Hacía mucho calor en el salón de actos. Y estaba lleno de
gente. Sentados, nos echábamos viento con el programa del acto. Perdón, acto
no. “Colación de grados”. Así lo llamaban los profesores y así decía en el
programa, que dentro tenía impreso los nombres de quienes nos graduábamos.
“Colación de grados”. ¡Qué denominación tan horrible!
El director daba su discurso, que como todo discurso, era
largo. Nos decía que ahora debíamos salir al mundo, que seríamos hombres y
mujeres de bien y bla, ba, bla, bla. Todos fingíamos prestar atención. Yo
estaba sentada en la cuarta fila, entre todas las chicas, y agradecía estar ahí
y no con John, porque sino estaría a las carcajadas y acabarían echándome.
También agradecía no verlo desde donde estaba, ya que a él lo habían sentado en
la primera fila, para mantenerlo vigilado.
Cuando el director finalizó su discurso, lo aplaudimos y
pensábamos que el aburrimiento había acabado, pero no. La vieja momia de
literatura también había preparado “unas palabras”. Yo diría “unas cuantas
palabras”. O “unas 100.000 palabras”, porque no terminaba mas. Vieja falsa,
todo el año hostigándonos, y el último día venía a decirnos que éramos sus
mejores alumnos y que nunca nos olvidaría. La aplaudimos haciéndole creer que la
queríamos y le llegó el turno a Ivan, que como futuro maestro, le tocaba
pronunciar el discurso de despedida en nombre de los 30 alumnos que dejábamos
la escuela. Oh, dejábamos la escuela. Ese sería el último día que la pisaría,
el último día que vestiría el uniforme. Era
raro, sentía que extrañaría esa escuela como si hubiera ido toda la
vida, y sólo fui un año. Un año en el que pasaron mas cosas que en el resto de
mis 17 años. Pero salía de la escuela con un pequeño triunfo: aún seguía con mi
trenza en el pelo. Se habían cansado de retarme, y me dejaron, y ya había
chicos y chicas de 1º y 2º año que las llevaban y no les decían nada.
Cuando Ivan finalizó, se dio comienzo a la entrega de medallas.
Cada alumno era llamado al frente, le daban su medalla y se tomaba la foto de
rigor con la familia, que casi siempre no podía creer que el chico/chica haya
terminado, por fin, la escuela.
A los primeros cinco los aplaudieron conmovedoramente. Después,
ya saben, la gente se cansa y va bajando el entusiasmo. Pensaba que cuando me
tocara a mi, la última de la lista, el salón estaría vacío, la escuela cerrada,
y rodarían, empujadas por el viento, esas bolas de espinillos que aparecen en
la películas del Lejano Oeste, donde todo es desierto. En eso estaba pensando,
cuando vi cómo el profesor de matemáticas miraba, extrañado, unos rayones en
los amplificadores. Seguramente estaría pensando qué les había pasado, pero lo
que menos se imaginaría era que esos rayones fueron hechos cuando mi lindo hermano
tonto los sacó por la ventana. Ese hermano que ya estaba posando para la foto,
haciendo morisquetas, junto a una Mimi que disimulaba mal su emoción. No era
para menos. Su salvaje sobrino al fin terminaba algo en la vida.
Los minutos pasaron, y yo esperaba, ya somnolienta, tanto
por el aburrimiento, como por el calor que hacía.
-Mercy Wells –anunciaron al micrófono.
Me puse de pie, ya la gente bostezaba, habían visto 29 veces
lo mismo. Caminé hasta el frente, acomodándome la corbata. Mis padres,
sonrientes, se acercaron. El director me colocó la medalla, me dio el anuario,
y la de literatura me alcanzo la rosa roja que cada alumno debía entregarle a
su madre a modo de agradecimiento por haberlo mandado a la escuela, supongo. Después,
todos posamos para la foto.
-¡Vamos Wells! –gritó John, arengando a las masas, e
increíblemente, todos aplaudieron.
Ni bien puse un pie en casa, luego de regresar del acto, mi
madre me sentó, me sacó la cinta del pelo y comenzó a.....ponerme ruleros.
Sonreí, se le había pasado el enojo y había comprendido mis razones para
quedarme en Liverpool. Mi padre lo había tomado como un triunfo propio, y
cuando entendió mis palabras, se enojó porque yo no lo elegía a él, elegía a la
ciudad. Pero después, también se disipó su enojo. Ahora estaban los dos
contentos, viendo a su pequeña Mercy terminar la escuela.
El resto del día se pasó demasiado rápido, cuando me di
cuenta, otra vez me estaban sometiendo a los “procedimientos de belleza”.
El timbre sonó y fui a atender, en pantuflas y con los
ruleros puestos. Parecía una vieja chusma.
-Ho......JAJAJAJAJAJAJAJAJA MERCY MIRÁ TU CARA!!!! –John por poco se tiraba
al suelo y se revolcaba de la risa. Yo lo miraba, inmutable.
-¿Qué querés?
-Esperá, esperá que me calmo........JAJAJAJAJAJAJA ESOS RULEROS JAJAJA!!!!
Luego de media hora de estar parada en la puerta, esperando
que esa cosa dejara de reírse de mí, se calmó.
-Ya....ya.....-se secó los ojos, ya que lloraba de la risa
-¿Qué querés? –repetí.
-No vine a hablar con vos, vine a hablar con tu padre.
-¿Y POR QUÉ NO ME DIJISTE ANTES?
-JAJAJAJAJA ¡Tu cara cuando te enojás es épica! No te dije
antes –tomó aire, tranquilizándose –porque me estaba.....RIENDO! JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Le cerré la puerta en la cara, y él volvió a tocar timbre,
tantas veces que mi padre se cansó y fue a abrir. John, lo único que quería
saber era a qué hora papá nos llevaría a la fiesta. Cuando se fue, vi como
cruzaba la calle, todavía riéndose. Tarado.
-Levantá los brazos –dijo mi madre, a punto de ayudarme a
ponerme el vestido. Le obedecí y ella subió el cierre, o cremallera, como le
digan.
Me miré al espejo. Me veía muy bien. Que me viera bien
significaba que no era yo, porque siempre andaba vestida como una pobre diabla.
El vestido había quedado perfecto. Era bordó, bordeaux,
borravino, granate, no sé bien su nombre. Era largo, porque así debía ser, y las
mangas era cortas. La falda era de raso, una tela suave y con brillo, y la
parte de arriba era de otra tela opaca, pero que en su trama formaba unos
dibujos, como arabescos, todo del mismo color. Estaba un poco apretujada dentro
de él, ya que era corsé y estaba todo emballenado. Me puse unos zapatos con
unos tacos cuya altura rozaba mi límite de tolerancia y me prendí la cadenita
con el dije de la MW en el cuello. Decidí maquillarme yo misma,
aunque mis conocimientos en la materia eran mas bien nulos. Mi madre terminó de
peinarme y me ahogó en spray para pelo.
-¡Estás hermosa!
-¿De verdad?
-Si, si mirate en el espejo.
Eso hice, y otra vez vi a una chica, muy linda, pero que no
era yo. Pero ahí estaba mi chiste: demostrarles a todos que la machona, petisa,
malhablada, y desgarbada Mercy, podía verse realmente bien.
Bajé las escaleras despacio, desconfiaba de los tacos.
-¡Quedate ahí! –gritó mi padre, cámara en mano –Voy a
tomarte una foto, estás muy linda en la escalera.
Sonreí, y él tomó la foto. Después, los dos corrieron a
arreglarse ya que al comienzo de la fiesta, los padres y todas las personas que
quisieran podían estar para ver a los nuevos graduados de la ciudad.
-Ya estoy –mi padre bajó ajustándose la corbata, seguido de
mi madre, que iba pasándose el peine por el pelo.
El timbre sonó, seguramente sería John, así que fui a
atender. Cuando abrí la puerta, los dos nos quedamos pasmados, mirándonos.
Nunca había visto tan lindo a mi querido vecino y hermano.
Estaba perfectamente peinado, no llevaba sus anteojos, sus zapatos brillaban y,
según tenía entendido, tenía puesto un traje de su tío George que le quedaba
pintado. Aparte, su corbata era del mismo color que mi vestido, mas o menos una
semana antes me había preguntado de qué color me vestiría. Era algo que hacían
casi todos los chicos, la mayoría obligados por sus madres. Pero el motivo era
que la ropa de cada pareja combinara. En
la mano llevaba una rosa amarilla, otro “rito” que debían cumplir: darle una
rosa a su pareja.
-Se....señora Elizabeth –dijo sin quitarme los ojos de
encima -¿Cuándo dio a su hija en adopción y trajo a ésta otra?
Mi madre lanzó una carcajada.
-John, estás....demasiado bien –lo miré casi con la misma
expresión que la que llevaba él.
-Pero...¿vos sos Mercy? Dios....estás.....preciosa. Si no
fueras mi hermana..... uffff
-¡John, no empieces! –me reí, que él dijera un halago,
aunque fuera mínimo, era todo un acontecimiento. –Vos también estás precioso
hermanito –me lanzé a apretarle los cachetes, hasta que logré enojarlo.
-¡Salí loca! –se quejó –Mirá, te traje la rosa. ¿No tenías
otro color mas fácil para elegir? Todo el mundo tiene rosas rojas ¡no
amarillas!
-Pero a mi me gustan esas.
-Vos con tal de joderme la vida hacés cualquier cosa.
-¡Hola Mercy! ¡Qué bien te ves! –saludó Mimi –Yo ya estoy
lista.
-Perfecto –contestó mi padre –Subamos al auto.
Llegamos al salón donde se celebraba la fiesta, mis padres y
Mimi entraron, pero a nosotros nos hicieron quedar afuera, en una fila formada
por todos los chicos. Allí esperamos, por suerte no hacía frío. Escuchamos que
desde adentro comenzaba la música, y poco a poco, las parejas fueron entrando,
entre los aplausos de los concurrentes.
Debo decir que entrar a aquel lugar me daba algo de miedo y
vergüenza, pero John no sabía lo que era eso, así que me tomó del brazo y
caminó con paso decidido. Al entrar, nos tomaron una foto.
Nos quedamos a un costado, mirando al resto de las parejas,
entre las que estaban Pete, Ivan y...Richard. Richard con Marcia. No pude
reprimir una risa cuando la vi: tenía un ostentoso vestido lleno de tules, con
el que apenas pasaba por la puerta. Lo peor era el color: verde loro.
Terminaron todos de entrar y comenzaron los primeros acordes
del vals. Si, como si de una fiesta de 15 años se tratara, había que bailar el
vals. Primero con la pareja, y después, los varones con la madre, y las mujeres
con el padre. Así que primero bailé con John, que demostró su torpeza pisándome
dos veces, hasta que por suerte dijeron que había que cambiar de pareja, y
bailé con mi padre, cuyas dotes para el baile eran bastante similares a las de
John.
Después de unas fotos mas y de otro discurso, ésta vez
pronunciado por el director de otro colegio, todos se retiraron, para que los
graduados disfrutáramos de nuestra fiesta.
-¿QUE QUÉ? –gritó
John al lado de una mesa -¿No hay alcohol?
-¿Cómo? –pregunté escandalizada.
-¡No hay! Todo es Coca-Cola, gaseosa, y jugos de fruta,
puaj. NO A LA FRUTA.
-¿Me estás queriendo decir que no hay fernet?
-No. Un momento –dijo mirándome serio –Vos no podés tomar
alcohol.
-¿Por qué?
-Porque sos mi hermana.
-¿Y con eso? Yo aprendo de vos.
-No, no quiero que mi hermana tome alcohol.
-Machista.
-Lo digo en serio.
Por toda respuesta le saqué la lengua, y me giré, casi chocándome
con Richard, que estaba comenzado un ataque a un plato de papas fritas.
-¡Arriba las manos! –le grité.
-¡Ay!
-Je, te asustaste, eh!
-Ey petiso –“saludó” John. Richard lo miró fastidiado -¿Qué?
¿Me vas a decir que no sos petiso?
Me reí. John, mas que nada lo decía por la “pareja
despareja” que Richard hacía con Marcia. La rubia se había puesto unos tacos
altísimos que, obviamente, sobrepasaban la altura de Richard.
-Marcia casi me echa de su casa cuando pasé a buscarla –dijo
metiéndose un manojo de papas en la boca.
-¿Por qué? –preguntó John extrañado.
-Me dijo que yo le arruinaba todo, porque ella se había comprado
esos zapatos, y ahora yo quedaba bajito a su lado. Pero que no se iba a poner
otros de taco mas bajo porque había comprado los que su puso especialmente para
ésta ocasión y no sé cuánta cosa mas......Me tuvo media hora recriminándome el
no ser mas alto.
-¡Qué mina estúpida! –fue todo lo que dije, mirándola con
rabia, ya que se encontraba a unos metros, coqueteando con unos chicos.
-Fuiste el único desubicado que no se puso la corbata del
mismo color del vestido –John lo miró con aires de superioridad.
-Ni loco me ponía una corbata verde loro. ¿Sabés como quedaría?
John y yo nos reímos de sólo imaginarlo. La verdad, habia
tomado una buena decisión al ponerse una corbata azul.
-Bueno, me voy a conquistar chicas –John se peinó con los
dedos –No pienso pasarme la fiesta con ustedes, manga de perdedores.
Le arrojé una servilleta sucia a la cara y se fue, riéndose.
-¿Bailamos? –me preguntó Richard.
-¿No deberías bailar con Marcia?
-¡Si no me quiere ni ver! Debe estar contándole a todos que
soy el culpable de todas sus desgracias. Qué suerte que no la veré mas.
-¿Sabés qué? Yo pensaba que ustedes terminarían juntos. Como
todos los varones quieren tirársela, y ella se la pasaba encima tuyo....
-A Marcia no la toco ni con un palo –respondió con cara de
asco.
Digamos que tenía la oportunidad de seguir preguntado, de
avanzar. Pero como soy la estrella en perder oportunidades, no hablé mas. Y es
que había decidido que en mi fiesta de graduación no pasaría nada. No quería ningún
hecho bueno o malo con Richard, o con John, o con Marcia, o con quien sea. No
quería, años después, recordar esa fiesta por lo que hubiera sucedido. Quería
recordarla así, como mi fiesta de graduación, normal y sin inconvenientes.
Salimos a bailar. Este pibe lo hacía realmente bien, y no lo
decía porque me gustaba locamente, lo decía con total objetividad. No sé si yo
bailaba tan bien como él, pero tampoco era un tronco.
Paramos porque teníamos una causa que defender: dos chicos
desconocidos estaban comiendo NUESTRAS papas fritas. Y eso, no se permite. Nos
miramos, cómplices, y enseguida capté el plan que él llevaba en mente.
-Hola chicos –saludé coquetamente.
-Hola....-respondieron los dos.
-Yo me llamo Mercy, ¿y ustedes? –los dos idiotas se quedaron
mirándome como...idiotas. Vi como por detrás de ellos, Richard se escabullía y
con cuidado y en silencio, se acercaba al plato de papas.
-Yo me llamo Frank –contestó uno, bastante feo, mientras
Richard agarraba el plato y se alejaba.
-Y yo Tyler –respondió el otro, un pelirrojo lleno de acné.
-¡Mercy! –gritó Richard.
-Ay perdón, me tengo que ir, me están llamando. Un gusto
conocerlos –les guiñé un ojo y corrí, levantándome apenas la falda para no
caerme, en busca del “oro frito”.
¡Ey Mercy! –chistó Richard, escondido bajo las escaleras.
-¡Ahí estás! Dame eso –le arrebaté el plato y comí como
desesperada. –Qué buen plan.
-Es la segunda vez que robamos papas.
-Pero ésta fue mejor. Me sentí como esas mujeres sexys que
van a los casinos a conquistar tipos mientras sus cómplices les roban el
dinero.
-Es que en cierto modo somos como una mafia –rió.
-¿Qué hacen acá? Ahhh.....¡con que comiendo! –John me sacó
el plato y se nos unió –Me estaba muriendo de hambre, los que organizaron esta
fiesta son unos ratas, poquísima comida.
Al rato, Pete e Ivan, algo aburridos en la fiesta, se
unieron al “Club de la papa frita”.
-Se acabó todo –dijo tristemente Ivan.
-Tranquilo, sé dónde podemos conseguir. Seguime. –Pete, con
aires de gánster de New York, caminó con las manos en los bolsillos, seguido
por Ivan.
Al rato volvieron con el motín: una bolsa enorme de papas
que habían conseguido en la cocina, donde se metieron en un descuido de los
camareros.
-Creo que están sirviendo torta –John señaló a una de las mesas
-¿Vamos?
Caminamos hasta las mesas, los chicos hicieron frente común
para devorar las tortas que estaban sirviendo, pero yo, esta vez, no me uní a
ellos, ya estaba cansada de comer y las tortas se me hacían empalagosas.
Otra vez llegó el baile, y John aprovechó para ir detrás de
un acercamiento a Marcia. Yo me quedé mirando con cierta bronca, hasta que
arrastré a Ivan hacia la pista.
-¡No Mercy, yo no bailo!
-¡Pero yo sí!
-¿Pero para qué? No es necesario....
-Lo que pasa es que yo llevo el baile en las venas, y no me
entendés.
-Ay....está bien, bailemos.
Debo reconocer que, pese a sus quejas, tan mal no lo hacía.
Se defendía bastante bien.
-Ya basta, suficiente, estoy cansado –dijo dejándome
prácticamente plantada. Lo seguí, pero se escondió detrás de Pete.
Busqué a Richard con la mirada. No era que me interesaba, era
que necesitaba seguir bailando. Ma si, ¿a quién quiero engañar? Me interesaba,
por eso lo buscaba. Pero lo encontré hablando con Yasmine, una de las amiguetas
de Marcia. Y hablando demasiado cerca. Sentí como los celos se apoderaban de
mi. Me daban ganas de agarrar a la flaca esa y arrancarle cada uno de los pelos
del bigote mal depilado que tenía.
-¿Celosa? –escuché en mi oído. Era John.
-Por favor, ¿qué decís?
-Digo lo que veo. Y veo que te salen balas de los ojos.
-No me jodas....
Richard dejó de hablar con Yasmine y se acercó.
-John, ¿no viste a Ivan? Yasmine quiere hablar con él.
-¿Con él?
-Si. Me dijo que la ayude a ponerse de novia con él, esta
noche es su última oportunidad. Está loca.
John me miró y largó una carcajada, y yo no pude evitar
seguirlo.
-¿De qué se ríen? –preguntó Richard, mirándonos desorientado.
-De nada –respondí –De....de una cosa, no tiene importancia.
-Decile a Yasmine que Ivan la rebotará. Creo que tiene
novia, es Majo, la hermana de McCartney.
-Ah, es cierto. Bueno, que se arregle. ¿Bailamos esta,
morocha?
Asentí con la cabeza, atontada por ese “¿Bailamos esta,
morocha?”. Ay, cualquier estupidez que dijera, me atontaba, tenía que dejar de
ser tan.....tonta.
Comenzamos a bailar, ésta vez haciendo payasadas, nos reíamos
mucho de John, que me vigilaba, atento. Se tomaba demasiado enserio su
“trabajo” de hermano.
La fiesta terminó cuando prendieron las luces y apagaron la
música. Sin embargo, nadie quería irse. Creo que a todos les estaba pasando lo
que hacía meses me pasaba a mí: no querían terminar, dejar la escuela, empezar
una nueva etapa. El que se acabara la fiesta, les había hecho tomar
consciencia.
-¿Vamos? –me dijo John, bostezando.
-¿No te vas a ningún lado?
-No....estoy cansado.
Creo que John había decidido lo mismo que yo, que en la
fiesta no pasara nada. Yo pensaba que se iría con Marcia a tirársela en algún
lado, pero dejó que ella se fuera con su disfraz de loro barranquero y con sus
amigas en el auto que su padre le había regalado por su graduación.
-Si sabía que se iba en ese auto, le pinchaba todas las
ruedas –dije al salir del salón, viendo como Marcia hacía alarde de su regalo
ante todos.
-No seas así –me reprendió John, con seriedad.
-Es la verdad....
-Wells –dijo aún mas serio.
-Uff....está bien, no digo nada de tu bella damita verde.
¿Buscamos un taxi?
-No, vamos caminando.
-¡No puedo caminar con estos tacos!
-No iremos lejos.
-¿Como que....?
-Vos seguime.
Extrañada, lo miré, y me despedí de los chicos. Luego fui
casi corriendo para alcanzarlo. Caminamos, yo parloteaba sin cesar, pero él iba
muy pensativo, ni siquiera me prestaba atención. Después de un rato, me di
cuenta de adónde íbamos.
-Con que acá me traés –dije al ver el cartel de Strawberry
Fields –Ni sueñes con que salte esa reja con este vestido y estos zapatos.
No dijo nada, sólo me levantó por la cintura.
-¡No John, no puedo! ¡El vestido!
-Uy, qué lío con ese vestido –se quejó –Sacátelo.
-¡No seas degenerado!
-Bueno, hacé lo que puedas. Pero saltás, si o si. –como
pude, me aferré a la reja, y él me soltó –Sostenete bien, yo voy a saltar, así
te agarro del otro lado.
Me quedé ahí prendida, rezongando, mientras él, con gran
habilidad, se trepaba y se dejaba caer al otro lado.
-Ahora sí, saltá.
Levanté la falda de mi vestido, apenas un poco, porque John
era capaz de ponerse a mirar. Rogué que
no se rasgara o manchara, porque si era así, mi madre desconfiaría. Salté, y
caí en los brazos de John, sin un rasguño. Caminamos hasta llegar a su árbol
preferido, y se sentó, se quitó el saco y lo puso en el pasto, para que pudiera
sentarme sin ensuciarme. Me convidó un cigarrillo.
-En fin....-dijo exhalando el humo –este fue el último día
como estudiante secundario.
Sólo asentí con la cabeza, mientas le daba una calada.
-Que raro que no te fuiste con Marcia. Pensé que festejarías
así.
-Naaa......No sé, como que quería y como que no. Ando un tanto....confundido.
-¿Confundido? ¿Vos?
-Si.....¡Mierda! El gran John Lennon ¡confundido! El mundo
se está yendo al carajo, no tengo dudas.
-¿Y por quiénes estás confundido?
-Ya lo sabés. Marcia y Cris.
-Prefiero mil veces a Cris, que te lleva infinitos años, y
no a la trola de Marcia.
-Lo sé....pero con Cris ya no hay esperanzas.
-¿Dudás de tus encantos como para no conquistarla?
Mmm.....yo no estaría tan seguro –le hice una mirada pícara.
-Vos me parece que sabés algo. ¡Contame!
-Sé que quizás.....algún día....podría ser.....
-¡Dale!
-Está bien. Creo que le gustás. Creo.
-¡VAMOS, LOCO! –gritó –Aunque.....Marcia...-de repente, su
euforia desapareció, dejando paso a una carita melancólica.
-John, Marcia es....
-Si, si, una hija de perra. Ya lo sé. Pero....me gusta.
Suspiré, y nos quedamos en silencio, hasta que él lo rompió.
-Creo que me voy a dejar de joder con las mujeres.
-¡Te vas a hacer gay!
-¡NO! ¡Idiota! Lo que quiero decir, es que me quiero quedar
solo por un tiempo.
-Ya lo éstas, nadie te da bola.
-Ayy....¡es imposible hablar con vos! Ya que estás tan divertida,
¿por qué no me hablás de Richard?
-Mmm....no hay mucho de qué hablar.
-¿¿¿Cuándo será el día en el que te decidas a hacerle
algo???
-John, yo no soy así. Nunca me animaré a decirle nada.
Aparte, queda muy de zorra andar encarando chicos.
-Pero si vas a esperar a que el lo haga....
-Es que....estoy confundida. Como vos.
-Me cago en la confusión –arrojó la colilla del cigarrillo,
con bronca.
-A veces pienso que debería sacármelo de la cabeza, porque
jamás pasará nada. Es obvio que no le intereso, siempre me verá como una amiga.
Pero a veces pienso que no, y me pongo a fantasear y a hacerme ilusiones....
¿Pero vos qué sentís?
Le aparté la mirada, y terminé mi cigarrillo.
-Yo.....siento que lo quiero. –se me empañaron los ojos,
aunque ni sabía porqué.
-Uy, te hice llorar.
-¡No estoy llorando! Jamás lloraré por un hombre.
-Hacés bien, no lo merecemos. –inesperadamente, me abrazó
–Hermana, será mejor que nos dejemos de joder con todo esto. La escuela
terminó, ya no somos mas nenes. Ahora hay que salir a la vida, y hacernos
adultos, aunque suene aburridísimo. Como dijo el director esta mañana:
“hacernos hombres y mujeres de bien”.
Sólo asentí y me aferré a él, que parecía ser él único que
me entendía. Todo eso de hacerme responsable me asustaba, pero no había vuelta
atrás. Había llegado la hora de ser hombres y mujeres. De bien, o de mal. Pero
hombres y mujeres.
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¿Bailamos ésta, morocha? Ayyyy amo eso, lo dicen todas las tardes en un programa de radio que escucho y yo toda akskdsdkjfkjf jajajjajajajajajajjajaja
Como les va? Yo toda vieja XD Les cuento que el sábado pasado fue la dichosa fiesta de 15, y dejé re asombrados a mis parientes con mi ropa y mis exóticos pasos de baile XD pero los escandalizé con mi manera de tomar fernet (si, la misma bebida por la que desespera la borracha de Mercy jaja)
Les dejo un video de un grupo rosarino, que tocan TODO el disco Revolver, está buenísimo! Acá tienen Eleanor Rigby
Bueno chicas lindas, princesas de mi alma! les dejo un gran beso, y nos leemos!!!