yo? Para colmo, la puerta no estaba abierta del todo, y si
saltaba podía golpearme en ella.
-¡¡¡Dale Mercy!!! –me gritó, estirándose cuanto podía.
-¡N...no llego! –me faltaba el aire, ya habia corrido mucho,
y eso, sumado al miedo y a que me tropezaba con la cantos rodados de las vías,
estaba haciendo que no lograra alcanzar el vagón.
-¡DALE! –gritó una vez mas, estirando su mano. Si se movía
un centímetro mas, podría caer.
Hice un esfuerzo sobrehumano, corrí mas rápido, como nunca
en mi vida, y me aferré a su mano. Él tironéo con fuerza, hasta que quedamos
tirados uno arriba del otro. Pero dntro del vagón.
-Ehh...Mercy....¿podrías salir de arriba mío? Si fueras mi
novia aprovecharía, pero me das un poco de asco
Como pude me desenredé de él y me puse de pie, ayudándolo a
él también a hacerlo.
-Uf...casi nos matamos...-dijo en un suspiro
-Ya lo creo –comenzé
a investigar qué llevaba ese vagón, al parecer eran bolsas de harina. Y
por suerte, no viajaba nadie mas, ya que eso podría pasar y nos llevaríamos un buen
susto.
-Esto lleva bolsas de....-pero no pude seguir. John acababa
de abrir la puerta casi del todo, dejando ver el campo, así como las nubes se
corrían dando paso a una enorme luna llena. Era tal cual lo había soñado.
-Sentémonos –John se sentó casi al borde del vagón, apoyando
su espalda en la puerta, y con las piernas estiradas, paralelas al piso. Hice
lo mismo, para quedar frente a frente.
-Gracias. Gracias Johnny por esto.
-No me agradezcas nada, ¿para qué somos hermanos?
Le sonreí y miré a mi sueño hecho realidad. El campo,
iluminado por la luna y yo, en un tren carguero.
-¿Tenés frío?
-Algo.
-Tomá –me extendió una petaca de whiskey –Pero tomá poquito,
no me gusta que tomes. Tenés aire de borracha, no quiero que termines en
Alcohólicos Anónimos.
Tomé casi la mitad, nada mas que para hacerlo rabiar. Se la
devolví y me miró enojado, pero sabía que no lo estaba. También tomó, y buscó
algo en su campera.
-¡Mirá! –dijo mostrándome una de sus armónicas
-¡¡¡¡Siiii!!!! ¡Tocá algo!
-¿Qué cosa?
-Lo que quieras.
Comenzó a tocar algo improvisado, que por momentos era alegre
y por momentos triste y melancólico. No sé cuánto tocó, pero fue lo suficiente
como para que fuera la banda sonora de mi vida, que recordaba casi momento por
momento. Era una combinación perfecta: mi sueño, su música, mi vida.
Cuando dejó de tocar lo miré. Él también parecía pensativo.
-John...¿estás bien?
-Si...digamos que si....-miró afuera, veía como brillaban
sus ojitos, estaban húmedos.
-¿Como lo vas llevando? –sabía que se daría cuenta a lo que
me refería.
-Bien...creo. No es fácil cuando se te muere tu mamá, o papá.
Es un herida que no se cura mas, aunque pienses que si. En esos casos lo de “el
tiempo cura todo” no sirve, porque pensás que ya está, que pasó todo y no.
Porque...bah, no me vas a entender, y ojalá no me entiendas nunca. Es muy duro.
Me quedé mirándolo, hasta que me puse de pie, me acerqué, me
senté junto a él y lo abrazé, pero en realidad no sabía qué hacer. Como se dice
en “El Principito”: ¡Es tan misterioso el mundo de las lágrimas! A lo que yo
podría agregar, ¡Es tan misterioso el mundo de Lennon! Él sabía como
consolarme, y yo me sentía impotente por no saber qué hacer cuando él estaba
mal.
-Bueno, bueno, esto está demasiado dramático –dijo
soltándose –Hermana, tenemos que hablar seriamente.
-Muy bien, como quieras –volví a mi anterior lugar, otra vez
frente a él.
-Dudo que esta charla la hayas tenido con tus padres, así
que como hermano mayor, me corresponde.
-No te entiendo nada.
-Vos dejame hablar. Supongamos que Richard te da bolilla. Se
interesa por vos. O Richard u otro. Vos, jamás, en la primera cita, o en la segunda,
la tercera, o en la número mil, vas a entregar
“tu tesorito”.
-¿El qué?
-“El tesorito”. No me digas que no sabés de qué te hablo.
-Ehhh...no.
-¡Ay Mercy! ¡El tesorito!
-N...no sé...
-¡El tesorito! ¡La virginidad!
-¡¡¡JOHN!!!
-Y bueno ¿cómo querés que te lo diga si vos no me entendés?
-¿No tenés otro tema para hablar?
-No. Quiero hablar de éste tema.
-A ver, decime, ¿para qué me decís esto?
-Porque no quiero que nadie se aproveche de tu tonta
ingenuidad romántica, y para que después no vengas a decirme que voy a ser tío.
-Que horror lo que me decís.
-Alguien te lo tiene que decir, ¿tus padres nunca te
hablaron de eso?
-La verdad....no. Nunca se habla de esos temas. Todo lo que
aprendí sobre esas cosas fue gracias a dos enciclopedias y un diccionario. Obviamente
los leí a escondidas.
-¿Ves? Así que no me vaya a enterar de que entregaste el
tesorito a alguien, porque te mato a vos y al alguien. Antes te ponés de novia,
me lo presentás, y al año, mas o menos, sí. O cuando te cases.
-Que puritano te pusiste de pronto jaja. Qué hermano
“guardabosques” que tengo. Yo no voy a estar pidiéndote permiso a vos.
-Está bien, hacé lo que quieras, yo te avisé, después no
quiero llantos acá. Otra cosa. Supongamos, otra vez, que Richard, u otro, llamémoslo
“X”...
-No vengas con matemáticas acá...
-Bueno, bueno. Richard u otro, te da un beso. ¿Vos sabés
besar?
-¡John esas preguntas no me gustan!
-¿Sabés o no sabés?
-¡No!
-¿Y qué vas a hacer?
-¡Y qué se yo!
-No, ésa no es una respuesta.
-El único beso que di fue
a los 9 años, a un chico de 5
-¡Meeerrrrcyyy......eso es una confesión grave!
-Como si vos fueras tan santo.
-Así que no sabés besar....¿no querés practicar conmigo? –me
miró con malicia, pero se ganó unas patadas mías. -¡Ay loca, pará, no me patees
que me vas hacer caer!
-Entonces dejá de decir pelotudeses.
El tren comenzó a frenar, estábamos llegando a una estación.
Lo mejor sería escondernos, y eso hicimos, detrás de las bolsas de harina. El
tren frenó, se escuchaban voces cada vez mas cercanas.
-Sonamos, anda el guarda –John se escondió mas –Escondete abusadora de menores
-¡John!
-Shhh....
El guarda se paró en la puerta e iluminó con una linterna.
Luego se asomó afuera.
-¡Acá no hay nada! –saltó y se alejó.
-Uff..salvados! –dije –Igual esperemos a que el tren salga de vuelta.
Luego de 10 minutos, el tren comenzó a andar nuevamente, y
salimos de nuestro escondite.
-Hermana, antes de llegar a la próxima estación, tenemos que
bajarnos, así después nos subimos al siguiente para volver.
Me agarré la cabeza. No sólo tendría que saltar para bajar
de éste, sino que también saltar para subir
a otro, y luego saltar otra vez para bajar.
Anduvimos casi una hora mas, hasta que sentimos como el tren
disminuía la velocidad y divisamos una estación.
-Ahora o nunca –dijo John, y así, sin mas, saltó con los
brazos abiertos, como si quisiera salir volando. Hasta en estas situaciones
seguía haciendo payasadas.
Tomé aire y salté, obviamente gritando. Caí entre unos
matorrales, dando tumbos.
-¿Estás bien? –me dijo John levantándome.
-Si, creo que si.
-En menos de media hora pasará el otro.
Nos escondimos, el frío calaba los huesos, todo estaba mojado,
y como aún faltaba para que amaneciera, estaba oscuro y se veía poco y nada.
Saqué unos cigarrillos de un bolsillo y los compartimos, mientras esperábamos.
Divisamos la luz del tren, exactamente media hora después de
habernos largado del otro, aunque nos parecía mucho mas, debido al frío que
teníamos. Hacía un chiflete bastante importante. Nos preparamos, esta vez las
cosas tendrían que salir mejor.
En efecto, así fueron, ya que el tren pasó a menor
velocidad, ésta vez pude subirme por mis propios medios.
-Nuestro próximo trabajo será asaltantes de trenes –dijo
John sacudiéndose –¡Ey! ¡Mirá! Estoy lleno de harina ¡y vos también!
No sólo teníamos harina, sino también aceite de tren,
tierra, y abrojos. Nos sacudimos un poco
y nos sentamos a disfrutar del viaje de vuelta, que no fue menos hermoso que el
de ida, ya que vimos como amanecía.
-Bueno loca, ya estamos llegando a Liverpool. Será mejor que
saltemos ahora.
Saltamos, ésta vez juntos, pero caímos un poco mal.
-¡Auch, mi tobillo! –me quejé
-¡Mi mano! Mercy, lo siguiente será ir a mi casa. Juntás tus cosas y te volvés.
Bajé la cabeza y suspiré. No quería volver.
-Va a estar todo bien –dijo casi adivinando mi pensamiento.
-Bueno, pero no voy a decir que vos estuviste metido en todo
esto, porque te van a retar. Yo me cambio un poco en tu casa, y vos te vas a dormir, como si nada hubiera pasado.
-No, no. Vos decí que yo te acompañé, así saben que estuvo
todo bien.
Cuando llegamos a su casa, no había un alma en la calle. Era
demasiado temprano, tipo cinco y media de la mañana.
Nos metimos como ladrones en el jardín, y me cambié en el
pequeño cuarto trasero, mientras él se metía en su habitación y también se cambiaba,
y robaba algo para comer de la cocina. Cuando estuvimos listos, salimos a la
calle.
-John, gracias otra vez
-Me decís gracias de vuelta y te pego.
-Está bien...-le sonreí, y toqué timbre en mi casa. De
inmediato se abrió la puerta y apareció mi madre, llorando.
-¡Hija, volviste! –me abrazó -¡Perdón, perdón! No volverá a pasar
mas
-Bueno mamá –me solté, esas cosas me incomodaban.
-¿Donde estuviste? –preguntó mi padre
-Iba a irme, para
siempre. Pero me quedé por ahí, porque John me encontró y estuvo toda la noche
conmigo, hasta que me convenció de volver.
Los dos lo miraron raro: que su hija “haya pasado toda la
noche” con él, les sonó mal. Pero ni a mi ni a él nos importó.
Mis padres siguieron abrazándome, ignorando por completo a
John.
-Pasá hijita, andá a dormir un rato, tenés carita de cansada,
¿no querés tomar algo caliente?
-No mamá, dejame tranquila –dije fastidiada.
Y antes de que cerraran la puerta vi a John parado en la
vereda. Ambos nos guiñamos un ojo y sonreímos. Habíamos compartido otra locura
juntos.
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Yo no sé si soy yo o qué, pero siento que últimamente escribo mas pésimo que antes. O sea, se me ocurren "buenas ideas" por así decirlo, pero cuando las escribo quedan mediocres. Un claro ejemplo es este capitulo, re elaborado lo tenía y cuando lo escribí no me conformó, y encima no pude arreglarlo.
Sepan entender la incapacidad de esta escritora aficionada.